Santo Domingo, 13 feb (EFE/María Montecelos).- La alarma mundial ante la rápida propagación del virus del zika ha generado en RepúblicaDominicana una iniciativa público-privada dirigida a depurar y así recuperar los principales ríos de Santo Domingo, el Ozama y el Isabela, cuyo nivel de contaminación resulta preocupante.
Es una cuestión de salud pública que redundará en un beneficio medioambiental y social, ya que el temor al virus acelerará el proceso de retirada en esos ríos de la basura no orgánica, que se convierte en el perfecto criadero del mosquito "Aedes aegypti" que transmite el zika, el dengue y el chikunguña.
Envases de plástico y poliestileno, uno de los materiales más dañinos por la imposibilidad de reciclarlo, flotan a lo largo de varios kilómetros en ambas vías fluviales, tal y como pudo comprobar Efe durante un recorrido en barco organizado por el puerto marítimo privado Sansouci.
La necesidad de concienciar sobre la importancia de respetar y cuidar este recurso es innegable, y para ello ya se están desarrollando programas de capacitación en liderazgo ambiental para las comunidades cercanas a ambos ríos
Junto a la prensa, navegan tres expertos, que van dando cuenta de la dimensión de este problema ambiental y social, convirtiéndose la navegación en una auténtica clase magistral.
El profesor William Gutiérrez, oceanógrafo con más de 15 años estudiando el río Ozama; el ambientalista especializado en el ecosistema del Ozama y director de SOH Conservación, Jorge Brocca, y el director de Proyectos y Planificación Estratégica de la Universidad Nacional Pedro Enríquez Ureña, Walter Lendor, todos ellos asesores de la plataforma Coalición Río, imparten clase a bordo del barco durante este viaje.
La recogida de basura de todo tipo es una parte ínfima de lo que hay por hacer. Los datos aportados por los tres expertos durante el recorrido resultan abrumadores, la tarea que hay por delante es hercúlea.
Por resumir, el proyecto para recuperar y rehabilitar estas aguas tiene tres pilares principales: investigación, inversión y educación, que requieren la implicación directa de las distintas administraciones públicas, la iniciativa privada y la población.
La cantidad de acciones que hay que coordinar, y las cifras a invertir, son casi tan mareantes como el olor que desprende en algunos tramos el río, en cuyos orillas han proliferado infraviviendas, cuyos moradores subsisten entre basura. La suya propia y la de otros dominicanos, que han hecho de los ríos un vertedero.
La necesidad de concienciar sobre la importancia de respetar y cuidar este recurso es innegable, y para ello ya se están desarrollando programas de capacitación en liderazgo ambiental para las comunidades cercanas a ambos ríos.
Sin embargo, erradicar la insalubridad en esas comunidades, que viven pendientes de las subidas del caudal (cosa que ocurre con la más mínima lluvia), es solo una solución temporal.
Al final, habrá que realojar a sus habitantes y, como su querencia por la ribera los lleva allí de nuevo cuando se les concede una vivienda, Gutiérrez y Brocca coinciden en que la solución será militarizar las áreas una vez evacuadas hasta que se reforesten con especies endémicas originales, las que había hace cien y cincuenta años, cuando aún se podían pescar camarones y consumirlos sin temor a enfermar.
Pero en ambas orillas del río no solo hay chabolas. El paisaje, que en algunos puntos se convierte en hermosos humedales y cuenta con frondosa vegetación poblada por garzas y otras aves, también presenta, en otras zonas, la insólita estampa de enormes barcos herrumbrosos que, hasta ahora, se desguazaban ahí mismo, contribuyendo aún más a la contaminación de las aguas.
Afortunadamente, esta práctica ya está prohibida por ley, pero el mayor de los venenos para el Ozama y el Isabela sale de las industrias ubicadas junto a sus aguas. Está en manos de esas empresas concienciarse de la importancia de instalar plantas depuradoras que eviten verter sus residuos, unos más tóxicos que otros, a estos dos ríos.
La inversión en una infraestructura de este tipo es cara, y no será suficiente con la depuradora que está previsto ubicar en la zona, a la que van a parar la mayor parte de los deshechos industriales, con un coste del proyecto estimado en unos 55 millones de dólares. Una vez más, la voluntad de la empresa privada es imprescindible.
Sansouci organiza estos trayectos por los ríos como parte de las acciones que Coalición Río, a la que pertenece, lleva a cabo para devolverles al Ozama y al Isabela su salud.
La plataforma está formada por organizaciones públicas y privadas como la propia Sansouci, la Fundación Tropigas, Seaboard, Tecca, la Mancomunidad del Gran Santo Domingo, SOH Conservación, Centro de Innovación Atabey y el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, entre otras.
La iniciativa sirvió de base para la creación, en 2014, de la "Comisión Presidencial para la Rehabilitación, Saneamiento, Preservación y Uso Sostenible de la Cuenca de los Ríos Ozama e Isabela y el Desarrollo Integral de los Asentamientos Humanos Circundantes", constituida mediante un decreto presidencial.
La empresa Incatema Consulting S.L. interviene con la construcción, suministro e instalación de la estación depuradora de aguas residuales del río Ozama, cuya ejecución asciende a 55,7 millones de euros, encargándose la compañía de todo el proceso hasta la entrega del proyecto.
Cooperación Española participa en la ampliación del acueducto oriental en el municipio Santo Domingo Este, con la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo, aportando 8,27 millones de euros.
A estas acciones deben seguir otras muchas que, en un periodo de entre diez y quince años, permitirán disfrutar de las ventajas de recuperar estos ríos, convirtiéndolos en fuente de riqueza y ejemplo de sostenibilidad. EFE