Marcio Veloz Maggiolo recrea procesos antropológicos, bélicos, sociales e históricos que han supuesto luchas y frustraciones constantes del pueblo dominicano por concebir un estado democrático y de derecho. No hay dudas que la literatura se constituye en poderosa fragua de consciencia ciudadana y de resistencia social.

La tesis que difundía la idea de que la obra literaria tiene como función, simple y llanamente, suscitar placer estético en los narratarios, resulta errática e insuficiente. Esta afirmación adquiere valor cuando el lector se coloca frente a la novela De abril en adelante (Edición 2018) de Marcio Veloz Maggiolo, en la que el autor transforma acontecimientos reales en imágenes dialógicas, metafóricas, metonímicas, anafóricas y onomatopéyicas para expresar una realidad ficcionada.

Marcio Veloz Maggiolo
Marcio Veloz Maggiolo

La narración empieza con el monólogo del actante principal. El punto de partida es, precisamente, la intención de escribir una novela. Alega el narrador que los compañeros del taller literario no lo dejan tranquilo. Le exigen día y noche que escriba una novela. De no hacerlo seguiría siendo un simple y trivial poeta. Una mente brillante no podía quedar sepultada en el rescoldo de los tiempos, afirmaban sus compañeros, grosso modo.

De esa manera se deja entrever el estereotipo errático que atribuye al poeta el signo del hombre chabacano, que deambula en las estructuras superficiales de los enunciados poetizados de sus versos. Esta aducción toma vida a través de las imágenes que recrean escenas de tragos, bailes, cantos, declamaciones y sexo. Maggiolo da vida a una generación de jóvenes encontrados, hijos de militares constitucionalistas y golpistas. Independientemente de las líneas ideológicas de sus padres, estos personajes buscaban su propia voz a través de las letras y de las armas.

Enhorabuena al Archivo General de la Nación, por haber publicado la segunda edición de esta importante novela

La envidia posiblemente sea otro de los motivos por el que los amigos de Paco lo impulsaban a escribir una novela. La señorita Zinia, antigua compañera del taller literario, había sido premiada por la publicación de su primera novela. Sin embargo, a juicio de sus propios compañeros, esa no era una obra merecedora de ese premio. Era una novela híbrida, confusa y aburrida. Carecía de una trama. Lo que podía percibirse eran cuadros y cabos que se iban atando forzosamente, decían Paco y sus amigos poetas.

Entre la indecisión de escribir una novela o no, el lenguaje metafórico del narrador sumerge al narratario en una subsecuente crítica social. El narrador afirma que en un país en el que el propio autor no solo debe escribir su obra, sino que, además, tiene que promocionarla, venderla y, si se hace necesario, leérsela y explicársela a la gente, qué sentido podrá tener escribir “una maldita novela” (p. 41).

Resulta evidente la forma en que la realidad trasciende a la ficción. Si tomamos en cuenta que esta escena se ubica posiblemente en el último lustro de la tiranía trujillista, es fácil vislumbrar, fuera de la ficción, cómo el oficio de escribir y publicar sigue realizándose por esfuerzos propios de los escritores.

De abril en adelante, de Margio Veloz Maggiolo.

Aun así, la cantidad de novelas dominicanas publicadas desde el Montero de Pedro Francisco Bonó hasta nuestros días ha aumentado considerablemente. De lo que adolecen nuestras obras son de lectores y, más allá de estos, de investigadores, como sugiere el personaje de Maggiolo (Paco).

Actualmente, las obras literarias no forman parte del compromiso institucional del Estado. En caso contrario, en las escuelas del país hallaríamos al menos una biblioteca, incluyendo sala de lectura. Asimismo, en la curricula oficial se especificarían las obras literarias y el tiempo semanal en que deben ser leídas. En cada centro habría más de un bibliotecario e, incluso, habría promotores culturales, pagados con el erario para los fines de la especie. No obstante, la realidad sigue siendo, en gran medida, la denunciada inusitadamente por nuestro autor.

Paco y sus amigos cuestionan el procedimiento a través del cual se le otorgó el premio a Zinia. Se insinúa que el jurado no leyó la novela para dictar el veredicto, sino que se basó en falacias, tales como la simpatía, la complicidad y el tráfico de influencias. Los personajes cuestionan cómo pudo ser posible que una obra plagada de errores haya sido premiada. ¿Será esta escena un representamen de una realidad que se extiende hasta nuestros días, o se tratará de sólo una sublime representación de la conducta machista, mezquina y patriarcal predominante en la época trujillista y postrujillista?

En la medida en que el narratario se va sumergiendo en la narrativa, descubre cómo el narrador emplea un juego dialógico para pretender engañar al lector, haciéndole creer que no está decido a escribir una novela, cuando en realidad la propia indecisión constituye detonante recursivo de su trama. De ese modo, el lector persigue descubrir el momento en que Paco empezará a narrar la novela, puesto que, de hecho, en su monólogo se pregunta si será válido imitar a Zinia, plagiando la trama de la Guerra de Abril o los hechos armados del Movimiento 14 de junio.

La imagen de la Guerra de Abril está presente, no solo en los datos numéricos y bélicos recreados, sino también en los signos verbales de distintas revoluciones del mundo. Por ejemplo, dentro del grupo de cultos y depravados soldados hay uno que,  mientras toca el piano, los demás toman y entonan a coro la canción: “Natalie”. El narrador nos dice que en ese lugar el pianista grita: “¡Qué viva la revolución!” Entonces todos proceden a cantar el himno de la Revolución de abril, mientras otros se esconden, temiendo a que se les sindique de comunistas.

Si comparamos De abril en adelante con Pandora en el Congo, escrita por el antropólogo español Albert Sánchez Piñol; o con El paraíso en la otra esquina, o con La fiesta del chivo, o con El sueño del Celta, las tres escritas por Vargas Llosa; es posible que el lector concluya aceptando que la prosa histórica de Marcio Veloz Maggiolo no tiene nada que envidiarle a las de los extranjeros mencionados, porque, sobre todo, nuestro autor vivió en carne propia los hechos que reinventa en su novela; no importa que, en su función de personaje ficcional, se autodescriba como un soldado cobarde, quien tras escuchar el sonido de un fusil se escondía entre los matorrales.

No obstante, desde el punto de vista estético, la idea de colocar un cúmulo tan extenso de informaciones en capítulos, cuyas titulaciones no refieren ninguna continuidad secuencial, a mi juicio, constituye un infortunio literario. En ese sentido, afirman Mittermark y Newman (2019, pp. 16, 19) que uno de los principales errores que un novelista debería evitar es la pretensión de creer que “lo que le interesa a él tiene que interesarle a todo mundo”; y añaden que “sorprendentemente, muy a menudo un solo párrafo o un monólogo interior puede sustituir veinte páginas de texto”, a menos que se trate de un tratado histórico y no de una novela.

Evidentemente, la estrategia narratológica logra su cometido, ya que el lector descubre que ha sido embaucado por el narrador y sus personajes pasadas las 150 páginas. Sin embargo, ese dialogismo engañoso y sinuoso, a mi juicio, limita disfrutar de una presentación más atractiva. Esa también parece ser la razón por la que al arribar a la página 250 la trama se vuelve tediosa y repetitiva. Creo que en mucho tiene que ver con el hecho de que los títulos de los capítulos no orientan, contrario a ello, resultan contradictorios y confusos.

Definitivamente, esta novela es fundamental para aproximarse a las distintas formas de pensamiento de los grupos dominicanos encontrados ideológicamente en el contexto de la Guerra de Abril de 1965. Las generaciones presentes y futuras necesitan comprender lo mucho que ha costado a nuestros antepasados la construcción de un Estado que sea lo más parecido posible a una democracia, y qué bueno que sea a través de la lectura de una narrativa de primera calidad, como la de don Marcio Veloz Maggiolo, mutatis mutandis.

Enhorabuena al Archivo General de la Nación, por haber publicado la segunda edición de esta importante novela de uno de los excelsos escritores de nuestras letras. Desde las metafóricas supremas alturas don Marcio Veloz Maggiolo y los lectores de sus obras, lo agradecerán.

Veloz Maggiolo, Marcio (2018) De abril en adelante. 2da edición. República Dominicana: AGN. 310 pp.