Las Maestras Normales desde principios del siglo XX, en los aciagos tiempos en que aún la mujer no tenía derecho a la ciudadanía, sorprendieron al continente americano en 1916, al ser forjadoras de la libertad, agigantando –como he escrito anteriormente al hablar de Luisa Ozema Pellerano-, su estatura de guías, al elevar su clamor junto a sus nobles hijas del Instituto   Salomé Ureña, unidas eran a las cruzadas nacionalistas, para que la República logrará la redención añorada de su soberanía, y la desocupación pura y simple del territorio, de las tropas de EE. UU.

En 1914, por iniciativa del intelectual Arístides Fiallo Cabral, mediante la Ley del “Código Nacional de Educación Común”,  el centro de enseñanza Instituto “Salomé Ureña” fundado por Luisa Ozema Pellerano junto a su hermana Eva María, fue elevado a la categoría de “Escuela Normal de Señoritas”. De sus aulas surgieron graduadas las más prominentes mujeres dominicanas, que luego desarrollarían su talento en distintas disciplinas del saber. Ya, en 1914, por ejemplo, Ofelia Mejía, en su Tesis para graduarse de Maestra Normal en el Instituto con el título “Qué educación conviene más a la mujer, y qué carreras debe estimular de preferencia en la dominicana la ley de la materia”, advertía que: “Concretándonos a la mujer, cuya educación y porvenir es el propósito de esta tesis, cabe preguntar: ¿que se ha hecho por ella en esta pobre sociedad?

Abigail A. Coiscou Pimentel, por Abelardo.

“¿Se ha hecho algo de útil, de provechoso, de eficaz para ella, y más que para ella, para sociedad (…). Se ha tratado siempre de cubrir mezquinamente las apariencias, dándole, débiles matices de sabia a una pequeña parte de un más reducido número de poblaciones de la República; ha tratado siempre de engañarse a sí misma, sin por ello conseguir engañar a la extranjera, la sociedad criolla; pero no se ha preparado nada”. [1]

I. Abigail Altagracia Coiscou

Abigail Altagracia Coiscou Pimentel [2], se graduó en el Instituto Salomé Ureña, Escuela Normal de Señoritas, el 24 de julio de 1915, siendo su directora, la alumna predilecta de la insigne autora del poema “Ruinas”, Luisa Ozema Pellerano de Henríquez. Cuando ocurre la intervención norteamericana de 1916, el gobierno militar retira  al Instituto “Salomé Ureña” la categoría de “Escuela Normal de Señoritas”, y la subvención del Estado, como represalia por la posición de protesta de las hermanas Pellerano contra la militarización foránea del país.

Abigail Coiscou Pimentel era sobrina de un ilustre patriota, y nieta del general Pedro Antonio Pimentel. En sus primeros años de juventud, tuvo el privilegio de crecer con la orientación humanística y recibir su formación intelectual de Don Emilio Prud´homme, autor de las inmortales letras del Himno Nacional.

En la legendaria casa de Don Emilio, estuvo junto a su familia en la calle Colón número 32 (frente a la Fortaleza Ozama), en el momento del fallecimiento del prócer civilista, aquella noche triste del 21 de julio de 1932; compartió la responsabilidad en la intimidad del hogar, al lado de la esposa del prohombre nacional, Manuela Batista de Prud´homme y su hija Ana Emilia Prud´homme, de recibir las ofrendas de cariños y respeto a quien en vida fuera, y aun luego de su desaparición física se conociera con loas como el Maestro de la dignidad, notable jurista de los más altruistas valores y de las virtudes cívicas que todo persona debe guardar en su alma como llama votiva para hacerle frente a las adversidades y a los infortunios que trae la vida, mas aun si se tiene que existir en medio de los oprobios de una dictadura, o en el trágico naufragio de los errores de los pueblos, cuando se arrastran ante las manos de los innobles y las bastardías de lo que ejercen un dominio fulminante sobre los conglomerados paupérrimos, al  fingir legislar democráticamente, no obstante, hacerlo desde el odio, la venganza política, las inequidades con dureza, y la insaciable soberbia.

Abigail Coiscou. Puerto Plata, 1918. Colección Maricusa Ornes

Abigail Coiscou Pimentel es heredera de ese maravilloso ejemplo de dignidad de Don Emilio, de cómo se puede cimentar una vida en la serena sabiduría, puesto que conoció de las lágrimas que traen el sufrimiento, las mezquindades de la persecución política, y como éstas se trasladaron impunemente en esta sociedad a los hogares por orden del tirano, para diezmar la pulcra tranquilidad de los ciudadanos; por esto su actitud con los suyos, con los demás y los colegas de profesión fue la bondad, la transparencia de su espíritu incólume, ejercer el derecho y consagrarse a los anhelos de bien común de las mayorías. No contrajo matrimonio. Ella estaba convencida de que sólo la religión de la verdad y la valentía hace a las personas libres de las vacilaciones que traen las manipulaciones mediáticas.

“Papapa”, era el nombre cariñoso con el cual llamaba a “Don Emilio”, y de la veneración a aquel hombre magnánimo, que fue su guía y mentor desde niña, además, de su Maestro en la Escuela Normal de Señoritas…   Abigail, aun frágil por el dolor de su partida, teniendo el deseo de alcanzar el conocimiento que traen las leyes, iba diariamente detrás de los volúmenes de su biblioteca, a buscar destellos luminosos de esa egregia personalidad, anotados como apostillas al margen de los libros que leía y releía. Es así como ingresa en 1932 a las aulas de la Universidad, a cursar la carrera de Licenciatura en Derecho, para ser la quinta mujer letrada de inteligencia “femenil” togada, egresada de la Universidad de Santo Domingo.

II. Al lado de su Maestra en la “Semana Patriótica”

Abigail Coiscou Pimentel, siendo aún adolescente, participó en las protestas de la “Semana Patriótica”, llamada de reafirmación de la identidad nacional, cuando en 1920 el pueblo dominicano respaldado por importantes personalidades, juristas, periodistas y hombres públicos, así como el apoyo de distintas asociaciones culturales, que fueron contactadas por un amplio grupo de mujeres intelectuales y Maestras Normales, se organiza desde el Sur al Este del país, continuando en el norte de la República, la “Semana Patriótica” para defender los intereses de la nación ante la ocupación del país y unificar a las fuerzas políticas ante una necesidad única: la reafirmación de la soberanía nacional.

Abigail Coiscou, segunda de izquierda a derecha sentada. Instituto Salomé Ureña. Graduadas, 1915. Colección Maricusa Ornes

Cuando el 15 de marzo de 1920 quedó constituida la “Junta Patriótica de Damas” presidida por Rosa de Noel Henríquez M., junto a Mercedes Laura Aguiar (1852-1958) (Secretaria), Cristina Morales de Billini (Tesorera), “para ir en el auxilio moral y material de la cruzada redentora de la entristecida alma del heroico pueblo dominicano”, se unieron a ellas, Luisa Ozema Pellerano de Henríquez [3], Ana Teresa Paradas, Leonor Feltz, Urania Montás, Carmela Henríquez, Sebastiana A. de Henríquez, Emilia Proud´homme, Eva Pellerano, Carmen O. de Coiscou, entre otras, y muchas jóvenes adolescentes del Instituto de Señoritas. La Junta Patriótica realizó sus trabajos de 1920 a 1922.

III. Abigail Coiscou: pionera de la edición anotada y comentada del Código Penal.

Abigaíl Coiscou tiene el mérito de ser pionera, en 1941, de preparar una edición anotada y comentada del Código Penal Dominicano con las leyes que lo completan, publicado por Editorial El Diario, de Santiago.

La capacidad intelectual de Coiscou Pimentel, y lo que llamamos al principio su “serena sabiduría”, fue puesta a prueba sin ser feminista militante, en un evento “auspiciado” por las mujeres oficialista de la Era. En los fragmentos de opiniones que copiamos de ella, en el episodio que vamos a narrar, se puedan observar los criterios de la independencia de su pensamiento, al exponer como jurista.

En enero de 1943, se celebró en Santo Domingo, es decir, en ciudad Trujillo, el Primer Congreso Femenino Dominicano. La Comisión Organizadora Nacional era presidida por la Sra. Alicia Sánchez de Troncoso, y ejercía la Vicepresidencia en Funciones, Dolores C. de Díaz Ordóñez, actuando como Secretarias la Licda. Milady Féliz de L´Official, Licda. María Teresa Nanita de Espaillat y Ernestina Guzmán de Mejía. Conforme al Reglamento General concurrirían   delegadas de las provincias de Santiago, La Vega, el Seibo, Puerto Plata, Espaillat, Duarte, Monte Cristi, Samaná, Monseñor de Meriño, San Pedro de Macorís, Libertador, Trujillo, Benefactor, Azua, Barahona, San Rafael y del Distrito de Santo Domingo.

Mujeres del 16-Protestando contra la invasión norteamericana. Colección Orlando Inoa.

Al momento de convocarse este evento en el mes de diciembre de 1942, ya había sido reformada la Constitución Política de la República, para conceder los derechos de ciudadanía a la mujer, y promulgada en enero de 1942. Un año después debían las mujeres evaluar los “avances” de la política de Estado, en torno a ellas, en siete Capítulos fundamentales, siendo la Sección “F”, del Congreso, la que más atención tuvo de las feministas militantes, esposas de funcionarios de la Era, de las Maestras Normales, de las licenciadas en derecho, no así otros acápites como “El Centenario de la Independencia y la mujer dominicana”.

La Sección “F” debía examinar de manera exhaustiva el Capítulo “Contribución de la mujer, dentro de su nuevo estado civil y político, al progreso de la República”, subdivididos en los apartados siguientes: Tema I. Conservación de la feminidad dentro del nuevo estado de la mujer; Tema II. La Mujer en los Tribunales de menores; Tema III. Acceso de la mujer a los cargos políticos, Tema IV. Cooperación de la mujer a la labor de dominicanización de la región fronteriza; Tema V. Influencia del nuevo estado de la mujer en el hogar. En total se presentaron 77 ponencias.

De la Sección “F” fue Relatora la Licda. Abigail Altagracia Coiscou Pimentel, cuyos resultados consignó en una apretada síntesis de catorce páginas mecanografiadas, exponiendo luego de analizar las ponencias que: “(…) es conveniente establecer una distinción entre las resoluciones que tome el Congreso, puesto que el objeto de ellas puede ser realizado por la sola iniciativa o actividad de la mujer dominicana, sin la intervención de los organismos oficiales, mientras que, el de otras no podría ser conseguido sin la susodicha intervención oficial, es decir, mediante modificación de leyes, orden de erogación de fondos, alteración de programas de enseñanza, etc.”. [4]

Luisa Ozema Pellerano por Abelardo. Colección Ylonka Nacidit-Perdomo

Señala, además, que de los cinco temas propuestos, hubo dos en los cuales no se recibieron ponencias, a saber: “Tema III. Acceso de la mujer a los cargos políticos”, y “Tema V. Influencia del nuevo estado de la mujer en el hogar”.

Abigail A. Coiscou (1897-1983). Colección Maricusa Ornes

Sobre el “Tema III. Acceso de la mujer a los cargos políticos”, se sobrentiende porqué no hubo presentación de ponencias, ya que el 16 de mayo de 1942, luego de ocurrir lo que la historia oficial denominó el “sufragio femenino”, donde “figuran las mujeres, por primera vez, como votantes y como elegidas”, y siendo electo Trujillo para ocupar la Presidencia de la República, para el período 1942-1947, el tirano otorgó una representación mínima, una cuota a la mujer al señalar e imponer de dedo la elección de cuatro prominentes mujeres oficialistas: Isabel Mayer (Senadora de la Provincia de Monte Cristi), Angélica Sanabia de Rojas y María Guzmán Vda. Molina (Diputadas de la Provincia Espaillat), Milady Félix de L`Official (Diputada de la Provincia de Azua) y Josefa Sánchez de González (Diputada de la Provincia de Santiago de los Caballeros). Isabel Mayer había obsequiado la Cédula de Identidad a las mujeres del municipio de Guayubín para que pudieran votar; el costo del documento era de 50 centavos.

En lo concerniente al “Tema II. La Mujer en los Tribunales de menores”, Abigaíl Coiscou opinó por escrito que las ponencias de María A. Gómez de Valentino, Ana C. de Valenzuela Batista, Delia Weber de Cartea Bonmati, Elfrida Varonesa Ricart Lluberes, Isolina Garrido de Garrido, Altagracia P. de Bonilla, Altagracia G. de Richiez, Minerva E. Solano Sánchez, Mary Lithgow y Josefa (Fefita) Sánchez de González, Altagracia Alvarez de Montañez, Belén del Villar de Batista, Josefa Erundina Santos de Silva, Zoraida H. de Suncar Chevalier, Rebeca Barinas de Martínez, Lina Longo Minervino, Domitila Grullón de Lora y la Dra. Iluminada M. M. de Lora “contienen interesantes sugestiones relativas a la organización de los Tribunales Tutelares de Menores e instituciones complementarias. Aun cuando algunas de estas sugestiones se refieren a situaciones que ya han sido resueltas en el Departamento correspondiente (tales como la creación de escuelas especiales para menores

Portadilla de la edición del Código Penal Dominicano, anotado y comentado por Abigail Coiscou

delincuentes, la preparación técnica del personal de estas, incluyendo el elemento femenino, la designación de Jueces especializados, la profilaxis contra los males venéreos, etc.), hay en todas dichas ponencias un loable propósito de la mujer dominicana, en el sentido de laborar intensamente en provecho del bien general, y con relación a los puntos señalados; por lo cual, resumiendo en un proyecto de resolución las diversas sugestiones indicadas, se recomienda al Congreso que se adopte lo siguiente: Solicitar de la Procuraduría General de la República: a)que el artículo 3 de la Ley No. 603 sea aplicado en el sentido de que el término Maestro que en él figura, abarque, indistintamente, personas de uno u otro sexo; b) que, en el caso de que una mujer sea designada Juez de una Corte de Apelación, se considere particularmente la conveniencia de utilizar sus servicios en la Presidencia de los Tribunales Tutelares de Menores (…)”. [5]

Como se puede observar, Abigail Coiscou Pimentel, además, fue pionera hace más de siete décadas, en demandar que la Presidencia de los Tribunales Tutelares de Menores sea ocupada por una mujer designada Juez, y, más aun, es notable su recomendación al Plenario del Primer Congreso Femenino Dominicano de que “por la sola iniciativa o actividad de la mujer dominicana, sin la intervención de los organismos oficiales” se pueden lograr cambios y transformaciones, algo que al parecer luce lejano antes del Bicentenario de la República en el 2044.

Apéndices al Artículo 434. Notas mecanográficas de Abigail Coiscou.

 

NOTAS

[1] La Cuna de América, Tercera Época Año IV, No. 1, 6 de diciembre de 1914.

[2] Abigaíl Coiscou, Tía Bibí (1897-1983). Graduada de en el Instituto de Señoritas “Salomé Ureña” en 1914. Fue educada por su tío el Lic. Emilio Prud´homme, el autor del Himno Nacional. Su abuelo materno fue el general Pedro Antonio Pimentel, Héroe de la Restauración de la República. Fue la quinta mujer graduada de Licenciada en Derecho en el país. Dedicó toda su vida al ejercido de la abogacía, y a la enseñanza. En 1926 ingresó al Senado de la República como “Taquígrafa del Senado”. Fue la primera mujer que ejerció la función de Secretaria de la Corte de Apelación de Santo Domingo siendo despedida por la tiranía, a la raíz de la Invasión de Luperón, comandada por su sobrino Horacio Julio Ornes Coiscou, en 1949.

En el campo jurídico fue pionera, editando con sus anotaciones desde 1941 el “Código Penal y las Leyes que lo modifican y lo completan” hasta 1972, siendo en total siete ediciones de enjundiosos comentarios. Ingresó al Senado de la República en 1962 como Taquígrafa. Fue la primera mujer que ejerció la función de Secretaria de la Corte de Apelación de Santo Domingo.

En 1968 y 1970 se desempeñó en las funciones de Miembro de la Comisión Supervisora Electoral que se estableció para las Elecciones Municipales. De 1971 a 1972 colaboró con la Primera Comisión de Reforma Carcelaria. En 1973 mediante el Decreto No. 3587 fue designada Miembro de la Comisión encargada de revisar los Códigos, y la legislación vigente nacional “con el propósito de proponer al Poder Ejecutivo las modificaciones de lugar para lograr la completa igualdad jurídica, tanto civil como política de la mujer dominicana” [Minutas entregadas a la autora de este artículo por Pedro Antonio Pimentel Hued en marzo de 1998].

Su bibliografía publicada comprende: Abigail A. Coiscou. Código Penal y leyes que lo modifican y lo completan, Segunda Edición (Santiago: Editorial El Diario, 1945); Código Penal y leyes que lo modifican y lo completan, Tercera Edición (Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, C. por A., 1954) Código Penal, Cuarta Edición, preparada y anotada (Ciudad Trujillo: Editora del Caribe, C. por A., 1962); Código Penal, Quinta Edición, preparada y anotada (Santo Domingo: Editora del Caribe, C. por A., 1967), Código Penal, Sexta   Edición, preparada y anotada (Santo Domingo: Editora del Caribe, C. por A., 1972), Código Penal, Séptima   Edición, preparada y anotada (Santo Domingo: Editora del Caribe, C. por A., 1977).

[3] Luisa Ozema Pellerano de Henríquez (1870-1927). El Ayuntamiento de la Común de Santo Domingo, desde el momento en que se conoció en la madrugada del lunes 28 de marzo de 1927 el fallecimiento de la egregia maestra, declaró duelo en la ciudad. Las solemnes honras fúnebres de Luisa Ozema Pellerano de Henríquez se efectuaron a partir de las 4.30 de la tarde. Al morir, Luisa Ozema, su cuerpo sin vida que “el frío regazo de la muerte” cubrió con el sueño eterno fue colocado en Capilla Ardiente en el aula principal del Instituto de Señoritas “Salomé Ureña” donde sus discípulas le rindieron testimonio de amor. Los oficios religiosos se celebraron en el Templo de Nuestra Señora de las Mercedes. [Ver: Revista Blanco y Negro (Año VIII, Núm. 370, abril de 1927):20].

[4] Abigail A. Coiscou, Relatoría Sección “F”, del Primer Congreso Femenino Dominicano, 1943: 4-5. (14 páginas 8 ½ x 11, mecanografiadas, papel copia de seda).

[5] Ibídem, 9-12.