Madrid, 10 jul (Lucía Santiago/EFE).- Leo Messi camina en Brasil cuando se le exige un eslalon eléctrico, una mano divina o un pase lejano y milimétrico que Diego Maradona hizo primero, y que su discípulo en la escuadra argentina emuló, después, ante Getafe, Espanyol y Suiza.
Y es que las actuaciones del delantero rosarino se miden en una infinita -quizás injusta- comparación con el exfutbolista de Lanús.
Repara el aficionado culé en que los pies de Messi ya no explotan sobre el césped, quizás porque sus botines sostienen no sólo su menudo cuerpo, sino 24 años de complejos que atenazaban a un país que se resiste a superar la pérdida futbolística de Maradona.
Con un glorioso palmarés en el que afloran un oro olímpico, un Mundial Sub-20, tres Ligas de Campeones, seis Ligas, dos Mundiales de Clubes, dos Copas del Rey, dos Supercopas de Europa y seis de España, además de cuatro Balones y tres Botas de Oro, Messi es ya, con 27 años, uno de los futbolistas más laureados de la historia.
Aunque en su álbum resta por enmarcar la fotografía de un capitán que levanta al cielo la ansiada Copa del Mundo.
Cuando saber reposar la fatiga en el terreno de juego era una virtud, Messi enamoró al Camp Nou.
Con el mismo tono sosegado del que aprendió a contagiarse durante algunos compases de cada encuentro bajo la tutela de Pep Guardiola y después de una temporada marcada por las lesiones musculares que hace años ya retrasaron el lanzamiento de aquel extremo imberbe al que Frank Rijkaard dio la alternativa en el 'once' del Barcelona, Messi alterna en Brasil momentos de pausa y chispazos de genialidad.
En la fase de grupos, el combinado argentino se entregaba a su dependencia mientras Messi esperaba la colaboración de Gonzalo Higuaín y de Ángel Di María, cuyo rédito goleador se reduce a un tanto cada uno, mientras Ezequiel Lavezzi, Sergio Agüero y Rodrigo Palacio prorrogaron su sequía en la semifinal frente a Holanda.
Sostenida por el carácter, la fe, la entrega y la solidaridad de Javier Mascherano, a quien el capitán de la albiceleste 'entrega' el brazalete en cada arenga, Argentina sueña con dar el próximo domingo en el Estadio de Maracaná el séptimo y definitivo paso hacia un título que se le resiste desde el año 1986, cuando Maradona se coronó, en detrimento de Alemania, en el Mundial de México.
En el mítico recinto brasileño se citan ahora las selecciones germana y argentina, protagonistas del tercer capítulo de la final más repetida en la historia del campeonato.
Argentina venció en 1986, Alemania se vengó en 1990 y en 2014 Leo Messi y compañía confían en asestar un segundo 'Maracanazo' en Brasil y arrebatar el trofeo al equipo que humilló (7-1) a la escuadra dirigida por Felipe Scolari en la otra semifinal.
Un reto que auparía de manera definitiva al ’10′ de la albiceleste a los altares del fútbol y que ya le despojaría de la estela de Maradona.
Cuatro goles, dos asistencias y cuatro galardones a 'Mejor Jugador del Partido' no apartan a Leo Messi de su próximo objetivo.
"Nos queda un pasito más", advirtió después de convertir uno de los cuatro penaltis que guiaron a Argentina hacia su quinta final mundialista. EFE