El proceso de democratización que vivió la República Dominicana después de la muerte de Trujillo, tuvo un importante empuje a partir de la salida como exiliado del doctor Balaguer, en enero de 1962, y en la elección de Juan Bosch como presidente de la República y su posterior toma de posesión en febrero de 1963; sin embargo, durante su gobierno, aunque se prestó atención a la educación y la cultura, no circularon revistas ni periódicos culturales.
Fue necesario esperar hasta principios de 1964, durante el régimen golpista del Triunvirato, para que apareciera en la capital dominicana un medio destinado a la poesía dominicana: la revista Testimonio. Dirigida por Lupo Hernández Rueda, Luis Alfredo Torres, y Alberto de Peña Lebrón, con Ramón Cifre Navarro como jefe de redacción, esta publicación cubrió casi a sola, gran parte del periodo de transición entre el gobierno de Robert Reid Cabral y el nuevo gobierno de Balaguer posterior a la revolución de Abril. .Surgida en febrero de 1964, Testimonio se registró en Interior y Policía el 6 de diciembre del año anterior, en los días en que Manolo Tavárez Justo y sus compañeros del Movimiento 1J4 caían asesinados en la Cordillera Central.
Esa coyuntura tan dolorosa es la que explica, que aun siendo Testimonio una revista literaria que planteaba la intensión de mantenerse alejada de los conflictos ideológicos-políticos del momento, no pudo dejar de reflejar lo que acontecía en el país desde septiembre de 1963. En su editorial número uno, “La suerte está echada”, sus directores definieron el proyecto poético: “Aunque dirigida por tres poetas de una misma generación, Testimonio no es ni será el órgano de un grupo ni un órgano exclusivo de poesía… Sólo una cosa es necesario para tener cabida en Testimonio: Calidad. Daremos preferencia a lo Dominicano, sin patrioterías inútiles, sin exterioridades vacías. Preferimos el sentimiento; ideas y emociones nacionales con visión de universidad. Hemos nacido para unir, para construir, no para destruir. Los directores de Testimonio, de edad y formación posterior al Postumismo, la Poesía Sorprendida y a numerosos poetas, escritores y artistas que, sin pertenecer a estos dos grupos, tienen reconocido valimiento en nuestras artes…. Reconocen lo aprendido y heredado de estos movimientos y valores nacionales”.
“Salimos a la luz en unos momentos angustiosos e incruentos para la historia de la República. No somos ajenos a la grave encrucijada en que se debaten los destinos nacionales. La patria está llena de muertes, odios y rencores amargos. Falsos mecías cantan con silbo engañoso. La injusticia social campea por nuestros lares. La desnudez, el hambre y la ignorancia tienen en este suelo su morada. Este es nuestro tiempo y en él estamos luchando por nuestra superación. Nuestro derrotero es el camino del espíritu. No por eso estaremos lejos de las dolencias de esta tierra y sus hombres,…debemos llegar más allá de donde han ido los que nos han precedido, y llenar además el hondo vació originado con la desaparición de los Cuadernos Dominicanos de Cultura, La Poesía Sorprendida, entre las Soledades y Brigadas Dominicanas. La suerte está echada”.
Durante el período en que circuló Testimonio, la juventud dio muestra de un gran activismo cultural: Aparte de los aportes de Testimonio, no podemos dejar de referirnos a las actividades literarias desarrolladas entre 1963 y 1966, como fueron las publicaciones de obras literarias, la constitución de la Sociedad de Autores y Escritores Dramáticos, la Sociedad pro-cultural y la Sociedad Dominicana de Escritores , el homenaje a Domingo Moreno Jimenes de parte del Ayuntamiento de Distrito Nacional, la lectura de poemas de Miguel Alfonseca y Jeannette Miller, patrocinada por la Sociedad Dominicana de Escritores, y en la que participaron como comentaristas los escritores Carlos E. Deive, Lupo Hernández Rueda, Juan Alberto Peña Lebrón, Máximo Avilés Blonda, Franklin Domínguez, Marcio Veloz Maggiolo y Pedro Rene Contín Aybar. El conversatorio sobre la novela de Carlos Esteban Deive en el Instituto Cultural Dominico-Americano, aparición de la publicación literaria UASD, Fundación de la Cámara Dominicana del Libro, la exposición de pintura del Grupo de los Tres, integrado por Cándido Bidó, Elsa Núñez y Leopoldo Pérez en el Palacio de Bellas Artes, la exposición de pinturas de Gilberto Hernández Ortega en Bellas Artes, el inicio de los concursos artístico de E. León Jimenes, exposición de pinturas de Guillo Pérez, la designación de dos calles con los nombres de Vigil Díaz y Federico Bermúdez, y charla del declamador Carlos Lebrón Saviñón, sobre Dios, la creación y la expresión del negro. Además, el papel del Frente Cultural durante la revolución de abril, el surgimiento de los grupos literarios La Máscara, El Puño, La Antorcha y La Isla.
En su primer número de febrero de 1964 Testimonio trajo los siguientes escritores: Marcio Veloz Maggiolo publicó un dialogo titulado “invasores”, relacionado con los expedicionarios de junio de 1959, pero que nos recuerda las lomas de Las Manaclas de diciembre de 1963, y la inmolación de Manolo Tavárez Justo y sus compañeros catorcistas. Otros textos aparecidos fueron: “La novela y el lector”, por Carlos Esteban Deive; “Dos poetas contemporáneos: Ezra Puond y Saint-john Perse”, de Juan Carlos Jiménez; Alberto Peña Lebrón “El arte como testimonio”; “Banderas del sueño” de Manuel Mora Serrano. También “Héctor Incháustigui Cabral habla”; por Luis Alfredo Torres, “Aspecto de la poesía de Franklin Mieses Burgos”, de Mariano Lebrón Saviñón, “Armonía musical, psicología cultural”, por Manuel M. Miniño; Libros y comentarios”, por Luis Alfredo Torres y Lupo Hernández Rueda; y Abelardo Vicioso “Antología poética, de Lupo Hernández Rueda”.
Al ser Testimonio una revista con un espacio básicamente distinto a las Generaciones de Poetas del Postumismo, Poesía Sorprendida, y los Independientes del 48, llama la atención la publicación del número ocho de septiembre de 1964, dedicada a diecisiete jóvenes poetas y escritores que descollaban en los días posteriores a la muerte de Trujillo: Juan José Ayuso, Pedro Caro, Roberto Marte, José Martínez, Manuel Machin-Guiria, Elpidio Guillen Peña, Luis Manuel Amiama, Jacques Viau R., René del Risco, Manuel Luna Vásquez, Ramón Vásquez Jiménez, Osvaldo Cepeda y Cepeda, Antonio Lockward, Jorge Lara y Rafael Lara Cintrón; además del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.
Otro número de Testimonio que resulta llamativo es el 18, de 1966, en el que apareció como edición especial el libro “Los días irreverentes”, de Luis Alfredo Torres, quien formó parte de la generación del 48 y fue uno de los directores de Testimonio. Llama la atención además, el poco espacio dado a las mujeres poetas en Testimonio: de treinta y cinco números salidos en cuatro años, sólo aparecieron poemas de Flérida de Nolasco, Grey Coiscou, Jeanette Miller, y Rosa Luisiana Meléndez Rojas.
En agosto de 1967 Testimonio había entrado en crisis, ya que el papel usado en la impresión bajó en calidad y subió en costo. La cantidad de páginas se redujo a la mitad, mientras que sus directores Lupo Hernández Rueda, Luis Alfredo Torres y Alberto Peña Lebrón ya habían permitido que Ramón Cifre Navarro pasara de jefe de redacción al equipo de directores. En el número 35 Cifre aparece como único director de Testimonio. Por igual no aparece ningún escrito de los antiguos directores, por lo que suponemos una ruptura del equipo de dirección de la publicación más importante del período 1961-1970.
El referido número, que circuló en agosto de 1967, deja clara la situación por la que atravesaba la revista, al anunciar que a “partir de esta edición, Testimonio se propone salir con regularidad a fines de cada mes…Tenemos previstos los factores negativos que pueden obstaculizar estos razonables propósitos…. No ha sido Testimonio la única revista de su género que tiene ante si enfrentarse a estos agudos problemas (…). Confiamos, (…) en que obtendremos otra suerte de cooperación (…). Se lo “suplicaremos”, si necesario fuere, de “rodillas” para que este vocero (…) continúe. A partir de esta edición (…) será una revista exclusiva de poesía y literatura de vanguardia, sin que por ello trate de desconocer o dar la espalda a los valores que en el pasado de nuestro país (…) dieron prestigio a estos géneros de la expresividad artística del hombre”.
Testimonio circuló, tratando de no comprometerse con los conflictos sociales y los políticos, aclarando que no era una publicación política; al estallar la Revolución de Abril de 1965 silenció para reaparecer cuando ya todo había pasado. Su último número, el 36-37, de 1967 trajo poemas de Juan E. Padilla, Manuel Luna Vásquez, Guido Félix, Antonio Lockward, Manuel Valldeperes, R. O. Senior y Rosa Luisiana Meléndez Rojas. Lamentablemente, aunque no encontró el apoyo del gobierno ni del sector privado de la época, fue imprescindible para los escritores de los años sesenta; un aporte de su gestor Lupo Hernández Rueda a la construcción de la historia de la literatura dominicana del período transcurrido entre la dictadura y la libertad.