Tal y como lo explicamos en la primera parte de este artículo, las cartillas comenzaron a ser utilizadas desde temprano en el primer período de gobierno de Trujillo (1930-19340), “como instrumentos didácticos para la formación, implantación y manipulación dogmática” de lo que se conoce como “ideología trujillista”, siendo los campesinos y estudiantes los blancos favoritos de los organizadores-promotores y administradores de los planes programados desde las estructuras del poder.
En ese período y durante décadas, “la población en general—de acuerdo al Censo nacional de población de 1935—, estaba integrada por unos 700 mil menores de edad y 371 mil agricultores adultos, por lo que se puede inferir que la sociedad dominicana estaba compuesta por jóvenes en edad escolar, y campesinos que en su mayoría residían en la zona rural. Es lógico entonces, que al momento de definirse una estrategia política para implantar los propósitos trujillistas en la mente de la población, se pensara fundamentalmente en un instrumento de adoctrinamiento, como lo fue la Cartilla cívica”.(1 }
El origen de la Cartilla cívica
“Con el inicio de la tiranía, el virtual colapso de las instituciones sociales independientes se hizo sentir profundamente, sobre todo en los órdenes político y cultural, debido no solo a la violenta represión desatada a toda disidencia, sino a la imposición de un sistema de adoctrinamiento político generalizado, desde la escuela primaria hasta los medios de comunicación de masas, que tendían a endiosar al dictador y a convertir todas as actividades sociales en actos de su exaltación personal”.(2)
Con esas palabras describe el historiador Tirso Mejía Ricart, en su libro “Grandes hitos de nuestra historia republicana 1821-2012”, los primeros años de la dictadura y el interés del presidente en adoctrinar al pueblo dominicano a través de la Cartilla cívica, para imponer su proyecto de gobierno y perpetuarse como gobernante.
Con el nombre de la “Cartilla cívica para el pueblo dominicano” se conoce un opúsculo de veinte páginas tirado en la Imprenta La Información de Santiago, fechado en San José de las Matas en noviembre de 1932. El folleto tiene como portada una imagen de Trujillo con la “banda presidencial” y un pie de foto que dice: “Sr. Gral. Rafael Leonidas Trujillo Molina, hon. Presidente constitucional de la República, bajo cuyo gobierno, honrado y severo, está realizando la nación un fuerte ideal de paz y trabajo”.
Tal y como lo dice el historiador francés Lauro Capdevila en su libro sobre La dictadura de Trujillo, la “Cartilla Cívica es un opúsculo que transcribe de nuevo el discurso pronunciado por Trujillo el 11 de marzo de 1932. Difundido masivamente en todo el territorio, utilizado como libro de lectura en las escuelas, se trata de un instrumento de propaganda esencial” para la legitimación del régimen.(3)
El texto de la Cartilla está dividido en tres breves partes: Ideas generales; Ideas políticas; Ideas cívicas en las que se resume una especie de catecismo del “pensamiento de Trujillo”, que se inicia destacando que ese escrito es fruto de la iniciativa del mandatario “con el deseo de ayudar a sus conciudadanos a pensar bien y a proceder de acuerdo con el honor y el patriotismo”.
La Cartilla cívica fue dada a conocer en medios de una ofensiva propagandística que buscaba exaltar la figura del mandatario: El 24 de octubre, día del onomástico de Trujillo, la Iglesia católica efectuó una misa en su honor en la Fortaleza Ozama con la participación de miles de personas, que debía ser ofrecida por el arzobispo Rafael C. Castellanos, principal autoridad de la iglesia católica;4 pero este, se dice, excusó y envió en su representación a otro ministro de la Iglesia.
Coincidentemente en el mismo mes, el Congreso nombró al pueblo de San Cristóbal con el nombre de Provincia Trujillo y el mandatario recibió de “un grupo de ciudadanos”, con motivo de su cumpleaños “la espada de honor, repujada en oro e incrustada en esmeraldas” que perteneció al dictador Ulises Heureaux (Lilís).(4) Todavía encontrándose en San José de las Matas, fue también declarado por el Congreso Nacional como el “Benefactor de la patria”.
Estando apostado en su residencia de San José de Las Matas, lugar que aprovechaba para encuentros políticos—dice Emilio Rodríguez Demorizi—que desde allí inició Trujillo un recorrido por todo el Cibao, el 17 de noviembre, al “lomo de caballo, en compañía de cien jinetes, un extenso recorrido por la región noroeste del país. Distribuye, entre los campesinos, su Cartilla Cívica. En su mensaje a los agricultores –escribió el historiador—que él dijo su repetida frase “Mis mejores amigos son los hombres de trabajo”.(5)
El 21 de noviembre de 1932 el Listín Diario dio a conocer, publicándolo de manera íntegra en sus páginas, el texto de la Cartilla cívica y el día 26 Teódulo Pina Chevalier, pariente cercano de Trujillo, observó en carta dirigida al director de ese periódico que se debía tener con el mandatario “la más decidida colaboración de sus ciudadanos” ya que este ostentaba con justicia “el título de Benefactor”, expresado en la Cartilla cívica como pauta de honor, (en que) se traduce el espíritu de honradez y de rectitud y (…) el “hondo anhelo de bien que prende en su gran corazón de soldado de la patria”.(6) Lo que al parecer estaba reclamando Pina Chevalier, era que el Listín se sumara de manera definitiva, pues se le tenía como un medio disidente, a la campaña de exaltación de la figura Trujillo.
Trujillo no escribió la Cartilla cívica
De acuerdo con uno de los biógrafos de Rafael L. Trujillo, el historiador Fernando Infante en su obra Biografía de Trujillo (2009), la Cartilla cívica fue escrita por el mandatario “a raíz de la muerte de Arias, en su casa de descanso en San José de Las Matas”.(7) Igual hacen los biógrafos apologistas de la dictadura; pero es el mismo “jefe de Estado”, en su discurso ante la Asamblea Nacional del 27 de febrero de 1933, quien se encargó de asumir la autoría y explica a quienes estaba dirigida, cuando dijo:
“Convencido de que nuestros campesinos necesitan que se les instruya en forma adecuada en el cumplimiento de sus deberes como ciudadanos, preparé en lenguaje llano y corriente una Cartilla Cívica para su distribución entre los mismos, y con ella fueron distribuidas también, en hojas impresas, las declaraciones que en aquellos días hice a los agricultores, a los hombres que laboran la tierra y se dedican a la crianza, a quienes dije, en el más sencillo y sincero lenguaje, que mis mejores amigos son los hombres de trabajo, porque creo firmemente que los pueblos salen de la pobreza trabajando, y que en mi política, inspirada por el espíritu mismo de la nacionalidad cuya expresión se manifiesta principalmente en forma de siembras y cultivos, caben todos los hombres que viven del fruto de su trabajo”.(8)
Como parte de la manipulación mediática de la época, siempre se dijo que el catecismo trujillista contenido en la Cartilla fue escrito personalmente por el presidente, quien supuestamente tenía entre su experiencia de escritor haber publicado un artículo en 1913,(9) así como algunas cartas aparecidas en la prensa antes de 1930; pero Trujillo no tuvo acceso a la educación formal más allá de los primeros estudios; aunque, como lo refiere Fernando Infante, este tenía afición por la lectura desde que era muy joven, inclusive en los tiempos en que se movía en la zona oriental persiguiendo a los guerrilleros mal llamados “gavilleros”, se trasladaba de un lugar a otro con un libro que a veces leía.
La verdad que el mandatario no era escritor, pero a la población se le hacía creer lo contrario. Como ejemplo, es suficiente revisar la Bibliografía de Historia Dominicana, publicada por Frank Moya Pons en el 2013. En ella aparece registrado 245 libros que circularon durante la dictadura con la firma de Trujillo como autor, entre ellos el “Reajuste de la deuda externa” un libro especializado en temas económicos con 424 paginas. También dos volúmenes de la “Reconstrucción financiera de la República Dominicana” con cientos de páginas cada uno, y la Cartilla cívica para el pueblo dominicano.
Por otro lado, se podría pensar que la Cartilla, famoso folleto que tanto incidió en la ideología de los dominicanos de entonces, pudo haber sido redactado por Pedro Henríquez Ureña, quien desde finales de 1931 se encontraba en Santo Domingo fungiendo como Superintendente general de educación, cargo al que renunció a mediados de 1933, o por otro de los intelectuales que les sirvieron; pero esto no es así. Posiblemente, y así aparece consignado en algunos textos, la Cartilla cívica fue escrita por Ramón Emilio Jiménez quien estaba junto a Trujillo en noviembre de 1932, en su condición de Secretario personal.
En tal sentido, dice el historiador Orlando Inoa en su libro Historia dominicana (2013), que la Cartilla fue escrita por Ramón E. Jiménez, cuando estando “Trujillo estacionado en La Mansión de San José de las Matas, lugar que había sido su cuartel general en la expedición contra Desiderio Arias, y sin haber terminado todavía las celebraciones de la derrota de “el último de los caudillos dominicanos”, dio a conocer al país un texto supuestamente suyo titulado Cartilla cívica para el pueblo dominicano.(…). Aunque estaba firmada por Trujillo—dice Inoa—, “todos sabían que lo había escrito su secretario particular Ramón Emilio Jiménez”.(10)
Por igual, el historiador Euclides Gutiérrez Félix, uno de los que más conocen ese período, trae en su obra Trujillo: Monarca sin corona la afirmación de que la Cartilla no fue escrita por Trujillo, sino por Jiménez:
“Ese importante documento fue redactado por Ramón Emilio Jiménez, quien era para la época un destacado educador perteneciente al notable grupo de maestros hostosianos (…). En el párrafo correspondiente a la felicidad del pueblo, queda consignado con absoluta claridad que el presidente de la República es el jefe absoluto y único de la nación y que es el responsable del funcionamiento administrativo del aparato burocrático del Estado, idea que el autor de la Cartilla cívica conocía, en términos conceptuales, porque el ordenamiento de la sociedad estaba detalladamente consignado en teorías, ideas y conceptos que se venían discutiendo en un reducido sector de la intelectualidad dominicana desde que Américo Lugo los expusiera en varios de los artículos que publicara antes de fundar el Partido Nacionalista”.(11)
La única referencia encontrada por nosotros, que relaciona a Jiménez y Trujillo en cuanto a la Cartilla y que podría conllevar a confusión, apareció en una nota del Listín Diario del 1 de junio de 1933, refiriéndose a la adaptación que se estaba haciendo de una cartilla española, cuya edición—decía el periódico—traería “sendas páginas de lujo con el escudo y la Bandera nacional, en colores, el texto íntegro de la Cartilla Cívica, preparada por el Hon. Sr. Presidente de la Republica, Gral. Trujillo; una interesante página sobre higiene; la música y letra del Himno de la Patria y la música y la letra del Himno Agrícola Oficial de las Escuelas Rurales, de que son autores, de la letra, el Sr. Subsecretario de Estado de la Presidencia, exsuperintendente Gral. De Enseñanza Pública y Miembro del Consejo de Educación, señor R. Emilio Jiménez, autor de la obra pedagógica y de canto cordal “La patria en la canción”.(12)
La Cartilla fue adaptada para estudiantes
Como dijimos antes, con el fin de producir la aceptación de la ideología trujillista en el pueblo dominicano, el régimen concentró su atención en los campesinos, tal y como quedó confirmado en su alocución frente a la Asamblea Nacional del 27 de febrero de 1933.
En el discurso de referencia, Trujillo también destacó su interés en llegar al sector estudiantil, para lo que ordenó imprimir una nueva edición de 20 mil ejemplares de la Cartilla Cívica, pero acompañándola de un texto elaborado por un educador español. De esa manera justificaba que el instrumento político de la cartilla fuera recomendado para suplir la enseñanza de la asignatura Moral y cívica en las escuelas.
En relación al referido texto, Trujillo se refirió a los estudiantes en el citado discurso diciendo que él había “decidido distribuir, con carácter de obsequio, 20,000 ejemplares de una cartilla de lectura y escritura con buena parte de material dominicano, entre los alumnos de las escuelas rudimentarias rurales, con el propósito de contribuir por este medio a la nacionalización de la enseñanza”.(13) Al momento de pronunciar aquellas palabras, solo habían transcurrido dos meses desde que se distribuyó en los campos del Cibao la edición de 1932.
El nuevo impreso de la Cartilla del Escolar Dominicano, como la llama el Listín Diario, es una edición que recoge la cartilla de 1932 a la que se añadió el texto del libro titulado “Método Científico de Enseñanza Simultanea y Escritura por Eladio Homa, con selectas ilustraciones de P. Montanya, de la cual se hizo una adaptación por loable disposición del Hon. Sr. Presidente de la Republica, General Rafael L. Trujillo M. cuyo imponderable sentido de avanzado dominicanismo hubimos de elogiar en los días mismos en que informamos de su iniciativa al ordenar la edición de ese libro”.(14)
Esa Cartilla—sigue diciendo la nota del Listín Diario—es el más acabado método de la lectura y escritura simultánea. En vista de que se ha comprobado que es uno de los mejores métodos para la enseñanza referida, fue aconsejado su uso a los escolares de Primer Grado por Consejo Nacional de Educación y el Hon. Sr. Presidente (…) que con tanto desvelo afanoso empeño se preocupa por el auge y progreso de a enseñanza, pensó encomiablemente en la conveniencia de preparar una edición dominicana de dicha Cartilla, con el objeto de obsequiar con ella a los niños de las Escuelas Rurales, para lo cual ordenó una edición de veinte mil ejemplares a las Industrias Graficas Seix y Berral Hnos de Barcelona”.(15)
La edición escolar ostenta “la vera efigie del honorable Primer magistrado de la Nación” y contiene además de las distintas lecciones de que compone, una página sobre la Independencia de la Republica, en reemplazo de la página similar, sobre la independencia de España, que tienen las ediciones comunes de este método”.
También: ”sendas páginas de lujo con el escudo y la Bandera nacionales, en colores, el texto íntegro de la Cartilla Cívica, preparada por el Hon. Sr. Presidente de la Republica, Gral. Trujillo; una interesante página sobre higiene; la música y letra del Himno de la Patria y la música y la letra del Himno Agrícola Oficial de las Escuelas Rurales, de que son autores, de la letra, el Sr. Subsecretario de Estado de la Presidencia, exsuperintendente Gral. De Enseñanza Pública y Miembro del Consejo de Educación, señor R. Emilio Jiménez”.(16)
La Cartilla Cívica Escolar, como también se tituló en la nueva edición, fue puesta en circulación en octubre de 1933, tal y como lo deja consignado el historiador Emilio Rodríguez Demorizi en la Cronología de Trujillo publicada en 1955.(17)
Sobre la referida adaptación, el politólogo-historiador Juan Isidro Jimenes Grullón, en su texto La República Dominicana: análisis de su pasado y su presente (1940), señala que aquella edición y distribución, firmándola como si Trujillo fuera su autor, fue un acto de cinismo. “La cartilla—dice Jimenes—contiene pensamientos moralizadores e indirectos consejos de sumisión al régimen por él encarnado”.(18)
En iguales términos se refiere José Cordero Michel, en su obra Análisis de la Era de Trujillo (1959), al plantear lo siguiente: “Es en los primeros años de la Escuela Primaria que el niño aprende a leer y a escribir. El libro básico de lectura es la “Cartilla Trujillo de Educación”, la cual está llena de directivas y máximas morales exaltando la figura del “Jefe” y la autoridad de Estado”.(19)
La Iglesia con la cartilla en las manos.
La dictadura tuvo una difícil situación en las relaciones con la Iglesia a partir del 12 de octubre de 1932, debido al nombramiento de Rafael C. Castellanos como arzobispo metropolitana y su enfrentamiento con Trujillo. La tensión se acrecentó al no poder el mandatario romper con la actitud independiente del sacerdote, por lo que prefirió hacer que el Congreso Nacional nombraba a Alejandro Adolfo Nouel como arzobispo vitalicio de Santo Domingo, el 9 de marzo de 1933 y lo hizo como se nombra “cualquier empleado público”.(20)
Esa situación, que dificultaba la convivencia Iglesia-Estado, incidió negativamente en la salud de castellanos quien falleció el 21 de enero de 1934. A principios de febrero fue reemplazado por el padre Eliseo Pérez Sánchez quien mantuvo una posición más que complaciente con el dictador,(21) apoyando las medidas políticas tomadas por el mandatario, permitiendo que los curas participaran en las “revistas cívicas” y apoyando la reelección de Trujillo.
Fue en ese ambiente divergente del período 1932-1934 que se puso en circulación la Cartilla cívica, se realizaban de manera continua las “Revistas cívicas” y se promovía por todos los medios la imagen de Trujillo y su proyecto de reelección; pero una vez desaparecido Rafael Castellanos, el ambiente se hizo propicio para que mandatario manejara a la iglesia a su antojo.
Como ejemplo de esto, el Listín Diario publicó el 10 de enero de 1935, una nota sobre lo expresado por el sacerdote Amado Andonegui en relación a la Cartilla cívica, la que título “La Cartilla cívica del honorable presidente Trujillo, la Iglesia y la familia dominicana”, en la que reseña lo dicho por el sacerdote-rector del Seminario Conciliar el 5 de enero, de que estaba deseoso de tomar en su “mano derecha un libro porque sois cristianos. Ese libro es el Evangelio (…). Os lo acaba de leer al comenzar esta augusta ceremonia. Tomar en mi mano izquierda otro libro, porque sois ciudadanos, ese libro será la Cartilla Cívica para el Pueblo dominicano”.(22)
Los maestros y la Cartilla
Se entiende que en un proceso de adiestramiento educativo basado en el “pensamiento de Trujillo”, los maestros serian la punta de lanza para el éxito de lo proyectado. Fueron ellos los obligados a dar seguimiento a la lectura forzosa de la Cartilla llamada por algunos como “testamento nacional”, lo que se hizo a partir de 1937 cuando la Superintendencia General de Educación “recomendó la Cartilla Cívica para el pueblo dominicano como obra adecuada para la enseñanza de la Instrucción Moral y cívica en los estudios primarios elementales y en los superiores” y en 1951, mediante ordenanza 842-50, se estableció que en el nuevo plan de estudios para la Educación intermedia, Magisterio Normal primario y Magisterio Normal secundario, recomendar una sexta edición para que sirviera a las áreas de estudios de las Ciencias sociales y a la Instrucción moral y cívica intermedia”.
Como uno de los primeros actos con los que el magisterio agradeció a Trujillo sus “aportes” a la educación, fue celebrado el 25 de febrero de 1937, de manera oficial, un encuentro con el que el profesorado nacional “secundado por diez mil alumnos de nuestras escuelas, ofreciera al Benefactor de la Patria en un gesto amplio de significativo agradecimiento” por la labor de “forjador pedagógica” y por la “aplicación de sistemas muy avanzados” y porque es a la “Cartilla Cívica, a esa Escritura de nuestro decoro ciudadano a quien debemos el mejor acatamiento a la ley, y el respeto a los derechos individuales”.(23)
Ediciones de la Cartilla Cívica
Aunque no se pude determinar con exactitud la cantidad de ediciones ni de ejemplares de la Cartilla cívica que circularon en todo el territorio nacional, se sabe que las tiradas masivas debieron sobrepasar por mucho los cientos de miles de ejemplares. Esos impresos se corresponden a por lo menos seis ediciones, algunas de las cuales eran simples reimpresiones que se repetían de manera continua, que iban desde 1932 hasta 1951. Las ediciones más destacadas fueron:
Las de 1932 (San José de Las Matas); 1933 (Cartilla cívica del escolar dominicano); 1936 (una puesta a circular por la Secretaría de Agricultura); 1940 (impresa por el Partido Dominicano); 1943 (publicada por el Partido Dominicano); 1944 (impresa por la secretaría de Educación), y 1951. Esta última edición estuvo bajo responsabilidad de Joaquín Balaguer y por igual puesta a circular por la Secretaría de Estado de Educación.
Como todas esas ediciones y reimpresiones tienen pocas diferencias entre ellas, reseñamos a continuación las que entendemos contienen informaciones que las hacen diferentes a las demás:
Edición de noviembre de 1932: La primera edición de la Cartilla fue puesta a circular en San José de Las Matas en noviembre de 1932. En su introducción, el opúsculo trae una observación en la que parecen contraponerse los métodos pacíficos de gobernar a través de la constitución y las leyes con el proyecto personal de Trujillo que descansaba en prácticas autoritarias centradas en las siglas correspondientes a su nombre de: “Rectitud, Libertad, Trabajo”.
Entre los “mandamientos” del presidente, se insiste para que los ciudadanos cumplan con el pago de los impuestos, respeten el orden establecido por el gobierno y el ejército, y centraliza en la figura del presidente omnipotente las realizaciones propias del Estado: “el presidente trabaja intensamente por la felicidad de su pueblo, él mantiene la paz; sostiene las escuelas; ayuda la agricultura; ampara las industrias; conserva y mejora los puertos; mantiene los hospitales; favorece el estudio y organiza el Ejercito para garantía de cada hombre ordenado”. Esa predica la complementa con mandatos de “ver en cada revolucionario un enemigo de tu vida y de tus bienes”.(24)
Una edición especial para estudiantes en 1933: El 10 de octubre se distribuyó en todas las escuelas rudimentarias “veinte mil ejemplares de una cartilla de lectura y escritura, con páginas especiales sobre la independencia y los símbolos patrios”. (25)
A meses de poner en circulación el referido opúsculo original de 1932, el gobierno ordenó la adaptación e impresión de una Cartilla del Escolar Dominicano; sin embargo, esta no se puso en circulación de inmediato. La adaptación se hizo combinando el “Método Científico de Enseñanza Simultanea y Escritura” por Eladio Homa, con selectas ilustraciones de P. Montanya”.
Esa Cartilla, que se envió a imprimir a Barcelona en la Industrias Graficas Seix y Barral, fue considerada por el Listín Diario como el “más acabado método de la lectura y escritura simultánea. En vista de que se ha comprobado que es uno de los mejores métodos para la enseñanza referida”, contiene en su portada una efigie de Trujillo y además de los temas aparecidos en la cartilla de 1932, también lecciones relacionadas con la historia dominicana, que reemplazan la “página similar, sobre la independencia de España” y apéndice con el himno nacional y el himno agrícola de las Escuelas Rurales.(26) La referida cartilla fue puesta en circulación en octubre de 1933.
Edición modificada en 1944: Publicada por la Secretaria de Educación Pública y Bellas Artes, la Cartilla fue firmada y “debidamente autorizada por nuestro ilustre Jefe y Director”, dice en la introducción. Impresa en la Editorial El Diario en 1944, trae en portada y primeras páginas, una efigie de Trujillo, un escudo dominicano, y una foto del mandatario. De inmediato da paso a frases convertidas en consignas políticas desde los primeros años, que seguían siendo líneas de interés: “No hay peligro en seguirme”; “Mis mejores amigos son los hombres de trabajo”; “Sin el amor a nuestros semejantes, no puede existir relación alguna con la vida”, y “El desleal y el traidor es el único ser en cuyo corazón no florece jamás el arrepentimiento”.
La segunda parte de la edición consta de un conjunto de “pensamientos” escritos en primera persona y que se supone fueron escritos o por lo menos así se hace creer, por Trujillo; dirigidos a los jóvenes. También con un apéndice referido a la forma de aplicar un “método para iniciar a los niños en los conocimientos de la instrucción cívica”, en el que se habla de “mi revolución”, y concluye con la consigna de “Paz, orden y trabajo”, de la que dice es su evangelio.
El apéndice, con intenciones formativas, contiene nueve secciones, con preguntas preparadas para ser contestadas por los estudiantes, entre las que cuestionan al estudiante sobre el valor que él le da a la cartilla y al papel de Trujillo en “la felicidad del pueblo”.
En 1951 circuló la sexta edición: El opúsculo, al que se introdujeron algunos cambios, trae en su portada una ilustración de Vela Zanetti simbolizando la patria, la iglesia y la herencia española, además de un escudo sostenido por una mano, que visualmente se insinúa como la de Trujillo. Además, en sus páginas aparecen otras ilustraciones de destacados pintores de la época, entre ellos Yoryi Morel, José Gausach, Hernández Ortega, y Silvano Lora.
Con introducción firmada por el doctor Joaquín Balaguer, que era en ese año el Secretario de Educación, fue ordenada por Trujillo disponiéndose que en 1950 se estableciera por ordenanza 842-50, que recomendaba su uso para los nuevos planes de estudios para la Educación intermedia, Magisterio Normal primario y Magisterio Normal secundario, para “que sirviera a las áreas de estudios de las Ciencias sociales y a la Instrucción moral y cívica intermedia”.(27)
La Cartilla cívica para el pueblo dominicano resume en pocas palabras, lo que entonces se entendía como el “pensamiento vivo de Trujillo”, en el que sobresalía el mesianismo, hispanismo, catolicismo, anticomunismo, y antihaitianismo. (28) En adición a esto, sus seguidores más cercanos, además de los intelectuales y la prensa, exaltaban la imagen del dictador destacándola con frases pomposas que hacían referencia a su personalidad, pronunciadas o escritas con el fin de proyectar en la mente de los dominicanos una figura fuerte, protectora, justa, honrada y recta; pero que en realidad eran palabras huecas, manejadas cuidadosamente por los promotores de la dictadura con el solo fin de que estas, de tanta repetición, el pueblo se acostumbrara a escucharlas. Entre estas eran comunes en el primer período de gobierno, las siguientes:
“Generalísimo”, “Benefactor y protector de la patria”, “padre de la patria”, “doctor”, con una “personalidad de honor y patriotismo”; “forjador pedagógico”, que gobernaba imponiendo un “fuerte ideal de paz y trabajo”, “a través de un gobierno severo y honrado”, que sobresalía como la “vera efigie del honorable primer mandatario de la nación”, y cuyo nombre, Rafael L. Trujillo, quedaba sintetizado en tres letras: R.L.T, que en la Cartilla cívica aparecían anotadas como “Rectitud, Libertad y Trabajo”.
Detrás de la adulonería engañosa y manipuladora de aquellas altisonantes frases, se escondía la verdadera personalidad del dictador: un militar analfabeto y autoritario que imponía su voluntad por encima de la constitución y las leyes, asesino de opositores y desafectos, torturador de presos indefensos, amigo de apropiarse de los bienes ajenos y del Estado, violador de doncellas indefensas…, en fin, que la imagen proyectada por la adulonería era una simple y falsa mascara construida por la prensa y los intelectuales.
Tal vez falte un estudio más acabado del papel de la Cartilla cívica en la conformación de la “ideología trujillista” en la mentalidad de los dominicanos; pero la constancia y el interés puesto por el dictador en que esta permaneciera y se siguiera reimprimiendo como parte de la plataforma educativa durante todos los años en que gobernó la República Dominicana, nos hace pensar en el éxito alcanzado por ese instrumento manipulador de conciencia en el proceso de imponer los objetivos autoritarios del régimen.
Trujillo, como presidente de la República, requería de una población sumisa, obediente y que aceptara como válidas todas las medidas de gobierno. En ese interés descansaba el adoctrinamiento de la juventud y los campesinos, la utilización de la población como punta de lanza para enfrentar a los opositores, y en especial para mantenerse gobernando durante treinta y un año de forma ininterrumpida, que fue el objetivo principal perseguido al ponerse en circulación la famosa cartilla que se dice “escribió” Rafael L. Trujillo.
(Notas bibliográficas: (1). Véase Alejandro Paulino Ramos, “Mecanismos de Trujillo para la represión política: Las “cartillas” como parte de la estrategia de dominación trujillista”; (2). Tirso Mejía Ricart, Grandes hitos de nuestra historia republicana 1821-2012. Santo Domingo, Edit.as, 2012, p.146; (3). Lauro Capdevila, La dictadura de Trujillo: República Dominicana 1930-1961. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2010, pp.67-68; (4). Véase a Fernando Infante, La Era de Trujillo: cronología histórica 1930-1961. Santo Domingo, Editora Collado, 2007, p.107; (5). Emilio Rodríguez Demorizi, Cronología de Trujillo. Santo Domingo, Colección Trujillo, 1955. Impresora Dominicana, p. 96; (6). “Importante carta que dirige el Sr. Teódulo Pina Chevalier a nuestro director A. Pellerano Sardá”, Listín Diario 26 de noviembre de 1932; (7). Fernando Infante, Biografía de Trujillo, Santo Domingo, Letra Grafica, 2009, p. 76; (8). Rafael L. Trujillo Molina, Mensaje presentado a la Asamblea Nacional, 27 de febrero de 1933. Santo Domingo, Imprenta J.R. Vida García, 1933, p. 5; (9). Véase Diógenes Céspedes, Los orígenes de la ideología trujillista. Santo Domingo, Biblioteca Nacional, 2002, p. 115; (10). Orlando Inoa, Historia dominicana. Santo Domingo, Letragráfica, 2013, p. 617; (11). Euclides Gutiérrez Feliz, Monarca sin corona. Santo Domingo, Editora Corripio, 2006, pp. 115-119; (12). Véase Listín Diario, 1 de junio 1933; (13). Rafael L. Trujillo Molina, ob. cit., p. 24; (14). “Próxima a distribuirse a Cartilla del Escolar Dominicano”. Listín Diario, 1 junio 1933; (15). Ob. cit.; (16). Listín Diario, 1 junio 1933; (17). Emilio Rodríguez Demorizi, ob. cit., p. 117; (18). Juan Isidro Jimenes Grullón, La Republica Dominicana (análisis de su pasado y su presente. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2004, p. 239; (19). José Cordero Michel, Análisis de la Era de Trujillo. (1959). Santo Domingo, CPEP, 2012, p. 112; (20). Rufino Martínez, Diccionario biográfico-histórico dominicano. Santo Domingo, UASD, 1971, p. 107; (21). José Luis Sáez, La misión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo. Santo Domingo, AGN, 2008, pp. 43-44; (22). “La Cartilla cívica del honorable presidente Trujillo, a Iglesia y la familia dominicana”. Listín Diario, 10 de enero de 1935; (23). Enrique Aguiar, “Homenaje de los maestros y la Cartilla Cívica”. Listín Diario, de marzo 1937; (24). Véase a Rafael L. Trujillo, Cartilla Cívica para el pueblo dominicano. San José de las Matas, Imprenta La Información, noviembre 1932; (25). Rodríguez Demoriz, ob. cit., p. 117; (26). Listín Diario, 1 junio 1933; (27). Véase a Rafael L. Trujillo, Cartilla cívica para el pueblo dominicano. Ciudad Trujillo, Talles gráficos Amerícele, Buenos Aires, Argentina en 1951; (28). Andrés L. Mateo, Mito y cultura en la era de Trujillo. Santo Domingo, Librería La Trinitaria, 1993, p. 136)