SANTO DOMINGO, República Dominicana.-La muerte del dictador Rafael L. Trujillo en 1961, puso fin a una larga era de control y miedo en la sociedad dominicana, permitiendo el inicio de un proceso de democratización sin precedente en la historia de la Republica Dominicana.
La lucha por profundizar la apertura: “destrujillizar” la sociedad y aniquilar los remanentes de la dictadura, llevó a la juventud y a sectores importantes del país a integrarse a los movimientos y partidos políticos que surgieron a raíz del ajusticiamiento del dictador.
Los poetas y los intelectuales que habían vivido durante “la Era”, no ignoraron la coyuntura y se sumaron a la lucha, aportando sus habilidades y conocimientos artísticos al servicio de la libertad y democracia del pueblo dominicano. El momento político fue, posiblemente, la principal razón de las pocas publicaciones literarias del período que se inició en 1961 y que concluyó el 24 de abril de 1965 con la Revolución Constitucionalista. En ese acontecimiento, el de más trascendencia en la historia dominicana del siglo XX, los escritores y artistas asumieron de manera definitiva, el compromiso de hacer germinar, marcada por la sangre y las lágrimas derramadas por los compañeros caídos, la nueva literatura que buscaba respuestas, para convertirlas en realidad-viviente de lo que había sido el sueño de varias generaciones de poetas y escritores.
Los versos de Francisco R. Carvajal Martínez, por ejemplo, publicados en las Brigadas Dominicanas en enero de 1962, conectaban la coyuntura con el sentir de los poetas dominicanos: “La hora es propicia, Patria,/ para lavar tu nombre de tanta ignominia./ Mi voz se unirá a otras voces/ en unánime clamor por tu libertad,/ aquella libertad que se resuelve/ en bienestar para todos,/ libertad para los campesinos con tierra,/ libertad para todos los humildes/ con pan, techo y canciones/ Libertad en fin que signifique/ tu entrada soberana y feliz/ en la parcela de la historia./ Para entonces, y sólo entonces,/ mi voz será inquilina de la paz.” Estos versos, al igual que otros publicados en esa revista, marcaban el compromiso que daba inicio de manera pública a la poesía social que se iba a expandir posterior a la muerte de Trujillo. En ese camino hacia la libertad surgió la revista Brigadas Dominicanas.
Existió un vínculo histórico-generacional entre los poetas e intelectuales de “la Era” y los que van a surgir al finalizar la dictadura, que luego fueron conocidos como “Los del sesenta” o Generación del sesenta. Son los antiguos integrantes de la Generación del 48 y algunos vinculados a los movimientos de vanguardia del período 1930-1948 (que desarrollaron una tímida actividad clandestina en los últimos dos años de la dictadura), los que van a irrumpir con sus versos encendidos y sus cuentos marcados por las denuncias sociales y los males de la tiranía recién decapitada; ellos apadrinaron a un reducido grupo de jóvenes que se habían iniciado como noveles poetas en el período de transición de la dictadura a la libertad. Las contadas revistas que conocidas en ese corto período de cuatros años (1961-1965), son un reflejo fiel de lo que significó la lucha por impulsar y producir una literatura “independiente” aunque matizada por el proceso político que se estaba viviendo. En ese contexto, dos revistas: Brigadas Dominicanas y Testimonio, serán las más importantes y representativas de las tendencias que se estaban formando. En esas revistas y otros medios noticiosos nacionales, como lo era la revista Ahora (1962), los jóvenes que se habían iniciados después de la muerte de Trujillo, encontraron espacios para publicar sus creaciones artísticas.
Brigadas Dominicanas surgió en diciembre de 1961 a pocos días de la salida de los familiares del tirano ajusticiado, estando el país gobernado por el doctor Joaquín Balaguer. Dirigida por la poeta Aída Cartagena Portalatín, las Brigadas, que circulaba todos los meses, aparecieron para “testimoniar”, en principio su total adhesión “al fuerte movimiento de oposición que la vigilante juventud levantó frente al régimen irracional, grave mancha en la civilización occidental que pretendió coartar actividad y pensamiento intelectual nacido libre y por naturaleza”.
El “largo oscurantismo a que fue sometido nuestro pueblo por la tiranía, –dice en su editorial esta revista-, felizmente ajusticiada, ha ofrecido a la dirección de estas BRIGADAS, consubstancial con su manera de ser y de pensar, una experiencia que la obliga a situarse en vilo contra cualquier obstáculo o traba que pretenda oponerse a la libre manifestación del espíritu crítico del pensamiento”. Brigadas Dominicanas tomó una postura independiente, sin compromiso u orientación determinada, pero antitrujillista radical. Fue una publicación contestataria y llegó, en un comunicado público, a informar a los intelectuales y al público, “que dicha publicación no aparecerá mientras se mantenga en vigor la ley 5799” de 1962, promulgada por Joaquín Balaguer y que establecía en todo el territorio nacional la censura a la prensa.
Entre los poetas y escritores que primero publicaron en las Brigadas Dominicanas se encontraban: Rafael Valera Benítez, quien se “rebeló y manifestó como revolucionario”; Víctor Villegas, (“conoció la cárcel y el oprobio porque dijo presente y lucho contra la tiranía”); Francisco Ramón Carvajal Martínez, (“luchó contra la opresión”), Pedro Mir (antitrujillista que vivió en el exilio); Grey Coiscou Guzmán, (en las “brigadas clandestinas laboró con ese incansable y valiente afán por la liberación de la tiranía”); Alfredo Lebrón, (escribió obras “que leíamos un grupo de intelectuales durante “La Clandestinidad”), y Juan José Ayuso, que siendo aún muy joven, era el “más maduro y el de más formación de la generación más joven de poetas (….), preocupado por lo social y lo biológico”. También publicaron Rodolfo Coiscou Weber, quien “provocó el primer proceso literario dominicano, y…. Lanzado a ignominiosa cárcel por la justicia del Partido”; Virgilio Díaz Grullón, (al que le tocó “codirigir una militante agrupación oposicionista, la primera de ese carácter durante el Trujillismo”); Antonio Lockward (“víctima del estado-policía del pasado régimen…. conoció cárcel y torturas”), y Manuel del Cabral, que “abandonó la carrera diplomática como un acto de repudio al régimen del trujillato”. Además, Miguel Ángel Alfonseca (“Atrapado, torturado y confinado en esa pequeña Isla del Diablo que era la Beata”); Abelardo Vicioso, que logró escapar al exilio y convertirse en militante opositor a la dictadura, y Carmen Natalia quien describió “los tiempos de la desgracia de este pueblo”. De este grupo, sólo Juan José Ayuso, entre los que publicaron en las Brigadas Dominicanas no estaba vinculado a la lucha de los años finales de la dictadura, y que ahora reclamaban un espacio en la sociedad para gritarle que todo no fue colaboración y traición.
La revista Brigadas Dominicanas, en la que también escribieron J. Goudy Pratt, Ramón Francisco, y Marcio Veloz Maggiolo, publicaba con el mismo objetivo unos cuadernos que Aída Cartagena, su directora, bautizó como Colección Baluarte, de los que salieron catorce números con los poemas de Lupo Hernández Rueda, Marcio Veloz Maggiolo, Aída Cartagena Portalatín, Pedro Mir, Carmen Natalia, Alberto Baeza Flores, Alfredo Lebrón, y Manuel del Cabral, entre otros.
Brigadas Dominicanas salió desde finales de 1961 hasta junio de 1962, para sacar del olvido y dar a conocer la producción literaria de los que, de una manera u otra, mantuvieron una postura política digna ante la tiranía. Las Brigadas sirvieron de enlace entre los “casi-viejos” de la poesía controlada y manipulada por el miedo, y las nuevas generaciones de poetas y escritores, jóvenes que más tarde van a tener por instrumento antitrujillista no sólo las ideas, sino definitivamente el fusil y la pólvora con la que buscaban combinar el verbo y la acción en la “lucha contra la injusticia”.
En la penúltima salida de Brigadas Dominicanas se informó que la numero 8 estaba en la imprenta. No hemos podido obtener copia de ella, aunque creemos que no llegó a circular. En Brigada número 7, Aida Cartagena explicó las razones que incidieron en la desaparición del importante medio cultural: “Contra todos los obstáculos y la muerte en archivo del papel que personalmente entregamos al Secretario de Estado, del ramo que está en el deber de patrocinar todo lo que propenda a levantar el nivel cultural del pueblo, y contra los que devengan lujosas-miserables pagas por su pluma a sueldo, contra esos y muchos más nos levantamos con más fuerza cada día porque sabemos que “no estamos arando en el mar” y que de los molinos de Quijote se hablará siempre”. Evidentemente, las razones para que las Brigadas llegaran al final, estuvieron vinculadas a la falta de apoyo económico de parte del gobierno del Consejo de Estado.
Brigadas Dominicanas fue el puente literario entre la dictadura y la democracia. Dejó de circular en junio de 1962. Seis meses después el profesor Juan Bosch fue electo a la presidencia de la República, aunque por lo breve de su mandato, no se conocieron revistas exclusivamente destinada a la literatura. El vacío dejado fue ocupado en 1964 por la revista Testimonio, como veremos en nuestro próximo artículo.