«El otro que soy no es, ¿o acaso es el que jamás he sido?// Pero es otro el que soy siendo conmigo el que vuelve a encontrarse habiéndome encontrado.» Víctor Villegas (Ahora no es ahora [1] )
SANTO DOMINGO, República Dominicana.-La obra poética de Víctor Villegas (San Pedro de Macorís, 1924-Santo Domingo, 2011) es un descubrimiento, pero también un rompecabezas. Se desprende de la realidad, pero también de la observación; es experimental, relacionada a lo onírico y a la otredad. Narra lo evidente y lo no evidente; es percepción, muere y despierta; se hace recuerdo en el futuro, y crea un espacio para lo mítico; es como el mar: tensión, desprendimiento, espejo de la conciencia, la edad del mundo, transmutación de las esencias, sentidos, intenso ir y venir por la palabra.
A veces, parece ser vida o inmortalidad perpetua; un más allá inesperado, la llegada del viento, del aire en lo sucesivo del instante, lo que acaso es similar en el tiempo, pero confunde; la experiencia misma en el destino; juegos de las esferas de la existencia, sentir desde lo sensitivo; razonar desde lo que se nombra; la apariencia atribuida como verdad; él mismo, interrogando al vacío, lo que abruma a la superficie, lo que transgrede y salva a la vida; angustia y, necesariamente la posibilidad del extremo vacío, en fin, lo que somos: canales sensoriales.
No en vano Villegas nos dice, sobre la vida, que: «Hay tiempo aún para encontrar la vida. Entre el puño y el hacha está escondida, en la distante travesía del grano. Son suyas nuestras formulaciones inéditas. En su quehacer jamás nos limitamos.» [2]
Creo que, su poemario Ahora no es ahora (1997) es su obra mayor; la más mística y ascética a la vez; su legado sobre cómo lo emocional se desnuda al saber, denuncia al hecho inexistente, pero que activa la vuelta al misterio del origen; el origen que él ve en la noche «donde son pájaros las mudas escaleras del espíritu» [3]. O la vuelta al anhelo de lo posible y la búsqueda de la angustia de no poder salirse de la trunca existencia sin quedar en la confusión del ayer cuando la luz queda afuera sin dejarse penetrar por el futuro, cuando el alma -el «templo más puro que el anillo»- [4] se escapa del cuerpo para ser una rueda.
La estructura de este poemario, donde cada poema empieza con la primera línea del verso que abre el texto, es un riesgo de búsqueda del autor, un riesgo de explicación sobre lo que evoca: «el ahora que nos es ahora», y que nombra de la manera siguiente: «Ahora no es ahora sino mañana para llegar más rápido y así alcanzar desde el techo del cráneo los pájaros del tiempo» [5]; lo que el poeta transmuta en imaginarios mundos interiores, contactos con el instante al advertir que, el estar aquí es simultáneamente estar allá; que el principio es el contacto que se establece con la pupila de Dios, con el yo como auto-conocimiento.
El poeta Villegas oprime cada memoria del sueño ante la cual reacciona; esa misma memoria que nombra al decir «… el último mar, sin dentadura, se aferra a nuestros cuerpos terrestres. Y hay que empezar de nuevo» [6], creando con ella dos umbrales: el umbral literal y el umbral metafórico; su cosmovisión entre el yo y el otro, como si fueran ánimas que se dispensan fluctuar entre el desdoblamiento de sus identidades.
Ese mundo interno, que acepta, y al cual se resigna el poeta, donde niega la existencia del tiempo absoluto o rectilíneo; ese mundo creado a través del lenguaje, regido por lo que comenta es, su invención de la catarsis, el cuestionamiento al viaje de la sombra, que somos, en un cuerpo que es la evidencia del enigma del ser, y del porqué el ser lo habita. Por esto, nos dice que: «Todo viene de lejos y no hay nada/ todo me viene encima como si no existiera/ sin proponérselo algo cae…» [7], al ser transeúnte «en su propio cuerpo». [8]
Solo hay una voz en todo el tejido textual de Ahora no es ahora; una voz que se entrecruza con fuentes diversas para sus sentidos; una voz no dialogal, pero que interactúa con el ser, que le quita al mundo sus leyes, que rompe las máscaras creadas para subordinarnos al AHORA. Cuando lo leo, al poemario, me siento en una encrucijada. No sé si advertir que Villegas vinculó el existir a lo divino; si su intuición, sus pensamientos, sus ideas conversaron entre sí en un aposento en el cual se convocó a una rutina para doblar la flecha que el arco dispara al cielo para hacer que el infinito dejara de estar en reposo. Es así como define, rememora que el «Aro y materia se conforman mas no son sino las víctimas del tiempo que no existe en un pensar cansado y aburrido.» [9]
Es entonces cuando comprendo que, el arco estuvo pendiente a la flecha; la memoria, paciente y callada; y el ángel-visitador en insomnio; ya que «algo» tenía que suceder; «algo» que aquejara a la humanidad: la muerte.
Ahora no es ahora es el desbordamiento del «dejarse ir», pero también «dejarse dormir» para el retorno. ¿Retornamos? ¿Cómo se desobedecen las normas del silencio eterno? ¿Retornamos, aún padezcamos la inmovilidad absoluta, luego de obedecer, y de saber que la ausencia se ve reducida a un llorar? ¿Retornamos, evocando al agua, al aire, a la materia de la vivencia, luego del reposo de la voz? ¿Retornamos, sabemos que solos, desde el vientre de una mujer-ángel que da su ser en el ahora de la luz, porque entendemos que «tengo que nacer»; hacer que la maternidad nos traiga al mundo que dejamos?
Ahora no es ahora es el recuerdo de ese discurrir entre el sueño, el revivir, la espera que se sabe espera, lo propio del destino, la irónica circularidad de lo que termina y renace de sí mismo, que recupera las riendas de su viaje cósmico.
Se nace para eso: para el ahora, para hacer de la existencia un acto autoafirmativo y autodefinitorio de que somos transgresores del tiempo, no del destino, que no se trastoca ni se rompe, puesto que, aunque nos resistamos, estamos sujetos a él; aún cuando el poeta afirme que «No somos sino soplo/ extraviadas edades/ espejos que se cruzan/vagan/ materia sin materia/ aquel siempre después/ que es pensarse ya antes/ espejos que se han ido tras el ojo/ en que sólo/ ellos mismos se miren.» [10]
Víctor Villegas, nacido a orillas del mar, en puerto seguro del Sur-Este, tuvo su propio arcano de palabras. Hechizó a las palabras, le dio «algo más» que significados; las celebró como si fueran aureolas en la tarde; las hizo resplandores de su interior; las cobijó para designar a la realidad circundante y, las hizo estallar en su poética; es como si convirtiera a las rocas en rosas, para plantearle enigmas, y entrelazara las historias de la Luna con «el jamás». Nos dio, Víctor, hilos, laberintos, fatum, advertencias, evidencias telúricas de que el olvido no es el eje de la permanencia del espíritu; que lo inquietante es no saber afirmar sino la dualidad, contraponer, oponer lo primigenio al pretexto de la inquietud y, que de la nada «se forman las formas con cautela.» [11]
Tal vez, quizá, posiblemente, Ahora no es ahora, nos recuerda que la única deidad sonora a nuestros oídos es oírte, puesto que oírte «es no escuchar el silencio de la muerte» [12], es lo que se teje desde el abismo del nacer-morir, porque el alma es el «templo más puro que el anillo.» [13]
Si tuviera que ocuparme de un texto de Villegas, al cual tendría que leer y releer, escogería éste Ahora no es ahora; sería mi diccionario, el papiro milenario más post-moderno, de aspecto sencillo, que me acompañe a desentrañar lo que subyace en el inconsciente; sería el único compañero de equipaje con el cual me echaría a andar, además, del recuerdo de mi madre; lo consideraría mi brújula, la obra guía para abrir las distintas puertas de los planos que he de cruzar en mi tránsito hacia las profundidades de nuestra psique. Esa voz plasmada ahí, en palabras, sería la acuarela de los ríos que vería, los hilos de plata de la descomposición de la luz, las cabelleras de las fantasías, la añeja penumbra debajo de los árboles, el equilibrio que no se ahoga en el universo, respuestas al dolor-angustia, verbum, principium; tú afuera, esperándome; lo destejido antes que el fuego tuviera movimiento; pesares de la conciencia, lo que tenemos como complejidad ante los adversarios.
Ahora no es ahora es un alumbramiento, versos del puño y letra de Villegas; una exageradísima invención del tiempo con los ojos abiertos e irremediablemente cerrados, de ese tiempo del cual afirma que «no existe el tiempo sino que se sospecha y algo de nosotros ganamos con la muerte» [14]; luego que su mirada, su visión se suspende y, se abandona a la soledad de lo total.
Es por eso que, en homenaje a su obra poética editamos el Diccionario Villegas (2020), que es lo más identificable a su mundo, al mundo de Villegas, a su decir omnisciente, a lo que insinúa como prefiguración del presente; puesto que él abre en vilo el modo literario con el cual infringe lo puro, no solo como testigo ocular de lo que acontece, sino como orfebre de un lenguaje que otorga a «lo descubierto», entre la realidad y lo imaginario, el más curioso relato sobre la alucinante NADA que nos espera, ya que, al fin y al cabo, nadie sabe qué más preguntas hacer ni cómo contestar otras para que se conmueva la indiferencia de la oscuridad ante la interrogante de «quiénes somos», puesto que «Dicen que antes la historia hacía al hombre y hoy el hombre trata de remendar la historia.» [15]
Ha sido mi amor-amistad por Víctor Villegas, la razón misma para llevar a cabo la edición de este diccionario; ha sido el estremecimiento en mis sentidos que produce su obra poética lo que me impulsó a leer y releer los libros seleccionados para coleccionar sus metáforas, las que más me seducen e inquietan y, es, el agradecimiento enorme y pleno como discípula a la grandeza y nobleza de su alma, que me ha hecho concluir esta tarea como homenaje a él, a don Víctor.
CITAS
[1] Ahora no es ahora (Santo Domingo: Editora Universitaria, 1997): 62,88. Colección Literatura y Sociedad No. 16. Portada de Pierre.
[2] Ibídem, 84
[3] Ibídem, 67
[4] Ibídem, 86
[5] Ibídem, 49
[6] Ibídem, 42
[7] Ibídem, 53
[8] Ibídem, 64
[9] Ibídem, 56
[10] Ibídem, 72-73
[11] Ibídem, 59
[12] Ibídem, 92
[13] Ibídem, 86
[14] Ibídem, 56
[15] Ibídem, 41
Las fotografías que acompañan este artículo proceden de la Colección Villegas-García.