Al Dr. Diomedes Núñez Polanco, Director de la Biblioteca Nacional “Pedro Henríquez Ureña”, y a Carmen Rosa Estrada, Encargada de la Sala de Tertulia de la Biblioteca, y promotora de la restauración de la obra Amelia Francasci, de Luis Desangles.

 

Jesús Desangles, Sisito. Col. Belkiss Adrover de Cibrán.

Amalia Francasci (1850-1941), La Francasci, no se distrajo de su empeño: confrontarse a sí misma (la escritora) con la otra, que es “la infeliz”, “la desgraciada”, representativa de todas las otras que viven puertas adentro y encerradas en su drama en el interior del domicilio conyugal.

La Francasci al dar a la publicidad su segunda novela Francisca Martinoff (Santo Domingo: Imprenta de García Hermanos, 1901) rompe los techos de cristal que tenían sus vecinas de la ciudad colonial, que no contaban nada de su intimidad, que reprimían sus imaginarios, que no re-pensaban los deseos lúdicos en sus vidas confinadas a una cotidianidad con reglas aceptadas, amorfas, a consecuencia de las mordazas, de las insidias, de lo vertiginoso que pudiera ser para ellas si descodificaran todas las parábolas bíblicas desde la perspectiva del género.

En Francisca Martinoff está presente la neurosis de la escritora, y los registros de la violación, la frigidez, el pecado, la repugnancia, el suicidio, el embarazo no deseado y la opción del aborto, que es la desgracia de Amelia Francasci, que es la misma Francisca Martinoff del Drama Íntimo, que muere en lo real a los 91 años de edad. Esta novela tuvo un perfecto armazón contraponiendo lo lineal, y el flash-back; es de una escritura audaz, atrevida, que devela la patética vida de nuestra autora, y contiene las claves para que describamos el retrato al óleo realizado a Da. Amelia Marchena de Leyba por el afamado pintor Jesús Desangles , ya que a partir de su lectura descubrimos todos los detalles concerniente al cuadro, el día en que fue realizado, o se dispuso su ejecución, casi de cuerpo entero.

Además, su novela contiene un capítulo que nos permite a aproximarnos a la historiografía artística de esta magnífica obra de Sisito, que asumo como un certificado documental y sentimental,  y expresa desde qué óptica el pintor debía proyectar a la mítica Amelia; qué debía narrar de su rostro, qué detalles destacar, qué testimonio plasmar y qué presagios borrar o evadir.

 

Fernando Arturo de Meriño © Abelardo Rodríguez Urdaneta. Col. AGN

LA FRANCASCI ANTE LA CRÍTICA CONTEMPORÁNEA DE LOS NOVECIENTOS. SU VERA EFIGIES. Amelia Francasci nace en el año de 1850, justo cuando Honorato de Balzac ha muerto, y de seguro le hubiera gustado ser una de sus heroínas.

De Amelia sólo se conocen tres fotografías. La primera fue dada a conocer en la Revista Literaria. Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, de la cual Enrique Deschamps era su Director-Redactor, el de Junio 15 de 1901, en el Número  5, que acompaña el artículo que sobre ella escribiera Manuel de Jesús Galván, donde dice que: « […] es admirable hallar una muestra excelente de talento amable en una distinguida escritora dominicana, la Señora Doña Amelia Marchena de Leyba, conocida en el mundo de las letras bajo el pseudónimo de Amelia Francasci. Nada más plácido y sereno que el espíritu superior de esta dama, que en el retiro en que la obliga a recluirse la susceptibilidad de su delicada complexión, solo se complace en el cultivo de la bella literatura, y en el trato de las personas instruidas, con las cuales, de cerca o de lejos, sostiene interesante comunicación y correspondencia, acerca de las obras de los más celebrados autores contemporáneos. Nada más encantador que sus lúcidas disquisiciones respecto a los escritores nacionales y extranjeros, particularmente los refinados de las letras francesas, a los cuales conoce minuciosamente, y juzga con pasmosa penetración. » [1]

La segunda fotografía se da a conocer en la misma Revista Literaria, en el número 7 correspondiente al 8 de agosto de 1901, en la página 11, en ocasión de la reproducción de una Nota que le enviara desde París, en el mes de mayo de 1901, «Su adicto, Jeorge Ohnet» como firma el remitente. [2]

Sin embargo, no dice la Revista quién es el autor de «su amable vera-efigies», pero sí resalta que ella está obteniendo por su escritura un «envidiable éxito». Era la época en que Francisca Martinoff estaba siendo leída, devorada por los lectores de allá, de Puerto Rico, y que sus contactos en Francia divulgaban. Su novela era un texto narrativo cautivante por los caracteres y tipos psicológicos que presentaba. Era su autobiografía que daba a la luz, para liberar un poco a sus demonios.

La Nota publicada por la Revista Literaria se titula «AMELIA FRANCASCI Y JEORGE OHNET», y su contenido es el siguiente:

«Un distinguido caballero residente en Paris y vinculado por cordiales nexos de amistad al celebrado y fecundo novelista francés Jeorge Ohnet, ofreció hace poco a éste la última obra publicada por la distinguida escritora dominicana Amelia Francasci, aquel pequeño opúsculo titulado “Recuerdos e Impresiones” que tan agradables efectos produjo en esta ciudad hace pocos meses.

Casa Consistorial, próximo al domicilio de Amelia Francasci. Revista Literaria. Vol I, número 6. Julio 8, 1901 © Abelardo Rodríguez Urdaneta.

«El famoso contemporáneo francés leyó la amable producción de la Señora Francasci y escribió al caballero amigo que puso en sus manos el sentido opúsculo la misiva que transcribimos a continuación, y que a nuestro juicio, es significativo triunfo de la culta compatriota y de las letras nacionales.

«La REVISTA tributa de nuevo sus testimonios de respetuosa deferencia a la distinguida escritora al ofrecerle sus cordiales felicitaciones.

«Es ésta la delicada misiva del autor de Felipe Derblay y de El Alma de Pedro:

«Mi apreciado amigo: Mi conocimiento del idioma español, conocimiento que es una dicha para mí, me ha permito leer los “Recuerdos e Impresiones” de la señora Amelia Francasci. La dolorosa historia y muerte de la Lidia me ha causado viva emoción.

«Quien lee esas páginas siente correr lágrimas del fondo del corazón que ha sufrido. En cuanto a mí, estoy convencido de que la señora Francasci solo expresa en ellas sentimientos que ha experimentado. »

 

La tercera fotografía conocida de Amelia   se la tomó en la calle El Arquillo, hoy Arzobispo Nouel, cuando vivía allí, la escritora Abigail Mejía (1895-1941), la cual se hace pública en el número 357 del 25 de diciembre de 1926 de Blanco y Negro, Revista Semanal Ilustrada, del Director-Propietario Francisco A. Palau, para acompañar la entrevista de Mejía, que firma y titula «Amelia Francasci, de Hoy». [3]

Aquarelle de Cassal représentant « BALZAC aux Tuileries ». (Document communiqué par « La Courrier Balzacien ». Col. Ylonka Nacidit-Perdomo

Esa misma fotografía, posteriormente, se reproduce en el número 100 de Fémina, Revista Quincenal Ilustrada editada en San Pedro de Macorís, que dirigía la Maestra Normal Petronila Angélica Gómez, en un Suplemento Ilustrado de Fémina con el pie siguiente: «La ilustre escritora D. Amelia Francasci, quien con la publicación del interesante libro “Monseñor de Meriño Íntimo” acaba de sumar un laurel más a los muchos que lleva recogidos. »  [4]

Pero, ¡que grata sorpresa de la vida tuve! cuando llegaron a mis manos tres retratos más inéditos de La Francasci, fotografiada en ese mismo mes, quizás sí, diciembre de 1926, de Abigaíl Mejía, que describe a su entrevistada y ha plasmado la última imagen que se conserva de ella, más recostada aún a la mesa de descanso, sosteniendo en sus manos su libro Monseñor de Meriño Íntimo.

Abigail Mejía describe a La Francasci que conoció, y nos ha dejado su opinión para comprender más aún su personalidad:

«Es una dama afable, bondadosa, cuya alma inteligente aun se asoma con melancólica coquetería a sus ojillos grises a azulados. Gusta de la soledad y la penumbra. Ha vestido siempre de blanco, con un alba capita muy peculiar, muy suya, siempre sobre los hombros.

«Nos recibe simpática y acogedora, como si nos conociéramos de viejo, en la intimidad de una salita en la que hay varios muebles antiguos, almohadas y almohadones, una silla de extensión, un sofá. Hay flores por todas partes en la habitación y difunden un olor penetrante que nos parece llega más al espíritu que a los sentidos, al modo de esas flores secas con que nos tropezamos en los libros. » [5]

Siete años más tarde, Mejía obtendría el laudo del Primer Premio en el Concurso del Centenario de Monseñor Meriño (1833-1933) convocado en Santo Domingo, República Dominicana, con un trabajo titulado Biografía del Padre Meriño. Estudio completo de su vida y obra que se editó, posteriormente, en Barcelona en la Imprenta-Editorial Altés en 1934, en el cual deja plasmada la siguiente expresión sobre el Prelado: «en verdad, parece el verbo hecho carne para conmover a los mortales.»

Armande d´Esgrignon (Cabinet des Antiques). (Illustration de Staal tirée des Héroïnes de Balzac de Mme. Du Surville). Col. Ylonka Nacidit-Perdomo.

Entre «las personas instruidas», además de Abigail Mejía, que visitaban en su refugio a La Francasci se encontraban Horacio Vásquez, Federico Henríquez y Carvajal, Miguel Ángel Garrido, Emiliano Tejera, Bernardo Pichardo, Mons. Rafael C. Castellanos, Ignacio María González, José Gabriel García, Juan Isidro Jiménes, Manuel de Jesús Galván, Moisés García Mella y, por supuesto Monseñor Meriño.

Cuando La Francasci edita su novela en 1901, en la Imprenta de García Hermanos, con una dedicatoria «A Monsieur Pierre Loti, Sympathique hommage de L´Auteur», y la calza con fecha « Mai 1901», Horacio Vásquez era el Vicepresidente de la República y Ramón Cáceres, Gobernador Civil y Militar de la Provincia, y la prensa hacía «Loor al Progreso», procurando que los generales de la Revolución de 1899 (Vásquez, Cáceres, Jiménes y Eugenio Deschamps) se entendieran políticamente [6], luego de la renuncia del último a la Gobernación de Puerto Plata. [7]

Eugenio Deschamps entonces era considerado « el más popular, hoy de nuestros hombres públicos». A él le había comunicado el Sr. Ávila, a Ponce (Puerto Rico) al través de un “despacho telegráfico” desde San Juan (Pto. Rico) con fecha 28 de julio de 1899, el asesinato del Presidente Lilís. «Ha caído, en fin, de la misma manera que vivió, embarrado en sangre, Ulises Heureaux, alias Lilí [sic], la figura nefasta que inutilizó, encarcelándolas, proscribiéndolas y matándolas a tres generaciones de mi patria. » [8]

Manuel de J. Galván, que tenía su estudio de abogado en la Calle Padre Billini No. 17; Moisés García Mella, pariente de José Gabriel García a quien La Francasci dedica un ejemplar de la copia de la novela que tengo, triunfaba como Defensor Público, teniendo su bufete en la calle Consistorial No. 28. Eran estos hombres de los habitué a las tertulias en el oasis de La Francasci, en la calle El Arquillo que tan detalladamente describe la escritora Abigail Mejía cuando la entrevista en 1926 para una edición de la Revista Blanco y Negro.

Moisés García Mella también participaba de la política, y estaba entre los jóvenes de la ciudad que se reunía en meeting con Brones y Fauduiz y de los jóvenes Castro y Concha, en el parque de Santa Bárbara para arengar al pueblo, y que participara en la escogencia de los nuevos diputados. [9]

Portada de Recuerdo e Impresiones. Imprenta de García Hermanos, 1902. Col. Biblioteca Abigail Mejía.

Encerrada en su gabinete La Francasci , viviendo, informándose de todo ese mundo exterior convulsionado de la política anterior a la Tercera República, escribe entre abril de 1899 a marzo de 1901, su novela autobiografía Francisca Martinoff con una pluma de oro, la misma que le fue obsequiada por su esposo Rafael Leyba, el 10 de abril de 1899 con su Portaplumas, por ser día de su santo adquirida en la Librería y Papelería Cuna de América, en la calle Separación 81, que era que ofertaba esos objetos de lujo.

Luego de ser publicada Francisca Martinoff, y de que Amelia la remitiera con atenta dedicatoria a sus amigos más íntimos, no se conoce librería de la ciudad en la cual se ofertara a la venta, ni hubo un raudal de críticas en torno a la novela, al menos hasta ahora son desconocidas. Este Drama Íntimo fue silenciado. Y es, entonces, cuando Manuel de Jesús Galván, queriendo enmendarle la plana a su amiga, publica en la Revista Literaria un artículo suyo que tituló «Amelia Francasci», el 15 de junio de 1901.

¡“Pobrecita” Amelia, la callaron!, o creyeron que lo hacían. Sus obras no eran incluidas en las listas de libros recomendados por la revista La Cuna de América, ni en Blanco y Negro. La Librería Española (de la calle Isabel La Católica 39) ni asomo de adquirir esta inquietante novela para las mentes puras y castas. La Librería Nueva de la Arzobispo Nouel 31, próximo a su casa, mucho menos. La Francasci no era bien vista. ¡“Pobrecita”, estaba excluida, en el ostracismo total ante los propietarios de las exclusivas estanterías de la ciudad, donde se ofrecían obras que eran la delicia de la ingenuidad, del morbo, y alimento para perpetuar al machismo y al patriarcalismo!

Sin embargo, pasado el tiempo, en la edición de Fémina correspondiente al último mes del año de 1926 [10], se da a conocer un artículo consagratorio de dos páginas firmado por Manuel Guzmán Rodríguez de El Imparcial de Puerto Rico, que saluda y comenta con grandes elogios la obra de La Francasci, donde consideraba que ese «lazo de dos almas tan superiores [Meriño y Francasci] fue obra de un milagro». [Esta fue la última publicación en formato de libro que daría a conocer en vida].

Guzmán Rodríguez también señala, como un dato inédito, que Amelia Francisca Marchena había nacido en Ponce, Puerto Rico, a orillas del río del portugués, y que «entre pañales la llevaron a las riberas del Ozama» según le explicó el crítico puertorriqueño Ramón Martín, por lo cual la consideraban ponceña-quisqueyana [11]. El libro se lo remitió Don Federico Henríquez y Carvajal a Guzmán Rodríguez, atendiendo a su atracción por el género biográfico y, en especial, por la autobiografía, con la dedicatoria «Envíole un libro de Amelia Francasci sobre Meriño. Espero que -en su género de cosas íntimas- habrá de serle grato.» [12]

Portada de Cierzo en Primavera. Imprenta La Cuna de América, 1902. Col. Biblioteca Abigail Mejía

En 1926 La Francasci dio un «palo» literario y publicitario con la publicación de Monseñor de Meriño Íntimo (Imprenta La Cuna de América. Roques Román Hermanos). Las primeras noticias de su próxima salida con el anuncio de que se vendería en la librería Cervantes de Francisco Castro Molina al costo de $2.00 el tomo, de San Pedro de Macorís, las ofreció Petronila Angélica Gómez en Fémina. También en ese número de la revista aparece la segunda parte del artículo de Manuel Guzmán Rodríguez que concluye compartiendo con sus lectores sobre La Francasci que:

«Esta mujer tan sabia, tan sensible, de vida tan intensa, que nos recuerda a Ana Roqué de Duprey, a Fidela Mateu de Rodríguez y a Lola Rodríguez de Tió, ha escrito otros libros de los cuales hace mención en éste, que han sido justamente alabados por la crítica, Madre culpable, novela, de la cual reproduce un juicio del escritor puertorriqueño Ramón Marín; un cuento que admiró y dio a la prensa el poeta José Joaquín Pérez; un Diario, escrito expresamente para Monseñor de Meriño, que no se ha publicado; la novela Francisca Martinof, celebrada por Pierre Loti, don Federico Henríquez y Carvajal, Gastón Deligne y don Manuel Fernández Juncos; Dolores del corazón, que obtuvo plácemes de Meriño, Galván, Alfau Baralt y se editó, por tercera vez, en Recuerdos e impresiones; Historia de una novela, encomiada por Meriño y Alfau.

«Después de esta, la autora se limita a mencionar Mi Pretendiente e Historia de un joven tímido.

«Y anuncia que preparaba Psicología femenina, la novela Mercedes y que tenía meditada Escenas de la vida en Santo Domingo, la que ella llama la obra de los sueños de Meriño, porque este había mostrado empeño en que escribiera una historia nacional. » [13]

Pero la última palabra con autoridad, en todo caso sobre La Francasci, la tiene la intelectual, escritora, feminista y Maestra Normal Abigail Mejía, que, escribió sobre ella en 1927, y le hizo una pregunta directa, capciosa:

«-¿No ha sido usted feliz, doña Amelia? ». A lo que contestó la autora: «-¿Feliz? No, hija, al contrario. Si usted supiera… Yo he sufrido mucho en la vida. »

Por lo cual Abigail interpretó que La Francasci era una «víctima de la vida y de los nervios -al modo de tantas otras de nosotras, débiles mujeres- la autora deseó la muerte y llegó hasta pensar en el suicidio. » [14]

Ha sido mi admirada y recordada por siempre Abigail Mejía, quien me ha dado las «claves» para leer a La Francasci, puesto que advirtió que las dos novelas de Amelia, Francisca Martinoff y Madre Culpable, son «de clave». [15]

Calle Las Mercedes. Revista Literaria. Vol I, número 6. Julio 8, 1901 © Abelardo Rodríguez Urdaneta.

«CLAVES» PARA LEER A AMELIA FRANCASI. Se podría escribir un capítulo sobre las claves para leer a Amelia Francasci o las claves para leer el retrato de La Francasci , o sobre la neurosis de Amelia o lo que Manuel de Jesús Galván denomina «talento del amable», pero ahora vamos a referirnos al retrato realizado por Sisito a la autora decimonónica que produjo desde el sillón-de- descanso de su gabinete su obra cumbre Monseñor de Meriño Íntimo; que leía a la escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda y a la española María del Pilar Sinués, que estuvo desde niña inclinada a la literatura, que cuestionaba la enseñanza y la educación de las señoritas solo para el arte de la cocina y de la costura, que protestaba contra ese adiestramiento, que viajó por la imaginación, de « límpidos y bellos ojos garzos», de «imponente serenidad», «melancólica belleza», «orgullosa indiferencia», de «calma resignada» , que era «tanto más interesante cuanto más doliente», que sufría de insomnio, de los nervios o de una neurosis; que escogió «sufrir en silencio. ¡Dejarse crucificar en silencio, en silencio! cuando el silencio la mataba», que tenía aversión al matrimonio, que fue víctima de una brutal violación en el matrimonio e intentó suicidarse, de quien se ha ocultado su discurso feminista, y de quién nadie sabe «su verdadera historia», y que pudo rebelarse contra su suerte, que sufrió «la duda roedora» del amor prohibido, y «la espantosa mordedura de los celos» y que en ella pudo más «El sentimiento del deber!… » , que la realización de su felicidad.

Esa era Francisca Martinoff, La Francasci, en cuyo corazón ardió la pasión, que no pudo realizar el amor-amistad que pedía, sin maternidad ni hijos, y que sin gozar de salud tuvo aquello de lo que tanto huía: una prolongada vida. Vivió 91 años con «amarga tristeza» al extremo de exclamar: «Dichoso el que goza de la vida. Cuando la vejez se aproxima para el que ha sido feliz, debe ser menos penosa que para el que ha vivido de lágrimas. »

Pedro Henríquez Ureña. Blanco y Negro (Año III, Mayo 28 de 1911, Núm. 141)

Francisca Martinoff (1901) es su novela cumbre autobiográfica sobre la psicología del amor, y la imposibilidad «de cometer un adulterio moral» , y que frenada estuvo de hacerlo por el peso de las oraciones que elevó al cielo su fiel amigo y confidente el «ilustrado canónigo» Meriño, delante de quien según escribe se «humilló su alma y le abrió el corazón» para que las borrascas del infierno no llegaran a su alma, razón por la cual La Francasci se desahogó escribiendo esta novela, usando un «portaplumas de oro y nácar».

Tuvo La Francasci una «belleza femenil»,  una belleza física que llamaban belleza muy rara, y la cual se apreciaba gracias a «un arte delicadísimo en su tocador»   a base de polvo de arroz, siendo al decir de ella el secreto de su poder «Hablar siempre a la imaginación…» con «sus oscuros y rizados cabellos», y un juego de seducción de miradas.

¿CUÁNDO HIZO DESANGLES EL ÓLEO DE LA FRANCASCI? En el Capítulo LVIII de su libro Monseñor de Meriño Íntimo, que la autora inicia con la línea de «Nunca tuvo mi vida está más brillante, en apariencia, que de abril de 1903 a octubre de 1904», hay una alusión al retrato al óleo que le hiciera Sisito. Amelia relata lo siguiente:

«Mi popularidad era grande. Hasta en los campos se conocía mi nombre por la propaganda activa que hacían en mi favor los emisarios de que yo disponía. […] diciendo, en mi nombre a todos, que yo trabajaba para salvar el pueblo. Por mí predicaban la paz y solicitaban la adhesión a Don Emiliano y a Don Horacio Vásquez, que eran los que debían ayudarme en mi tarea.

[…]

«Repartían hojitas con mi retrato, reproducido del cliché que lleva mi novela Francisca Martinoff.

«Todos los que leyeran mis publicaciones, deseaban conocerse. Yo excitaba una gran curiosidad, por la misma razón de no vérseme en ninguna parte. Un notable pintor nacional, Luis Desangles, me obsequió con un gran retrato al óleo, de bastante parecido. En el taller del artista hubo de exponerse el cuadro por veinte días para satisfacer el deseo de una muchedumbre. » [16]

La data del retrato se registra en el “Catálogo Descriptivo del Museo Nacional según clasificación de la Directora Profesora Abigaíl Mejía Solière” publicado en la Revista de Educación, por la Secretaría de Estado de Justicia, Educación y Bellas Artes (Ciudad Trujillo, Editorial La Nación, 1939), que trae además una Nota sobre Sisito. Al referirse a “El Nacimiento de Venus” del mismo creador [17],  en la ficha descriptiva del óleo de Desangles, de Amelia Francasci, Mejía consigna lo siguiente:

Revista Literaria. Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras (Vol. I, Santo Domingo, Agosto 8 de 1901, Número 7) 11

« RETRATO DE UNA ESCRITORA. (AMELIA FRANCASCI).

« 1.08 cms x 0.87 cms

« Pintor: LUIS DESANGLES.

« Donante: Abigail Mejía, 1933.

« Pintura impresionista, de las escasas obras que en esta tendencia ejecutara el autor. (Junio de 1903). La dama aparece de pie, en tres cuartos de su figura, tamaño natural, vestida de blanco y azul, junto a una mesa con libros y flores en un jarrón. El traje blanco ajustadísimo en la cintura, que ciñe lazo azul. Encajes, volantes y otros detalles apenas se esbozan. Fondo rojo. »

Sin embargo, el retrato que realizó Luis Desangles (Sisito) de La Francasci, evoca a la autora en 1886, cuando Amelia festejaba sus 36 años, de cuya edad (irónicamente) dijo:

« Entro en la edad en que una mujer principia ya a ser vieja. Vieja! Es decir, ridícula, a menos que no sea madre. Una vieja, es acaso interesante! Para ella el porvenir se cierra: toda ilusión le está vedada. Si infringe la ley, le arrojan piedras! La juventud y la belleza son las cosas que atraen en todos los seres; a su influencia nada resiste, mientras la vejez aleja…

«Yo llego a ella; pronto los mismos que hoy me lisonjean, porque me encuentran joven todavía, porque a sus ojos no aparezco con más de veinte y cinco años y conservo algunos encantos materiales, se alejarán de mí, me descuidarán. […] ¿Acaso puedo alucinarme respecto de esto? » [18]

Pero ella, La Francasci, que es al mismo tiempo Francisca Martinoff, como sujeto de enunciación omnisciente en tercera persona o «actitud deica de omnisciencia», dice de sí misma:

«Y estaba así idealmente hermosa en la semi-oscuridad que la envolvía, con su fino perfil que se destacaba puro, con sus negros cabellos mal atados que aureolaban deliciosamente su blanco rostro; con aquel vaporoso traje apropiado para realzar su espiritual belleza y que también ocultaba sus esbeltas y delicadas formas, inmaterializándola, haciéndola parecer aérea! Ella desconociendo su belleza, y ajena a aquel momento más que nunca a su propia exterioridad, pensaba con profundo sentimiento […]» [19].

Portada de la Biografía del Padre Meriño. Imprenta-Editorial Altés, Barcelona, 1934. Col. Biblioteca Abigail Mejía.

 

EL MOMENTO DEL RETRATO. El momento del retrato fue este:

«Sentada en su sitio habitual y cerca de una mesita-velador, artísticamente labrada e incrustada, contemplaba Francisca un hermoso ramillete, formado de azucenas y de violetas, que acababan de traerle. En medio de aquella luz tamizada y diáfana, de aquellas flores matizadas y fragantes, rodeada de aquel ambiente perfumado, aparecía ella esa mañana, más joven, más ideal que nunca, siempre en blanco, con un traje finísimo y transparente lino bordado, todo orlado de encajes, ceñido al esbelto y flexible talle por medio de un corselete de raso azul pálido, así como el lazo que adornaba sus oscuros y rizados cabellos, anudados a la espalda y que en graciosísimas sortijas cubrían ligeramente la frente inteligente y sus delicadas sienes. En las finas orejas, que asemejaban dos conchuelas de pura nácar, llevaba unos pequeñísimos aros de oro y perlas, y alrededor del redondo y blanco cuello algunas hileras de sartas de menudas perlas que con su discreto brillo prestaban a su tez un tinte nacarado. Con este adorno que completaba su elegante traje, presentaba un aspecto más vaporoso, más aéreo aún que la víspera, con la flotante bata que ocultaba su esbeltez. » [20]

Sisito la inmortalizó en un retrató ejecutado en su gabinete, al lado de la «mesita-velador» donde colocaba siempre un jarrón con un ramo de flores blancas, o de azucenas, que inspiraban poesía y libros para la lectura profunda; desde donde contemplaba al mundo a través del «balconcillo del gabinete», que daba a la calle donde la «Flor lozana, entonces, flor bellísima, creciendo sin cultivo y no enteramente abierta! » en el jarrón, estaba en toda la estancia de la casa. Ella era la Francisca melancólica y triste que exclamaba: « ¡Oh comedia humana! Suplicio terrible, atroz para las almas sinceras! ¡Cuántas víctimas traes! ». [21]

¿QUÉ REVELA EL RETRATO? ¿Qué revela el retrato de Sisito de la « ¡Pobre Francisca! »? -¿Inmaterialidad, serenidad, afabilidad, tristeza, melancolía, tribulación, tormentos, remordimientos, naufragios, dolor, angustias, insensibilidad, las luchas de la vida, «la expresión más pura de la pasión del alma», desesperación de huir a través del cuadro?-No lo sé.

Mons. Rafael C. Castellanos. © Revista La Cuna de América. 3ra. Época, Año IV, 3 de mayo de 1915, Núm. 19

Pero, aunque ella lo ocultara en su piel color nácar, eran las borrascas del infierno que dejó de sentir como llamas en su corazón, y en su piel, por no atreverse. ¡Qué mejor suplicio, si por ello se ha de merecer el infierno, que tanto pregonan los dogmas cristianos, si tú te arrojas a los brazos del amado para hacerte querer, pregunto yo, ahora! Pero estuvo tentada, y el retrato lo refleja. Lo dice el sujeto de enunciación omnisciente en tercera persona: «La voz de la conciencia se había oscurecido en ella. »

¡Ah, los amores imposibles, entre dos, únicamente entre dos, a casusa de las normas sociales! Francisca Martinoff es la tragedia, el Drama Íntimo de Amelia Francisca Marchena de Leyba, que Jesús Desangles, Sisito, llevó al óleo, confesionalmente como un retrato, que inició un 10 de abril, día de su Santo, y que mostraba lo que pocos pueden observar en una criatura ideal, espiritual como Amelia: La esperanza muerta, que ella conoce y define como: «esa flor de vida del alma tan maravillosa en sus efectos que bien pudiera llamarse flor de resurrección. » Y que se hace el cadáver del alma, y te consiente ser una mártir!

 

LA FRANCASCI Y LA GIOCONDA. Amelia, La Francasci de Desangles, es lo que es para el arte La Gioconda de Leonardo da Vinci.

Pedro Henríquez Ureña, crítico detractor de La Francasci, en 1911 publicó en la Revista Ilustrada Blanco y Negro [22], una traducción -suponemos del inglés al español – que realizara de un estudio sobre La Gioconda, de Walter Pater.

Pater en su artículo destaca el poder de sugestión de la obra de Da Vinci, «el efecto de su misterio atenuado y lleno de gracia», preguntándose « ¿Qué relación había entre una florentina viva y esta criatura del espíritu? », intuyendo luego que había en La Gioconda dos personas: la real y la de ensueño, resaltando «He aquí la cabeza sobre la cual se HAN REALIZADO LOS FINES DEL MUNDO; y aís, los párpados están ligeramente fatigados. Es una belleza compuesta para irradiar desde adentro sobre la carne –depósito, célula por célula, de extraños pensamientos, sueños y pasiones exquisitas. […] en la cual se ha encarnado el alma de todos sus males. Todos los pensamientos y la experiencia del mundo se han dibujado y modelado allí».

Manuscrito de Abigail sobre una nota en torno a Meriño. Col. Fondo Patrimonial Abigail Mejía

Pater escribió sobre «algo» que  Pedro Henríquez Ureña no aprendió; como tampoco, quizás, aprendió cómo se encarna en el retrato de una persona «todos sus males» para hacerse belleza en la «singular expresión del rostro», en sus párpados cansados, para hacerse una leyenda que se narra a sí misma.

La Francasci es nuestra leyenda impenetrable del siglo que se fue, llamado el 20. Al parecer, Pedro no aprendió a amar, ni a conocer bien los males del alma, porque no supo fabricar sueños, y no tuvo «ambición espiritual», y no supo conocer «los pecados de los Borgias».

Y es así. Por ésto, el final de Walter Pater, traducido por PHU, es estupendo: «Ella es más antigua que las rocas entre las cuales se sienta; como el vampiro, ha estado muerta muchas veces y conoce los secretos de la tumba; ha descendido a mares profundos, y de ellos conserva, a su alrededor, el ambiente de marchita luz; y ha traficado, por tejidos raros, con mercaderes orientales; […] pero todo esto no ha sido para ella sino como el son de liras y flautas, y vive tan sólo en la delicadeza con que ha modelado las cambiantes líneas y ha teñido los párpados y las manos. La idea de una vida perpetua, condensadora de mil experiencias, es antigua; el espíritu moderno ha concebido la noción de humanidad como tejido y resumen de todos los modos de vida y pensamiento. »

La Francasci es nuestra Gioconda. Hombre-mujer, femenino-masculino, ¡quién sabe! Ahí está el retrato trazado, hecho lienzo, óleo pintado de tonalidades suaves, sublimes, para su admiración, psíquicamente descrita, como síntesis de su silencio, sin un prurito de vanidad pero siendo rival de la envidia, de la carne mortal; y su rostro de perfil, atento, mirándonos con pupilas impenetrables. Ella que, ha estado muerta para la crítica, para los lectores y para sus iguales (las escritoras); ella es la más acabada imagen de los suplicios que traen las almas llenas de entusiasmo divino cuando regresan a hacerse vivo símbolo en la humanidad!

Pero La Francasci, pésele a quien le pese, es la joya artística, la joya de la corona de la Biblioteca Nacional «Pedro Henríquez Ureña», su más férreo detractor.

Abigail Mejía Soliere. Época en que entrevistó a Amelia Francasci. Col. Fondo Patrimonial Abigail Mejía.

Por eso, sólo he pretendido hacer lo que pidió Abigail Mejía para Amelia Francasci, lo que vislumbró para la eternidad: « […] continuar la obra que ella ha hecho: el enaltecimiento de nuestra figuras nacionales, cada una en sus necesarias proporciones. » [23]

NOTAS

[1] Revista Literaria. Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras, (Vol. I, Santo Domingo, Junio 15 de 1901): 2.

[2]Revista Literaria. Publicación Quincenal de Ciencias, Artes y Letras (Vol. I, Santo Domingo, Agosto 8 de 1901, Número 7): 11.

[3]Blanco y Negro (Año VII, 25 de diciembre 1926, No. 357): 19.

[4]Fémina (Año 5, 15 de febrero de 1927, No. 100): s/f.

[5]Abigail Mejía. Obras Escogidas (Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos, Santo Domingo: Editora Corripio, C. por A., 1995): 498.

[6] El Civismo, Periódico Independiente. Año I (Santiago de los Caballeros, (Rep. Dominicana) Abril 28 de 1901) Número 13]. Director: Telesforo Reynoso Hijo. Administración: Cuesta Blanca No. 59.

Dedicatoria de la Francasci a Abigail Mejía. Col. Fondo Patrimonial Abigail Mejía

[7] El Constitucional, Periódico Independiente. Año I (Santiago, (Rep. Dominicana) 6 de Abril de 1901) Número 164]. Director: Manuel Otamendi. Editado en la Tipografía de Vila Morel. Administrador: Miguel A. Ottenwalder.

[8] La República. Alcance al núm. 69. [Hoja de combate de Eugenio Deschamps, 1899].

[9] El Nuevo Régimen. Santo Domingo, octubre 18 de 1899. Director Lcdo. A. Arredondo Miura. Redactor Lcdo. N. J. Castillo. Administrador Juan F. Polanco. Oficina Calle Duarte no. 24. Este periódico “apareció inmediatamente después de la muerte del dictador Ulises Heureaux, como vocero político de las doctrinas liberales y constitucionales auspiciado por Eugenio María de Hostos”.

[10] Fémina, San Pedro de Macorís, (Año V, Diciembre 31 de 1926, No. 97): 12-13.

[11] Ibídem, 12.

[12] Ibídem, 13.

[13] Fémina, San Pedro de Macorís (Año V, enero 15 de 1927, No. 98): 12,13 y 20.

[14] Blanco y Negro (Año VII, 25 de diciembre 1926, No. 357): 19.

[15] Ibídem, 19

[16] Amelia Francasci, Monseñor de Meriño Íntimo (Imprenta La Cuna de América. Roques Román Hermanos): 347-348.

Portada de Monseñor de Meriño Íntimo. La Cuna de América. Roques Hermanos, 1926. Col. Biblioteca Abigail Mejía.

[17] “Copia “ad libitum” del cuadro de Cabanel existente en el Museo de Luxemburgo, París (Francia), hecha en 1896. Venus Afrodita acostada sobre las olas, al surgir de la espuma del mar, rodeada de amorcillos que tocan, dos de ellos, caracolas rosadas, un poco más arriba del plano que ocupa la diosa tendida sobre el mar, de tonos azul verdoso, como todo el cuadro. Cielo ligeramente gris.

[18] Francisca Martinoff (Santo Domingo: Imprenta de García Hermanos, 1901): 15-16.

[19] Ibídem, 15.

[20] Ibídem, 33-34.

[21] Ibídem, 64.

[23] Blanco y Negro (Año III, Mayo 28 de 1911, Núm. 141): 1-2.

[23] Blanco y Negro (Año VII, 25 de diciembre 1926, Núm. 357): 19.

 

GRABADOS CONCERNIENTES A BALZAC PROCEDEN DE:

BALZAC. 1799-1850. La Documentation Française Illustrée- No. 41-Mai 1950.

Armande d´Esgrignon (Cabinet des Antiques). (Illustration de Staal tirée des Héroïnes de Balzac de Mme. Du Surville) : 13.

BALZAC. 1799-1850. La Documentation Française Illustrée- No. 41-Mai 1950.

La Fosseuse (Médecin de Campagne) (Extrait des Héroïnes de Balzac) : 14.

Ignacio María González. Col. AGN.