“Los Responsables: Fracaso de la Tercera República”, libro de la autoría de Víctor M. Medina Benet, fue puesto en circulación el 2 de agosto de 1973, doce años después de finalizada la tiranía. Por sus declaraciones a la prensa dominicana se colige que el libro creó alguna molestia en esferas oficiales y hasta se llegó a rumorar, de acuerdo a como lo señala el periódico El Caribe del 8 de enero de 1975, que su autor iba a ser impedido de ingresar a la República Dominicana, aunque Migración negó la especie y él pudo visitar el país en enero de 1974.
El libro fue escrito, de acuerdo a su autor, en los días que él era empleado de la Embajada de los Estados Unidos, entre 1930 y 1949 y se desempeñaba como escribiente de una oficina que era “en realidad un centro político, tanto del gobierno como de los contrarios”. Esto da importancia a los relatos de Medina Benet, especialmente para el período que va desde el golpe de Estado contra Horacio Vásquez en febrero de 1930 hasta meses de agosto cuando Trujillo fue juramentado como presidente de República Dominicana.
Se podría entender que las informaciones referidas al gobierno de Horacio Vásquez el autor las obtuvo, además de los periódicos y libros relacionados con el tema, de la Legación Americana, pues aunque llegó a Santo Domingo desde su natal Puerto Rico en 1928, fue a partir de 1930 cuando entró en contacto con la documentación que le sirvió de apoyo.
La motivación para publicar Los Responsables, explica Medina Benet, tuvo relación con los abusos que cometía el gobierno de Trujillo contra dominicanos y puertorriqueños, pero personalmente,– dice él—“no tengo hachas que amolar: no tengo intereses personales ni políticos que defender o proteger”. Sin embargo, coincide el malestar que le produjo la actitud del dictador en aquellos años, con su participación en protestas antitrujillistas organizadas más tarde en Puerto Rico, como lo apunta Bernardo Vega en la introducción de la obra.
Estaba estimulado, además, en el interés de “profundizar en la causa que motivó el fracaso de la Tercera República”, y en el deseo de que los responsables del fracaso del gobierno de Horacio Vásquez y del ascenso de Trujillo a la presidencia, fueran “conocidos por el pueblo”: “Cuando toca mencionar a las personas por sus nombres, nuestro índice tiene (…) que señalar al presidente Horacio Vásquez, como el primer responsable del fracaso”. (…). El Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica”–por rechazar la responsabilidad de oponerse a la prolongación y a la reelección–, Federico Velázquez y su partido Progresista, por “cargar con una buena parte de culpa en el estado de cosas que dio lugar al golpe de Estado de1930”.
El libro contiene 21 capítulos y se inicia con una valoración muy positiva de lo que significó el gobierno de Ocupación Americana, pasando por los conflictos políticos del período 1924-1930, entre ellos los desatados alrededor de la Convención dominico-americana de 1924, las contradicciones entre el presidente y el vicepresidente de la República, la Prolongación del período de gobierno de cuatro a seis años, la Reelección y los conflictos internos en el partido de gobierno, para concluir con el golpe de Estado y las elecciones de mayo de 1930 que abrieron las puertas a la dictadura de Trujillo.
La condescendencia de Víctor Medina Benet con el gobierno americano de ocupación queda establecida desde principio de la obra, con palabras en las que no aparecen reproches ni informaciones que pudieran prestarse a recriminaciones contra el gobierno militar, sino todo lo contrario. Veámoslo con sus propias palabras:
“El interventor dejaba en sus manos un país relativamente prospero y un pueblo política y económicamente rejuvenecido, y consciente de las bienandanzas del orden y de la disciplina, como secuela de las duras pero fructíferas lecciones de la intervención militar norteamericana. Figuradamente, el país semejaba un edificio en franco progreso de restauración, cuyos cimientos habían sido reforzados durante los ochos años de gobierno militar (…). Fue durante la Intervención que, acaso por primera vez, el erario nacional conociera de positiva prosperidad bajo una organización eficiente y honesta. Pronto el gobierno en bancarrota dejado al país por las ultimas administraciones nativas resurgió rebosante de palpable vitalidad económica”.
De la ocupación, Medina Benet destacó las que consideró obras de progreso, las medidas en el campo educativo, salud pública, obras públicas, pago de los sueldos con puntualidad, y, cito, “Así que lo permitieron las circunstancias, el gobierno militar se dio a la tarea de remediar el mal y el resultado fue una obra sencillamente gigantesca. (…). A pesar de los reconocidos desaciertos de la Intervención—los que no refiere con claridad—nunca hasta entonces el país había conocido una época como ésta de progreso, de orden y de honradez administrativa y, sobre todo, de paz, tan indispensable al bienestar y el progreso de los pueblos (…). La Intervención fue, a nuestro entender, aparte de los motivos políticos, una lección objetiva de progreso y eficiencia administrativa en un marco de paz, lección que por desgracia fue pronto echada en el saco del olvido”.
Y aunque no profundiza en el tema, al tratar la actitud mantenida por el nacionalismo durante la ocupación, los señala como interesados en querer borrar todo los aportes del gobierno americano, que “en un arranque idealista de exagerado patriotismo que se parapetaba tras aquello de la pura y simple evacuación y nada más. Afortunadamente, a pesar de los desaforados clamores de los nacionalistas fue posible negociar la evacuación en términos prácticos, lógicos y dignos”.
Esa actitud del autor de Los Responsables es criticada por Juan Isidro Jimenes Grullón en el tercer volumen de su Sociología política, al decir que Medina Benet en su libro hizo una defensa de los principales funcionarios de la Legación Americana, y lo acusó de ser “servidor del imperialismo” que aparentó “ceguera ante el doble juego de Washington y se vio obligado a inventar (…) hechos que no se produjeron”, además de justificar actitudes y callar otras informaciones.
Además de estos aspectos, que podrían ser discutidos, el autor de Los Responsables aporta significativos testimonios e informaciones que resultan imprescindibles a la hora de analizar el período de gobierno del general Horacio Vásquez y la participación política de los principales actores de lo que el llamó el “fracaso de la tercera República”. Sin el estudio sereno de lo planteado por Medina Benet en cada una de las coyunturas del período, se haría casi imposible explicar situaciones que fueron determinantes en el ejercicio de poder y la manera en que el gobierno y el liderazgo político abordaron los conflictos de cada momento.
Pongamos el caso de las elecciones de 1924, celebradas bajo el cuidado de la Legación Americana, y ganadas por la alianza Nacional-Progresista que llevó a Horacio Vásquez y Federico Velásquez a la presidencia. En los periódicos de entonces están las noticias y acusaciones de un posible fraude contra Francisco J. Peynado y la Coalición Patriótica de Ciudadanos, que se diluyeron rápidamente. La aceptación de la derrota de parte de Peynado, es vista por Medina Benet como actitud patriótica negadora del pasado, que situó a este político entre los destinados para ocupar el pedestal de los “inmortales de la Patria”. Benet mostró su admiración y simpatía por Francisco J. Peyando, un político que siempre fue visto como muy cercano al poder político de los Estados Unidos y sus intereses económicos en el país, proclamando que este tipo de líderes son “los que la Republica Dominicana necesita con insistente urgencia”.
La Alianza triunfante en las elecciones estaba sustentada en el repartimiento de los cargos públicos y congresionales. Velázquez esperaba también el apoyo del Partido Nacional al Partido Progresista para las elecciones de 1928, pero la ruptura de la Alianza se produjo antes de ese año. Para Benet, dos eran las razones que llevaron al rompimiento: la primera, la agresividad del Partido Nacional en manos de José Dolores Alfonseca y segundo, la “carencia de decisión, agresividad y coraje en las filas progresistas”. El interés de José Dolores Alfonseca, importante dirigente del Partido Nacional, en ser señalado por Horacio como posible candidato en esas elecciones, dificultaron y se puede decir que promovieron el alejamiento entre Vásquez y Velásquez. Si el Partido Nacional apoyaba a Velásquez, las aspiraciones de Alfonseca tendrían que ser relegadas. Tal vez por esa razón es que Medina Benet considera que la ruptura de la Alianza fue un triunfo personal de este hábil político.
El rompimiento entre Vásquez y Velásquez trajo como colofón la consolidación de las relaciones entre la Coalición Patriótica de Ciudadanos y el Partido Nacional, sustituyendo en la administración pública y en el Congreso, a las fuerzas velazquistas. Federico Velásquez, acostumbrado a brindar sus servicios políticos a los Estados Unidos terminó viajando a Washington a “plantear el caso” de la prolongación (…) para que Horacio fuese llamado a capitulo”, preocupando a “círculos gobiernistas”.
Las habilidades de Alfonseca y la utilización de los recursos del Estado, lo llevaron a desarrollar una agresiva política para atraerse a importantes oposicionistas de los Partidos Progresista, Coalición Patriótica y del Nacionalismo, muchos de los cuales, dice Benet, figuraban “ya en las nominas del gobierno”, entre ellos a Rafael Estrella Ureña, fundador del Partido Republicano que encabezó el golpe de Estado contra el general Vásquez.
Sobre la decisión del Partido Nacional, para imponer la prolongación 1928-1930, contó con la pasividad del Departamento de Estado, por lo que Medina Benet critica a Washington por plantear la posición de “que la prolongación era un asunto político puramente dominicano que debía ser resuelto por los propios dominicanos”, y eso hizo, dice el autor de Los Responsables, que el gobierno comenzara perderle el “respeto y el miedo a Tío Samuel”, mientras que el Progresismo que con Velásquez al frente esperaba otra actitud de los Estados Unidos, terminó sintiéndose defraudado. Velásquez, sin propuesta política y virtualmente solo, se aisló de la política dominicana y se refugió en Puerto Rico hasta sentir que los dominicanos habían olvidado aquella humillación. Por esta razón Benet señala a Federico Velázquez como un hombre al que le falta masculinidad política cuyo espíritu combativo se encontraba en franco deterioro.
En cuanto a Rafael L. Trujillo, a quien no señala como responsable del fracaso de la Tercera República, Benet dice que fue Vásquez el responsable de su recelo y se prestó a las maniobras de Trujillo para que este ascendiera en el escalafón militar. De modo que Trujillo, a base de artimañas “le entró a Horacio por el ojo derecho” ganándose su confianza.
Sobre el problema de la corrupción en el gobierno de Horacio Vásquez, Medina Benet pone como ejemplo de importancia la lucha que se dio en torno a la sustitución del director de Obras Publicas, un funcionario americano que ocupaba el puesto desde los tiempos de Ramón Cáceres. Con la llegada de Horacio a la presidencia se activaron los intereses de su partido con “el propósito de rescatar de manos de Mr. Caton la Dirección de Obras Publicas” para repartirse los empleos y para “lucrarse por medio de transacciones fraudulentas con las compras de equipos y materiales de construcción a expensas de los dineros del pueblo”. Esta sustitución fue considerada por Luis F. Mejía como “un triunfo resonante” del gobierno. Tal vez porque era a través de esta Dirección que se manejaba parte del empréstito contratado en 1924. La palabra empréstito, dice Benet, estaba “asociada con el peculado y la corrupción administrativa”.
Otro aspecto destacado por Medina Benet en Los Responsables: fracaso de la Tercera República, es la falta mostrada por la oposición política y la ausencia de un líder que hiciera “posible la fusión de los distintos grupos de oposición”. Esta invertía su tiempo en la búsqueda del “hombre” que lo unificara y sacara el país de la crisis, que a partir de 1929 se hizo más apremiante. Entre los nombres barajados se encontraban el de Juan Bautista Vicini Burgos, Federico Velázquez, Rafael Estrella Ureña y el de Rafael L. Trujillo.
No deja de ser interesante en el largo relato de todos estos acontecimientos, los conflictos generados al interior del partido de gobierno, especialmente los escenificados por Martin de Moya, funcionario muy cercano a la esposa del presidente y José Dolores Alfonseca, presidente del Partido que acaudillaba Horacio Vásquez. El problema era que el viejo caudillo jugaba a la politiquería, enfrentándolos y a la vez ofreciéndole a uno y a otro las posiciones que él entendía ellos esperaban ocupar.
Esta tensa situación motivó estrategias políticas que pasaron tanto por la prolongación como por el intento continuista de Vásquez, en las que el sector moyista pudo maniobrar para proponer a Vásquez como fórmula para neutralizar al doctor Alfonseca. Las tramas tejidas en el enfrentamiento entre Moya y Alfonseca son presentadas de manera detallada en el libro que estamos comentando, como también las referidas al enfrentamiento Trujillo-Alfonseca, situación más compleja y peligrosa que implicaba el enfrentamiento con quien tenía en sus manos la posibilidad de usar a su favor los recursos económicos y militares que les daban su condición de jefe de la Policía Nacional.
En cuanto a la reforma a la constitución, para facilitar la permanencia de Horacio en la presidencia, esta fue resultado de la alianza del Partido Nacional con la Coalición Patriótica de Cuídanos y se produjo en el momento en que comenzaba a sentirse la crisis económica mundial, lo que también coincidió con los enfrentamientos a lo interno del Partido Nacional y la grave enfermedad del presidente Vásquez. Esta última llevó al viejo caudillo a tener que salir del país para someterse a una peligrosa intervención quirúrgica, el día después de su proclamación como candidato reeleccionista. Ese hecho, indudablemente, fue la señal esperada para que afloraran las intenciones presidenciales de Trujillo, pues de producirse el fallecimiento de Vásquez en los Estados Unidos, la presidencia sería ocupada de inmediato por el doctor Alfonseca, su enemigo personal. En los planes de Trujillo, se dice que también formaba parte Martin de Moya.
El esperado fallecimiento del presidente no se produjo, pero los planes se adelantaron para proclamar el 9 de febrero, el golpe de Estado. El regreso del presidente Vásquez, todavía convaleciente, evitó la consumación del mismo. Sin embargo, el 23 de febrero las fuerzas oposicionistas lideradas por Trujillo y Rafael Estrella Ureña ejecutaron el derrocamiento del viejo caudillo. Solo los partidos Nacional y Progresista no participaron en la asonada, lo que facilitó posteriormente una reedición de la Alianza Nacional-Progresista para intentar evitar el triunfo de Trujillo en las amañadas elecciones de mayo de 1930, pero ya era demasiado tarde.
Llegado a este punto, podemos ya retomar el titulo de la obra que estamos comentando: Los Responsables: Fracaso de la Tercera República. Víctor Medina Benet dice que entre ellos sobresalieron: Horacio Vásquez, el principal responsable y culpable de “la era negra que le tocó vivir al pueblo dominicano”; 2) el Departamento de Estado de los Estados Unidos por rechazar sus responsabilidades frente a la prolongación, la reelección y la vacilación frente a los intereses electorales de Trujillo; 3) Don Federico Velázquez y su Partido Progresista, por ser de los propiciadores del “estado de cosas que dio lugar al golpe de Estado, por su abulia y pobre liderato de la oposición”. También habría que mencionar como corresponsables, porque así va quedando evidenciado en el desarrollo de este interesante libro, a José Dolores Alfonseca, Martin de Moya, y Rafael Estrella Ureña.
Dos actores importantes en la trama que llevó la Tercera República, a mi parecer son ignorados como tales: 1) Rafael L. Trujillo, el principal beneficiado de la crisis y 2) el sector industrial extranjero, principalmente el azucarero; pero la actitud antigobiernista de este sector económico espera por estudios que demuestren lo que aquí estoy observando.
(Palabras pronunciadas el 20 de noviembre del 2013, en la Academia Dominicana de la Historia, el 20 de noviembre de 2013. Puesta en circulación de la nueva edición del libro Los Responsables de Medina Benet).