Alcides García Lluberes, en su libro “Duarte y las Bellas Letras”, publicado en  1954, trae una nota en la que rechaza las críticas de Américo Lugo con la que este paladín del nacionalismo se refirió al Patricio. En ella el historiador hijo de José Gabriel García, le enmendaba la plana a Lugo por considerar que sus ideas eran calumniadoras y ultrajantes contra Juan Pablo Duarte.

Entre las cosas dichas por Lugo en “cartas al Listín”, este  sostenía que no “era cierto que Duarte poseyese el gran talento y la gran instrucción que se le supone”.  Además decía, que “Nada nos revela en él aptitudes naturales ni facultades adquiridas excedentes a lo común y regular”. Y continua Lugo:  “El diario de Rosa Duarte, en donde se ve a cada paso la huella de su mano, es incorrectísimo”.  (Véase Alcides García Lluberes, P. 26.)  La nota a que hago referencia guarda relación con el tema que vamos a tratar y recuerdan el debate sostenido entre García Lluberes y Américo Lugo en el Listín Diario, y  viene al caso, pues vamos a tocar brevemente algunos aspectos relacionados con  los escritos de Juan Pablo Duarte y su pensamiento político. Esto último, resumido en el amor a la patria, que fue lo que más trascendió de su vida, y no por casualidad, sino porque sin lugar a duda él es  el responsable de la existencia de una República Dominicana libre, soberana, independiente.

Como el patricio no dejó textos publicados, sino los que aparecen en el Diario de Rosa Duarte, que fue impreso posteriormente como “Apuntes de Rosa Duarte”, la lectura de sus escritos y pensamiento político, deberá hacerse a través de la obra de su queridísima hermana, y algunos documentos guardados en su archivo y salvados para la posteridad.

De esos archivos y papeles relacionados con la Independencia de 1844 y con su presencia en la República Dominicana en 1864, dice don Emilio Rodríguez Demorizi:

“El llamado Archivo de Duarte está constituido por una colección de manuscritos e impresos conservados por el Padre de la Patria, y después de su muerte, por sus hermanas Rosa y Francisca. Son pocos los documentos que han llegado hasta nosotros. Faltan papeles que forzosamente debieron haber estado en poder de Duarte. (…). Pero es conocida la suerte de los papeles dentro de gavetas o de cajas, a merced de los azares hogareños”. (…). En poder estos documentos de Rosa y Francisca Duarte fueron solicitados por el Doctor Santiago Ponce de León, ilustrado venezolano que aquí en Santo Domingo vivió muchos años, (…), el cual parece tenía pensado escribir una historia de la República. (…). Los documentos no fueron devueltos con la prontitud que las hermanas hubiesen deseado”. Luego a gestión de Federico Henríquez y Carvajal los papeles fueron devueltos a este. (Rosa Duarte, “Apuntes de Rosa Duarte”, Santo Domingo, SEEBAC, 1994,    Pp.179-180)

El destacado miembro del Instituto Duartiano, don Antonio Thomen, refiriéndose a  la perdida de muchos de esos documentos, explica como desde su destierro Duarte solicitó a sus familiares que les enviaran “sus documentos privados” pero estos se habían perdidos pues “un familiar los incineró temiendo que cayesen en manos enemigas”. (Antonio Thomen, “En busca de Juan Pablo Duarte”, Boletín del AGN, número 134, sept-dic. 2012,   P. 460.).  Por lo que acabamos de leer se entiende, que a menos que no aparezcan otras pruebas documentales lo que creo ya imposible, a Juan Pablo Duarte solo lo podemos estudiar por lo publicado por su hermana en los referidos apuntes y por la escasa documentación que de él se conservaron. 

Uno de los planteamientos de Américo Lugo, referido más arriba, se refieren a la falta de estudios del Patricio; sin embargo, existen testimonios irrefutables de quienes lo conocieron en vida, especialmente amigos de La Trinitaria y familiares, de que Juan Pablo Duarte estuvo en Europa haciendo estudios, que parece no terminó, pero que lo dotaron del conocimiento necesario para destacarse en las letras, si la adversidad no se hubiera interpuesto, como el principal poeta del romanticismo dominicano; pero como dice la historiadora Ángela Peña en su libro “Así era Duarte”, que publicó hace más de quince años, que él no  hizo carrera especifica, pero se preocupó por aprender por lo menos diez ciencias diferentes. Dominaba además, siete idiomas.  (…). La filosofía fue otra de las aficiones de Duarte. Empezó a cursarla en España, y el hecho de hallarse nuevamente en auge, cuando visita por primera vez a Barcelona, las enseñanzas de Raimundo Lulio, lo lleva, al través de los libros del beato Mallorquín, a familiarizarse con ese aspecto de la cultura humana”. (Ángela Peña, “Así  era Duarte”, editora Lozano, 1996,    Pp.  17-19).

Pero además, como aparece en los Apuntes de Rosa Duarte, ya estando en Santo Domingo y mientras gestionaba la liberación del yugo haitiano, dedicó parte de su tiempo a prepararse a través de la lectura sistemática de escogida literatura a la que tenía acceso, como lo atestigua su hermana al decir:

“Por su carácter era muy activo, por lo que para todo tenia tiempo, no ocupándose tan solo de su patria y sus estudios, para lo que hacia la noche día; consagrado a estudiar nunca dejó sus libros antes de la una o las dos de la mañana; él llevaba los libros al almacén de su padre, y daba en el mismo almacén clases gratis, de escritura y de idiomas a los que mostraban deseos de aprender, los enseñaba con gusto sin hacer distinción de clases ni de colores lo que le atraía una popularidad incontrastable, pues estaba fundada en la gratitud; y no tan sólo transmitía sus conocimientos, sino que tenia a la disposición de sus amigos o del que los necesitaba sus libros, sus libros que él tanto estudiaba”. ( Rosa Duarte, Apuntes de Rosa Duarte, 1994).  Entre sus profesores se encontraba Juan Vicente Moscoso, con quien estudió Historia y Geografía Universal,  (Rosa Duarte, P. 41), y en la poesía  tuvo influencia de la poesía española, y de Edward Young, cuyos poemas leía con predilección. (Ángela Peña, P. 103.)

La poesía de Juan Pablo Duarte, como dijimos antes, estaba influenciada  por el Romanticismo español y, citando a Vetilio Alfau Durán,  “contiene los ingredientes  típicos de la poesía romántica: en primer término la preferencia por el romance, característica de los poetas románticos, el metro nacional, como lo llamaba el Duque de Rivas; el amor a la naturaleza, la historia heroica, las confesiones dolorosas, las quejas contra el destino, la melancolía, las aspiraciones sociales y patrióticas, todo ello en una versificación profunda y varia”. (En Rosa Duarte, P. 295). Sobre este particular, don Vetilio Alfau Durán es categórico al evaluar la poesía del patricio, aunque con justicia aclara que Duarte no “presumía de poeta”;  sin embargo, dice este erudito de la historia dominicana, “¿Quién, en su tiempo, uso en sus escritos igual intensidad dramática, igual concentrada amargura en sus versos? (…). Duarte escribió diversa poesías: himnos de guerra, anatemas contra Santana, ansias y nostalgias de la tierra natal, tan dolorosamente lejos para sus ojos como presente para su espíritu”.  (Vetilio Alfau Durán en Clío, II, Santo Domingo, Gobierno Dominicano, 1994, pp.33-34).

De esa amargura, presente en su producción  romántica, es el poema  Romance, en el que la lejanía retrata el tormentoso dolor de sentirse expatriado de su tierra junto a sus ocho compañeros de infortunio,  ellos  que lo dieron todo para verla libre y soberana:  “ /…/ Ellos que al nombre de Dios, / Patria y libertad se lanzaran; / Ellos que al Pueblo le dieron/ La independencia anhelada./ Lanzados fueron del suelo/ Por cuya dicha lucharan:/  Proscritos, sí, por traidores/ Los que de lealtad sobraban./ Se les miró descender/ a la ribera callada,/ Se les oyó despedirse,/ Y de su voz apagada/ Yo recogí los acentos/ Qué por el aire vagaban”.  (En Vetilio Alfau Durán P.35),

Duarte no pretendió ser poeta, como lo dice don Vetilio, aunque gustaba de la poesía como queda demostrado con sus versos publicados, incluyendo algún poema salvado, de los que escribió cuando se encontraba casi perdido en la selva venezolana. Su poesía, como lo señala Ángela Peña, es “una extensión de su labor patriótica y política, aún cuando hay poemas suyos en los cuales canta a la mujer. No puede considerarse que el Padre de la Patria fue poeta. La creación literaria no fue hábito en su vida. Escribía respondiendo a imperativos del momento sin tener la poesía como una manera de expresión constante y permanente”  (Ángela Peña, P. 111).

Entre los poemas conocidos, escritos por Juan Pablo Duarte en Santo Domingo, se encuentran  Tristezas de la noche, Santana, Canto de guerra, Antífona, El Criollo, Desconsuelo, Suplica, Himno, La Cartera del proscrito, y otros cuatro poemas sin títulos. (Ángela Peña,  P. 116).

Sin embargo, de los escritos en sus azarosos años de exilio, solo existen algunos versos sin títulos, aportados por el historiador venezolano Francisco Manuel de las Heras y Borrero en su ensayo Juan Pablo Duarte en Venezuela, escritos mientras vivía en Chaguas:  “Aquí el Patricio participará en tertulias literarias y sociales, evitando las abiertamente políticas, dada su condición de refugiado. (…). La presencia de Duarte en este lugar geográfico está claramente identificada en 1856, año en el que vio la luz el primer libro que se edita en Apure. Se trata de los Honores Póstumos del señor Marcelino Muñoz (…). En la publicación reseñada aparece un poema de Juan Pablo Duarte, dedicado a exaltar los meritos del difunto, su amigo”, quien era el presidente de la masónica Sociedad Joven Achaguas, que Juan Pablo Duarte frecuentaba.    (Francisco Manuel de las Heras y Borrero, “Juan Pablo Duarte en Venezuela. Nuevos aportes”, Boletín del AGN, número 134, sept-dic., 2012,  P. 529).  Aquí los versos aportados por de las Heras y Borreros:

“De honor dechado y de virtud modelo,/ llamole suyo aquese mundo impío,/ y el Cielo dijo sin piedad, sin duelo,/ con voz tremenda “Marcelino es mío”. / Y oyó aquel fallo, y sin gemir doliente/ con faz tranquila, religioso y pío./ Adiós nos dijo con serena frente, /aquel que fuera del Apure el brío. / Y cuando el pobre extranjero/ se vea enfermo y desvalido,/ ¿quién como el enternecido/ pan y hogar darale entero”.   (Francisco Manuel de las Heras y Borrero, P.532).

El otro poema aportado por el ensayista venezolano, y escrito por Duarte, está dedicado a una mujer, tal vez la que pretendió cuando vivió en aquella localidad venezolana:   “Que no en vano se postra mi amor/ a los pies de la esquiva beldad: / No me digas ¡oh, no! Por piedad/ que también tu me tienes horror/ Pues es tal de este amor la vehemencia/ que, no obstante el rigor de mi suerte/ yo he jurado, por siempre quererte/ a pesar de tu cruda inclemencia.” (Francisco Manuel de las Heras y Borrero, P. 534).

Hasta aquí lo que puedo decir sobre los escritos de Juan Pablo Duarte. Ahora veamos brevemente lo relacionado con su pensamiento político, contenido en aquellos documentos que se salvaron para la posteridad, y que Don Vetilio Alfau Durán compiló y lo presentó como ideario  que publicó en Clío, revista de la Academia Dominicana de la Historia en 1952.Vetilio Alfau Duran, Simiente de gloria, ideario de Duarte, Clío numero 94, sept-Dic., 1952). De los referidos documentos, es importantísimo para entender el pensamiento duartiano, aquel que él escribió en que trató de definir la base fundamental de la República que sonó, es decir, su Proyecto de Constitución.

Los dominicanos se fueron constituyendo  como una comunidad a lo largo de siglos de relaciones coloniales con la metrópolis España, luego traspasada su condición a posesión francesa y de inmediato ocupada por tropas de lo que luego vendría a ser la República de Haití, para recaer bajo la dominación francesa y volver a la condición de colonia de España, de donde los liberales dominicanos proclamaron, influenciado por las luchas de independencia de América del Sur, aquella independencia efímera de 1821, que nos hizo libre durante 62 días.

Cuando esto último sucedió, Duarte era apenas un niño, que luego adolescente tuvo que presenciar las tropas haitianas ocupando la ciudad de Santo Domingo y estableciendo un gobierno impropio que se prolongó durante 22 años. En medio de esa ocupación, Duarte salió a Europa, conociendo New York y varios países del viejo continente; permaneciendo por más tiempos en Barcelona, de donde adquirió conocimientos y principios en boga en las luchas políticas de entonces.

De aquel contacto con las ideas avanzadas en Europa y del conocimiento de lo que acontecía en el país, Duarte terminó definiéndose como el principal líder liberal de la Independencia en contraposición con el liderazgo conservador y anexionista de los Bobadilla, los Báez y los Santana. Ese sector fue identificado por Duarte como el más pernicioso contra la existencia de la República Dominicana:

“Esa facción, (…)—la conservadora, dice él—ha  sido, es y será siempre todo, menos dominicana. Así se le ve en la historia representante de todo partido antinacional, y enemiga nata por tanto de nuestras revoluciones; y si no véanseles ministeriales en tiempo de Boyer, y luego rivieristas, y aun no había sido el Veinte y Siete de Febrero, cuando se les vio proteccionistas franceses, y más tardes  anexionista americanos, y después españoles, y hoy mismo ya pretenden ponerse al abrigo de la vindicta publica con otra nueva anexión” (7 de marzo 1865, carta a uno del gobierno de la Restauración.  En Alcides García Lluberes, Duarte y las bellas letras). Este escrito data del 7 de marzo de 1865, en comunicación enviada por él al gobierno restaurador, y en él deja establecido el pensamiento que normó su vida, y que no se resquebrajó ni con el tiempo y menos con la distancia:

“Si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi Patria, a protestar con las armas en las mano, contra la anexión a España (…) no es de esperarse que yo deje de protestar, y conmigo todo buen dominicano, cual protesto y protestaré siempre, no digo tan solo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquier otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra independencia nacional”.  Creo, que esta última frase y en la acción de 1844 está contenido el núcleo de su pensamiento político.

Se puede ir configurando un perfil del pensamiento político de Juan Pablo Duarte, con solo leer su proyecto de constitución y el ideario seleccionado de sus escritos por don Vetilio Alfau Durán, publicado en Clío en 1952:  alejado de toda influencia de discriminación racial, era admirador de la República de Haití por lo que ella representaba en la lucha por su independencia.

Antimperialista por convicción,  era radicalmente católico, pero a la vez masón.  De su catolicismo hay pruebas en sus poemas, en el juramento de la Trinitaria y el Escudo que luego adornó la bandera dominicana. (Francisco Manuel de las Heras y Borrero,  P.530).

Para no hacer demasiada extensa esta exposición y que se pueda comprender a cabalidad el pensamiento político de Duarte, es suficiente leer lo que escribió Max Henríquez Ureña en el Listín Diario, hace ya mucho tiempo:

“Importa evocar su memoria, destacar cuál fue su concepción de la nación dominicana que aspiraba a crear. Importa señalar que el ideal patriótico de Duarte fue el de crear una nación libre y soberana, ajena a toda injerencia o intervención extraña. La independencia pura y simple, sin cortapisas de ningún género tal era su suprema aspiración. A Duarte se le debe un primer proyecto de Constitución Política de la República Dominicana (…). La insistencia con que este concepto (el de nación libre, soberana e independiente de toda dominación, apr), se repite a lo largo del proyecto puede parecer innecesaria si no se tiene en cuenta que existía, en el momento de constituirse la República, un núcleo de hombres influyentes que, temerosos de que los dominicanos no pudieran rechazar y vencer militarmente a los haitianos, muy superiores en número, abogaban por llegar a un entendido con Francia o con alguna otra potencia”.  (Max Henríquez Ureña, Max Henríquez Ureña en el Listín Diario, 1963-1965, Santo Domingo, Universidad APEC, 2009,  P. 143).

Esa era la forma de pensar del patricio, la manera de reaccionar cuando de la Patria se trataba. Ojala y estas notas sirvan como aporte a la celebración de estos 173 años de la independencia nacional, responsabilidad en gran medida del prócer Juan Pablo Duarte y de sus jóvenes compañeros de La Trinitaria.