Se ha visto que la persona después de analizar un texto empodera el pensamiento o fortalece el sentimiento ante un tema en particular. Al leer, el individuo desarrolla un diálogo consigo y con lo que se lee (autor, personajes…); diálogo que trasciende la grafía y se hace colectivo al enfrentar las ideas extraídas con otros individuos de ideas diferentes o iguales.

Durante el proceso de lectura se activan todos los sentidos. Esta actividad es idónea para estar más receptivo a lo que se lee o escucha y sensibiliza la capacidad de empatizar con el otro: el autor que escribe.

El que escribe, siempre lo hace pensando en comunicarse con alguien más: el que lee.  Es, por tanto, que ya la lectura viene como hecho colectivo; digo colectivo porque involucra al receptor/lector, siendo el autor el primer receptor y emisor.

La lectura es un hecho que promueve la libertad del pensamiento.

Como sugiere, La Sabiduría de lo incierto: “Leer, o contar, es, de una forma u otra, interpretar, aunque no siempre sea solo interpretar.” (Mélich, 2019). Dicho de otra manera, lo leído se convierte en una información objeto de transformación y cambios en el lector, que en ocasiones promueve el discurso propio de la persona que también, más adelante, podrá ser autor de otros universos. Recordemos que quien escribe también fue, es y será un lector.

La lectura es un hecho que promueve la libertad del pensamiento. Además, fortalece el alma, aumenta la comprensión de la temática planteada por el autor; quien nos hace invitados especiales a la llamada “Invitación a la lectura”.  Henríquez Ureña, 1985.

La lectura es una actividad donde nos colocamos en el lugar del otro, de sus historias, de sus acciones y pensamientos. Cuando leemos, jugamos a entender, recordar e interactuar de manera directa con el creador del texto; quien se ha convertido en el autor de líneas, en el ente llamado “creador del universo que rodea el alma humana”.

Cuando leemos nos hacemos parte del hecho dramático —poético o narrativo— y nuestro pensamiento se activa en lo leído porque somos parte viva de una historia. Ejemplo de esto es cuando estamos leyendo y nos detenemos por breves instantes e imaginamos cómo podría ser esa continuidad o final que nos propone el autor, ello ocurre porque a veces nos adelantamos a los hechos y planteamos posibles alternativas de manera inconsciente. Es en este punto donde se crea la empatía del lector; donde conecta sus emociones, experiencias y opiniones con el texto; convierte esta experiencia en algo significativo para sí, para la sociedad.

Por eso comparte, opina y promueve; porque se emociona, lo cree útil y, porque ha encontrado en lo leído algo que decir: quizá dicho de manera más precisa que como lo hubiera hecho él.

La colectividad se forma cuando hay interacción entre dos entidades.  Lo que se lee provoca pensamientos que evocan a la vida misma y es inevitable la reflexión y el desarrollo del diálogo con la experiencia que allí se está manifestando.

La lectura pudiera ser una gran receta para desarrollar lazos que permitan a la humanidad ser mejor a través de las experiencias y enseñanzas obtenidas de esos seres que forman parte del hecho literario y de las palabras que los pueblan.

Referencias
Henríquez Ureña, C. (1985). Invitación a la lectura. SD, República Dominicana: Editora Taller.
Mélich, J. (2019). La sabiduría de lo incierto, Lectura y condición humana. Barcelona, España: Editora Tusquests.
* Felicia Guzmán es actriz y directora de teatro, pedagoga y promotora de lectura en distintos espacios culturales del país.