De la serie Cuentos de rotación y traslación

Voy a echar una rola.

¿Qué? Échate este… Una mañana…

Ahora sí, pásame el tequila.

(Miami, 1995).

(Café Tacvba, MTV Unplugged)

El pasado domingo, primer otro día sin José José, su ciudad natal amaneció apacible, bajo una lluvia fina y helada. Desde las 7:00 A.M. andaba dando vueltas entre las habitaciones de mi hogar y mis redes sociales. A los dominicanos, la noticia de una deceso nos impone ciertos aprestos. Por demás, tenemos costumbres dominicales mañaneras que nos empujan fuera de la casa desde las primeras horas. Los chilangos, por el contrario, no. Son más pausados en sentido general, y los domingos se recluyen hasta avanzada la mañana en sus hogares. Cerca del mediodía salen en familia, en masas, en ropa cómoda, prácticamente deportiva, a sus largas comidas y paseos, a la misma hora que no pocos dominicanos o especialmente dominicanas, andan en sus galas domingueras.

Abuelo y nieto arropados la música e imagen del Príncipe bajo la lluvia.

Quería salir al encuentro de las expresiones de duelo, pero tocaba esperar, y de paso, convencer a mi esposo de que ir a esas actividades tenía algún sentido. La columna de Acento, le dije; como si eso me diera motivos suficientes para sacarlo de su tranquilidad a los tributos en la memoria de un artista, cual pariente nuestro.

El Príncipe había partido el día antes. A pesar de ello, cuando salimos a la calle, encontramos a nuestro paso poca circulación de personas y vehículos, lluvia tenue y silencio. Camino a la colonia Clavería, en Azcapotzalco, donde José Rómulo Sosa Ortiz, más conocido como José José, creció y vivió antes de su salto a la fama en 1969, lugar al que me acompañaba mi paciente cónyuge, Cd. Mx. era la misma de siempre. Durante el trayecto, de la selección de canciones del artista que veníamos escuchando en el vehículo, Spotify eligió al azar Cuando vuelva a tu lado, justo en el momento en que cruzábamos frente a una valla en la que Yalitza Aparicio promueve con su imagen sencilla a Coppel, tienda por departamentos de corte popular. Algo así como un Plaza Lama.

Verla allí, a lo alto, mientras lo escuchaba a él cantar desde nuestras bocinas, me impulsó a grabarlos juntos en un corto video de segundos. Hasta ese momento, Aparicio, en la valla, era la única cara que me miraba de frente y, naturalmente, no tenía la expresión de duelo que buscaba. Desde que pasó a la lista selecta de actrices nominadas al Óscar, solo sonríe, para Coppel, para Head & Shoulders, para todos, a pesar de las expresiones de odio que la persigan. Me complació verla así, de frente y sonreída, mientras sonaba José encantador; contrario a la desolación que transmite cuando, siendo Cleo en Roma, permanece pasiva, de espaldas al lente, sin mostrar emoción alguna en el 1971 de Alfonso Cuarón, cuando en la cocina de la casa, del radio transistor suena épica la melodía de La Nave del Olvido. ¿Por qué no canta Cleo a todo pulmón como hacíamos en ese entonces y todavía hoy al oír esa canción que mueve al frenesí? Ese es uno de esos momentos de belleza cinemática de Roma de delicada lectura.

Amigas de infancia del artista

El mensaje que Yalitza pronunciaba sin mover sus labios desde la valla de Coppel, se lee: ¿Y tú, como vas a mejorar tu vida? José le contestó, ya muerto, desde nuestro vehículo: Tu no estás junto a mí, alargando el verso con su melodiosa voz. Subí la escena de diálogo a mis redes sociales Yali y José. Mientras compartía mi pretendido cortometraje con la nota al pie: Cd. Mx. amanace sin su Príncipe, me preguntaba ¿En verdad es lo que sienten, al menos, los chilangos esta mañana? ¿Dónde están? Pronto me daría cuenta que no. La pérdida no está ausente del sentimiento afligido del mexicano, pero está relativizada por su noción cultural de muerte. Apenas falta un mes para volver a saludar a José José el Día de Muertos.

Dos semanas atrás, Camilo Sesto, amigo y hermano del canto de larga data del mexicano, partió en día y hora oportuna. El español dejó de vivir cuando su Hispanoamérica se asoleaba un domingo. Cuando encendimos la región con sus canciones ese día, le acompañamos a una resurrección musical. Me parecía ver a Camilo elevarse en una suerte de asunción animada y pintada, cuadro a cuadro, por Zurbarán o Murillo. Ésta, su verdadera muerte, no tuvo vigilia pascual, ni paseo por Getsemaní. Murió tantas veces en el escenario haciendo de Jesucristo Superestrella y preguntándose: quiero saber, quiero saber mi Dios ¿Por qué he de morir?, que tuvo el buen gusto hacerlo libre de predicamentos noticiosos.

Su amigo chilango también eligió buena hora y día para irse. José José se fue desde Miami, un sábado temprano, dando tiempo a todo el que vive debajo de ese límite a organizar su vigilia. El lamento hemisférico revisó alacenas, despensas, llamó al delivery, cruzó al Oxxo o a la tienda de abastos; en fin, como se llame en cada rincón de Latinoamérica, ese lugar de la casa o negocio vecino, donde guardamos embotellados, momentos futuros de amena reunión social. Estábamos todos en el lugar adecuado. Como un espectáculo a punto de empezar, se hizo la noche y quedamos a oscuras. Para más desamparo, no había ni Luna. En toda América, el telón de la bohemia se alzó al unísono en Twitter, Facebook, Spotify,  Whatssap, YouTube e Instagram. Tremendo concierto dimos juntos, en transmisión simultanea.

Milenios celebran canciones de José José

Si José José fue un Príncipe que nos saludaba como un soberano distinguido desde un balcón, ese balcón fue todo sábado en la noche, escudado con los bailes a media luz, los romances que encontraron en ese rato de la semana su mejor oportunidad, junto a los licores que vertieron proximidad entre las parejas. Y si es cierto que extraterrestres escuchan nuestras ondas hertzianas, se habrán preguntado el sábado pasado entre ellos, (aquí el idioma extraterrestre traducido a español mexicano): Wey ¿Qué onda con esas rolas en la Tierra? Pos si ya valió el carnal. ¡Jíjole! Cantamos a todo pulmón.

Que nos salgan en una cruda pesadilla Simón Bolívar, Máximo Gómez, José de San Martín, Gregorio Luperón, Miguel Hidalgo juntos, enardecidos y cada uno con un sable en la mano, dispuestos a cruzarnos las vísceras, si llegamos -aunque sea en sueños- a contemplar poderes reales entre nosotros, pese a que tenemos políticos con similares pretensiones privilegiadas y vitalicias. Pero a nuestro Príncipe nos correspondía darle las exequias fúnebres propias de su rango y estirpe. La vigilia de sus súbditos quedó de maravilla.

Esa noche, a efectos de darle resonancia a este cuento que empezaba escribirse a sí mismo, quería encontrar a todos los mandatarios mexicanos, los pasados y el actual, reunidos dedicándole cada uno a su manera un tuit al Príncipe. Algo así como cuando los pasados presidentes vivientes de Estados Unidos olvidan sus diferencias, y se reúnen para fortalecer el Estado de la Unión ante una crisis. Porque esto era una situación de crisis del corazón. Se nos murió el soberano de la canción Latinoamericana y no dejó sucesión.

Doblábamos las campanas por el más importante aristócrata de la voz, nacido en suelo mexicano con territorios conquistados a lo largo del continente nuevo. Esperaba verles como cada primer ministro inglés, en pleitesía obligada a Isabel II, en las distintas edades de la monarca. Eso me entretiene desde la distancia, con un océano y otra realidad de separación. Temo en verdad, a la pesadilla de los libertadores con sus sables. Pero es divertido que el poder legítimo de alguien, someta a clase política a la reverencia. Quería ver algo de eso en México, feudo solar de José José.

Tributo al Príncipe de los vecinos de la colonia Clavería donde creció.

No ocurrió. Ese día, Vicente Fox, como cualquier otro, insultaba a Andrés Manuel López Obrador en sus mensajes en la red social. El presidente López Obrador andaba en sus asuntos oficiales y no le pareció muy de Cuarta Transformación, interrumpirlos al menos ese día, para honrar al Príncipe de la canción. A Enrique Peña Nieto, pues prestar declaraciones no le conviene mucho en estos días y Carlos Salinas de Gortari, es un personaje fantasmagórico. Solo Felipe Calderón satisfizo mi deseo y lo hizo temprano. Copiando una reproducción de El triste publicada en el diario Milenio, expresó su propia tristeza al decir en su cuenta de Twitter esa tarde: Que triste. Descanse en paz, José José.

Exequias para el Príncipe de la canción

Subí mi copa al tuit de Felipe Calderón, con un —Venga mi Phillip, ¡Salud! Nadie debía ser excluido de la vigilia hemisférica. En un tiempo en que cada vez encontramos más temas para separarnos en divisiones extremas y riñas de palabras e insultos, desde el debate acerca de la equidad de género hasta el cambio climático, fue grato reencontrar a tantos latinoamericanos esa noche de sábado despidiendo juntos al intérprete en las redes. Los dominicanos, siempre ocurrentes estuvieron geniales esa noche. Por unas horas, dejamos de discutir y olvidamos las elecciones primarias que se aproximan. No lo hicimos ni siquiera para elegir la más bella canción del artista. Las celebramos todas en un glorioso festival del recuerdo.

A pesar de que me quedé sin la posibilidad de reportar para Acento, la reunión de los honores presidenciales al Príncipe, el Dr. José Ramón Cossío, ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos, dictó oportuna sentencia al tuitear en medio de la bohemia: “Levante la mano quien un día, una noche, una de esas, no sintió y se identificó con lo que José José quiso decir con su letra y con su canto.” Considerando: Que el criterio de oportunidad ha sido verificado, así como las oportunas funciones supletorias del magistrado, se resuelve, ÚNICO: Se OTORGA autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada, al fallo del Dr. Cossío, con carácter erga omnes. Notifíquese en toda América.

Finalmente, el domingo en la mañana, llegué a la colonia Clavería, para encontrarla en júbilo. Los vecinos cantaban bajo la lluvia los temas de José José frente una modesta estatua levantada en el parque La China en su honor. A su alrededor había hileras de mesas con comidas y bebidas e imperaba un ambiente familiar en torno al cual, giraban los periodistas gráficos con sus enormes cámaras y yo con mi pequeño teléfono Samsung, tomando fotos y videos. La colonia estaba unida, alegre, de pura fiesta. Comparto algunas imágenes simpáticas que los vecinos me regalaron con solo decirles, que eran para la República Dominicana, dos palabras reunidas, que roban una sonrisa al mexicano. https://twitter.com/AngelicaNoboaP/status/1178373871474528258

Con mi favorito en sus manos. Esta semana se pagaron hasta MX$50,000.00 por LP vintages del Príncipe.

Es probable que haya honras fúnebres en Bellas Artes. Claudia Scheimbaum, gobernadora de Ciudad México, convocó a un karaoke en el parque de la Alameda Central. Sin embargo, con la visita al viejo barrio y el gran concierto tuitero de vigilia, me es suficiente. Veré los siguientes homenajes por la televisión, como siempre vi a José José; en casa, en mi barrio caribeño,  presentado por Yaqui Núñez del Risco, en el programa de variedades dominicano El show del mediodía. Eran mis años escolares. Almorzábamos viendo al señor Príncipe de visita en Santo Domingo, sede de uno de sus territorios insulares, virreinal y todo, todavía con los uniformes de colegio puestos como peoncitos de su corte y esperando a seguidas El chavo del 8, sobremesa obligada de cada día. Creo que desde ese día, por allá en los años setenta, cuando junto a mis hermanos morimos de carcajadas con Godínez cantando Gavilán o paloma ante la cara de enojo del Profesor Jirafales, entendimos que el Príncipe era y es un personaje que trasciende lo real, lo presente, lo terrible. Fue hidalgo ante los dragones del vicio y se abrió en floreció a la muerte como el primer gran cempasúchil de este otoño.

Y así, viví en la colonia Clavería, lo que soñé el día que mi amado esposo me dijo hace cinco años, que veníamos a vivir a México. Viví Una mañana linda.

Nos vemos el 2 de noviembre Príncipe. Cuando vuelvas a nuestro lado y me cruces en el disfraz de algún mexicano vestido con tus atuendos, te pediré una selfie para compartir con mis familiares y amigos en tus territorios antillanos.