Lunes 27 de septiembre de 1965, 10:15 de la mañana. Todo parecía normal en una ciudad que renacía de la guerra, a tres semanas de la instalación del gobierno provisional del doctor Héctor García Godoy. Terminaba la Revolución de Abril, sin embargo, una apretada agenda política quedaba en el tapete, residuo de las negociaciones, siendo los temas más tensos los relacionados con la reintegración de los militares constitucionalistas a sus cuarteles, y la salida del país de los principales oficiales de las Fuerzas Armadas que se habían enfrentados en la contienda armada.
La mañana parecía tranquila, pero todos sabían que no lo estaba. En las dos semanas anteriores los estudiantes de las escuelas y liceos públicos se movilizaron por las calles y frente a los planteles escolares todavía ocupados por los soldados extranjeros de las Fuerza Interamericana de Paz. Era necesaria la desocupación para que los jóvenes regresaran a sus clases. La tranquilidad resultaba ficticia, mientras el gobierno provisional asumía el control del país en medio de rumores de que los militares “reaccionarios” contrarios a los “rebeldes de Ciudad Nueva”, planificaban un golpe de Estado contra el doctor Héctor García Godoy. La revista “Ahora!” que circuló en aquellos días, reseñó el panorama de la última semana de septiembre de 1965, cuando aun los soldados norteamericanos patrullaban la Capital y las principales ciudades del país:
1) Proliferación de rumores relacionados con los preparativos de un supuesto golpe de Estado contra el gobierno provisional; 2) La ocupación militar de Radio Santo Domingo Televisión, obligando a que la estación suspendiera la programación; 3) El asesinato a sangre fría de un estudiante a manos de un soldado, mientras se encontraba frente al Palacio Nacional, y 4) El discurso del doctor Héctor García Godoy censurando este crimen y llamando al orden.
“LO HICE PORQUE ME ESTABA AGITANDO”, así justificó el policía Antonio Cuevas Pérez la muerte del estudiante de 17 años. En la mañana del trágico lunes se sentían los preparativos de la protesta que horas después debía comenzar. Los estudiantes de las escuelas que no estaban ocupadas por los norteamericanos, marcaban la impaciencia de los organizadores que a media mañana debían dirigir los convocados hacia al Palacio Presidencial para presionar y gestionar una entrevista con el presidente García Godoy. A las diez marcharon desde los liceos y escuelas Estados Unidos de América, Salome Ureña, Brasil, Chile, Perú, Panamá del Ensanche Ozama y Unión Panamericana. Este último Liceo, que para entonces estaba ubicado en el edifico de lo que hoy se conoce como Museo de Historia y Geografía, estaba muy cerca del Palacio en la avenida México. Era la cuarta protesta estudiantil de aquel mes, y del “Panamericano” salió el joven Pedro Tirado Calcaño, camino hacia la muerte.
La verdad que aquel era un día cargado de tensiones. Ese lunes con el que se iniciaba la semana, la ciudad se sentía todavía marcada por la efervescencia revolucionaria, tal vez presagio de que muy pronto, un adolescente de 17 años perdería la vida a manos de un policía-militar, que solo entendía el método de disparar. El periódico “La Nación” que había estado en manos del gobierno constitucionalistas de Francisco A. Caamaño, durante la Guerra Patria, pero que circulaba precariamente en horas de la tarde, trajo la trágica noticia en su página principal:
“ESTUDIANTES MONTAN PIQUETE; UNO MUERE DE UN BALAZO: El joven estudiante fue muerto a tiros por uno de los guardias del Palacio Nacional, mientras otros dos o trescientos de sus compañeros exigían el abandono de los locales escolares ocupados por la Fuerza Interamericana de Paz. El lamentable incidente se produjo minutos después que una comisión de cuatro estudiantes fue conducida al interior de la casa de gobierno para ser recibida por el Presidente Provisional, en la mañana de hoy”.
“El estudiante muerto Pedro Tirado Calcaño del Liceo Unión Panamericana, era parte de un grupo que en presencia de varios periodistas extranjeros estuvo lanzando consignas de “Fuera los Yanquis de Quisqueya” y otros afines. Algunos oficiales de la guardia presidencial ordenaron al grupo de manifestantes retirarse de la puerta que da acceso al Palacio Nacional por la calle Pedro Henríquez Ureña. Al desplazarse en dirección de la Doctor Delgado, en tanto repetían las consignas acompañadas de voces como: “Asesinos…genocidas…etc.” Los militares les exigían retirarse de las verjas. El autor del disparo, quien portaba un fusil Máuser, no pudo ser identificado, no obstante habérselo solicitado a uno de los oficiales. El estudiante fue recogido por varios de sus compañeros en interés de trasladarle al más próximo centro médico, resultando inútil ese esfuerzo. El cadáver del joven Calcaño, que presentaba una herida de bala con orificio de entrada por la espalda, fue llevado a la morgue de la Clínica Internacional en donde fue examinado por los médicos destacados allí. El autor de la muerte del estudiante dijo a un oficial que le interrogó al respecto: “lo hice porque me estaba agitando”.
El lamentable hecho de sangre fue reseñado por la revista “Ahora!” del 3 de octubre de 1965 y en sus páginas aparecieron las primeras fotos del alevoso crimen. También el periódico “New York Post”, cuyos periodistas estuvieron cubriendo la protesta, trajo imágenes en la que se ve el policía disparando mientras el joven con sus manos levantada y de espalda va cayendo herido de muerte en medio de sus compañeros escolares. El dialogo que activó el gatillo alegre del policía Militar Antonio Cuevas Pérez, como lo narra un periódico, fue el siguiente:
“Tu me torturaste una vez”, dijo Tirado Calcaño. –Y ahora te mato, si te pones en el medio, le contestó Cuevas Pérez. –Pues mátame, ripostó Tirado Calcaño, al tiempo que le daba la espalda y alzaba ambas manos. Cuevas Pérez, acostumbrado—al igual que los demás genocidas—a matar gente desarmada, sobó su rifle, apuntó y disparó un solo tiro que fulminó la vida de Tirado Calcaño”. Así lo contó el periódico “Patria” del 2 de octubre de 1965.
El incidente sangriento obligó a que el presidente provisional de la Republica se dirigiera al país, con el fin de llamar a la población para que mantuviera la calma, prometiendo tomar las medidas para que el hecho no quedara impune: “En el caso del estudiante muerto—escribió la revista Ahora!—el presidente provisional estuvo “claro”, como se dice por ahí. Dijo en su discurso que se tomarían medidas para controlar los excesos de poder de algunos militares y se refirió de modo especial a los incidentes sangrientos con motivo de la llegada del ex presidente constitucional, Juan Bosch”, quien regresó al país el sábado 24 de septiembre.
De lo que pasó esa mañana frente al Palacio, resulta importantísimo el testimonio del periodista Chino Bujosa, uno de los líderes estudiantiles presentes en la protesta donde perdió la vida Pedro Tirado Calcaño. El Chino, al comentar una nota que yo había publicado por sugerencia de Olga Melo sobre aquel crimen durante el gobierno de Godoy, escribió el siguiente testimonio:
“Yo estuve en esa manifestación”:
“Como líder de la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER) fui escogido en una Comisión integrada por un estudiante de la Juventud Revolucionaria Cristiana (JRC) de nombre “Vargas Vila” y una joven del Liceo Estados Unidos de América. Ya en el despacho del Presidente Provisional Héctor García Godoy le plantee las demandas del estudiantado consistentes en la salida inmediata de las tropas yanquis de los planteles públicos y del país y la reapertura del año escolar.
El encuentro con el mandatario para mí fue muy frustratorio pues “Vargas Vila” y la joven cuando yo terminé de plantear las referidas demandas lo que hicieron fue pedirles trabajos, viviendas y otras canonjías. Tan pronto ello ocurrió me paré de la silla y de manera enérgica le dije al mandatario que nosotros—la Comisión—no había sido escogida para pedirle nada personal al Presidente sino demandas del estudiantado. Inmediatamente me retiré acusando a los referidos comisionados de traidores.
Me dirigí a los manifestantes que estaban acalorados y agitados por los efectos de un sol radiante. Al subirme en la verja del Palacio, que da a la calle Méjico, lateral a la puerta, arengué a los estudiantes sobre los resultados de la gestión de la Comisión, a la vez para denunciar a los que se atrevieron de forma aviesa a aprovechar el encuentro con el Mandatario para pedir canonjías personales.
Mientras estaba hablándoles a los estudiantes, el joven Pedro Tirado Calcaño, colocado frente a la verja celosamente vigilada por tropas del Ejército, del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA) y la Policía Militar, entró en discusión acalorada con el Policía Antonio Cuevas. Escuché y vi cuando Calcaño se colocó de espalda al policía y le decía “dispara, dispara asesino”, escuchándose de inmediato el disparo mortal.
Ante el hecho, y amenazado por los guardias y policías de repetir la acción, bajé de la verja y fui de los que con Otto Pichirilo, Defillo, Ramoncito Martínez, Pedro Lora y otros líderes estudiantiles de la UER levantamos el cadáver que presentaba un impacto con entrada en la espalda y salida frontal cerca del corazón. Cargamos el cadáver y en brazos recorrimos la calle Méjico y al llegar a la Avenida Duarte en dirección norte, encontramos a los gringos acantonados en el “cordón de seguridad” colocados en forma de combate. Esa agresiva postura de la soldadesca yanquis no detuvo la marcha fúnebre de los estudiantes quienes desafiando a los yanquis cruzaron el cordón de seguridad con el cadáver en dirección a su residencia donde se realizaría su velatorio.
Durante todo el tiempo solo se escuchaba un grito !Fuera Yanquis! !Policía Asesina!! ! Salida de las tropas yanquis de los planteles escolares! Cruzamos el cordón a pesar de la oposición de los invasores y así terminó este triste episodio y como siempre el crimen quedó impune a pesar de que se identificó al Policía Militar victimario”. (Testimonio del periodista José Bujosa Mieses).
Es justo resaltar este hecho que le costó la vida a Pedro Tirado Calcaño, para cuando se escriba la historia del Movimiento estudiantil dominicano, se recuerde que aquel adolescente de 17 años también ofrendó su vida por la libertad, la soberanía y la educación del pueblo dominicano. Está prohibido ovlidar!
(En este artículo fueron utilizados como fuentes, además del testimonio de José Bujosa Mieses, las siguientes publicaciones: “Estudiantes montan piquete; “uno muere de un balazo”, La Nación, 27 de septiembre de 1965; “Asesinato de estudiante”, Patria, 2 de octubre de 1965; “La Semana dominicana”, revista Ahora!, 3 de octubre 1965).