El alza en los precios de productos básicos es uno de los trastornos que siendo de mera importación puede prestarse para hacer politiquería. Son cuestiones de la economía que la gente siente en el bolsillo, pero no está debidamente enterada de sus causas.
La producción y distribución de alimentos se ha visto mermada por diversos factores como mayor demanda de materias primas, sequías, elevación de precios, trastornos en el transporte marítimo y grandes compras de China.
Ya se había advertido que tras la flexibilización de las restricciones generadas por la pandemia, se combinarían una alta demanda y una baja de la producción para provocar la inflación que se siente en todo el mundo.
Aquí, como en otras partes, en medio de ingentes esfuerzos para recuperar la economía, el alza de precios es un traspié al que correctamente se le ha dado el frente, convocándose oportunamente a una discusión democrática para procurar soluciones atinadas.
Y como la carestía apunta al estómago de las mayorías, confiamos en que los resultados de las mesas de trabajo que analizan este angustioso tema concluyan con recomendaciones prácticas….e inmediatas.
Los subsidios podrían ser una receta puntual, siempre que su aplicación, como sugieren connotados expertos, esté debidamente focalizada y no se extiendan en el tiempo para no afectar los fondos públicos.
Es una coyuntura propicia para que, a través del INESPRE y otros mecanismos, se masifique la venta de alimentos de primera necesidad en operativos en los que haya más comida que propaganda.
De seguro que surgirán de esas mesas propuestas interesantes, habida cuenta de la diversidad de sectores involucrados y el espíritu de interés colectivo de afrontar con éxito el encarecimiento de los comestibles.
Lo cierto es que la urgencia por enfrentar la subida de precios parece haber sido bien entendida por el Gobierno. Y es que no es buena dupla el grito de los mercados a coro con las limitaciones que impone la pandemia.