“Mi verdriet lange te hopen. Wie is hi die syn hert hout open?“ [Me fastidia esperar tanto tiempo. ¿Quién es el que conserva abierto su corazón?]. Anónimo, 1430.

  1. EL CAOS Y EL SER

Un corazón vidriado de camafeo, en rojo carmíneo, como loza vítrea de los beaux charniers (bellos osarios), seco, en apariencia, prescrito; si dudamos, en penitencia;  si imaginamos que la exaltación de la noche es una conjura del espíritu para traer del cosmos la esencia divina… el corazón en el costado derecho del cuerpo nos hace sentir a la vida y guardar los secretos que debemos cuidar.

Un corazón incrustado en terracota para un ermitaño del tiempo que no puede menospreciar al polvo ni a la muerte como la garganta donde se guarda el olvido, la temerosa hora, el calendario de la adversidad y la gravedad sagrada renaciente en la arcilla.

… cuentan que la angustia en la primigenia tierra se representa como un corazón de barro agrietado, que cuando se le llamaba no respondía a ninguna voz; se hacía calma a la llegada del crepúsculo,  y, tormenta cuando la noche se iba asomando con la luna; sólo conversaba con el miedo que era una frágil barca, ligera, de madero del manzano. La angustia impedía las hazañas, y alcanzar la línea rompiente del horizonte en la naturaleza. Temía a las aves y a los insectos ponzoñosos; no tenía anhelos y sólo se cobijaba en la contemplación solitaria; sin voluntad quedó rezagada en el tiempo sin “dulcedumbre” (dulcedo), y exaltada ante la llegada del peligro.

La angustia se guardó por millones de siglos en las abstracciones derivadas del instante; pero de súbito despertó al tercer día, y se ungió de imagen, dejó su corazón de barro agrietado por un corazón vítreo y de fuego para alterar lo que hallábase inscrito en la gravedad de la inconsciencia como símbolo de la eternidad. El corazón de la angustia se hizo la viveza del reproche, que traería los sollozos de profundis a la calma del ser que duerme en lo que no cesa, que reposa sin forma, que emana como esencia, que no se arroja a inventarse a sí mismo, porque su largo sueño era de un espíritu impaciente que había cerrado los ojos mirando los pétalos de las rosas lanzadas al vacío.

Iris Perez durante el performance Correspondencia Atlántica 2014. Foto Héctor Suriel.
Iris Perez durante el performance Correspondencia Atlántica 2014. Foto Héctor Suriel.

… cuentan que al despertar el ser se encontró de frente con el caos, y desde entonces dos espíritus se disputan el comienzo de todo, de lo terrenal, del advenimiento de la vida, de la travesía de los deseos, del reflejo de la certidumbre, y, conviven por los siglos de los siglos, haciendo sacrificios, engendrando criaturas arrojadas a la nada, que sólo poseen como triunfo ante la tribulación que trae el dolor de conocer al infinito donador de sentidos, algo inexplicable, que se confunde con la esencia, que se ornamenta con rosas rojas y blancas, que adviene sin advertirlo como la luz, que es enérgico, que vence a la adversidades: el amor.

Desde entonces todo quedó reducido a la esfera, a las convulsiones entre el ser y el caos. Así, el caos, que no tenía forma, y era sólo movimiento, se hizo una “divinidad rudimentaria”, materia eterna, un ser capaz de fecundar, de irradiar al mundo como un espíritu, y hacer de la luna la buena-nueva para que se enlazaran las almas y para que la adoración no sea causa de martirios. Pasó el tiempo, y vino la ironía en lo creado: el sol amarillo, nácar o castaño, endurecería a la tierra húmeda y las huellas del ser a su paso, y la luna daría a esta tierra húmeda las huellas de los dedos; su reflejo vidriado sobre ella, la cubriría de barniz, sólo que sería de un rojo rosáceo para que se hiciera, entonces, barro. No queriendo el caos, la “divinidad rudimentaria”,  que las cosas quedaran así, petrificadas, invoca con deleite a las fuerzas cósmicas, las seduce como un delfín que se hace ver alegre en las aguas del mar, y pide que nazca de la tierra misma otra luna con la belleza del espíritu puro.

  1. LUNA ROJA, LUNA BLANCA: METAMORFOSIS DE LA FORMA

El profesor medievalista francés Henri Focillon, autor del libro Vie des formes suive de Égloge de la Main, en el capítulo primero de “Le Monde des Formes” nos dejó plasmada esta idea:

“La forme peut devenir formule et canon, c´est- à -dire arrêt brusque, type exemplaire, mais elle est d´abord une vie mobile dans un monde changeant. Les métamorphoses, sans fin, recommencent. C´est le príncipe des styles qui tend à les coordoner et à les stabiliser”. [1]

Iris Pérez Romero. Luna roja - Luna blanca, de la serie Energía Vital, 2014. Técnica cerámica   materiales arcilla, y esmalte cerámico, 41” x 55”.
Iris Pérez Romero. Luna roja – Luna blanca, de la serie Energía Vital, 2014. Técnica cerámica materiales arcilla, y esmalte cerámico, 41” x 55”.

Y de ella, he partido para aproximarme a la impresionante y excepcional exhibición individual de la creadora dominicana Iris Pérez Romero, “Energía Vital”, donde muestra dibujos de driadas primitivas con “espesa cabellera que flotan sobre la espalda” como la describe el especialista en mitología P. Commelin;   melíades que se colocan bajo la protección de los álamos, mujeres-arabesco (de contornos alargados) que buscan arroyos solitarios para destinar sagrados lugares a la divinidad y hacerle sus ofrendas. [2]

Esta atrayente muestra fue visitada por una multitud de espectadores en la Embajada de Francia, despertando una reacción espontánea de deslumbramiento y asombro. De súbito, una humanista-creadora con la impronta de una exégeta ha dejado libre al espíritu, para que sus labios petrificados sorprendan a lo flamígero, y la adoración en el bosque-de-la-vida se haga temblor, energía vital, oración.

De todas las piezas que forman el conjunto de “Energía Vital” admiramos los “barros irianos”, las terracotas (terra cota) esmaltadas de alto relieve o relieves escultóricos cocidos de barro que Bernardo Palissy llama “el arte del barro” y, más aún, la de un áureo-cobrizo, la de ornamentación, la modelada -como diría el maestro Lucca della Robia-, la que en su fisonomía trae cuatro elementos (las lunas, el ser, las rosas y las escrituras como mantras) que para el público que ha estado frente a ella, aparenta un “motivo religioso”.

La pieza de Iris Pérez Romero titulada “Luna roja-luna blanca” de la serie Energía Vital (arcilla y esmalte, 41” x 55″) no puede ser indiferente a nadie, porque cautiva, despierta preguntas, y aún más, reflexiones, abre el pensamiento a la “studiositas theologorum” y la esfera del mundo al entendimiento de que La madreDieux, la energía divina, orbita sobre todas las cosas y sobre todos los seres, aun parezca un exceso de fe y de veneración.

Coloquemos ahora nuestros ojos atentos sobre este “barro iriano” que intentamos describir y comprender. Observemos: En la banda superior de esta terracota aparece la luna roja sin cortejo alguno de estrellas o luceros saliendo desde el Este; se coloca de manera inflexible del lado derecho como un corazón rojo que marca el destino final de la angustia. La luna blanca se hace presencia con un cortejo de luz-blanca; trae consigo, paradojamente, al crepúsculo. Una y otra son antagonistas. Iris Pérez Romero en esta obra ha transfigurado a  la “divinidad rudimentaria” (el caos) en un Dios Nocturno (Noctulio) que tiene a las dos lunas rivales a ambos lados de su cabeza, que un ser recibe sobre sus dos brazos extendidos hacia ambos lados, con la actitud de hablar.

El caos se convierte en un ser metamorfoseado por la energía vital; en extraña unión los dos (el caos y el ser) por complacencia celestial a las dos lunas, que no son anteriores a ellos, ni posteriores a ellos, sólo semejantes a ellos, se representa como un ser-simbiosis de los dos “sexos” que se fecundan sólo con el éter (los cielos) que da con su luz la energía vital para que Eros anime a la naturaleza viviente a dar a la tierra: el nacimiento de las rosas.

El ser de pelo sobrepujado o erizado, es un dios-oráculo para comprender que el destino de las almas, aunque encolerice a los mortales, es cumplir la voluntad de las dos lunas: dejar que el corazón se llene de amor hacia el otro, sin importar que el amor correspondido sea entre “sexos” que se dicen o le hacen llamar iguales.

Este ser de tierra –figurado por Iris Pérez Romero- contrario a los otros que nacen, es irradiado por dos lunas, no por el sol; revela el misterio de que los elementos se engendran “los unos a los otros” para ser fértiles. Este ser sin pechos, sobre cuya cabeza gravitan dos lunas, trae la revelación de que todo es neutro por voluntad de la luna cuando fecunda a la tierra, y que lo neutro pertenece solo al fuego del corazón.

¿Esta divinidad primitiva qué designio trae consigo? ¿Deseo de obrar con la alegoría del tiempo sometido al “curso” de un astro que tiene el infortunio de no conocer el rostro de Dios?, porque ¿es acaso él (Dieux), Noctulio con un cuerpo de barro y desnudo, con dos lunas sagradas, encerradas en un círculo donde sólo se cuentan las fábulas de las bóvedas celestes?

La posición de la terracota del ser moldeado sin piernas ni manos –con su vientre y su pecho dividido en tres, que muestra sólo el tronco del cuerpo- da la impresión de que mira ligeramente hacia su derecha o algo advierte, y le presta su atención. Sus ojos están fijos sobre “algo” que pretende reconocer y pretende olvidar; son ojos trazados en la lejanía que no ocultan su mirada escrutadora; está persuadido de que va a vencer a quien tiene delante. ¿Qué mirada es esta? ¿Una mirada sombría, no asequible; una mirada que comunica atenta-súplica y sumisión a la “divinidad rudimentaria” (el caos); en fin, una mirada de carácter agreste, una mirada de dolor contenido que se logra a través de la vivacidad del barro?

III. EL INSTANTE METAFÍSCO DE LOS BARROS IRIANOS.

Iris Pérez Romero en esta muestra de “Energía Vital” logró sumir a la materia a la forma que anhela el espíritu libre, rebelde del bosque; moldeó los rostros de seres de los primeros decenios de la civilización, subvirtiendo a la estética y a la estatuaria griega; creó una impronta de sujetos que dan cuenta de la metamorfosis de la vida y la fecundidad; proyectó la línea como drama, como expresión vital, para signar las fronteras que traen consigo el regreso a la naturaleza de lo que somos: un ser junto a la divinidad rudimentaria.

Iris Pérez Romero. Luna roja - Luna blanca, de la serie Energía Vital, 2014. Técnica cerámica   materiales arcilla, y esmalte cerámico, 41” x 55”.
Iris Pérez Romero. Luna roja – Luna blanca, de la serie Energía Vital, 2014. Técnica cerámica materiales arcilla, y esmalte cerámico, 41” x 55”.

Ella pudo intuir el azar, alertarnos para encontrarnos fluyendo, aprehendiendo que la vía única para llegar a la ilusión de lo que somos es, accediendo al instante metafísico último.

Iris Pérez Romero nos enseña con esta excepcional muestra de sus creaciones en barro y de dibujos, que la filosofía del arte es la metafísica del instante, no la razón, no lo que se piensa, no lo que se cree, es, lo que es: la honda oposición binaria con la que discrepa la materia cuando estalla, y nos da a entender que el punto supremo de todo es un episodio, oírse en el mundo prescindiendo de las apariencias, de las axiologías, de todo lo que separe a nuestros ojos que se cierran del barro ante lo fatal de la existencia.

Todos somos solo eso: figuras pre-empíricas de barro, figuras estigmatizadas, al servicio de las piedras que borden a los ríos, creyéndonos ajenos a la muerte, pretendiendo retardar esa sumisión al olvido, a esa incursión idealista de eternidad que hacemos en el sueño.

Iris Pérez Romero inaugura en la República Dominicana con sus obras que irrumpen con el título de “Energía Vital” una metafísica pluridimensional del sujeto como creador o una metafísica extraestética que irradia una mirada de simultaneidades cognoscitivas. Y en este axioma se conjuga una pregunta que no es especulativa: -¿Qué es lo que hace la creadora Iris Pérez Romero: Indagar, explorar, reflexionar sobre lo percibido como paradoja que trae el espíritu?

Iris Pérez Romero recupera, re- asume, re-construye, re-vitaliza, re-edifica la metafísica extraestética como un excedente de los sentidos y de la conciencia, independientemente de las ideas de Fechner, Nietzsche o Hegel. La reúne, la re-nueva al borde del abismo en que se sumerge cuando el acto creativo late con desasosiego, y se interna en la laboriosidad de sus manos, sintiendo una disposición psíquica de asumir el acontecimiento de esa arrebatada locura fértil que trae la energía suprema de la naturaleza.

La artista en trance se apropia de lo trascendente, trasluce lo perceptible por la luz disolvente, y afluye a ella una ráfaga de fragmentos supra terrenos, fragmentos vivos que se erigen en figuras, en gratuidades de la esfera para hacerse evidencia, fundamento del universo, de una esencia donde la idea se representa emancipada de la voluntad o la voluntad emancipada de la idea. Ya lo expresó Henri Focillon en esta trascendente frase:

“La conscience humaine tend toujours à un langage et même à un style. Prendre conscience, c´est prendre forme. Même dans les étages inférieurs à la zone de la définition et de la clarté, il existe encore des formes, des mesures, des rapports. Le propre de l ´esprit, c´est de se décrire constamment lui-même. C´est un dessin qui se fait et se défait, et son activité, en ce sens, est une activité artistique”. [3]

NOTAS

[1] Focillon, Henri. Vie des formes suive de Égloge de la Main. Paris. Le club français du libre: 1964: 20. © 1943 by librairie Ernest Leroux, Presses Universitaires de France. 1. Le monde des formes.

[2] Commelin, P. Nueva Mitología Griega y Romana. París. Garnier Hermanos, Libreros-Editores. (s/f): 166-167. [Versión Castellana de Rafael Mesa López].

[3] Focillon, Henri. Ibidem, 79