El texto “Las treinta y una plagas de diciembre” corresponde al segmento VIII de la más reciente novela de Haffe Serulle, Plagas y Predicciones de la Familia Vick-Aux.

Alejandrix Vick-Aux y Anna Lanfoster son los protagonistas de esta novela, cuyos nombres aparecen por separado en estos escritos que se publicarán durante todo el mes de diciembre. 

Las treinta y una plagas de diciembre

A Anna le ha encantado este título porque a su juicio recoge vivencias de mis antepasados. Cuando me escuchó decir “Las treinta y una plagas de diciembre” –lo dije con un halo de misterio– se abalanzó sobre mí, me abrazó por el cuello y me dio un beso largo en la frente, que yo hubiese preferido en los labios, aunque por la edad tal vez ya no estamos para eso. Se acomodó en mis piernas y me susurró al oído: Léeme las diez primeras líneas. Una vez complacida, me animó a leerle lo que seguía.

Día 20. Hora: 5:21. Plaga de las visiones.

                                                     Visión: (lat. visio). Percepción por medio del

                                                     órgano de la vista: desórdenes de la visión.

                                                                *

Le he echado una ojeada al libro de Manú ( reputado como el más antiguo legislador indostánico)  y he encontrado unos párrafos que bien servirían como introducción a la plaga de “las  deudas”, correspondiente  al día 18, y por su  importancia los transcribiré:    

  1. El interés de una suma prestada, recibido de una sola vez y no por mes o por día, no debe sobrepasar el  doble de la deuda; es decir; debe ascender a una suma  menor al capital reembolsado al mismo tiempo; y  tratándose del grano, de los frutos, de la lana  o de la  crin, de las bestias de carga, prestados para ser  pagados en objetos del mismo valor, el interés debe, cuando más, elevarse hasta quintuplicar la deuda.   
  2. Un interés que sobrepasa la tasa legal y que se aparta de la regla precedente no es válido; los Sabios lo llaman procedimiento usurario; el que presta no debe  recibir, cuando más, sino cinco por ciento.
  3. Que el que presta por un mes o por dos o por tres a  cierto interés  no reciba el mismo interés por más de un año, ni ningún interés desaprobado, ni el interés del interés, por  convención previa, ni un interés arrancado  a un deudor  en una situación de apuro, ni ganancias exorbitantes de  una prenda cuyo usufructo reemplaza  al  interés.

A esta hora, los pobladores despertaron al mismo tiempo, y para asombro de ellos vieron visiones pronosticadas por la Pitonisa. “Soñarán con brumas misteriosas. Los niños y los viejos hablarán de ellas con regocijo. Estimulados por su poder alucinógeno saldrán a las plazas públicas a describir sus particularidades”, había anunciado ella. Lamentablemente, nadie quería escuchar al otro porque cada uno tenía ganas de contar las visiones a su manera. Aunque las imágenes vistas por los jóvenes habían sido soñadas, estaban sustentadas –y así lo reconocieron ellos– en años de desesperación y amargura. Es decir, no eran cosas de la imaginación, sino el resultado de una vida azarosa. Así, cuanto sueñan, de una forma u otra ya lo han vivido. Cuando mencionemos algunas de las visiones recogidas, como haremos enseguida, podría pensar el lector  –sobre todo si nunca ha estado en esta isla– que se trata de un ejercicio de ficción. Pero no, en verdad todas, sin excepción, proceden de la realidad negada.

Visiones de un niño de tres años: En el aire, un chorro de leche se vuelve lazo de estiércol; entre los labios de la criatura hay una tetera rota prendida en fuego; cien niños como él caminan descalzos sobre trozos de vidrio; una rata gigante devora los senos de dos adolescentes.

Visiones de una niña de seis años: Caen piedras sobre su cuerpo desnudo; dos culebras venenosas se le enredan en las piernas; hay un gemido en su boca ahogándola y una llama quemándola; el cielo está aterrado; gritos de espanto por doquier; la niña cierra los ojos cuando un puñal le raja el cuerpo.

Visiones de un muchacho de 12 años: El Administrador y sus funcionarios tienen alas doradas y vuelan sobre un manto de nubes grises. Le arrojan al muchacho cajas llenas de ratones muertos; él quiere moverse y no puede porque está atado a algo invisible que le roe la piel; un perro con una sola pata lo mira de soslayo; alguien, que perdió hace años las piernas, los brazos y el ojo derecho, lo observa con amargura; un murciélago agoniza en un charco de petróleo.

Visiones de una muchacha de 16 años: Está frente al mar y todo lo ve rojo, hasta el salto de las olas; una montaña de huesos humanos surge en el horizonte; rascacielos llenos de barcazas destartaladas; aviones rotos en el espacio oscuro; detrás de un lamento, se ha ovillado la virginidad perdida.

Visiones de un hombre de 30 años: Una ratonera le atrapa la lengua; dos espadas amarillas le atraviesan los pies; una cruz vieja se le clava en la cara; el puño de un verdugo le golpea el cráneo; un dedo como cuchillo le corta la nariz.

Visiones de una mujer de  40 años: A su lado derecho hay una choza pintada de gris; mira hacia atrás y descubre que no hay nada, absolutamente nada; se mira a sí misma y no sabe si es ella.

Visiones de un hombre de 72 años: Tres muertos (dos hembras octogenarias y un varón nonagenario) rezan por él; está dentro de un ataúd metálico, al cual le falta la tapa; en su cabecera hay una gata recién parida; una lechuza lo mira, y un perico, con ínfulas de humano, ríe a carcajadas; frascos  de medicamentos fuera de uso; una jeringuilla con boca de anaconda se los traga.

Visiones de una mujer de 75 años: Es ciega y no tiene carne; con los brazos abiertos busca una gota de agua en el inicio del día; en su entorno nadie quiere mirarla; un grito corre apresurado y ella va en busca de él hasta alcanzarlo.