Soy feliz por convicción, incluso sin toda razón, bastaría tal vez con sentirme así, no hace falta más allá que vivir pensando que soy feliz.

¡Felicidad! Basta invocarla con el eco y la voz de un ángel caído en ultratumba. No es fruto del amor material, ni de la exhibición ostentosa de bienes morbosos.

¿Es cierto que vivir así, la buena vida, es caro para mí? ¿Que la hay pero, más barata, no es vida? Depende del aura que habita el casquete en el norte de mi alma, o del permafrost que alienta mi soplo vital.

Yo soy feliz por convicción, como el poeta del suroeste, distante y poniente, que al contemplar crepúsculo del arte celeste, ama y disfruta la vida más cara, que fortuna tangible pueda a un humano dar.

Gracias a la felicidad que habita en mi alma porque si la vida he de seguir viviendo ¿Qué sentido puede y podrá tener seguir sufriendo?

Gracias a la felicidad por permitir que pueda yo decidir el estado vivo de mi alma, deseosa de amar, de reír y de sentir.

Gracias a la felicidad que irradia mi instinto mortal, por las radiantes almas que a mi vida dan sentido, porque sin brillo, sin oro y sin tino ¿De qué otro modo habría de ser feliz, sin razón y convicción?

Bastaría tal vez con sentirme así, no hace falta más allá que vivir pensando que soy feliz.