Santo Domingo, 14 abr (EFE).- Más allá de las clásicas procesiones cristianas de Semana Santa, en República Dominicana se celebra por estas fechas otro ritual religioso, el Gagá, una tradición donde se mezclan catolicismo y vudú, y cuyos bailes y música transportan al espectador neófito hasta tierras africanas.
El Gagá, originalmente Rará, es una manifestación musical danzaria de contenido religioso que comenzó a escenificarse a principios del siglo XX en los ingenios azucareros dominicanos, conocidos como bateyes, por parte de los inmigrantes haitianos que trabajaban y vivían en esos entornos rurales, explicó a Efe el cantautor y costumbrista dominicano experto en Gagá, Roldán Mármol.
Mayores, reinas, músicos, presidente, padrinos y bailadores, personajes propios del rito haitiano-dominicano que van ataviados con prendas coloridas, dan comienzo al ceremonial el Jueves Santo por la noche.
La música, procedente de instrumentos artesanales de percusión y viento, marca la pauta en todos los rituales y recorridos, que se prolongan hasta el Domingo de Resurrección en distintos emplazamientos de La Romana, San Pedro de Macorís, Consuelo o Santo Domingo Este.
El Jueves Santo es el levantamiento de la silla, ritual consistente en la reconfirmación de los compromisos o promesas de los participantes, adquiridos por periodos de tres a siete años, y que se desarrolla en torno a un palo ceremonial.
Ya cerca de la media noche se hace el bautizo de todos los elementos (vestuario, instrumentos) que se van a utilizar en los recorridos del Gagá por una serie de puntos previamente establecidos, en una procesión llena de ritmo y cánticos.
Todas estas ceremonias, explicó Marmol, se hacen Biblia en mano, rezando oraciones como el Ave María o el Padre Nuestro. Puro sincretismo religioso entre tradiciones procedentes de África y de España, que forman parte del folclore del país, y donde se exhibe una especial devoción por la Virgen de la Altagracia, madre espiritual de los dominicanos.
En los rituales Gagá, algunos de sus protagonistas llegan al trance, gracias, en parte, a la ingesta de ron, que también anima a los asistentes a caminar por el fuego, o a jugar y golpearse con afilados machetes entre baile y baile, incluso durante los mismos.
Sin embargo, antes de que todo eso ocurra hay que hacer una serie de preparativos. El Martes Santo "se prepara la magia del Gagá", un "baño de protección" que se hace a base de hierbas recogidas en bosques, aguas con distintas propiedades y otra serie de elementos que se mezclan durante una ceremonia, según el relato del costumbrista.
Se trata de un ritual mucho más íntimo que los que se celebran a partir del Jueves Santo, y consiste en "unos cantos devocionales a los seres y a los santos", mientras tres o cuatro personas van majando los ingredientes, rítmicamente y de forma simultánea, en un pilón.
Terminadas "las invocaciones a las deidades, el baño protector se mantiene en el altar de celebración hasta la madrugada del Viernes Santo", momento en el que se aplica la magia del Gagá y se inician los recorridos fuera del batey o barrio donde se ubica el tabernáculo ceremonial, al que se vuelve en la media noche del Domingo de Resurrección, apuntó Mármol.
Desde sus primeras manifestaciones, el Gagá ha seguido desarrollándose a pesar del declive de la industria azucarera, y existen modalidades que no están vinculadas al azúcar "con otra ritualidad, más dramatizado, más teatral", como el de Elías Piña, aunque musicalmente es muy similar, señaló el experto consultado por Efe.
Los inicios rurales del Gagá también han ido dando paso a celebraciones urbanas, al extenderse este ritual más allá de los límites de los bateyes, así que es posible ver a comitivas procesionando por algunos barrios, a donde llevan la parte más festiva del rito, tal y como ocurre con el Gagá de San Luis en Santo Domingo Este, que en origen fue un batey.
Muchas personas de fuera no comprenden ese sincretismo, existen "prejuicios y tabúes, o la creencia de que las religiones populares son diabólicas", apuntó Mármol, quien destacó la complejidad del asunto, puesto que el Gagá "no es solo irse a recrear, es un compromiso, una promesa" revestida de folclore y fe. EFE