(Tomado de la edición impresa de The Econmist)

REDACCIÓN.-“Así es como Chávez se ganó un lugar en el cielo”, dijo Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, en una visita a Nueva York el mes pasado. Maduro elogiaba un programa iniciado por su antecesor, Hugo Chávez, para suministrar el combustible de calefacción a 150,000 familias de bajos ingresos en Estados Unidos. Sin embargo, tal generosidad palidece al lado de PetroCaribe, un programa de ayuda energética venezolana para el Caribe y Centroamérica que Chávez puso en marcha en 2005.

Bajo el programa PetroCaribe, diez miembros de la Comunidad del Caribe, junto con la República Dominicana, Nicaragua y El Salvador, compran petróleo de Venezuela. (Santa Lucía se prepara para recibir su primer envío.) Lo que se paga por adelantado depende de los precios de mercado.

Mientras más caro sea el petróleo, se presta una mayor parte del costo en condiciones muy poco severas: en el pasado, los préstamos se extendieron por 25 años a tasas de interés muy bajas, hasta de 1%. El dinero ahorrado se destina a muchos propósitos: subsidios a la energía, educación, limpieza de playas.

Entre 2011 y 2013, estos pagos diferidos le costaron a Venezuela un promedio de US$2,3 mil millones al año en ingresos perdidos. Acuerdos bilaterales similares, muy especialmente con Cuba, se suman a la factura. Eso es mucho menos que Los US$28 mil millones que se emplean en los subsidios a la energía interna, pero no es poco en un país que está muy necesitado de dólares y productos básicos. Hasta ahora, el deseo de influir en el Caribe ha superado las presiones económicas en Venezuela.

Sin embargo, ya hay señales de que los términos de PetroCaribe se están volviendo más estrictos: Guatemala se retiró del grupo el año pasado después de que las condiciones se hicieron menos favorables. La posibilidad de que el programa finalmente pudiera disolverse motivó un reciente informe del Scotiabank, un fiador canadiense, en el que califica a PetroCaribe “más nudo corredizo que tabla de salvación”.

Si la trampilla se abriera, algunos países de PetroCaribe estarían mucho más expuestos que otros. Para Jamaica, Guyana, Nicaragua y Haití, el valor de la financiación venezolana preferencial para las importaciones de petróleo es más del 10% de los ingresos del gobierno y equivale a alrededor del 4% del PIB (véase el gráfico). Cuba también es sumamente dependiente.

Si Venezuela a empezara a ser menos generosa, algunos países tendrían prioridad sobre los demás. Maduro, sin duda, pensaría dos veces antes de cortar a sus compañeros de viaje en Nicaragua y Cuba, por ejemplo. Pero una vez tomada, la decisión podría tener efectos muy rápidamente.

Si Venezuela a empezara a ser menos generosa, algunos países tendrían prioridad sobre los demás. Maduro, sin duda, pensaría dos veces antes de cortar a sus compañeros de viaje en Nicaragua y Cuba, por ejemplo

Cada miembro de PetroCaribe tiene un acuerdo de cooperación energética por separado, pero los términos son muy similares. Los acuerdos pueden ser cancelados o modificados con notificación a sólo 30 días, cortando el flujo de nuevo financiación y obligando a los países a pagar según las tasas del mercado. Aun con el programa, los costos de electricidad del Caribe son dolorosamente elevados. En Jamaica, la factura media mensual de la electricidad equivale a las ganancias de una semana para las personas de salario mínimo.

Si PetroCaribe está en riesgo, la diversificación de las fuentes de energía es la respuesta obvia. El financiamiento barato ha desdibujado hasta ahora las necesarias señales de los precios para estimular nuevas inversiones. Las importaciones de petróleo siguen siendo la fuente de energía dominante en gran parte del Caribe: Por ejemplo, Jamaica gasta más en importaciones de combustible de lo que gana por el turismo. En la mayoría de islas, el equipamiento de generación anticuado se añade al problema, así como los monopolios de las fuentes de alimentación protegidos legalmente.

Hay planes de larga data para construir un gasoducto desde Trinidad hacia el Caribe oriental, pero las tuberías son un activo fijo caro y no encajan bien con la idea del gas como un “combustible puente” en la era de las energías renovables. Plantas de GNL en pequeña escala pueden ser la respuesta.

El premio a más largo plazo en el Caribe es la energía renovable. Existe una cierta actividad. Servicio Público de Jamaica, el único distribuidor de electricidad de la isla, el mes pasado firmó acuerdos de compra con dos parques eólicos y un plan de energía solar. Las Islas Caimán anunciaron planes para la primera planta de electricidad térmica oceánica del mundo a escala comercial que se construirá a una milla de la costa, que generará energía mediante la explotación de las diferencias de temperatura entre el agua caliente de la superficie y de las profundidades más frías.

Sin embargo, demasiados proyectos se traban en la mesa de diseño. La negociación de un acuerdo con los desarrolladores comerciales se convierte en una pesadilla cuando los costos y rendimientos son inciertos; los temas ambientales provocan disputas interminables. Una vez construidas, las energías renovables dependientes del clima aún pueden ser poco fiables.

Con el tiempo, y en una escala mayor, esos problemas se pueden resolver. La construcción de una red eléctrica integral que una a las islas y los mercados del continente sería una estrategia energética más fuerte que aceptar las limosnas de PetroCaribe. El problema para el Caribe ‒y para aquellos que, como Estados Unidos, están interesados en la estabilidad‒ es que una puede dejar de ser una opción mucho antes de que la otra esté disponible.

Seguridad energética de los países del Caribe

Promedio 201-2013

 

(Vertical) -Petróleo importado a través de PetroCaribe % del consumo total.

(Abajo) –Pago diferido como porcentaje del PIB

Fuente: Scotiabank