A Bernardo Vega todo el mundo lo conoce como economista, historiador, arqueólogo, pero pocos lo conocen en su faceta de creador de instituciones estatales. Si usted desea descubrir con detalles esta laboriosa etapa, sólo tiene que leer el segundo volumen de sus memorias tituladas “Intimidades en la era global. Memorias de Bernardo Vega de Boyrie, tomo II, 1963-1971.
Mucho más denso y con mucho más datos sobre la política, la economía, las finanzas y las relaciones internacionales de la República Dominicana, que en su primer volumen, Bernardo Vega desgrana con minuciosos detalles los acontecimientos relacionados con el golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch en septiembre de 1963, y ofrece muchos detalles de la intervención militar de los Estados Unidos a la República Dominicana en 1965, temas sobre los que ha investigado en detalles en los archivos de varios de los presidentes de Estados Unidos, con el valor agregado de que ofrece detalles de los sucesos de la crisis de 1965 y los relaciones con investigaciones realizadas por él en los archivos de Lindon B. Johnson y en otros archivos norteamericanos.
Este libro de memorias es un legajo detallado, cronológico, de los sucesos políticos y económicos, del ascenso de Joaquín Balaguer al poder en 1966, de cómo los norteamericanos favorecieron su triunfo electoral con apoyo de la CIA, y de las políticas económicas que se pusieron en vigencia a partir del triunfo electoral de Balaguer.
Bernardo no pasa por alto los años de represión política, los crímenes contra izquierdistas en los años 60 y 70, las contradicciones entre Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, el secuestro de Donald J. Crowley y la subsiguiente cacería de izquierdistas que obtuvieron la libertad a partir de la negociación que impusieron los norteamericanos a Joaquín Balaguer, hasta descifrar las serias contradicciones intra militares en el régimen de los 12 años, entre Enrique Pérez y Pérez y Neit Rafael Nivar Seijas, y cómo los Estados Unidos trataron de bajar las tensiones.
El gran protagonista de estas memorias, además de Bernardo Vega, es el gobernador del Banco Central Diógenes Fernández, para quien Vega trabajó como asesor y escritor de muchos de sus discursos, entre ellos seis que pronunció ante la Cámara Americana de Comercio, en los que Bernardo fue uno de sus redactores o su redactor principal.
Las filias y las fobias de Bernardo aparecen en esta parte de su historia, y en particular cómo se formó en muchos temas relacionados con las finanzas, y por qué no decirlo, cómo ayudó a crear numerosas instituciones estatales.
Al finalizar las 400 páginas del libro, queda evidente la impronta de Bernardo Vega en la redacción de la Ley de Minería, en la creación del Fondo de Pensiones del Banco Central, en la formación del Infratur y en que es uno de los forzadores del turismo dominicano, aparte de que uno de los proyectos de incentivo a la industria que redactó finalmente se convirtió en la famosa ley 299 de Sustitución de Importaciones. Fue también el creador como empresario de una fábrica de betún y detergentes, ayudó a crear el fondo FIDE, a concebir la Refinería Dominicana de Petróleo, crear y consolidar varios departamentos del Banco Central, ayudar a empujar el contrato con la Falconbridge Dominicana, y hasta haber sido uno de los primeros 15 empleados del Banco Popular Dominicano, entidad creada por Alejandro Grullón cuando sólo existían bancos extranjeros en la República Dominicana, hace 50 años.
El último capítulo de su libro está dedicado a informar la manera en que se convirtió en empresario, atendiendo a las ideas del economista más admirado por él, John Maynard Keynes, en el sentido de que economista puede ser un intelectual, pero también podría ser alguien que se dedique a crear fortuna, como lo hizo el propio Keynes. Pero Bernardo sabe que reunió las cualidades recomendadas por ese mentor: Matemático, historiador, estadista, filósofo, entender de símbolos y hablar con palabras, debe estudiar el presente a la luz del pasado y que ninguna parte de la naturaleza del hombre, o de sus instituciones, quede fuera de su mirada.
Bernardo Vega invirtió, creó empresas, fue representante de una gran comercializadora de granos y productos comestibles de Estados Unidos en la República Dominicana, hizo adquisiciones virtuosas en el área inmobiliaria y en el turismo, se hizo socio de Frank Reinieri en el grupo Punta Cana, y de los Bonetti en la Sociedad Industrial Dominicana, adquirió grandes propiedades de terrenos de vocación turística en Samaná, a precios irrisorios, compró tierras en Macao y mantuvo sus inversiones en la empresa Promociones Industriales, además de los terrenos adquiridos a buenos precios en Arroyo Hondo, al ingeniero Manuel Enrique Tavares Espaillat, donde construyó su primera casa, que posteriormente vendió.
Nada despreciable la mentalidad empresarial de Bernardo Vega, que no tiene preocupaciones económicas para sostener su Fundación Cultural Dominicana, la que utiliza para las publicaciones de casi todos sus libros.
Este segundo libro de memorias de Bernardo está dedicado a los dos hombres que más le ayudaron en su desarrollo profesional y en su paso por el debate económico en el país: El gobernador del Banco Central, de quien fuera asesor hasta 1971, Diógenes Fernández, y Rafael Herrera, director de Listín Diario, miembro de la Junta Monetaria y componedor de propuestas económicas y financieras, con Bernardo, que lo proyectaron casi con el primer economista dominicano por muchos años, hasta que llegó el sacerdote jesuita José Luis Alemán.
Así lo cuenta Bernardo, en la página 235 de sus memorias.
Una noche de 1968, en un seminario en la UCMM en Santiago, Marcos Cabral le sugirió conocer a un sacerdote jesuita, recién llegado, quien había comenzado a ofrecer cátedras en esa universidad y se había graduado en una universidad alemana con un doctorado en economía. “Así fue que conocí a José Luis Alemán. Después de hablar brevemente con él, me di cuenta de que sabía mucho más de economía que yo. Mi “reino” como el que más sabía de economía en el país había durado apenas siete años. En el reino de los ciegos el tuerto es rey, y yo había sido “rey”, pero Alemán se convirtió para mi en el principal economista del país, junto con Manuel José Cabral, ambos con estudios de post grado en economía, cuando yo apenas ostentaba y ostento una licenciatura”.
El profesor Juan Bosch, tanto en el proceso electoral como luego de ser proclamado presidente de la República, y en sus siete meses de gobierno, es analizado con minuciosidad por Bernardo Vega. Detrás del relato personal del autor, hay una historia contada de forma coherente, que retrata fielmente la decisiones adoptadas por el gobierno de Juan Bosch, los debates que tuvo, los errores que cometió, sus fobias y hasta las amenazas de renunciar al ejercicio del poder. En este sentido el relato es lineal, y requirió un recorrido por la prensa de esos días, para poder describir la naturaleza de los debates económicos, las críticas, las propuestas del gobierno americano, las declaraciones muchas veces contradictorias del profesor Juan Bosch, y finalmente el golpe de Estado que lo dejó fuera del poder.
Fue Juan Bosch quien designó a Diógenes Fernández en el puesto de gobernador del Banco Central. Desde muy temprano el Banco Central fue un lugar aparecido por Bernardo como lugar de trabajo, y con Diógenes alcanzaría ese objetivo. Durante el gobierno de Juan Bosch Vega trabajó en la Corporación de Fomento Industrial, posición de la que renunció luego del golpe de Estado. Entonces, fue contratado por Alejandro Grullón, quien estaba creando en esos momentos el Banco Popular.
Un mes antes del derrocamiento de Bosch la Junta Monetaria habría aprobado las operaciones del Banco Popular. Grullón no se detuvo, con el apoyo del Banco Popular de Puerto Rico. Luego de contratar a Bernardo, fue contratado Antonio Rodríguez Echevarría. Con Grullón estuvieron Bernardo Vega, Donato Brea, una secretaria y Rodríguez Echavarría. La labor de Bernardo era buscar accionistas para el banco que pronto comenzaría a operar. También tenía las funciones de mantener el contacto con el gobernador del Banco Central, Diógenes Fernández. El 2 de enero inauguró en Santo Domingo su primera oficina el Banco Popular, luego en Santiago, y así se fue extendiendo. El gran despegue del Banco Popular se debió a la inteligencia y habilidad de Alejandro Grullón, quien decidió mantener sus operaciones abiertas en la revolución de abril de 1965, precisamente cuando todos los bancos habían cerrado sus puertas.
En estas memorias se relatan detalles de algunas de las discusiones ocurridas entre banqueros dominicanos y funcionarios de la empresa Gulf and Western, luego de que el gobierno del presidente Balaguer abriera la posibilidad de fomentar la creación de un banco hipotecario. La batalla fue ganada por los dominicanos, y de ahí surgió el Banco Hipotecario BHD, hoy Banco BHD-León.
En febrero de 1965 el Gobernador del Banco Central, Diógenes Fernández, le solicitó a Alejandro Grullón que le cediera a Bernardo Vega. Así pasa el autor de las memorias a desempeñar las funciones de asesor económico del Gobernador hasta 1971.
Al estallar la revolución de abril, y luego la guerra civil, el gobernador del Banco Central estaba fuera del país, y Alejandro Zeller Cocco, hombre de confianza del recién creado gobierno de Antonio Imbert Barrera, llamó a Bernardo Vega para que le abriera la bóveda del Banco Central, y así poder pagar a los empleados públicos. Caamaño había designado como gobernador a Luis Scheker Hanes. Había dos bancos centrales y la capital estaba dividida en dos. Pero el Banco Central con su bóveda estaba en el territorio dominado por el gobierno de Imbert.
Bernardo se negó a asistir a una reunión con personal del gobierno de Imbert, y a los dos evangélicos que guardaban las claves de la bóveda los despachó hacia sus respectivos pueblos hasta nuevo aviso, hasta que llegó Diógenes Fernández al país, traído por un avión de los norteamericanos. Por recomendación de los norteamericanos las reservas monetarias del Banco Central fueron llevadas a Nueva York, e Imbert no pudo pagar a los empleados públicos con esos fondos. Antes, sin embargo, Vega y los representantes diplomáticos de Estados Unidos, tuvieron que colocar un tanque de guerra en el sótano del Banco Central para evitar que asaltaran la bóveda donde estaba la reserva monetaria.
Bernardo recuerda que en 1966 publicó su primer libro, titulado La República Dominicana ante el proceso de integración económica de América Latina, de unas 150 páginas. En esos momentos había participado en numerosas reuniones internacionales y los debates giraban en torno al tema de la integración, sin que el país optara por alguno de los bloques que se conformaban. El libro salió de la imprenta del Banco Central. A partir de entonces, jamás ha dejado de publicar, hasta llagar a 34 libros sobre historia dominicana, seis de los cuales han merecido premios nacionales. Otros dos libros han sido publicados en Europa. Como arqueólogo ha publicado 7 libros.
Bernardo Vega está convencido de que el periodista Rafael Bonilla Aybar, más conocido como “Bonillita”, fue el autor de una denuncia difamatoria contra su padre, cuando era embajador en Cuba en la dictadura de Trujillo, que terminó con la tranquilidad y el sosiego de su familia y de su padre. Lo menciona en la pagina 118.
Fue en agosto de 1955, con motivo de la desaparición en La Habana del exiliado antitrujillista Manuel de Jesús -Pipí- Hernández. En octubre de 1963 Bonillista declaró que Julio Vega Batlle había sido responsable del aquel asesinato. Eso preocupó mucho a su padre, pero la prensa cubana pronto identificó a los asesinos y los mismos fueron capturados por la policía. La responsabilidad sobre ese crimen recayó en el conocido gánster Policarpo Soler. “La falsa acusación contra mi padre le afectó tanto que horas después sufrió el primero de sus tres infartos. Moriría a raíz del último”. Bernardo dice, lacónicamente, “nunca saludé a Bonillita”.
Otros personajes que aparecen con frecuencia en las memorias de Bernardo son Sacha Volman, informante de la CIA y amigo de José Francisco Peña Gómez y de Juan Bosch. Hay muchos informes de Volman, citados por Vega en este libro. También aparece Charles Bluhdorn, el creador de Central Romana y Casa de Campo.
En una ocasión en un debate en la Comisión Nacional de Desarrollo en el Palacio Nacional, en 1969, Bluhdorn dijo que él era quien había puesto el país en el mapa mundial y reclamaba que se aprobara la construcción de un hotel y un hospital. Bernardo dice que le ripostó diciendo “Yo creía que quien había hecho eso era Juan Pablo Duarte”, a lo que Bluhdorn respondió “Y quién es ese señor Duarte?”. Cuenta Bernardo: “Miré a los otros presentes y dije que, con ese comentario suyo, me había dado una respuesta satisfactoria”.
Invitamos a leer las memorias de Bernardo Vega, en este excelente segundo tomo.