“¡La Patria, la Patria…! Es una turba que se mueve en estrecho recinto: unos, graves, taciturnos, sólo accionan y hablan cuando el deber y el bienestar general así lo exige; otros, parlanchines y ligeros no saben qué hacer ni qué decir: impulsados como veletas por los vientos, giran en todo sentido incapaces de fijarse en determinado punto; los menos, ajenos a todo lo que no sea ellos mismos, vagan sumidos en censurable egoísmo; los más, de mirada hipócrita y garras felinas, atisban día y noche como fiera acosada por terrible instinto: el instinto de la conservación propia, a costa de la ruina y la desgracia ajena”.
“Para nosotros, para la República Dominicana, ¿qué puede reservar el futuro? Que respondan los que sondean lo venidero, leyendo en él como en libro abierto, lo que será inmediata y legítima consecuencia de nuestro proceder presente”.
MERCEDES MOTA, Mirando al porvenir [1].
¿Qué envuelve este pensamiento: un testimonio que nos acosa, una evidencia de lo que somos y que brota desde el pasado o una expresión que se desencadena con fuerza cuando no entendemos esta crisis prolongada de desolación, de angustia que cae de un golpe como una cascada donde se ahoga el inconsciente colectivo, y los intelectuales observan un período “oscuro”?
¿Qué nos quiere decir con estas expresiones una Maestra desconocida por el “sordo disloque” de una sociedad enferma de indiferencia, esclavizada por la abyección política, precipitada a la inercia y a la inequidad, que ya no hace de la resistencia una utopía, un trazo dialéctico, ni la puesta en escena de la ficción como impulso para un cambio, un cambio que puede llegar a materializarse a través de una rendija en el tiempo.
¿Hay acaso, hoy, la posibilidad de algún discurso subvertido, que como una ponzoña reviva la historia, la haga un sujeto vivo que quebrante, que despierte el conocimiento? ¿A quién apelar, a quien contar este suceder diario? ¿Dónde se puede sembrar el germen de una nueva ilusión antes los crespones que nublan la razón y la dignidad? La apariencia nos dice que, todo lo humano está enajenado, que los labios puros han enmudecido, que no existen referentes, que la ignorancia no permite desenmascarar este melodrama de la abyección y el servilismo entronizados en el siglo XXI.
Mercedes Mota, la olvidada Maestra puertoplateña, a fines del siglo XIX, en 1899, describió el melodrama de la historia que sofoca a los pueblos víctimas de la ignorancia: la gobernabilidad autoritaria que trae la tiranía, y lo hizo con conocimiento de causa, porque vivió los largos años de la dictadura de “Lilís”, erigido como conductor magnánimo del destino de esta nación.
No obstante, la mirada, la voz, las manos, y la pluma periodística de esta autora decimonónica, es recordada en historia del periodismo sólo cuando se dice de ella, que en 1901 participó junto a Pedro Henríquez Ureña en una conferencia en Búfalo. Más nada. Ya que se desconocen las posibilidades de su escritura, su legado humanístico, la impronta y exegesis de su pensamiento.
Mercedes Mota, cuestionando el sistema de opresión que traen las dictaduras, escribió que: “Condenar el pueblo a eterna ceguera; matar en él todo germen de personalidad y de conciencia; hacer de él un autómata quemador de incienso, cómplice de la desvergüenza y de impudicia: he aquí la obra cuya realización fue un sueño perenne del tirano (…). Eso quiso, sí, eso trataron de efectuar sus solapadas intenciones. (…) el deber, y la justicia, y el derecho, son armas terribles suspendidas de continuo sobre la cabeza de los déspotas (…). Hay que volver, pues la mirada hacia el profundo abismo de nuestras desventuras políticas, para hallar el origen esencial del atraso, de la ignorancia del pueblo dominicano”. [2]
Pero, al parecer este pueblo sufre de amnesia. ¿Puede una voz profética infiltrarse en la “historia”, nombrar, registrar lo incierto y los silencios? O es que ¿acaso, deliberadamente, la “historia” no se escribe con mayúsculas, sino con punto y coma, cuando es el espejo de una sola voluntad, o la reproducción de una coyuntura lo que hace que los discursos hegemónicos desde el poder político se impongan? No lo sé.
La historia con letras mayúsculas, hoy se desecha, porque se escribe a la hechura de lo inmediato. La diosa indiferencia es la gran creadora; y así la memoria es una piedra que arrojada a la cabeza de todos hace de la fascinante simulación la realidad. No se vigila con los ojos abiertos, ni se hacen manuscritos borrosos para guardar en una gaveta donde sobrevivirán amarillentos al paso de los años.
La memoria se ha helado en fragmentos; la han empujado a ser una amalgama de incertidumbre, se confunde con el sentido jerárquico del Estado; la memoria no se indigna, es un folletín compuesto por mercaderes del decoro, puesto que los “líderes” de las mayorías han convenido en admitir la receta de la indiferencia, porque protestar se convierte en una brasa que quema.
Ha transcurrido más de un siglo, desde que Mercedes Mota dibujara esta clarinada doliente sobre la Patria, y nos develara esa manera deforme de ser del pueblo dominicano, y nada ha cambiado. Los mismos vicios a los cuales hace alusión siguen sucediendo, y se recrean, se sedimentan, se suceden, y nos devoran. A un siglo, las generaciones actuales continúan rehaciendo el ovillo de Ariadna, en medio de un oscuro parentesco con el pasado. El paternalismo político nos hace esclavos de conciencia, y crea el drama de la alienación, y convenimos en legitimar siglo por siglo a los transgresores y a los que bifurcan el destino de redimir a la Patria, en dos: el egoísmo y la codicia.
Todos estamos cansados de reflexionar, y ya nos damos cuenta que nuestras palabras caen en un limbo vegetativo, mas aun cuando la ignominia se alberga en todos los lugares donde el viento sopla con la urgencia que trae el poder.
No en vano escribió Mercedes Mota: “Qué mucho, pues, que el egoísmo en sus distintas manifestaciones, haya convertido el mundo en teatro de sangrientas escenas, donde el más vigoroso gladiador planta el perdón de la victoria pisoteando al que cayó vencido? ¡Ay del que sin fuerzas rodó bajo los pies del enemigo!”. [3]
Los vientos, al igual que ayer, azotando a la Patria han ritualizado lo inesperado; han dado cabida a las tormentas, han entronizado la imagen y el pensamiento del demiurgo protector, y golpean las hojalatas hasta el frenesí, aun cuando la apariencia de la calma sea aplastante; aun cuando la desembocadura del río se pierda en el mar, y el idilio de que “todo está bien” que como metáfora ha invadido a la vida cotidiana traiga las premoniciones de que nada es casual, y que un cisma interferirá en la historia presente.
… Y, así, al igual que ayer, para poder comprender aun más a la historia escrita con letras mayúsculas, aquí están los textos de Mercedes Mota, para que se confronten en contrapunto con el presente, y posibiliten una lectura que alimente interrogantes a las incertidumbres de un país suicida en su porvenir.
El lector puede armar el rompecabezas, reconocer lo cíclico del suceder histórico, las repetitivas pugnas entre los hombres, de cómo la aberrante acumulación de poder hace que surjan dinastías políticas que apresan la dignidad de un pueblo.
Esta es la razón por la cual, una Maestra, hija de madre vegana, y de padre de origen asiático, que según nos relata en su autobiografía fue “víctima de rapto por un buque pirata en ocasión de estar bañándose en el mar, custodiado por sirvientes, viniendo a parar en tierna edad a tierras americanas” [4], que vino al mundo “con pobreza y muchas lágrimas” en un pobre caserío, en Quita Espuela, al pie de una montaña, en San Francisco de Macorís, exclama en 1901 como un grito:
“Yo admiro y venero a los hombres y a los pueblos que jamás consintieron el dogal de los tiranos, y llenos de santa ira escupieron el rostro de insolente usurpador”. [5]
La historia documental se puede borrar, pero no se puede destruir la impronta de una educadora como Mercedes Mota. Ahora estamos de frente a intelectuales, educadores y periodistas, que se apropian con vehemencia de la “historia” con los “ojos vacíos”, que escriben dejándose asaltar por su “prisión voluntaria”, desde su armazón íntimo de la abyección y el servilismo, olvidando lo escrito por la Maestra puertoplateña de que: “Sólo el hombre es el autor de su propia felicidad o desventura”. [6]
En 1919, Mercedes Mota se ausentó del país. El Corresponsal en Puerto Plata de la Revista Letras, nos cuenta que: “Tomó pasaje a bordo del “Iroquois” acompañada de sus dos sobrinas, la conocida literata y culta educacionista Sta. Mercedes Mota. Guida por ideales que no ha podido satisfacer en nuestra Patria va rumbo a New York donde fijará su residencia. Fue objeto de demostraciones de afecto y simpatía de parte del Gremio de Profesores y de las alumnas de la Escuela Primaria Graduada Completa de niñas No. 2, que ella dirigía. (… ) El día se de su partida la acompañaron al muelle sus alumnas, varias Profesoras y gran número de amistades. Le llevaron tantas flores, como tristeza dejaba en el alma de aquellos que tuvieron la dicha de tratarla y que saben apreciar en cuando vale su obra de progreso, de amor y patriotismo…”. [7]
Pasaron los años, y sus discípulas no se olvidaron de ella, en especial Marina Coiscou, que en su empeño de rescatar la labor de su Maestra, le solicitó a Mercedes Mota que escribiera su Autobiografía -a lo cual accedió en noviembre de 1962-, para recopilar su producción literaria y periodística dispersa, además de no abandonarla a su suerte de no tener una pensión digna [8].
… Entonces se cumplieron los augurios de José Ramón López, al proclamar: “Dentro de algunos años no sabremos qué aplaudir más: si los frutos literarios de su talento, o sus hijos intelectuales, la generación, casi contemporánea suya, que está contribuyendo eficazmente a formar en Puerto Plata”. [9]
Finalmente, Mercedes Mota escribió a los 82 años, ya en el ocaso de su vida, antes de hacer descansar su cuerpo en la tierra estas notas como Epílogo a su partida:
“En la paz de los campos, en el ocaso de mi vida, me doy ahora cuenta de la visión profética que encierran las palabras de mi primer trabajo literario que fue publicado en la prensa del Cibao, titulado “En el campo”, y que tuvo el honor de ser reproducido en Letras y Ciencias, por don Federico Henríquez y Carvajal. En ese trabajo expresé mis impresiones de la vida sencilla, que amé desde mi niñez.
“El gran anhelo, uno de los sueños más queridos de mi vida, ha sido una realidad. Lo confieso con gran satisfacción.
“Por otra parte, debo decir que he cumplido mi misión. Como peón, como jornalero, como capataz, algo he hecho.
“Muy común, de poca monta es mi labor, ciertamente.
“No me enorgullezco de que sea un momento, ni cosa parecida. Pero sí puede ser, tal vez, una modesta columna.
“Columna que señale rumbos a los que caminan por senderos inciertos, sin fe… Sin fe en sí mismos. Si fe en la sabia Providencia!”. [10]
… Así, como lo anheló, murió Mercedes. Descansó su alma llena de la pesadez de los años, la hizo dormir, cuando el frío invierno cubrió las copas de los árboles de gotas acristaladas de lluvia, cuando las hojas de otoño han caído, y dejado su color ocre o amarillo, en un campo lejano en Estados Unidos, en la ciudad de Cedarville, en New Jersey.
Dejó de existir físicamente, pero hizo que germine día tras día el libro de su vida, su simiente de enseñanza esparcida en los corazones de sus alumnas, que ahora nos corresponde a nosotros recoger para que la conozca la generación presente de dominicanos que no tienen fe en la sabia Providencia, y para que no se cumpla el designio, al referirse a la dictadura de Ulises Heureaux, de que: “Sólo el error y la ignorancia pueden formar opresores, eterna y odiosa pesadilla de los pueblos”. [11]
Max Henríquez Ureña, luego del fallecimiento de la Maestra venerada, reseñó en su columna del Listín Diario, “Desde mi Butaca”, una especie de esquela titulada “Adiós a Mercedes Mota”, donde decía: “Agasajada y aplaudida en su Puerto Plata predilecta, Mercedes rehuía el bullicio y se enfrascaba en la lectura. (…) Algo quebrantada de salud durante un tiempo, pudo acogerse a una jubilación que le simplificaba la vida, pero esa jubilación duró poco sin que nadie pudiera explicarse la razón de que fuera retirada a quien, como ella, había dedicado lo mejor de su juventud a la enseñanza.
“Pobre Mercedes! He conocido pocas almas tan delicadas y soñadoras como la suya”. [12]
Más tarde a instancia de la sociedad Pro-Cultura se le tributó un homenaje a las profesoras puertoplateñas Antera Mota y Mercedes Mota, en los salones de la Librería Dominicana, de Don Julio Postigo, en la calle Mercedes, esquina 19 de Marzo, en el cual participaron sus ex discípulas Carmela Ornes de Franco, Marina Coiscou, Altagracia Franco de Simpson, Norma Dujarric de Mool, Josefa Carreras viuda Cohén, entre otras, y contó con la presencia del Dr. Antonio Frías Galvez, Presidente de la Sociedad Pro Patria, y el Dr. Julio Jaime Julia, intelectual y escritor mocano, compilador de los artículos periodísticos de Mercedes Mota. [13]. En Puerto Plata se inauguró en ese año un Mausoleo donde reposan los restos de las dos hermanas.
Gloria Marion, desde Puerto Plata, contribuyó a ese sentido homenaje, poniéndose en contacto con las directoras de las Escuela “Antera Mota”, Virginia Elena Ortea, Escuela Normal, y Escuela Particular Mary Lithgow, la Gobernación y el Ayuntamiento, buscando a sus viejas compañeras de aulas, ex discípulas de Antera y de Mercedes, hablando por teléfono, enviando telegramas, y visitando a otras, concluyendo en una Carta que remitiera a Marina Coiscou diciéndole: “Todas correspondieron gustosas a mi petición y al recordar los consejos, las enseñanzas y también las reprimendas de nuestras queridas maestras se nos llenó el alma de emoción. Ya casi todas somos viejas, hemos luchado, hemos regado con lágrimas el camino de nuestras vidas, pero casi todas hemos tenido muy en alto el concepto del deber siguiendo la ruta señalada por nuestros buenos maestros el Sr. Prud´homme, Da. Antera y la Srta. Mota. Espiritualmente estaremos con ustedes. Te abraza, Gloria”. [14]
Más nada deseo añadir a esta historia sobre Mercedes Mota [15]. Sólo terminar diciendo que, deseo morir como ella, retirada en el campo. Realmente estoy ya tan cansada… Nada ha cambiado, en 116 años después que la Maestra escribiera sus reflexiones, puesto que la abyección y el servilismo siguen entronizados en esta Patria como “una turba que se mueve en estrecho recinto”.
NOTAS
[1] Mercedes Mota en “Mirando al porvenir” en Vida y Pensamiento de Mercedes Mota. (Santo Domingo: Editora del Caribe, C. por A., 1965):116-117. Compilación de Julio Jaime Julia. Ilustración de la portada Nidia Serra.
[2] Ibídem, “Instrucción obligatoria”, 1899, 98-99.
[3] Ibídem, “Pensando”, 1901, 110.
[4] Ibídem, “Autobiografía. Reminiscencias”, 1962, 14.
[5] Ibídem, “Pensando”, 1901, 112.
[6] Ibídem, “Ramón Cáceres”, 1899, 94.
[7] Revista Letras, Núm. 124, 1919, página 19.
[8] Respecto a su Hoja de Vida en la educación pública, Mercedes Mota relata en una Carta que dirigiera desde Cedarville, New Jersey, E. U., al Secretario de Estado de Educación y Bellas Artes de la República Dominicana, en torno a su “Solicitud de pensión”, de fecha primero de septiembre d 1963: “1.- Soy ciudadana dominicana. 2.- En el año 1895, por Orden oficial del Presidente Ulises Heureaux, fui nombrada Profesora de la “Escuela Superior de Srtas.” de la ciudad de Puerto Plata, siendo su Directora mi hermana, Antera Mota de Reyes. 3.- En el año 1904, por disposición del Ayuntamiento de Pto. Plata, fui nombrada Directora temporal de la “Escuela Primaria de Varones” No. 1, de dicha ciudad. 4.- En el año 1907, pasé a colaborar de nuevo, como Profesora, en la Escuela dirigida por Antera Mota de Reyes. 5.- En el año 1914, debido al mal estado de salud de mi hermana, la sustituí informalmente en su puesto hasta el año de 1916. 6.- Durante el Gobierno de la Ocupación Militar Americana, en 1916, tuvo lugar el fallecimiento de doña Antera. A su muerte pasé a ser la Directora de la Escuela hasta el año de 1919. 7.- Por motivo de salud, en dicho año renuncié a la Dirección del establecimiento, para residir en unión de las hijas de mi hermana, en New York, E. U. de América. 8.- En ese mismo año 1919, siendo Intendente de Enseñanza Pública en el Cibao el Sr. Salvador Cucurullo, debido a las gestiones y a los informes del Ayuntamiento de Puerto Plata, me fue concedida una jubilación por parte del Consejo Nacional de Educación, la cual fue cancelada ejerciendo la Presidencia de la Rep. el Sr. Vicini Burgos. (Fdo.) Mercedes Mota”. [sic]
Cuarenta y cuatro años después, contando Mercedes Mota con 85 años de edad, el Consejo de Estado, “atendiendo a sus altos méritos y consagración como educacionista por muchos años, junto a su hermana Antera Mota, le concedió una pensión de $100.00 mediante la Ley No. 6182 de fecha 7 de Febrero de 1963. No obstante, la pensión tuvo obstáculos para ser tramitada, alegando el Director de Presupuesto, Control de Pensiones y Jubilaciones y Subvenciones del Estado, el Artículo 7 de la ley 5185 sobre Pensiones Civiles del Estado, en su acápite c) que consagra que “las pensiones podrán ser canceladas por fijar el pensionado su domicilio o residencia en el extranjero”, alegato que su discípula, Marina Coiscou, mediante Carta dirigida a dicho funcionario de fecha 11 de marzo, expresándole que dicho artículo “no es aplicable a la Srta. Mercedes Mota, puesto que ella no ha fijado residencia después de ser pensionada, sino que a ella se le ha otorgado la pensión a sabiendas de que vive en el extranjero desde hacía varios años” y “Además, no se nos debe escapar que esa disposición, de carácter facultativo, se insertó en la citada Ley con el único fin de aplicarla solamente para castigar a los enemigos del régimen que fijaran su residencia fuera del país. Hoy resulta antidemocrática, pues el derecho a una pensión sigue al pensionado cual que sea el lugar donde resida”.
[9] Listín Diario, enero 11 de 1897.
[10] Mercedes Mota, Vida y Pensamiento de Mercedes Mota. (Santo Domingo: Editora del Caribe, C. por A., 1965): 22. Compilación de Julio Jaime Julia. Ilustración de Nidia Serra. Publicación realizada por iniciativa de sus discípulas, en especial de Marina Coiscou. Mercedes escribió su autobiografía en 1962, dos años antes de su fallecimiento, y la misma sirve de introducción al libro en cuestión.
[11] Ibídem, “Ramón Cáceres”, 1899, 94.
[12] Listín Diario, domingo 22 de marzo de 1964. A esta publicación siguieron otras: El seis de abril de 1964, se celebró una Misa por el sufragio de su alma en la Basílica Menor de Santa María a las 7 de la mañana, por invitación de sus discípulas Marina Coiscou, Carmela Ornes de Franco, Teresa O. de Mella, Ana Emilia Prud´homme y Abigail Coiscou. Posteriormente el 13 de abril se ofició una Misa de Réquiem por su alma, en la parroquia de San Antonio de Padua, en Gazcue, (El Caribe, 13 de abril de 1964, p. 4)
El 11 de abril de 1965 El Caribe publicó bajo el epígrafe “A la Memoria de Mercedes Mota. Vigencia de su Palabra Iluminada”, tres de sus artículos. El antólogo de los mismos expresó que “son una manifestación de su alta espiritualidad y la evidencia de la permanente actualidad de su palabra iluminada”. Y, lo cual compartimos, y creemos. (El Caribe, El 11 de abril de 1965, p- 4-A). Un año después se publicó en la Editora del Caribe, C. por A., la compilación de sus ensayos literarios con el título Vida y Pensamiento de Mercedes Mota, publicados de 1896, cuando se inició en la revista Letras y Ciencias, y que concluye en “Guanuma” en la revista Renacimiento en 1915, reunidos por el Dr. Julio Jaime Julia, en revistas y en la prensa nacional; queda inédito su epistolario, y en especial el intercambio de correspondencia con su ex discípula Marina Coiscou Pimentel, de cuyo archivo proceden las fotografías que acompañan este trabajo.
[13] El Caribe, 13 de marzo de 1965, p. 20.
[14] Carta de Gloria Marion a Marina Coiscou, 11 de marzo de 1965.
Alumnas de Mercedes Mota en Puerto Plata fueron: Silvia Despradel, Hilda Bain Vda. Basden, Carmela Vásquez, Teresa Kinier, Celia Loinaz, Alicia Pierret, Delia Quezada, Ana Isabel Jiménez, Teresa Gómez, María Teresa Puig R., Martha Núñez, Ana Josefa Jiménez, Carmela Ornes de Franco, María Sagredo, María Despradel, María Núñez, Ana Emilia Prud´homme, Enriqueta Zafra, Lesbia Reyes de Cohen, Marina Coiscou, Amanda Ornes Vda. Perelló, Gloria Marión, Panchita Lantigua, Nigela Quezada, Josefa Carreras Vda. Coen, Georgina Santiago de Concha, Angélica Villanueva Vda. Corominas, Isabelita de la Cruz Vda. Ciaccis, María Luisa Santos Vda. Monagas, Gloria Castellanos de Álvarez, Thelma Muñiz Vda. King, Florita Castellanos de Bordas, Amelia Ricardo, Isabelita Finke, Ismenia Escovar y María Yangüela de Gómez, que se dedicaron al Magisterio.
Fueron discípulas de Mercedes Mota: Consuelo Loinaz de Heinsen, Consuelo González de Hunhard, María Rosario Cambier Vda. Herrera, Altagracia Martínez Vda. Heinsen, Lidia Carreras Vda. Redondo, Mercedes Mañón, Lidia Eve, María Luisa Núñez, Herminia Pérez de Miller, Teresa Ornes de Mella, María Carrau Leroux, Rosa Carrau Leroux, María Altagracia Jiménez de Seouverer, Julia González de Finke, América Núñez de Bournigal, Rogelia Pérez, Celia Porto, Regina Carreras, Aurora Zafra, María Zafra de Viera, Rosa Vásquez, María Cristina Curiel, Lolita Barrera Vda. Freites, M, Consuelo Barrera Vda. Imbert, Carmen Dubus, Socorro Santiago, Rosa Yangüela de Billini, Luisa B. de Puig, Luisa Aguilar Vda. Jiménez, Aida Cocco de Brugal, María Villanueva de Carrau, Consuelo Callot de Villanueva, Elsa Rodríguez Callot, Leticia Rodríguez Vda. Cuesta, Aurora Rodríguez de Escovar, María Teresa Mella de Abreu, Dolores Arzeno Vda. Ornes, Carmen Josefa Kunhardt de Reyes, Silvia Morales de Leroux, Rosa Morales de Álvarez, Concepción Mella de Deschamps, Mariita Martínez de Cisneros, Bertha Dubus de García, Jeanet Dubus de Batlle, Georgina Loinaz, Carmencita Caba de Gautreau, Luz Ortea Vda. Mena, Aguedita Nicolás de Aybar, Coralia Nicolás Batlle, Mélida Nicolás Vda. Calderón, Ana Dorila Nicolás de Pasalascua, Ursula Santos, Marina Santos, Agripina Santos, Flor Idalia Núñez, Ángela Polonez, María Teresa Bentz, Linda Salas Vda. Galán, Susana Pérez Vda. Santiago, Adamina Pérez Vda. Román, María Teresa Kunhardt, Tavita Jiménez Reyes, Luisa Morales de Mella, María Mella de Garrido, Luisa Mella de Herrera B., Concepción Martínez de Reyes, Anita Martínez de Cortina, Teolinda Limardo de Brugal, Dolores Limardo de Sánchez, Eloina Polanco de Capestany, Enriqueta Henríquez Vda. Ginebra, Angélica Henríquez Vda. Bota, Aurelia Castan Vda. Castillo, Celeste Sosa de
Arthur, Alicia Fondeur de Petit, Celia Muñoz Vda Bonetti, Hortensia Muñoz de Brugal, Margarita Baldwin de Lithgow, María Céspedes, María Rosa Artiles, Consuelo Mercado de Ortiz, Genoveva Mercado de Gómez, Angélica Quezada Vda. Rodríguez, Lidia Ricardo de Moscoso, Juanita Rodríguez Vda. Feliz, Adelina Menard Vda. Bordas, Luisa Amelia Finke, Luisa Villalon Vda. Rodríguez, Leticia Lerouz, Alicia Menard, Marina Menard, Millita Ortiz, Titina Lithgow, Ramona León, Emma Escovar, Celina de Lemos, Lidia de Lemos, Regina Martínez, Blanquita Nouel, Leonor Castellanos, Celeste Castellanos, Orestilia Polanco, Graciela Polanco, Mélida Polanco, Sergia Polanco, Teté Fondeur, Ofelia Arzeno, Virginia Monción, Aurora Monción, Luisa Finke, Ana Ricardo, Margarita Senior, Gloria Imbert, Estela Imbert, Ana Sofía Finke, Conchita Pérez, Panchita Pérez, Dolores Garrido, Mascota Garrido, Lidia King, Consuelito Bisonó, Concha León, Ana Rosa León y Gloria Lebren, que no se dedicaron al Magisterio, de acuerdo a relación de las alumnas de Mercedes Mota, realizada por su discípula Marina Coiscou en 1965.
[15] Mercedes Mota (San Francisco de Macorís, 2 de agosto de 1880- Cedarville, New Jersey, 12 de marzo de 1964). Recibió en Puerto Plata, sus primeras enseñanzas de la mano de la educadora puertorriqueña Demetria Betances (hermana del prócer boricua Ramón Emeterio Betances). Antera contrajo matrimonio con Rufo Reyes, falleciendo en 1916. Partió a Estados Unidos en 1919, en compañía de sus sobrinas huérfanas (Lesbia Reyes, Dulce María Reyes). Vivió cuarenta y cinco años fuera del país; no obstante, esta prolongada ausencia, no perdió el contacto con sus discípulas. Se puede leer una biografía más extensa en el libro Haz de Luces del Dr. Julio Jaime Julia, publicado por el Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF), (Santo Domingo: Editora Amigo del Hogar, 1990):86-90.