El pasado lunes 2 de marzo de 2020 falleció el luchador por la independencia de Puerto Rico Rafael Cancel Miranda, a los 89 años. Por este motivo reproducimos la entrevista que en 1979 le concediera al periodista dominicano Ramon Colombo, que entonces trabajaba para el diario El Sol, de Santo Domingo.
Con 25 de sus 49 años de edad sufridos en la cárcel, sigue firme su creencia de que P. Rico será libre
EL SOL – 21 de septiembre, 1979
SAN JUAN, Puerto Rico.- Cuando aquellos cuatro puertorriqueños –tres hombres y una mujer- llegaron al Capitolio del Congreso de los Estados Unidos a llamar, a balazos, la atención del mundo sobre los reclamos independentistas de su pueblo, daban por descontado que les iba la vida.
25 años y medio después, Rafael Cancel Miranda tiene aliento para afirmar con voz serena y en un español que la cárcel nunca pudo vencer, “salimos vivos para ver que nuestro objetivo se cumplió y hoy el mundo reclama que termine el coloniaje de Puerto Rico”.
A seis días de haber regresado al seno de su pueblo y a una semana de abandonar la prisión de Marión, Illinois, Cancel Miranda –el más joven de los cuatro, 49 años- recuerda que cuando sonaron los primeros balazos en la cúpula de aquel recinto legislativo vio a los ojos de un diputado yanqui que, temblando de miedo, se agazapaba detrás de una de las bancas.
Pudo decirle en inglés: “¿Usted cree que con cuatro tiritos vamos a liberar a Puerto Rico? Si quisiéramos matar, aquí no quedaría uno solo vivo”.
Minutos después un ejército entero lo tomaría prisionero para iniciar una historia de sufrimiento carcelario que hoy cuenta como si hubiera sido cualquier cosa.
El día que el juez Alexander Holtzoff le leyó su sentencia de 75 años de cárcel “yo sabía que no la iba a cumplir, que mi pueblo me sacaría de la cárcel para volver a la isla”.
De Washington, Cancel Miranda –quien a los quince años se había iniciado en la lucha independentista con Pedro Albizu Campos- fue llevado a la isla de Alcatraz, frente a San Francisco, California.
“Era yo el más peligroso, seis años aislado, controlada mi vida minuto a minuto, sin saber del mundo, sin pronunciar palabras si no se me ordenaba, reprimido hasta en hablar mi idioma”.
Lo más doloroso en aquellos primeros años era cuando lo visitaba su esposa, Carmen Jiménez, a la que sólo podía hablarle en inglés a través de un teléfono y verla por una pequeña rendija de cristal.
“No podía tomar sus manos ni abrazarla. Ni a ella ni a mi hermana Zoraida, ni a Rafael y Raymundo, mis hijos”.
De Alcatraz, Cancel Miranda fue trasladado a Leavenworth en 1960.
“Amarrado con cadenas, de pies y manos y por la cintura con otros prisioneros, en un viaje que duró 24 horas exactas”.
Allí leyó el primer diario después de seis años de prisión y supo que su pueblo luchaba por él.
“Los mexicanos y chicanos presos en Leavenworth me aplaudían cuando me sacaban solo a tomar el sol al patio de la prisión. Eran momentos muy emocionantes aquellos”, dice, y recuerda que cuando al fin pudo caminar a su antojo por algunas áreas de la cárcel, los demás latinos le decían: “Tú no eres puertorriqueño ni nosotros somos mexicanos. Todos somos latinos y somos lo mismo”. El primero en decirle eso fue Corky González, un líder chicano que pasó varios meses en la cárcel, y con quien hizo un periódico manuscrito para los demás presos latinos, con noticias de la lucha afuera.
Pasó diez años en Leavenworth, los últimos cinco meses aislado en un calabozo, por organizar una huelga de hambre de chicanos, en reclamo de mejor trato.
“Antes había pasado 18 meses sin ver la luz del sol, por otra huelga, y entonces se dieron cuenta que no iban nunca a doblegarme”.
No recuerda la primera vez, por allá por los sesenta, que llegó a la cárcel la noticia de que se había fundado un comité de lucha por la libertad de él y sus otros compañeros, confinados en otras prisiones.
“Pero sí sabía que no me iba a morir aquí y que algún día volvería a ver a Puerto Rico”, recuerda que le dijo a uno de sus carceleros cuando le comunicaron su traslado a la prisión de Marión.
El lunes 10, a las 3:25 de la tarde, se encontraba en el patio de la prisión cuando otro se le acercó, hecho todo una sonrisa, y le comunicó la noticia oída en el radio: “Saldrás en libertad”.
Esa noche no pudo dormir por primera vez en su historia de presidio.
“Pensaba que yo nunca había estado preso. Siempre estuve presente en Puerto Rico en boca de mi pueblo y en sus momentos de lucha”.
¿Valió la pena aquella acción en el Capitolio?
Y una respuesta sin vacilación.
“-Triunfamos-… Puerto Rico será independiente porque hoy lo pide todo el mundo”.