“¿Ante quién o ante qué cosa, sin embargo, debe rendir cuentas la interpretación: ante el artista, ante el espectador, ante la obra de arte, o acaso… ante Dios?”.
Jakob Steinbrenner [1]
Desde el pasado 8 de octubre se exhibe en la Ciudad Colonial “Diseños de la Naturaleza” de Omar Paíno Perdomo. El guardajoyas de la muestra es la sala de la Fundación Taller Público “Silvano Lora”, que alberga esta colección de 24 fotografías positivadas en sepia, que se ha constituido en una trascendente exhibición por la aplicación en las manifestaciones del arte fotográfico de la técnica del lente del microscopio electrónico de barrido.
Omar Paíno Perdomo [2], el autor de “Diseños de la Naturaleza”, advertimos, sin ninguna duda, es el pionero en la República Dominicana de darle a su mirada singular, inquieta y escrutadora, un ojo avizor distinto al tradicional lente de la cámara convencional o digital, para proponernos otro manera de hacer más sensibles los valores del arte de fotografiar. Anteriormente, en nuestro país, no se tienen registros iconográficos, documentos ni testimonios de otro fotógrafo profesional nacional que haya ido al encuentro de esta técnica.
En tal sentido, valdría la pena que los críticos de cierta agudeza se aproximarán a conocer esta otra manera de mirar, que en toda la historia de la fotografía dominicana del siglo XX y de inicios del XXI representa una ruptura, un antes y un después, que ensayó Omar Paíno en el 2002, con su muestra “Asombros Visuales”, cuya curaduría fue realizada por la escritora, crítica de arte y literaria, Jeannette Miller.
Omar Paíno Perdomo en la Reserva Científica Ébano Verde. Octubre de 2010
Ahora, esta exposición me ha traído muchas inquietudes, seducciones, excitaciones de pensamientos, deslumbramientos ante estas imágenes de excepción, que crean sagazmente una ruptura conceptual en el boom del arte fotográfico que se ha ido desarrollado en nuestro país, puesto que cada fotografía de “Diseños de la Naturaleza” se ilustra (si se puede decir) a sí misma en sus significados, y al objeto a captar: la ultra estructura de la madera, para confrontar la idea tradicional de que una fotografía se hace un documento irrecusable cuando capta un instante, aun cuando Sören Kierkegaard ha expresado que: “Momento” es, en alemán (Augenblick=mirada de los ojos) una expresión figurada y, por tanto no es tan fácil tratar con ella” . [3]
Al observar la colección de fotografías microscópicas de “Diseños de la Naturaleza”, surge de nuevo la pregunta formulada por la especialista en pedagogía del arte del Goethe-Institut, Eva Scmitt, de “¿Cómo se mira el arte?”. Y, en nosotros -los espectadores- el cuestionamiento de qué dilemas de lo “humano, demasiado humano” de Nietzsche le quedan al arte por descubrir, saber o conocer, ya que el azar no es un simple porqué controvertido, un alivio para el pensar o una “buena fortuna” para evaluar lo que se pretende entender como invención irreflexiva o signos de lo espontáneo y temporal.
Las minorías deleitantes del arte siempre están divididas en su filosofía, estética y pasiones buscando hallar rupturas en las formas de expresión que asume el autor en su creación. Sin embargo, un intelecto diferente necesita abstraerse de esas minorías que piensan tener la sustancia de la verdad con argumentos donde, rara vez, se preocupan por aprender a contemplar aquello que surge de lo ya pre-existente, porque al parecer y al decir de los eruditos, nada es ya extraño a la esfera que habitamos. Todo existe en lo inmediato, en la alquimia de la realidad. El cambio es sólo un derroche del tiempo, porque ninguna quietud aparente es inmóvil.
Las minorías del arte tienen como ideal sobre-el-conocer a la metafísica. Aplauden las concepciones de la omnipotencia del artista, puesto que muchos creadores esperan que su residencia en el tiempo sea la trascendencia, y que su presente no se dificulte en alcanzar la validación o legitimidad de esa minoría. Entonces la “fama” adquiere un valor afectivo, y se va trazando con las huellas que trae la angustia de superarse a sí mismo.
De ahí, que cualquier reflexión sobre el objeto del arte, a veces, trae cambios en las ideas, puesto que las reflexiones se hacen para expurgar el esfuerzo de los otros, para formular preguntas sobre los juegos de la apariencia. En fin, son pretextos para conocer cómo las desiguales inteligencias representan los misterios que existen en el devenir, en esa media luminosidad de la existencia donde nuestros espíritus se asientan en lo indescifrable.
Entonces, me surge la pregunta: ¿Qué es en el arte lo indescifrable? Acaso, ¿la evocación de la memoria, la sensación de lo único, el desasosiego que soporta la vida de las cosas que se inventan, lo que procede de la excesiva profundidad de lo desconocido? No lo sé.
Sin embargo, quizás, sea posible que el artista, es la segunda mano que “toca” lo que se transmuta desde el origen, desde la creación primera, aquella que hizo de sí misma estallido, sorpresa, “pensar”, el caos para que las formas se opongan entre sí, para que “lo dado” convulsionara matemáticamente al ser sensible, al ser corpóreo, al ser incorpóreo de secuencias últimas, para desfallecer en la materia de lo Uno, en las formas que raptan a la primera mano lo que atribuimos al símbolo, a esa consciencia existente que es de él (del Uno), que es la indivisibilidad numérica que es sólo del mundo inteligible.
La muestra de Omar Paíno Perdomo, “Diseños de la Naturaleza”, con la temática de la ultra estructura de la madera, me lleva de regreso a reflexionar sobre ¿Cómo se puede observar el hálito de la vida que los ojos nuestros no perciben? ¿Qué permanece intacto, qué cantidad de partículas toman la forma de lo que habitamos, la forma de la armonía creada por la naturaleza (del fuego, del aire, de la tierra y del aire)? ¿Qué queda como fraccionamiento de lo indefinido en ese ser que creemos inerte (la madera), y que engendra un interior que ha convulsionado en siglos?
Para responder me digo a mí misma que, el ojo humano sólo mira lo visible, lo que gira alrededor de lo que contiene la tierra. Sólo mira las cosas creadas por las partículas tetraédricas, lo que originalmente no irrumpió aparentemente del vacío, de la nada, porque la conciencia (lo que asumimos como tal) mira la relativa relatividad de las cosas, pero no los infinitesimales puntos que componen a la materia.
“Diseños de la Naturaleza” me aproxima al árbol, que es materia visible, porque lo engendró el aire, el agua y la tierra, aparentemente, sin el fuego. El fuego se hizo su existencia separada. El elemento terroso lo hizo fortificarse con el éter; ser engendrador de un espíritu que evoluciona, de fuerza creadora que se abraza a la idea, que se hace materia, causa única de la fusión del agua y el aire.
El árbol es un engendrador de todo; tiene espiritualidad, porque es un ser que “piensa”, que rapta eslabones a la presencia de lo extraño; el árbol afirma que existe cuando la luz desbordante se queda contenida en sus hojas. El árbol es la suma de suma del Uno en el Todo.
Ninguna mirada de artista ha “imaginado” al árbol más allá del paisaje; no se ha compenetrado con las energías que hicieron de sí naturaleza corpórea; sólo ven de su cuerpo las formas, porque su mirada no puede desplegarse a su interior. Están –esas miradas– ausentes de los abismos que se afirmaron allí, de su materia desafiando lo súper inteligible que la metafísica del arte no ha tenido la oportunidad de agotar en sus preguntas.
Omar Paíno Perdomo desde niño ha aprendido a mirar al árbol, y en especial, a mirar a la madera, para que el espíritu del árbol no quedara sin claridad alguna por los siglos de los siglos; porque percibió que la historia del árbol sólo ha estado ligada al derrumbe de sus troncos, al castigo de las miserias que trae la caída. Descubrió Omar, que la razón divina habita en el árbol imperecederamente, y tiene la aspiración de que se despierte su interior, sus fuerzas alentadoras, indecisas entre el contacto del aire, el agua y la tierra.
¿Por qué hace Omar Paíno Perdomo esta muestra “Diseños de la Naturaleza”? Porque el ser humano lleva siglos haciendo con el árbol sus tumbas “definitivas”, y toma la madera del árbol para encerrarse en el devenir; la madera es el símbolo de su cautividad en la tierra, puesto que la caída del árbol es como su caída: ambos quedan inertes, secos, pero con sucesores que prolongan su mudanza de individualidades temporales.
Nadie ha jurado arrepentirse por haber derribado a un árbol, y menos posible será, porque los taladores del árbol desconocen que la madera nos comunica los diseños en la naturaleza de lo absoluto incomunicable, como otro testamento de muerte que no se advierte.
Y, allí está el misterio de la “magistra vitae”: la duración del arte de esa primera mano (la naturaleza) distinta a la segunda mano (del ser humano) en dejar sus huellas en un ser que se hace fuerte, duro, que es víctima al igual que el otro de la caída, pero que alcanza a vivir siglos, a diferencia del humano. Vivir junto a un árbol es el mejor mundo que podemos tener; pero lasegunda mano es su terrible adversaria: Le desprende sus envolturas, y derrumba la majestad de su vida.
El ojo avizor de Omar Paíno ha ido viajando por décadas, para llegar al encuentro de descubrir cómo se manifiesta la fuerza de creación de la naturaleza en el árbol caído, para ver el ámbito de las conjugaciones de la diversidad de sus formas, donde el tiempo hizo silencios, largos silencios de siglos. Su mirada sólo ha hecho posible abrir el enigma, de deslegitimizar la idea de que el lenguaje simbólico es sólo una manifestación de lo humano. Su ojo avizor captó en “Diseños de la Naturaleza” distintos performances de la naturaleza, su arte procesual, en la ultra estructura de la madera sin mediación de la segunda mano.
Este es un aporte indiscutible del investigador y científico dominicano a las artes y a la pedagogía de la enseñanza del arte, y a la curaduría de las obras, para que se asuman nuevas perspectivas valorativas, y se terminen las urgencias de muchos de sentirse “creador” o “artista” a flor de piel. Tal vez, pueda decirse que esta técnica aportada por Omar Paíno, a través de la fotografía microscópica, permita que aflore una renovación en el modo de ver los “expertos”, y el espectador al cual hace referencia Jakob Steinbrenner, que aunque existen tradiciones inamovibles en el pensar, hay otras que se derrumban por las transformaciones ocultas que no conocemos suceden en la naturaleza.
Recordemos que cada colección de museo narra el alcance de la experiencia sensorial y el imaginario de las personas que tienen en común comunicar cómo participan y han participado de sus conflictos interiores y autocuestionamientos de sus capacidades para elaborar una obra que exprese o manifieste su manera de vincularse con el mundo.
Estas fotografías microscópicas de Omar Paíno, hacen irresistible no afirmar que el espíritu de Dios ha estado allí por siempre, en la naturaleza, porque la madera cuenta ese mundo emanado de su espíritu, y de un espíritu perecedero a lo humano porque el árbol es anterior a nosotros.
Omar Paíno explora en “Diseños de la Naturaleza” el alma del árbol caído: la madera, su estructura no visible a simple vista, y cómo la voluntad de su espíritu se manifiesta; cómo existe lejos de los ojos convencionales, de la mirada, sin obligarse a nada, sólo al movimiento, a lo que empieza con él, a lo que le precede: la evolución, la evolución de larga duración, las figuraciones del Verbo, y cómo habla desde las cosas finitas el Verbo, porque nunca hubo ni existe en la eternidad inacción, puesto que en la estructura de madera está una muestra de cómo preexiste el Verbo, después del fuego.
Allí, en ese reino llamado plantae, miramos que la naturaleza es racional, que sólo padece de extravío lo humano. Allí está una visión de la creación, una visión de la creación escondida al ojo, que revela que no existe materia sin idea, porque el espíritu rodea a todas las materias. Esto es lo que demuestra “Diseños de la Naturaleza” del investigador dominicano pionero en la fotografía microscópica, Omar Paíno Perdomo.
De ahí, que es una mentira oficiosa creer que en el arte, en la metafísica soberana de encuentro de los contrarios, hemos visto todo; aun hay espacios de puntos libres por descubrir y conquistar, ilusiones de la voluntad del agua, del aire y de la tierra, que preceden a la voluntad humana, y es esa voluntad desconocida que nos conduce a especular, a preguntar de dónde viene este aliento que se refugia en la estructura de la madera, que Omar Paíno muestra como una evidencia de la mediación de la naturaleza para que la existencia misma, dé un término al ser.
Juan Scoto Erígenes, en 1685, buscó aproximarse a “Dios o la Naturaleza increada y creadora” en su obra De divisione naturoe. Y, en efecto como ha escribo Alfred Weber, “la palabranaturaleza abraza la totalidad de las existencias”.
En esa íntima naturaleza de la madera estuvo la fuerza de la vida por venir, la fuerza viva de los círculos, un eterno actuar de las causas primeras y de las causas últimas del día y de la noche. Omar Paíno revela que él existe (el árbol) por la Trinidad del aire, el agua y la tierra, y los diseños de la naturaleza en la estructura de la madera son la expresión de ideas de Dios, y de su existencia, que en esencia trasciende todo razonamiento sobre el animus sive spiritus.
Contemplar, cual trompe d´oeil, con la fidelidad que permite el microscopio de barrido lo que atestiguan estos “Diseños de la Naturaleza” de las futilidades del tiempo, es una manera de emanciparnos de esa cotidianidad destructiva que no repara en continuar arrasando con los árboles que se multiplicaron sobre esta Isla cuando el fuego dormía. Ahora, no sólo el fuego despierta; despierta constantemente la segunda mano, y acaba sin remordimientos con los árboles.
Omar Paíno me ha conversado que llegará el día, en que en los museos satelitales que se construirán orbitando la tierra y otros mundos, sólo encontremos mención virtual sobre los árboles, y quizás conservadas en depósitos subterráneos fibras de madera, para que el mundo recuerde cómo fue la naturaleza, el mundo boscoso, donde alguna vez habitamos.
“Diseños de la Naturaleza” es una muestra reflexiva, y para la reflexión en torno a los bosques y las especies maderales endémicas de la Isla La Hispaniola. Muchas de estas especies han sido sustituidas indiscriminadamente por otras foráneas. La caída/tala de los árboles ha ido extirpando aceleradamente a la vida vegetal el agua, el aire, y la tierra. El fuego deviene en ellos no como metafísica de creación, sino como metafísica de destrucción.
Luego de observar esta magnífica exposición, creo que ahora más que nunca, se hace imprescindible aproximarnos a una filosofía del arte, que no es necesariamente elaborar un canon de interpretación ni un catálogo de conceptos para razonar. La filosofía del arte –a mi modo de ver- surge por sí sola cuando intentamos dar respuestas sobre lo que “ocurre” cuando nuestros sentidos se “acercan” a otras identidades.
Omar Paíno Perdomo es un explorador, el científico fundacional en nuestro país para conocer esas otras identidades. Estudió en Frankfurt am Main filosofía de la vida, para ir al encuentro de identidades, de significados trans-sensoriales, trans-visibles, trans-figurativos y trans- enigmáticos. La mediación para su mirada expositiva es el lente del microscopio de barrido, que nos permite observar esa filosofía de la naturaleza de crear estructuras circulares abiertas y figuraciones en la madera, que guarda escondida como una metáfora inédita lo que “es”: la presencia de Dios.
NOTA
[1] Jakob Steinbrenner “¿Se puede entender el arte?” en Humboldt No. 156 (Año 52, 2011):38.
[2] Omar Paíno Perdomo (Santo Domingo, 1972) biólogo, micólogo, científico, ambientalista, investigador y restaurador de piezas mobiliarias antiguas, pionero en la República Dominicana en usar en las manifestaciones del arte fotográfico la técnica del lente del Microscopio Electrónico de Barrido, presenta con el aval institucional de la firma internacional procesadora de maderaL. Debus & Söhne, con sede en Münzenberg, Alemania, su II Exposición Individual titulada “Diseños de la Naturaleza”, una colección de 24 fotografías en dimensiones 14” x 16”, positivadas en sepia.