Redacción Deportes (EE.UU.), 29 jul (EFE).- El béisbol dominicano y latinoamericano vivió hoy un día memorable al ver cómo Vladimir Guerrero, el joven que hace 23 años llegó de República Dominicana a las Grandes Ligas, fue inmortalizado como nuevo miembro del Salón de la Fama y con él, también el popular deporte de la "vitilla".

Gracias a ese deporte popular en República Dominicana, el que practican en las calles los niños que comienzan a soñar con llegar a las Grandes Ligas al utilizar un palo de escoba como bate y una tapa grande de una botella de agua como pelota, Guerrero se convirtió en el primer pelotero de posición de su país que entró al Salón de la Fama.

Con la exaltación de Guerrero, el popular "vitilla" ha quedado también inmortalizado dentro del deporte del béisbol mundial como la semilla que ha permitido que se formen grandes peloteros.

La placa de Guerrero que ya está en Cooperstown se debe a que el extoletero dominicano consiguió, gracias a sus inicios con el juego del "vitilla", pegar 449 cuadrangulares y 1.590 imparables en 16 años de carrera profesional con cuatro equipos de las Grandes Ligas: Expos de Montreal, Angelinos de Los Ángeles, Vigilantes de Texas y Orioles de Baltimore.

El propio Guerrero ha reconocido que de no haber sido por sus inicios en las calles de su natal pueblo de Don Gregorio, donde jugó al "vitilla", nunca hubiese podido ver cumplido su sueño.

El popular deporte, que se asemeja al cricket, fue la base que le permitió tener la cualidad de poder pegarle a la pelota de béisbol en cualquiera de los lugares alejados de la zona de "strike" que se la pusieran los lanzadores.

Su físico, de brazos largos y muñecas rápidas, le hizo merecedor a ser el toletero más habilidoso de las Grandes Ligas cuando se enfrentaba a los lanzamientos malos, porque no perdonaba nada, ni tan siquiera cuando la bola picaba frente al plato, lanzamiento al que ningún bateador la busca.

Guerrero sí, y lograba imparables memorables que comenzaron a formar parte de una lista interminable.

De nada más verlo, sus primeros entrenadores en las Grandes Ligas comprendieron que era mejor que mantuviese su "peculiar" técnica, forjada a través de sus inicios con el "vitilla" y que fuese lo más natural posible, incluido el no ponerse guantes cuando bateaba.

Guerrero también era impulsivo cuando estaba en la caja de bateo, no le gustaba esperar, de ahí que 126 de los 449 cuadrangulares que logró como profesional los consiguió ante el primer lanzamiento y con 985 ponches en 8.155 turnos al bate.

Mantener la "pureza" de su juego fue lo que hizo posible que Guerrero haya entrado por la puerta grande al recinto sagrado de Cooperstown, donde ya está al lado de sus compatriotas, los exlanzadores Juan Marichal y Pedro Martínez.

Todo lo que tenía de agresivo con el bate desaparecía cuando estaba fuera de la acción y se transformaba en una persona tímida, que le hizo merecedor a ser apodado como 'el Mudo', en parte por la poca predisposición que tenía para dar entrevistas y lo hacía siempre en español.

Esa realidad fue reconocida por el propio Guerrero en el discurso -completamente en español- de la ceremonia de exaltación al Salón de la Fama.

"No hablaba mucho y decía que el bate hablaba por mí", destacó Guerrero. "Pero ya no juego y debo hablar. Estoy feliz de hablar con ustedes".

Guerrero siempre reconoció que le hubiese gustado alcanzar las marcas de los 500 jonrones y los 3.000 imparables, pero las lesiones en sus rodillas después de un periodo brillante durante los 10 primeros años de su carrera profesional (1998-2007), cuando logró promedio de 35 cuadrangulares y 114 carreras, se lo impidieron.

Su brillantez con el bate en el diamante le hizo merecedor al premio de Jugador Más Valioso (MVP) en 2004, su primera temporada con los Angelinos tras irse de los Expos como agente libre.

Todo lo conseguido por este hombre de 43 años en su trayectoria profesional quedó plasmado con la placa que ya está puesta en el Salón de la Fama, pero junto a él también estuvo la semilla de la nueva realidad que se vive en el béisbol dominicano como es su hijo Vladimir Jr., de 19, considerado como la promesa número uno en las ligas menores con los Azulejos de Toronto.

Su calidad -tiene un promedio de bateo de .401 en 247 turnos al bate en lo que va de temporada- le hace merecedor a estar ya muy cerca de las Grandes Ligas, algo que enorgullece a su padre, pero que también reconoce que su estilo no tiene nada que ver con el suyo porque su formación no tiene como origen al "vitilla", que ahora ya está inmortalizado. EFE