Hagamos una apuesta: pare al primer sujeto que vea y pregúntele si la lectura es importante. Le dirá que sí. Acto seguido, pregúntele cuántos libros lee al mes. Comprobará que la respuesta va a contradecir su opinión sobre la lectura. Esta contradicción entre lo que se piensa y lo que se hace se explica por lo siguiente: cuando nuestro sistema de creencias se ve en conflicto, el ser humano tiende a justificarlo. A mí me pasa igual a su sujeto experimental. Según el psicólogo León Festinger, esta armonización es necesaria para reducir nuestra tensión psicológica.

Como animadora a la lectura y la escritura, conozco de primera mano esa disonancia cognitiva. Quienes ejercemos este oficio somos incapaces de recordar cuántas propuestas de programas de animación a la lectura hemos sometido a entidades “comprometidas” que dicen sensibilizarse con el tema, pero que nunca tienen “presupuesto” ni para dotación de libros ni para pago del servicio educativo y sociocultural. No tener presupuesto podría significar no tener un propósito para alcanzar un beneficio que será sin duda, pero tan a largo plazo que a lo mejor lo verá la siguiente generación. ¿Quién quiere preparar una receta que ni siquiera se podrá comer?

A ver: las instituciones ven la necesidad de comprar papel de baño o azúcar para el café. Son bienes. Los pueden tocar. Y darse cuenta cuando no les queda. En la mayoría de las familias la cosa es igual. Privilegian la compra de lo tangible y de los datos para Internet. Si a usted le gusta beberse su cervecita de vez en cuando, el siguiente ejemplo le sonará de algo: según el periódico El dinero “[…] el promedio mensual de consumo de cervezas en el país es de 36.5 millones de litros, lo que equivale a 1,216,291.5 litros al día. Cuando esta cantidad se lleva a los distintos tamaños de las botellas y latas de cervezas, entonces el número de unidades es mucho mayor”.

En la sociedad que conformamos usted y yo no se lee 1,216,291.5 liBros al día. Ni a la semana. Ni al mes. Ni al año. Ni en su vida enterita. Se bebe 1,216,291.5 liTros de cerveza al día. ¡Al día! Y, luego, exigimos estudiantes competentes. Hombres que respeten a las mujeres. Mujeres que no vean en el chapeo una profesión. Cero delincuencias, tiguerajes y microtráfico. Gente que piense. Un pueblo educado. “Ma´ bueno que e´así”.

Entonces, se nos aparecen -como en su época lo hiciera la virgen de Lourdes- gente como Virginia Read Escobal con su asociación “Lleva un libro en la maleta” o Luz Franco Casado de Fundaled que mueven cielo y tierra para enviar libros a las zonas rurales de la República Dominicana (y sin un chele en mano porque lo hacen saltando de sacrificio en sacrificio). Pero lo hacen. Y a veces tienen los libros para enviarlos y no encuentran quien se responsabilice de pagar un envío para que cientos de libros lleguen a las manos de niñas y niños con necesidad de este instrumento prodigioso, cuya versión en formato papel no se ha dejado ganar el pulso de los libros electrónicos. Sí, el público infantil prefiere su libro en mano. Lo demás es “cuento de caminos”. Algo que existe, que ves, pero no posees. Y eso a los niños y a las niñas pequeñas no les gusta. Prefieren leer, oler, acariciar. Poseer algo concreto.

Entonces no es de extrañar que la gestión educativa de nuestro país otra vez salga mal para´: los datos del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) 2019 fueron dados a conocer este martes por la Unesco. Oooootra vez quedamos por debajo de la media en la región. Lamentablemente, el periodista Marino Zapete cometió el desacierto (yo lo leí en su cuenta de Twitter) de echarle la culpa al ministro de Educación, Roberto Furcal. Antes de pedir la cabeza del ministro, Zapete debió razonar que los resultados presentados se corresponden al 2019, el año anterior al ministro ocupar el puesto. Y fuera de las quejas que podamos lanzar sobre su actual gestión, es honrado reconocer que ha sido el único ministro en emprender una iniciativa nacional, sostenida y con miras a ser fortalecida en el futuro: “Dominicana Lee”, cuya idea y coordinación es del escritor Luis R. Santos, actual director de Cultura del Minerd. Por supuesto: ahora es que falta mambo, pero con este programa -acompañado por Valentín Amaro y Jimmy Feliz- se está motivando a las escuelas públicas -fuera de la omnipotente capital-, a leer cada día. Se están llevando puntos de lectura ¡con libros! Y bueno, si quisiera ponerme a criticar el programa, seguro que encuentro mil aspectos mejorables. Pero, por primera vez en mi vida, oigo a un presidente, Luis Abinader, cacareando la lectura desde que abre la boca, y veo a un ministro de Educación, Roberto Furcal, que está actuando en consecuencia.

¿Ya vemos de que va nuestra receta gurmé “Libros a la cerveza”? Va de que necesitamos una ley que OBLIGUE a todos los ministerios a abrir una biblioteca (de préstamo) infantil y juvenil que incluya bibliografía para madres y padres, que necesitan también libros que les ayuden con la crianza. Necesitamos una ley que OBLIGUE a las empresas privadas a disponer de lo mismo. Cosa que garanticemos un país lector. La razón es que, si las niñas y los niños de primaria se convierten en grandes lectores, se convertirán, entre otras cosas, en estudiantes con mayor comprensión lectora y, por ende, serán más competentes.

Si se aprueba una ley que obligue a las empresas privadas e instituciones del Estado a tener un PRESUPUESTO para aplicar programas de lectura para las poblaciones infantil, juvenil y adulta que tienen cerca, seremos un país más próspero, más seguro, más rico, más educado, más competitivo. Otra cosa es el tiempo de preparación porque un país lector no se consigue de un año para otro: invertir en educación no es como invertir en comprar papel de baño. Para conseguir los resultados que necesitamos, se requiere de toda una vida y de la participación de toda la sociedad.