Los doce años de Balaguer se caracterizaron por ser un período marcado por el autoritarismo, la persecución política contra los opositores, los intentos guerrilleros de partidos de izquierda, la corrupción que supuestamente se detenía a la puerta del primerísimo despacho, los cambios que comenzaban a sentirse en la estructura productiva, y una constitución que concentraba el poder en el presidente, abierta al camino interminable de la reelección. En medio de ese panorama, los enfrentamientos entre sectores empresariales no estaban al margen de lo que acontecía, pues de algunas maneras utilizaban a sus beneficios las relaciones políticas.
Esa pareció ser la situación en 1975, cuando de repente comenzaron a ser descubiertos mataderos clandestinos y empresas fabricantes de salchichón y otros productos derivados de la ganadería, que en vez de utilizar cerdos o vacas, preferían matar burros y caballos y utilizarlos en sustitución de los primeros, sin importar los males que aquella practica podía causar a la salud de la población. Un año después, se dijo que algunos fabricantes de embutidos decidieron atacar y desacreditar al sector propietario de las granjas avícolas: mientras unos decían que el salchichón era hecho con carnes de caballos y burros, se acusó al otro de propalar el rumor de manera discreta, de que los pollos “americanos” y los huevos de granjas hacían que los hombres se convirtieran en “pájaros”.
Leyendo la prensa del período, se podría pensar que los primeros tenían relaciones o estaban apoyados por el Partido Reformista, mientras los segundos, por la defensa realizada por Juan Bosch, estaban apoyados por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD):
El 10 de abril de 1975 la prensa dominicana trajo la noticia de que Inspectores del departamento de Control de Alimentos de la Secrecía de Salud Pública habían sido enviados a las empresas fabricantes de embustidos, con el objeto de verificar sí era verdad que en sus empresas utilizan carne de animales enfermos o no apropiados para el consumo. La información la dio el doctor Kasse Acta, quien dijo que la investigación se estaba haciendo a las fábricas instaladas en la capital y otros pueblos del país. Esto produjo una crisis en la producción, expendio y consumo de salchichón, salami y mortadela de fabricación nacional, pues era cierto que se habían descubierto por lo menos dos empresas dedicadas a esa práctica, que además de ilegal, ponía en peligro a la salud.
El 19 de octubre de 1976, el desaparecido periódico “El Sol”, trajo la transcripción completa de la charla radial que el profesor Juan Bosch pronunciara la tarde del día 18 en una emisora, con un tema que resultaba de interés para la población, pero en especial para los hombres y mujeres dominicanas, debido a que se había pregonado la falsa noticia de que, quienes injerían las carnes de pollos y los huevos de granjas, corrían el peligro de convertirse en homosexuales o como el líder político del PLD llamaba a los que preferían tener relaciones sexuales con personas de su mismo sexo: se podían “volver manflorito”.
“Lo que sí podemos asegurarles a ustedes—dijo el profesor Juan Bosch en la charla de ese día—es que si la propaganda perversa de que el que come carne de pollo se vuelve manflorito (…), lo que ha hecho es perjudicar a medianos y pequeños granjeros dominicanos y también, y sobre todo, perjudicar al pueblo dominicano al que le ha creado un miedo injustificado a comer un alimento barato y sano, metiéndole en la cabeza la idea de que al comer ese alimento los hombres pueden quedar convertidos en manfloritos. No crean en esa mentira, cómanse su pollo y su huevo con toda confianza mientras no se los pongan por las nubes, porque si se los encarecen les harán daño de verdad; el daño que se les hace siempre a los pobres, es explotarlos sin misericordia”.
El tema era sumamente espinoso, pues parecía ser parte de una guerra existente desde 1975, entre los productores de embutidos y los productores avícolas, y el profesor Bosch, tal vez por táctica política de su partido, decidió ponerse del lado de los dueños de granjas, que era una actividad relacionada con pequeños productores, mientras que la producción de embutidos era tenida como vinculada a los hacendados y ganaderos, sectores muy relacionados para entonces, con el gobierno del doctor Joaquín Balaguer.
A todo lo largo del año de 1975, trascendió la noticia del problema de los fabricantes de embutidos, y la prensa se hizo eco de las informaciones relacionadas con los hallazgos de empresas y personas que se dedicaban a sacrificar animales de cargas, como los eran los caballos, burros y mulos, así como vacas y cerdos enfermos, con el fin de convertirlos en productos que eran muy consumidos por los dominicanos.
Las crónicas periódicas de lo que pasaba con los animales de cargas, no dejaban de ser preocupantes, pues aunque muchos de los rumores sobre el hallazgo de mataderos clandestinos resultaron falsos, las autoridades pudieron confirmar que en algunos casos la practica malsana era verídica. Durante meses la prensa trajo las informaciones relacionadas con el caso: Por ejemplo, el 7 de abril el periódico “Ultima Hora” publicó la alarmante nota de que el día 6 de abril había sido apresado un “cubano que hacia salchichón con carne de caballo y de burro”.
La nota periodística decía, entre otros detalles, que el “propietario del matadero “Los Mameyes” y de la fábrica de embutidos “El Cerdito” admitió hoy en el Palacio de la Policía que desde hacía “algunos meses” producían salchichón con carnes de caballo y burro, en operaciones que realizaba en horas de la noche para burlar la vigilancia de los inspectores de sanidad. En aquella ocasión, la policía presentó a los periodistas al cubano Rafael Rodríguez y a dos empleados suyos “detenidos después que las autoridades decomisaron un camión cargado con 19 caballos y dos burros, matados a tablazos para fabricar salchichón”. El nacional cubano, atrapado en la ilegal operación, residía en la calle Bolívar y tenía socios dominicanos. Su establecimiento fue cerrado y él deportado a su país.
Posteriormente, el 10 de abril, el periódico “El Nacional” trajo como titular de primera página: “Queman carne burro y caballo emplean para fabricar salchichón”, y el día 15 la aclaración en espacio pagado hecha por la industria “Torito Dominicano”, en la que informaba a la población de los niveles de higiene y responsabilidad con los que fabricaba sus productos, por lo que se desligan formalmente de lo que acontecía en ese sector empresarial. El 22 de abril volvió a aparecer la información de que fue encontrada otra fábrica, ahora en Tamboril, en Santiago, que también utilizaba esos animales. La información fue dada a la prensa por el general Rafael Guillermo Guzmán Acosta, quien para entonces era el jefe de la Policía Nacional.
Todavía en agosto, septiembre y octubre, los periódicos seguían dando situación al problema de la carne, mientras la venta y consumo de embutidos bajaba de manera alarmante, pues nadie quería consumirlos, poniendo en peligros las empresas que sí mantenían en la fabricación de embutidos, niveles apropiados de higiene y respeto a los consumidores, que eran la mayoría de ellas. Con el tiempo la “marea” fue bajando y el tema se fue quedando en el olvido.
A mediados de 1976 los afectados, se dice, devolvieron la pelota. El turno les tocó a las empresas dedicadas a la producción de huevos y pollos de granjas; producción que iba desplazando paulatinamente la venta de pollos y huevos criollos, que era una actividad de producción familiar, sin capacidad para competir en el mercado. La producción avícola en granjas había comenzado a tomar fuerza posterior a la muerte de Trujillo, aunque por mucho tiempo se sintió en la población una resistencia al consumo de lo que popularmente, después de la guerra de abril de 1965, se comenzaron a conocer como “pollos gringos”, tal vez por el color blanco de sus plumas.
El problema de los pollos de granja comenzó cuando Mendoza Pepín, quien era diputado del Partido Reformista, dijo a la prensa el 10 de septiembre de 1976, que había solicitado a la Secretaria de Salud una investigación para que conociera la denuncia de que en la producción de pollos de granjas era utilizada una hormona que aceleraba el desarrollo de las aves, y planteó que “hasta que el Congreso Nacional conozca un proyecto de ley que presentará en el sentido de prohibir el expendio de carne blanca o pollos vivos antes de los sesenta días después de haber sido inyectado o mezclado con alimento la hormona para incentivar su crecimiento”, lo que también era extensivo a los huevos. Esto, como era de esperarse, produjo una crisis de producción y consumo, ya que nadie quería ingerir esos alimentos, y las mujeres comenzaron a decir que no se los iban dar a comer a sus maridos, pues ellas no querían que se volvieran “maricones”, como popularmente les llamaban a los homosexuales en esos tiempos.
El conflicto entre “salchichoneros” y “polleros” comenzó a conocerse en la población a partir de la publicación de un extenso artículo en espacio pagado, escrito por Bernardo Bergés Peña, dando respuestas a las declaraciones de las autoridades sanitarias y abordando los argumentos utilizados por los dueños de granjas, explicando que carecían de fundamentos las acusaciones de que los pollos que se vendían en el país estaban siendo alimentados con hormonas, ya que la utilización de esas sustancias estaba prohibida por ley, y que ellos “jamás se prestarían a utilizar ingredientes alimenticios prohibidos en detrimento de la salud alimenticia del pueblo dominicano”. Y decía más:
“El problema creado al consumidor por las infundadas declaraciones puestas a circular no se sabe precisamente por cuales motivos, contrasta notablemente con el creado por la denuncia que hace algunos meses se hizo pública de que algunos productores de embutidos estaban utilizando carnes de caballos, de burros y vacas enfermas en la producción de los mismos. Y contrasta porque, precisamente, mientras en este último caso las autoridades sanitarias confirmaron la veracidad de la acusación y hasta deportaron a un ciudadano cubano a quien se responsabilizó de esa actividad ilegal, en caso de la carne de pollo, las autoridades sanitarias han dejado claramente establecido que carecen de fundamento las risibles denuncias”.
Pero cómo fue que comenzó el rumor de que los hombres se podían convertir en “manflorito”, si injerían pollos y huevos de granjas?
La explicación la dio el máximo líder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), al decir que el rumor comenzó a expandirse a partir de la publicación de un artículo en una revista de los Estados Unidos; pero antes de profundizar en el tema explicó las razones que lo llevaron a referirse al espinoso tema:
Juan Bosch narró en su charla transmitida por la radio, las razones y dijo que si bien “el Dr. Emilio Acosta Estrella publicó en El Sol del 13 de este mes un artículo titulado “En torno a las hormonas” y el Dr. Bernardo Defilló publicó otro en Última Hora de anteayer titulado “Homosexualidad y pollos”, y aunque el día 14 salió en el Listín Diario una declaración de varios secretarios de Estado, entre ellos el de Salud y el de Agricultura, y en tres o cuatro periódicos se publicó un artículo de Bernardo Bergés Peña diciendo, los secretarios de Estado y Bergés Peña, que los consumidores no deben hacer caso de lo que se dice sobre la carne de los pollos, nosotros habíamos sido autorizados por el Comité Político del PLD para tratar públicamente ese problema, porque nos tenía seriamente preocupados el daño que se le estaba haciendo al pueblo con una propaganda maligna y de origen misterioso”.
Refiriéndose a la forma en que se expandió el rumor, siguió explicando: “Desde antes de que naciéramos viene vendiéndose en nuestro país una revista para agricultores llamada La Hacienda, que siempre se publicó en lengua española y antes se hacía en New York y ahora se hace en Miami. En el número de esa revista correspondiente al mes de julio del año pasado hay una especie de noticia que apareció en la página 36 con el siguiente título: “Los especialistas convienen en que es económicamente ventajoso tratar con hormonas al ganado, pero con precauciones para no poner en peligro, la salud del consumidor”.
También expresó el profesor Juan Bosch, que el solo título del artículo es “una charlatanería porque no es verdad que el uso de hormonas para hacer crecer más rápidamente el ganado o para hacerlo engordar, ponga en peligro la salud del que se come la carne de ese ganado. Pero lo peor es el segundo párrafo de esa especie de noticia. Oigan lo que dice ese segundo párrafo: “Sin embargo, muchos de los participantes, y en particular los higienistas, se mostraron preocupados acerca de los residuos que los estrógenos sintéticos—hormonas sexuales—pueden dejar en las carnes, por los peligros de feminización y de cáncer que a veces se derivan del uso de dichos productos estrógenos”.
Bosch aclaró que los “higienistas no saben nada de hormonas ni tienen nada que ver con ellas; que esa publicación es un negocio y no sabemos a qué intereses ha querido favorecer al publicar esa charlatanería”, que hace que la gente repudiara “cada vez más fuerte a la carne de pollo”. La población le ha cogido miedo a los pollos y los huevos, haciendo que, por ejemplo, en una “granja de Licey al Medio se les sirvió días atrás a los trabajadores en el desayuno huevos con víveres y se comieron los víveres pero no tocaron los huevos, y al mediodía se les sirvió sancocho de gallina y no lo comieron”, y en el comedor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo “muchísimos estudiantes se negaron a comerlo; a algunos de ellos se les dieron salchichas en sustitución del pollo, pero otros prefirieron comerse un moro vacío y un alto número de ellos se burlaba de los que comieron pollo diciéndoles que de ahí iban a salir partidos o volando”.
En cuanto a la forma en que se propagó el rumor, Juan Bosch aportó la información que apunta a los fabricantes de embutidos en la propagación del ruido que afectaba a los granjeros, diciendo que en Santiago había circulado una semana antes, un volante que decía: “Consumidor, si te crían el pollo con hormonas femeninas, para que aumente rápido, tú corres el riesgo de convertirte en un afeminado”, y aclaramos que la palabra afeminado la hemos puesto nosotros, porque la que estaba escrita en el volante era otra, que no se puede decir por radio. El volante seguía diciendo: “¡Ten mucho cuidado! Come mejor un producto sano, de probada calidad, como salchichón o salami. Es criollo, más barato y no hay peligro”. La situación, como era de esperarse, hizo que en algunos lugares se dijera que no “iban a comer huevos más ni nunca, como dice el pueblo, y en una pulpería una mujer le preguntó: “¿Para qué vamos a comprar esa porquería? ¿Para volver a mi marido afeminado?”.
Después de una larga explicación sobre aspectos científicos sobre las hormonas y la forma en que pueden afectar o no a las personas que las ingieran, terminó pidiéndole a la población: “No crean en esa mentira, cómanse su pollo y su huevo con toda confianza mientras no se los pongan por las nubes, porque si se los encarecen les harán daño de verdad; el daño que se les hace siempre a los pobres, es explotarlos sin misericordia. Comencé su pollo y su huevo sin miedo”.
Con la disertación de Juan Bosch, las aguas comenzaron a bajar a su nivel finalizando el enfrentamiento empresarial que tuvo ribetes políticos. Poco a poco los dominicanos volvieron a consumir los productos cárnicos y avícolas, y el tema se fue quedando en el olvido, aunque no deja de ser interesante y curioso para los estudiosos de la historia empresarial de la República Dominicana durante los doce años de Balaguer.
(Entre las fuentes utilizadas para este artículo se encuentran: 1. “Apresan cubano hacia salchichón con carne de caballo y burro”. Última Hora, 7 de abril 1975; 2. “Investigan otras empresas producen salchichón con caballos”. 3. El Nacional, 10 de abril 1975; 4. “El Torito demanda identifiquen empresas insalubres”. El Nacional, 18 de abril 1975; 5. “Descubren otra fábrica de salchichón de burro”. El Nacional, 22 de abril 1975; 6. “Sacrifican animales para consumo humano”. El Nacional, 1 de agosto 1975; 7. “Descartan afecten la salud hormonas usan granjas pollos”. El Nacional, 11 de septiembre 1976; 8. Bernardo Bargés Peña, “Dicen consumidor no debe hacer caso acusaciones contra carne de pollo”. El Nacional, 16 de octubre 1976; 9. Juan Bosch, Charla radial en emisora. El Sol, 19 de octubre de 1976; 10. “Reclaman clausurar fábricas de embutidos con carne de burro”. El Nacional, 29 de junio de 1978)