Recientemente la Academia Dominicana de la Historia puso en circulación la obra “La caída de Horacio Vásquez y la irrupción de Trujillo en los informes diplomáticos españoles de 1930” (2017). Escrita por los historiadores Manuel García Arévalo y Francis Pou de García, esta obra recoge la rica documentación diplomática producida por Francisco Javier Meruéndano, quien en el período 1929-1930 fue encargado de negocios y cónsul de España en la República Dominicana, además de testigo privilegiado del derrocamiento del General Vásquez y de la ascensión de Rafael L. Trujillo a la presidencia.

Francisco Javier Meruendano, cónsul de Espana en 1930.

La compleja situación político-económica del país fue conocida ampliamente por el cónsul Meruéndano desde 1929, y transmitida a las autoridades de España en sus cotidianos informes diplomáticos. Las crónicas redactadas por él se concentraron en la coyuntura del golpe de Estado de 1930 y en sus antecedentes, por lo que aporta de manera pormenorizada los detalles de la conspiración, sin dejar de abordar los conflictos internos en el partido de gobierno, la crisis mundial de la economía, la grave enfermedad del presidente Vásquez, los enfrentamientos entre el general Trujillo y el vicepresidente José Dolores Alfonseca, y los afanes oposicionistas para compactarse alrededor de los intereses del jefe del ejército, “el hombre” que estaba al acecho para  asaltar el poder.

En “La caída de Horacio Vásquez y la irrupción de Trujillo” aparecen las circunstancias relacionadas con el derrocamiento, la responsabilidad de Trujillo en la conspiración y ejecución, además de las estrategias utilizadas por el jefe del ejército para desplazar a Rafael Estrella Ureña, quien se entendía como líder del levantamiento cívico-militar del 23 de febrero de 1930, y convertirlo en un subordinado de sus propósitos políticos; con él compartió la vicepresidencia, luego lo confinó en la Secretaria de Estado de Relaciones Exteriores y pocos meses después lo llevó a convertirse en un simple opositor en el exilio. Todo esto presentado por los autores a través de los informes diplomáticos españoles, desconocidos para la generalidad de los historiadores dominicanos.

El valor de los informes remitidos por el cónsul español a sus superiores, radica en su papel como “testigo de excepción de los actos oficiales y del palpitar de las actividades políticas y comerciales, al igual que de la vida social y cultural dominicana. Estas valiosas vivencias—dicen los autores—junto con las informaciones aparecidas en los diarios y revistas de la época, le aportaron una inmejorable visión de la realidad nacional, permitiéndole hacer sus propios diagnósticos de aquellos episodios claves de nuestra historia reciente”. Los informes que manejaba desde su posición diplomática y los contactos con la inmigración española le permitieron convertirse en un “cronista del acontecer nacional”, que se mantuvo atento como “analista informado”, y supo “describir de manera fidedigna y con notable concisión la grave crisis política, moral y económica que asoló al país al inicio de los años treinta”.

Manuel Garcia Arévalo y Francis Pou autores de la obra.

Después de ochenta y siete años de aquella crisis de 1930 que llevó a la dictadura de Trujillo, cuando se entendía que todo había sido investigado y presentado en los principales estudios historicos del período, ya que  antes aparecieron “Los responsables” de Víctor Medina Benet (1974),  Capitalismo y dictadura” de Roberto Cassá  (1982), “Análisis socio-histórico y premisas de la ascensión de Trujillo al poder” de Alejandro Paulino y Sonia Medina (1980), y “El gobierno de Horacio Vásquez” de Eduardo J. Tejera (2014), ahora García Arévalo y Francis Pou nos entregan esta obra, que desde ya se hace imprescindible para el estudio y análisis de lo que pasó en torno a lo que Tomas Hernández Franco popularizó como “La más bella revolución de América” (1930).

Llama la atención en este libro publicado en el 2017, la forma en que Meruéndano percibía la crisis y las causas de los enfrentamientos tenidos entre el jefe del ejército y el vicepresidente de la República en el período anterior al derrocamiento, y la observación de que, por lo menos al momento en que el presidente se vio obligado a salir a Estados Unidos para someterse a una peligrosa cirugía, el viejo caudillo se encargó a través de la intriga, de profundizar los enfrentamientos entre Alfonseca y Trujillo “para asegurarse su repostulación”:

“Hay quien afirma—dice Meruéndano en sus crónicas diplomaticas—que todo lo ocurrido entre el General Trujillo y el Vicepresidente de la República, Doctor Alfonseca, durante la breve interinidad de este, fue obra del propio General Vásquez el cual durante su ausencia no quiso que ninguno de los que le siguen se sintiera omnipotente creando así una dualidad que le aseguraba contra cualquier eventualidad”.

Resulta también llamativo el análisis que hace en uno de sus informes, en el que predice el golpe de Estado militar contra Horacio Vásquez, al plantear: “Esta incertidumbre del porvenir y las nubes que se ciernen sobre la paz de la República, la crisis financiera, la batallona cuestión de delimitación de la frontera con Haití, aun no definitivamente terminada y otras no menos graves, hacen presentir que los meses venideros van a desarrollarse graves sucesos de los cuales está pendiente la opinión pública, consciente de que cualquier extralimitación o la vuelta al pasado turbulento de luchas civiles”.

En cuanto al “levantamiento” armado del 23 de febrero de 1930, encabezado por Rafael Estrella Ureña, pero con la preeminente complicidad de Trujillo, el cónsul español lo relata con “la precisión de un corresponsal de guerra”, dejando ver con claridad que las tropas del ejército estaban implicadas en la intentona golpista, pues al informar a los responsables de las relaciones exteriores de España, observó  que “el domingo último, día 23 de febrero, un grupo armado asaltó la fortaleza de Santiago, desarmó a la guardia que no hizo resistencia y proclamó como jefe de la revolución al Sr. Rafael Estrella Ureña. Las fuerzas rebeldes avanzaron rápidamente y aquella misma tarde se apoderaron de Moca y La Vega Real, capitales de provincias, no solo sin encontrar resistencia alguna, pero sumando nuevos contingentes a sus ya numerosas huestes. El lunes por la mañana los revolucionarios se encontraban en Bonao a unos noventa kilómetros dela capital”.

Portada de la obra publicada por la Academia Dominicana de la Historia.

Por otro lado, al referirse al acuerdo que puso fin al levantamiento armado contra Vásquez, con la juramentación del gobierno provisional de Estrella Ureña y de los nuevos miembros de la Junta Central Electoral, los informes de Meruéndano confirmaron a sus superiores que el triunfo de la revolución tuvo que ver con la pasividad de Trujillo ante los  insurrectos, y que los partidos de oposición elegirían al jefe del ejército como candidato a la presidencia y a Estrella Ureña como candidato a la vicepresidencia. “La mutual contaba—decía él—con el apoyo del ejército, con los recursos del poder y con el voto de todos aquellos elementos que propugnaron el Gobierno del General Vásquez”.

Posterior a las elecciones de mayo de 1930, ganada por Trujillo a través del fraude y en medio de una terrible represión política contra los seguidores de la Alianza Nacional-Progresista que se les oponían, así como  a la juramentación como presidente constitucional y la posterior eliminación de los  opositores, incluyendo a muchos de los que lo acompañaron en las acciones para el derrocamiento de Vásquez, la obra de Manuel García Arévalo y Francis Pou, apegada siempre a los informes del cónsul español, detalla lo relativo al ciclón de San Zenón, con informaciones hasta ahora desconocidas:

Ciclón del día 3 de septiembre: Desde hace varios días se anunciaba que se estaba formando un ciclón en el Mar Caribe si bien se decía que pasaría a unas cien millas de esta Capital. Los anuncios no eran alarmantes y por ello la población no había tomado medidas de defensa. El día 3 de septiembre como a las diez de la mañana, se anunciaba que el meteoro se dirigía a Santo Domingo; sin embargo la gente no daba mucho crédito a tales noticias. A la una de la tarde el viento norte que había comenzado a soplar moderadamente, adquirió de momento en momento violencia mayor y hacia las dos de la tarde su furia creciendo por momentos llego a una intensidad indescriptible. (…). Las víctimas, que se elevan a tres mil muertos y unos quince mil heridos, casi todas deben su desgracia a ese momento realmente de una trágica intensidad (…)”.

El presidente Horacio Vasquez acompañado del brigadier Rafael L. Trujillo en 1926

“El huracán se precipitó de lleno sobre la capital. Hacia las tres  y media de la tarde el vórtice del ciclón pasaba sobre Santo Domingo, produciéndose un  momento de calma, que no duró más de un cuarto de hora. El viento entonces cambio súbitamente de dirección y con inusitada violencia empezó a soplar de Sur a norte, es decir de mar a tierra. Lo que el primero había  respetado lo demolió el segundo”.

Pasada la desgracia, el cónsul de España es abundante en la descripción sobre la ayuda internacional, la ley de emergencia, los aprestos del consulado para socorrer a la colonia española de Santo Domingo, y las medidas tomadas por Trujillo para subsanar los daños; además de la manera en que el nuevo presidente, que se había juramentado el 16 de agosto, aprovechó  el cataclismo para reforzar la dictadura que apenas se estaba iniciando. También sobre el rompimiento de las relaciones de Trujillo con Estrella Ureña, la formación del Partido Dominicano con vocación de partido único, la alianza de Trujillo con la iglesia católica y las relaciones con Haití. Los informes del cónsul a las autoridades españolas abarcaron hasta los últimos meses de  1930, cuando terminó su misión diplomática en la República Dominicana.

Resulta importante destacar entre los aportes de los autores, el anexo presentado al final de la obra en que se incluyeron 29 documentos del período 1929-1931. Entre estos se destacan los relacionados con los aprestos electorales de la oposición al gobierno de Horacio Vásquez, el manifiesto de la revolución firmado por Rafael Estrella Ureña, el acuerdo del gobierno de Vásquez con los jefes del golpe de Estado de febrero de 1930, el primer manifiesto de Trujillo lanzado al pueblo dominicano, y el documento de la Alianza Nacional-Progresista planteando la abstención electoral para las elecciones de mayo de 1930, entre otros no menos significativos. 

Sobresale en “La caída de Horacio Vásquez y la irrupción de Trujillo” el magistral manejo de los autores, historiadores Manuel García Arévalo y Francis Pou, ambos con una amplia bibliografía publicada, de los documentos producidos por Francisco Javier Meruéndano, los que son apoyados—como lo dice doña Mu-Kien Sang Ben, actual presidenta de la Academia Dominicana de la Historia—en los documentos del Archivo Nacional de Londres, en publicaciones periódicas y en “una enjundiosa bibliografía, que complementa el extenso y detallado trabajo descriptivo de la situación dominicana que hizo el representante español en Santo Domingo”.

Para conocer con objetividad las causas y los acontecimientos, además de la forma en que Rafael L. Trujillo impuso la terrible dictadura que se prolongó por más de treinta años, nada mejor que esta obra “La caída de Horacio Vásquez y la irrupción de Trujillo”.

 

Horacio Vásquez en Acento