El relato breve es un género que ha ido cobrando adeptos desde que a principios del siglo XX se inició con las publicaciones de autores vanguardistas que hoy por hoy gozan de buena aceptación dentro de la narrativa tradicional hispanoamericana. En la lista figuran los relatos breves contenidos en El libro de arena (1975) escrito por el prolífico escritor argentino Jorge Luis Borges.
Seis años antes, el escritor guatemalteco Augusto Monterroso había publicado cuarenta relatos breves en un libro titulado La oveja negra (1969). Y antes de él, habían publicado los mexicanos Julio Torri, Juan José Arreola, Edmundo Valadés, René Avilés Fabiola, Guillermo Sampieri, entre otros, cuyos libros pueden ser consultados en la base de datos electrónicos de la UNAM.
En la República Dominicana, la minificción ha germinado de la pluma de Basilio Belliard, Plinio Chaín Rodríguez, Leo Silverio, Eduardo Gautreau De Windt, Pedro Antonio Valdez, Pedro de Jesús Paulino, Noé Zayas, Ramón Antonio Jiménez, Nathalie García, Ibeth Guzmán, Marivel Contreras, Luis Martín Gómez, Fari Rosario, Vicente Arturo Pichardo, Marcia Castillo, Elías Bortokán y Faustino Medina, entre otros.
La mención anterior reluce porque en esta semana tuve la oportunidad de leer tres libros del poeta y narrador dominicano Pedro Paulino. En sus libros la minificción no se reduce a meros enunciados de interpretación inocua. Uno de los más llamativos tal vez sea El frío instante de la muerte (2017), en el que, lejos de presentar el final de la vida como una realidad dolorosa, metaforiza poética y antropológicamente cada entrega, con base en un lenguaje artístico, cuyo ritmo constituye la intensidad y la sonoridad de sus breves e intensos enunciados literarios.
El hombre muerto (pág. 51) es una sublime, sardónica y vistosa representación del preludio de la muerte, en el que el autor no sólo la conceptualiza humorística y poéticamente. La micronarración reproduce vestigios mitológicos propios de la cultura caribeña sobre la muerte. ¿De qué trata? De un hombre que recibe la visita de una mosca negra. El insecto se queda mirándolo fijamente mientras aleteaba sin parar. Cuando el hombre le pregunta: “¿Qué miras?” La mosca le responde: “A un hombre muerto”. Al instante un relámpago cayó sobre su cabeza dejándolo irremediablemente muerto.
Otra muestra se titula La nota (pág. 39). La narrativa remite a un ambiente psiquiátrico en el que el suicida es un paciente, a quien le han quitado la camisa de fuerza, circunstancia que aprovechó para quitarse la vida, no sin antes escribir una nota que decía: “Simplemente descubrí que no estaba preparado para vivir sin ella. Me había acostumbrado demasiado a su cálido abrazo”.
Cualquiera pudiera imaginar que se trataba de un desamor femenino, pero el contexto del micro remite a la camisa de fuerza, con la que tal vez le hubiese resultado imposible suicidarse. No hay dudas de que estamos ante un breve e intenso texto cargado de humor, tensión y cultura que remite al universo antropológico del mundo de la psiquiatría y la salud mental.
Si se tratase de un texto noticioso y no de un texto ficcional, fuera válido preguntarse: ¿Cuántos pacientes psiquiátricos han sido víctima de ese frío instante de la muerte por falta de atención médica? ¿Hasta dónde llega la extorsión de los comerciantes de la salud siquiátrica con los medicamentos que necesitan periódicamente estos pacientes? Por supuesto, las cuestiones anteriores exceden a la minificción. Tampoco esa es la intención discursiva de un dispositivo literario. Sin embargo, el texto mismo no escapa a la cosmovisión del mundo del autor, en tanto observador perspicaz de los procesos de la vida y de la muerte en sociedad.
El más breve microrrelato de este libro tal vez sea: Nota de la esposa suicida (pág. 47). En éste el sentido simbólico debe ser construido por el enunciatario, relacionando el enunciado con la rúbrica del enunciador. Es decir, Lucía es un sustantivo propio, pues es el nombre de la esposa. No obstante, desde una perspectiva fonomorfológica los lectores pudiesen recibir este micro como un pretérito imperfecto, por lo que la advertencia de que “Ya nunca más regresaré”, se explicaría en que ya no más “Lucía” sería su esposa, pues ha decidido cerrarle los ojos a la vida.
Ella lucía, ya no luce, puesto que su luz se ha extinguido. Desde la perspectiva de la gramática formal española, el pretérito perfecto simple “lució” es el más indicado para señalar que se trata de un pasado absoluto. No obstante, esta explicación lógica hubiese restado literalidad al relato, el cual no siempre opera motivado por una lógica ideal de la lengua, sino dentro del mundo psicológico y pragmático de la ficción.
Este libro completo constituye una auténtica obra artística. Desde su semiótica de portada es evidente la cuidadosa composición y diseño de las pinturas mitológicas que metaforizan cada aspecto de la cultura caribeña sobre la muerte. Los cincuenta y tres microrrelatos contenidos en esta obra se ilustran con sendos textos pictóricos, de modo que el contenido de este interesante libro propicia el diálogo entre el texto verbal y el texto no verbal.
En los dos restantes libros la brevedad ficcional es mucho más notoria, puesto que se trata en este caso de expresiones poéticas japonesas, mejor conocidas como haikus. En La mirada del náufrago (2019), los 82 haikus contenidos refieren a la observación cuidadosa de la realidad por parte del poeta. Bien lo afirma el poeta Basilio Belliard: “Este género literario es el producto de la observación directa al mundo por parte de poeta”.
Es un mirar que implica ver donde el común de los mortales no alcanza a ver. Incluye cuestiones naturales que no pasan desapercibidas a un poeta cuya sensibilidad estética se expresa a través de tres versos melódicos y armónicos capaz de transmitir mayor emoción que la que transmitiría un texto de cientos de páginas. “Nadie, sino el bosque, conoce la canción del haiku”, expresa Pedro Paulino.
El tercer libro, Laberinto de sombra (2019), emplea la metáfora de la sombra para producir bajo ese manto de oscuridad acciones circunscritas a la noche: oscuridad, sombra, susurros, soledad, brumas, ausencia, tumba, pesadilla, luciérnaga, nubes, desolación, entre otros. Los 76 haikus de este libro refieren a los elementos de la naturaleza como principal fuente de inspiración. Recrea la cultura bíblica hebrea, al idealizar sus relatos poéticamente para alcanzar en el narratario alguna reacción estética.
“Adán I: Falsa su inocencia, el primer hombre siempre quiso pecar” (p.27); “Nunca me importó el Edén, Eva misma era el paraíso” (Pág. 28).
Solo una de estas minificciones soporta teorizarías con capacidad de completar cientos de páginas con base en el universo de universos culturales a que refiere cada haiku, más que en los aspectos inmanentes al texto literario. En ese sentido, el crítico mexicano Lauro Zavala entiende que la brevedad de la escritura siempre ha ejercido un gran poder de seducción dentro de los textos breves que estudia. Por eso, en su investigación comprende, amén del haiku, el epigrama y la poesía fractal (Zavala, Lauro (2004). Cartografías del cuento y la minificción. México: Renacimiento iluminaciones. 367 pp.).
Es preciso felicitar al poeta y narrador Pedro de Jesús Paulino, y con él a todos los propulsores del minirrelato dominicano. No todos tenemos la facultad de poder expresar un universo cultural inmenso en tan solo tres o cuatro líneas; sobre todo, por el reto que ello implica. La capacidad de síntesis es una competencia que exige talento y dedicación. Cuando dicha competencia también busca suscitar el goce estético en los narratarios, la exigencia se multiplica.
Gracias al escritor Pedro de Jesús Paulino por haber puesto a disposición de la comunidad académica y estudiantil parte del producto de su ingenio como escritor literario. ¡Qué su prosa poética siga transformando el frío instante de la muerte en mejores días de vida!
Paulino, Pedro (2017) El frío instante de la muerte. RD: Búho. 141 pp.
Paulino, Pedro (2019) Laberinto de sombras. RD: Búho. 94 pp.
Paulino, Pedro (2019) La mirada del náufrago. RD: Búho. 97 pp.