Desde muy temprano, iniciado el régimen de Rafael L. Trujillo, el mandatario dio signos de querer permanecer en la presidencia más allá del período para el que fue electo (1930-1934), lo que provocó disidencias a lo interno de las fuerzas que los acompañaron en el golpe de Estado contra Horacio Vásquez y activó sectores civiles y militares que intentaron impedir sus propósitos continuistas.*
El Cibao y la línea noroeste fueron, por varios años, las regiones del país que más se resintieron con el advenimiento de la dictadura de Trujillo, tanto por haber sido afectadas sustancialmente por la crisis económica, como por ser donde se fraguaron más intentos insurreccionales. Los planes encabezados por Desiderio Arias y Cipriano Bencosme, así como las conspiraciones para dar muerte al presidente en Santiago y en la Capital, repercutieron en las referidas zonas.
Las dificultades del mandatario con Rafael Estrella Ureña y Desiderio Arias, así como un visible descontento en “la Línea”, hicieron que este se trasladara en más de una ocasión a los pueblos de Mao y Santiago, con el fin de apaciguar los ánimos, debilitar el prestigio del líder del Partido Republicano, de Estrella Ureña y aniquilar los remanentes de las fuerzas del Partido Liberal de Desiderio Arias.
Trujillo en afanes reeleccionistas
En el mes de febrero de 1931, Trujillo instaló por primera vez la sede del gobierno a Santiago con el fin aparente de “observar directamente las causas determinantes de la crisis, económica que agobia (…) a la importante región del Cibao”, (1) en la que el mandatario era prácticamente un desconocido. A fuerza de permanecer por semanas en esa ciudad, este trató de cambiar la percepción de que era regionalista llegando a negarlo en uno de sus discursos en abril de 1931, cuando dijo: “Yo no soy ni podré ser jamás regionalista. El regionalismo es para mí como un banderín de discordia entre la familia dominicana.(2)
Pero las dificultades que se generaban en el Cibao hicieron que todavía en enero de 1933 los seguidores del dictador se mantuvieran insistiendo en el tema del regionalismo, como escribió Daniel Henríquez en el periódico La Opinión: “Sin desatender en lo justo y merecido otras regiones, el Presidente ha reconcentrado su atención en las regiones cibaeñas. Si el Cibao es el alma espiritual de la Patria, Santiago es el corazón de la región cibaeña. Es pues, la residencia lógica del Gobierno Nacional. (…). Allí está ahora el presidente Trujillo, (…), él, gobernante exento de prejuicios regionalistas”.(3)
Los recorridos de Trujillo por las diferentes provincias del país se generalizaron en la medida en que se acercaban las elecciones de 1934, insistiendo en mostrar su interés en perpetuarse como gobernante más allá de ese año.
Su presencia en las “revistas cívicas” celebradas en los principales pueblos a partir de 1932, que eran la punta de lanza de la campana reeleccionista, sirvió para afianzar su régimen, especialmente en el sector de los campesinos. Sus visitas al Cibao y a las regiones del Sur y del Este no fueron de descanso ni de recreo sino “viajes de trabajo y de consolidación política” y cuando detectaba situaciones de inconformidad que podían afectar la estabilidad y sus planes para permanecer en el gobierno, entonces trasladaba la sede del Poder Ejecutivo a las principales ciudades y tomaba las medidas que pusieran fin a la situación.
Por esa razón, el presidente trasladó la sede del Poder Ejecutivo en reiteradas ocasiones a la ciudad de Santiago: en 1931, 1932, 1933, y 1934. Igual lo hizo, y permaneció por varios días en San José de las Matas en 1932; Puerto Plata 1933; San Francisco de Macorís 1933; San Pedro de Macorís 1933; Barahona 1933; el Seibo 1933 y San Cristóbal en 1934. Después de la repostulación de 1934 los cambios de residencias del gobierno cesaron, lo que demuestra que las “revistas cívicas” y los viajes a los pueblos fueron partes de una estrategia política con miras a permanecer en el poder, y la reelección fue la vía inmediata para logarlo.
Las condiciones requeridas para continuar gobernando se fueron consolidando en la medida en que el país fue saliendo de la coyuntura económica de la depresión mundial y desaparecieron del escenario los opositores, que habían sido asesinados o exiliados. Los demás se integraron al régimen y cuando no, optaron por mantenerse alejados de la política.
Las revistas cívicas
El interés puesto por Rafael L. Trujillo para ser reelecto en las elecciones de mayo de 1934 se hizo evidente en los últimos meses de 1932, cuando ya el régimen se había consolidado a través de la utilización de los mecanismos represivos del Ejército, el Congreso y la Junta Central Electoral; habían sido disueltos los partidos políticos, perseguidos, asesinados o exiliados los líderes opositores y se fundó un partido único vinculado intrínsecamente al Estado, que puso a su servicio, por decisión propia o por presión, los medios de comunicación. Además, Trujillo mantenía buenas relaciones con los Estados Unidos; aun así, todavía existían grupos dispersos, remanentes de los partidos Nacional (horacista), Progresista (velazquista), Liberal y Republicano, así como jóvenes revolucionarios y sectores minoritarios dentro del ejército que intentaron oponerse al proyecto continuista.
Los dos principales mecanismos propagandísticos para Trujillo imponer su reelección fueron las “revistas cívicas” y “la encuesta”. La prédica que justificaba su permanencia en el poder era la de “cumplir el programa que no había podido desarrollarse del todo, por circunstancias adversas y al margen de la voluntad personal”.(4).
En el caso de la organización de las “revistas cívicas”, el Partido Dominicano (PD) presionaba a los habitantes de las ciudades y municipios para que asistieran a las multitudinarias manifestaciones; pero también se utilizaban practicas clientelistas, como las de anunciar por la prensa que en los mítines se entregarían “sementales”, instrumentos agrícolas y otros regalos, para de esa forma garantizar una concurrida asistencia. El partido mantenía vigilancia contra los que no se presentaban a las reuniones, los que eran tenidos como indiferentes o desafectos a régimen.(5)
Estas actividades se organizaban bajo control y “cooperación” del PD y con “el patrocinio de diversos núcleos de la ciudadanía, se celebraron en diferentes lugares del país revistas de carácter político, en los cuales los participantes expresaron, una vez más, su incondicional adhesión a la persona y a la política del ilustre Padre de la Patria Nueva”.(6)
En agosto de 1932, en discurso pronunciado en el acto en que era celebrado el primer año de la fundación del Partido Dominicano, Trujillo juró ante los presentes que no buscaría ser reelegido. El periódico La Opinión publicó la información de que en un discurso en Azua también declaró: “El principio de la no reelección, que cada día parece tener mayor ambiente en la conciencia pública, se aviene a mi ética de gobernante y yo sabré sostenerlo con la firmeza de mis profundas convicciones”;(7) pero de inmediato se comenzaron a organizar en todos los pueblos del país las llamadas “revistas cívicas”, que se prolongaron hasta más allá de 1934, y comenzó a dar muestras de que sus intenciones eran todo lo contrario.
Estas “revistas”, en las que siempre estaba presente el jefe absoluto del Partido Dominicano, consistían en actos públicos organizados por el gobierno y el partido a los que concurrían principalmente funcionarios civiles y militares, campesinos, empleados y gente del pueblo. y en las que el gobierno promovía su política asistencialista, mostraba el apoyo popular con que decía contar y de paso proclamaba la necesidad de mantener a Trujillo en el gobierno.(8) En ellas se exigía la comparecencia de los “adversarios arrepentidos, con propósitos de educación de las masas. Se metió en cintura a los notables, obligados a inclinarse y como una demostración de fuerza que se proyectó más allá de las elecciones de 1934”. (9)
Con esos mítines o “revistas”, narra Juan Isidro Jimenes Grullón, el gobierno logró “acrecentar la ficción del respaldo popular a su obra”. Más adelante, el historiador describe la forma en que las personas de los pueblos eran obligados a estar presentes en los masivos actos políticos:
“A diario se le hacían nuevas demandas de adhesión al pueblo, que se veía forzado a asistir a revistas y reuniones donde los oradores oficiales extremaban el ditirambo al régimen. Su forzada asistencia a esos actos fue aviesamente interpretada como manifestación de solidaridad. Y no se detuvieron ahí los pasos…Acólitos y bufones de la tiranía visitaban y visitan los hogares para arrancar del jefe de familia, de los hijos y del servicio, fantásticos elogios a aquel “gobierno de honradez y orden, y a la ilustre persona del Generalísimo Doctor Trujillo, salvador y benefactor de la Patria”.(10)
Esas actividades masivas, aunque coercitivas, eran parte de la estrategia del presidente para aplacar los posibles planes que podrían estar elaborando los antiguos seguidores de Desiderio Arias, Rafael Estrella Ureña, Federico Velázquez, y Horacio Vásquez. Resulta sintomático que las primeras dos de ellas fueran celebradas en Mao, el 17 de noviembre, y en Río Verde, cerca de La Vega, el 18 de diciembre de 1932. En mayo de 1933 Trujillo permaneció durante ocho días en de San Pedro de Macorís, solo con el objetivo de participar en la concentración de campesinos en esa ciudad, pero en especial para apuntalar sus relaciones con las personas y sectores más importantes de la región oriental.
Una “revista” para imponer el continuismo
Se tienen como las primeras revistas celebradas, las de Mao el 17 de noviembre de 1932, como respuesta al descontento existente en esa zona del país, y la desarrollada en Sabana de San Lorenzo, localidad perteneciente a Río Verde, provincia La Vega, el domingo 18 de diciembre de 1932. En esa ocasión se reunieron unas 12 mil personas que se presentaron al punto de encuentro viajando desde Santiago, Moca, San Francisco de Macorís y La Vega. El objetivo de la reunión era el de “reclamar” al mandatario, que estuvo presente en el acto con todos sus funcionarios civiles y militares, que aceptara presentarse a la reelección en las elecciones de mayo de 1934.(11)
Posteriormente y hasta 1936, estas revistas, que siempre eran celebradas los domingos, se estuvieron repitiendo en todas las ciudades y en los más importantes municipios de la República: el 21 de enero de 1933 en Santiago; el 12 de marzo en Santo Domingo, el 30 de abril en San Pedro de Macorís, y el 20 de diciembre en Azua. Estos encuentros se repitieron de manera permanente hasta llegado el día de las elecciones y un poco más allá.
En las votaciones de mayo de 1934, Trujillo participó y “triunfó” como único candidato en presentarse al certamen electoral, acompañado de Jacinto Bienvenido Peynado, electo a la vicepresidencia. Pasadas las elecciones, de inmediato el Partido Dominicano reinició las “revistas” y un día antes de la fecha de la nueva juramentación, el 15 de agosto de 1934, tuvo lugar una de esas actividades con el fin de solicitar al presidente que aceptara desde ese mismo día ser candidato a la reelección para el período 1938-1934.(12)
Nuevas “revistas” se iniciaron comenzando por la provincia del Seibo el 29 de septiembre de 1934, pero rápidamente se focalizaron en parajes y municipios menos importantes, en los que todavía no se habían organizados ese tipo de eventos, disfrazándolas de reuniones para resolver problemas de las comunidades. Esto permitía que el Partido Dominicano tuviera un mayor control de la población y de todo lo que sucedía en los lugares escogidos.
Los encuentros se mantuvieron hasta los últimos años de la dictadura, aunque fueron paulatinamente cambiando de nombres: el 13 de enero de 1935 se efectuó uno de los señalados encuentros en Laguna Salada con la presencia de Trujillo; en 1936 se organizó la “revista militar” en la comunidad de Palenque. En ese año también se iniciaron las “revistas agrícolas”; en 1938 estas cambiaron su nombre por el de “revistas políticas”, y a partir de 1939 se repitieron como “revistas agro-políticas”. Desde ese año en adelante, ese último nombre fue el que prevaleció.
Méritos por organizar revistas
Por otro lado, la participación en las referidas actividades, especialmente cuando se tomaba parte en la organización de las mismas, permitía que algunas personas utilizaran su cooperación para presentarse ante el gobernante con los méritos suficientes para que se le tuviera como persona de confianza, tal y como pasó con el señor Fabián Matos, residente del Hatico (población conocida luego como Tamayo), quien escribió una carta a Trujillo, fechada 28 de febrero de 1934, y en la que decía entre otras cosas, que tanto su voluntad como su corazón lo había “puesto al servicio de su Gobierno; un resumen exacto puede dárselo al Gobierno el Sr. Jaime Mota, hijo, y el Coronel Leoncio Blanco, quienes en las Revistas Cívicas que se celebraron en Duvergé y San Juan, notaron de cerca la cantidad de amigos que pude reunir para que concurrieran a dichas Revistas”.(13)
Crónica de una manifestación reeleccionista
La prensa dominicana de entonces, especialmente los periódicos La Información de Santiago; La opinión y el Listín Diario de Santo Domingo, dieron amplia cobertura a la participación del mandatario y sus más importantes colaboradores civiles y militares en la revista cívica celebrada en de Río Verde, provincia La Vega, el domingo 18 de diciembre de 1932.
La reseña periodística del Listín Diario, con el título “Más de doce mil personas concurrieron ayer a la gran Revista Cívica de Rio Verde”, destacó de manera pormenorizada los detalles del evento, que tuvo lugar en la sabana de San Lorenzo, donde se levantó un “Arco de Triunfo” en el que se leía “vivas al presidente Trujillo”. Todo el lugar estaba adornado con banderas dominicanas y guirnaldas, y se levantaron enramadas formando dos amplias calles, que fueron ocupadas por la comitiva de más de dos mil hombres, que viajó desde Santiago acompañando al presidente. Desde una tarima preparada para la ocasión, unos 15 oradores, entre ellos Max Henríquez Ureña, Arturo Logroño, Cesar Pina Barinas, Tomas Hernández Franco, Paino Pichardo hicieron uso de la palabra, para pedir a Trujillo que aceptara la reelección para el período 1934-1938.
Terminado el evento, se sirvió un almuerzo con sancocho, lechón asado, frutas y cervezas. Dos orquestas amenizaron el evento, se repartieron hojas sueltas con consignas y fotografías de Trujillo, mientras dos aviadores realizaban una demostración aérea: el mayor Aníbal Vallejo y el capitán Félix Miranda, “describieron difíciles espirales e imitaron vuelo de las golondrinas en intentos de besar la superficie de la tierra”.
La concentración fue aprovechada para promover la continuidad de Trujillo como presidente y se repartió, de manera masiva, la “cartilla cívica”, que en ese año comenzó a circular, como instrumento ideológico, conteniendo un texto disfrazado de patriotismo en el que se exaltaba la figura del mandatario, las bondades de su régimen y la obligación de los dominicanos en apoyar y colaborar con su gobierno.
Tal y como lo reseña el periódico Listín Diario del 19 de diciembre de 1932:
“A toda aquella enorme muchedumbre le fue obsequiada por una profusa distribución, una cantidad considerable de la Cartilla Cívica que hace pocos días hizo imprimir el Gral. Trujillo para la difusión entre las masas rurales, de las ideas básicas en que descansa la nacionalidad y la patria y que son poderoso estímulo al cumplimiento de los deberes ciudadanos”.
“Como nota simpática, se observó que cada uno de los concurrentes a aquella gran asamblea ostentaba en la solapa o en el pecho un botón con el retrato del Presidente Trujillo”.
Encuesta y manipulación reeleccionista
Habiendo Trujillo prometido en público que no estaba pensando en la reelección, se comenzó la táctica engañosa de señalar nombres, especialmente de personas que antes participaron en política pero que ya no mostraban interés de proponerse como candidatos y menos para enfrentar al presidente y jefe del ejército. Con ese fin, el periódico La Opinión trajo la noticia de primera página, el 31 de marzo de 1933, de que el general Horacio Vásquez, quien había regresado al país, lanzaría su candidatura para 1934: “si el Presidente Trujillo no va a la reelección” y que el señor Luis Ginebra, en Puerto Plata, había comenzado a laborar en ese sentido;(14) pero inmediatamente después, tanto Horacio Vásquez como Ginebra desmintieron la información.
En otra ocasión se publicó un listado de los posibles aspirantes a la presidencia en el que aparecían personas sospechosas de ser discretos oposicionistas: Gustavo A. Díaz, José del C. Ramírez, Luis Felipe Vidal, Rafael Espaillat, Martín de Moya, Andrés Pastoriza, Juan Bautista Vicini Burgos, Elías Brache, Teófilo Hernández, Ramón de Lara y Alfredo Ricart Olives; pero todos aclararon que ellos no estaban en actividades políticas.
Se pasó entonces a la “encuesta”, que tuvo amplia promoción en los medios de comunicación a mediados de marzo de 1933, hecha por el odontólogo José Enrique Aybar, quien preguntó a unas 150 personas, leales y desafectas al régimen “si no consideraban lo mismo que él, que esas ‘revistas cívicas’ habían sido un exponente claro y categórico de la voluntad del pueblo dominicano para que Trujillo continuara en el poder de 1934 a 1938, y si no sería propio que la Junta Central Electoral declarara a Trujillo electo Presidente para el próximo período, economizándose así los gastos de unas nuevas e inútiles elecciones”.(15) Para de esa forma, decía el odontólogo Aybar, darle al presidente el tiempo indispensable “para concluir el vasto plan de reconstrucción nacional que ha puesto en vías de ejecución”.
A partir de ese momento se abrió un supuesto debate en la prensa dominicana, en el que solo dos personas plantearon su oposición a que así fuera: el doctor Ramón de Lara y el abogado Eduardo Vicioso, profesores de la Universidad de Santo Domingo. Los dos fueron apresados y llevados a la cárcel de Nigua, acusados de ser enemigos del régimen.
En abril de 1933 Rafael L. Trujillo declaró a los periódicos que él estaba leyendo “complacido todas las opiniones que aparecen en la prensa en relación con el tema constitucional que hoy ocupa la atención pública”,(16) dando muestras de que no era ajeno a la campaña promovida con la encuesta y de que sí estaba interesado en la reelección. El día 25 de abril dijo aceptar la postulación y el 19 de mayo de 1933 el Partido Dominicano lo proclamó como su candidato presidencial.
Director Listín preso por disentir
Para que se entienda el nivel de presión que existía sobre la sociedad en relación con la famosa encuesta y la reelección, basta con tomar el caso del director del Listín Diario, quien fue apresado por el simple hecho de disentir. Con ese fin, José Enrique Aybar, quien apadrinaba la consulta, acusó a Arturo Pellerano Sardá de haberse declarado públicamente contra ella y que durante dos días consecutivos en su periódico se alteraba su nombre y “hasta una vez, emplearon la expresión “enquete”, además de no querer incluir en su medio los escritos que halagaban a Trujillo y publicar palabras contra el presidente”.(17)
El incidente provocó el encarcelamiento del director del periódico Listín Diario bajo la acusación de ofensa al nombre de Trujillo, siendo llevado a la Fortaleza Ozama por orden de “las autoridades competentes por haber pronunciado el señor Pellerano Sardá esta mañana en su oficina, ante cierto número de personas, palabras que se han considerado ofensivas para el presidente de la República”.(18) Dos días después Trujillo ordenó su libertad observando no tener con el señor Sardá “más motivo de agradecimiento y muestra, así mismo, vivo deseo de que pueda probar que no hubo tales injurias, interesado en conservar esa amistad”. (19)
Aunque el régimen tuvo que enfrentarse a la disidencia, tanto en el ejército como en algunas poblaciones del país, así como maniobrar para evitar que desde Haití o Cuba se organizaran en su contra grupos armados, Trujillo fue reelecto en unas elecciones en las que solo participó el Partido Dominicano con una votación ascendente a los 256,000 votos, equivalentes al 100% del sufragio. Jacinto B. Peynado le acompañó como vicepresidente de la República.
Posteriormente, la dictadura de Trujillo, a través del Partido Dominicano, siguió realizando “revistas” en pueblos, secciones y parajes, pero estas eran menos masivas y raramente en ellas participaba el mandatario. Realmente, estas eran reuniones o asambleas del partido que servían de mecanismos para garantizar el control sobre la sociedad, en las que se discutían situaciones locales, con la presencia de las autoridades civiles y militares de cada localidad. Estas asambleas se convirtieron en una modalidad que se prolongó a todo lo largo de la dictadura y solo desaparecieron con la muerte del dictador en 1961.
(Notas bibliográficas: *Parte del presente artículo fue tomado del texto de Alejandro Paulino Ramos: “Luchas políticas durante la primera mitad de la dictadura (1930-1945)”. En: Historia General del Pueblo Dominicano. Vol. 5. Santo Domingo, ADH, 2015, pp. 202-257; (1) Boletín de la Cámara de Diputados, Año 8, No.68, enero-agosto de 1931, pp. 130-131; (2) Lauro Capdevila, La dictadura de Trujillo, Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2010, p. 47: (3) Daniel Henríquez, “Patriotismo integral”, La Opinión, 11 enero de 1933; (4) José Almoina, Una satrapía en el Caribe. (1950). Santo Domingo, Letra Grafica, 2011, p. 61; (5) Listín Diario, 21 enero 1933; (6) (Véase Eliades Acosta Matos, La dictadura de Trujillo: documentos (1950-1961). T. II, vol. 6. Santo Domingo, AGN, 2012, p.114; (7) La Opinión, 8 de septiembre de 1931; (8) Félix A. Mejía, Viacrucis de un pueblo. (1951). Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1995, p. 164; (9) Capdevila, La dictadura. Ob. cit., p. 69; (10) Juan Isidro Jimenes Grullón, La República Dominicana (análisis de su pasado y su presente). (1940). Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2004, p. 191; (11) Véase Listín Diario, 19 de diciembre 1932; (12) Listín Diario, del 16 de agosto 1934; (13) Eliades Acosta Matos, La dictadura de Trujillo: documentos (1930-1939). T.I. Santo Domingo, AGN, 2012, p.139; (14) La Opinión, 31 de marzo de 1933; (15) Luis A. Mejía, ob. cit., pp. 167-168. Véase además, Listín Diario, 23 de marzo 1933; (16) La Opinión, 1 de abril de 1933; (17) Ob. cit.; (18) La Opinión, 31 de marzo de 1933; (19) La Opinión, 1 de abril de 1933).