El 16 de febrero de 1973 cayó en combate quien había sido líder de la expedición guerrillera de Playa Caracoles y símbolo de la resistencia patriótica de los dominicanos, durante el siglo XX. Han pasado cuarenta y cuatro años de aquel viernes luctuoso y todavía no se explica, con argumentos totalmente válidos, los detalles que justificaron la presencia del héroe nacional acompañado de ocho hombres para enfrentarse a las fuerzas armadas integradas por más de veinte mil soldados con pertrechos, alimentos y medios de transporte; a todo el aparato militar que le persiguió hasta capturarlo y posteriormente asesinarlo en la zona donde fue hecho prisionero. Ese día en que Caamaño fue asesinado “por órdenes superiores” que apuntaban hasta el presidente de la Republica y cumplida por los “altos mandos”, también murieron junto a él los guerrilleros Eberto Lalane José y Alfredo Pérez Vargas.
De aquel trágico viernes de mediados de febrero de 1973, en que perdieron las vidas el coronel de Abril y dos de sus compañeros, nos habla Hamlet Hermann en la entrevista concedida al periodista Juan Bolívar Díaz, publicada en el desaparecido periódico vespertino “Última Hora”, la que compartimos en segunda entrega con los lectores de Acento tal y como apareció en el citado periódico a principios de junio del mismo año:
“TENIAMOS LAS BOTAS QUITADAS Y COMENZARON A LLOVER GRANADAS”.
Continuación de la entrevista………………
–Hamlet, entonces ¿Cuáles son los factores que determinaron el fracaso, pese a todos los detalles con que fue concebido el programa?
–Hay varios factores, y entre ellos, el que la debilidad de nuestro grupo, tan pronto fura golpeado, era muy sensible. El que nos eliminaran un hombre a nosotros, no es lo mismo que el Ejercito pierda diez ni pierda cien. Ahí se basa un nuevo aspecto en esa etapa de la lucha. Además, la situación de represión que se da en las ciudades, no permite que ningún sector de la ciudad, aunque nosotros no contáramos—vamos a decir planificadamente con él, si sabíamos que habría una reacción espontánea, fundamentalmente del estudiantado, que es la masa más activa y que ha desarrollado más inquietudes, por los problemas sociales del pueblo; sabíamos que eso se iba a desarrollar.
Y tan pronto recibimos el golpe de la muerte del coronel Caamaño, y los otros compañeros, pues nos vemos reducidos sensiblemente, no solamente en número, sino en prestigio político, porque la figura del coronel Caamaño es una cosa respetable en el país.
Las cosas no salen como nosotros lo esperábamos, porque nuestra movilidad no se hace como la teníamos planificada por algunos inconvenientes que tuvimos. Hay cuestiones de detalles, de mecánica, que yo me podría sentar contigo en otra oportunidad con u unos mapas y decirte: mira, ésta fue la situación nuestra, por aquí nos desplazamos, y contábamos con esto y aparece esto. O sea, hay cosas que habría que ir ya a los detalles minuciosos, que nos impiden esa etapa de asentamiento.
–¿No hubo errores que cambiaran las perspectivas del grupo?
–Y quién no comete errores? Nosotros tenemos que haber cometido muchísimos errores y es tarea nuestra analizarlos. Porque nosotros tenemos que sacar las experiencias de esta acción.
–Según lo que se ha dicho, por uno de esos errores fue que cayó Caamaño el 16 de febrero, pues según se ha publicado llegaron ustedes a la audacia de atacar un camión de guardias, lo que desató la persecución que terminaron con la muerte de su líder y otros dos compañeros. Eso, según analistas de la guerrilla, fue un suicidio. Fue cierto eso? ¿Cómo fue en realidad la batalla en que muere Caamaño, Lalane y Pérez Vargas?
–Lo primero es que a mí me gustaría ver a esos analistas en una loma con el fusil en la mano y con el Ejercito atrás, para que entonces los análisis fueran más objetivos. Porque eso de ponerse desde un escritorio a comentar qué es un error y qué no lo es, qué arma debe llevar éste o el otro, los que consideran que saben de cosas militares, o que pueden llamar a acciones nuestras un error. O sea, es muy cómodo, muy irresponsable, ponerse a estar criticando, sin siquiera haber tirado una piedra en un micromitin, para llamarle así.
El día anterior a la muerte del coronel Caamaño, nosotros caemos en una embocada cerca de la carretera que va entre Constanza y San José de Ocoa. Pero, fíjate, hay un detalle—por ejemplo—sobre esas emboscadas que tiende el Ejército. Esto es haciendo un paréntesis. Y es que nosotros vimos embocada de dos, tres, cuatro, seis hombres. Sin embargo, nosotros pasamos por frente a una emboscada y no se nos disparaba. Yo puedo citar….
–Pero, por qué no se les disparaba?
–Nosotros pudimos interpretar que era por temor a combatir con nosotros. Hay un sitio que se llama….No me acuerdo bien….en que nosotros pasamos, sentíamos toser a los soldados, que tenían que darse cuenta que nosotros íbamos por ahí, y no combatían. Hubo en otra, que llegaron a decir: “alto, si son guardias no tiren”, y nosotros, que no queríamos ser detectados en ese momento, nos tendemos en posición de combate, y los soldados que están en posición favorable, no nos disparan, y lo que hacen es que huyen y se retiran.
O sea, hay una situación particular de esas emboscadas, y en esa emboscada en que nosotros caemos, donde me entero luego que lo que hay es una ametralladora M-60, que tiene un poder de fuego tremendo, lo único que hace un soldado es disparar un tiro y lo tiró hacia arriba, seguro, porque a nadie hirió, y había un compañero que estaba a dos o tres metros, por lo menos.
Era casi increíble que a esa distancia no se acierte un disparo. Es que a veces el temor los hacia huir y tirar hacia arriba. Ahí se origina un combate, porque nosotros, casualmente Claudio yyo, somos enviados por el coronel Caamaño a flanquear a esa emboscada, y lanzamos granadas, herimos a un par de soldados, que eso no lo informó nunca el ministerio de las Fuerzas Armadas. Y luego que los tenemos rodeados, yo le pido instrucciones al coronel Caamaño, para ver si aniquilamos la emboscada, porque Claudio y yo estábamos en condiciones de poder hacer. Y en ese momento, un teniente que está en la emboscada que nos tenían montada, llamó a un sargento e hizo pasar entre nosotros una cuadra de soldados; o sea los mandó al suicidio, y sin embargo, en esa oportunidad nosotros no disparamos, porque es que choca hacer un acto que en aquel momento hubiera sido un aniquilamiento total para una cuadra de hombres, vamos a decir siete u ocho. Tal como ocurrió con aquella patrulla que fue por San José de Ocoa, que nos alcanzó y se encontró con nosotros, y hablaron con el coronel Caamaño, quien les perdonó prácticamente la vida. Porque no nos interesaba hacer una masacre de dominicanos.
Luego de esa situación, nosotros damos una vuelta, un rodeo, para atravesar la carretera, y cuando estamos ahí sentimos algún movimiento de vehículo, y el camión al cual nosotros le hicimos la emboscada, aparece, y nosotros suponemos que viene lleno de soldados, y consideramos una buena acción en ese momento, el aniquilar un camión lleno de soldados. El camión venia solamente con cuatro hombres, los cuales fueron aniquilados, y tampoco fueron reportados por las Fuerzas Armadas como bajas, y nos da la impresión que esos fueron los que incluyeron como bajas en el combate del día siguiente donde cae el coronel Caamaño.
–Pero, las bajas fueron de heridos o muertos?
–Bueno, nosotros entendemos que fueron muertos. Si alguno quedó herido, fue gravemente herido, porque fue emboscada muy bien montada, en que había pocas posibilidades de salvación para cualquiera que estuviera en ese camión. Inclusive el camión cogió fuego, porque se le tiró con balas trazadoras, y eso provocó que se incendiara el camión.
–El camión quedó entero, como para que lo transportaran de regreso, como se informó?
–No, ese camión se incendió.
–El coronel Caamaño tomó parte en esa acción?
–sí, como no, en esa emboscada participaron todos. Y de ahí nos desplazamos para la loma esa de Mono Mojao, que es donde nosotros acampamos. Y acampamos, vamos a decir, de una forma descuidada. Nosotros no adoptamos los principios que habíamos adoptado siempre, que practicábamos. Y es en esa situación que patrullas de las Fuerzas Armadas chocan con nosotros.
–Eso ya es el día 16 de febrero?
–Sí, eso viene siendo ese día a las once de la mañana exactamente. Yo me acuerdo de la hora, porque en ese momento Claudio me iba a llamar a mí para iniciar mi guardia de centinela. O sea, a mí me tocaba iniciar mi posta a las 11 de la mañana, justo en ese momento….
–Y a qué atribuyes que hubiese ese descuido, cuando el día anterior habían estado sometidos primero a una emboscada y después atacaron un camión de militares?, se supone que en las cercanías. Cómo es posible que se descuidaran así?
–Eso fue un error nuestro. Un error nuestro, que consideramos que a esa distancia que nosotros habíamos recorrido, no podían llegar ellos en ese tiempo. Ahí nos equivocamos. Tenemos que admitir ese error. Y ahí se inicia ese combate en el cual, por lo menos en mi caso, bueno, y otros compañeros, casi todos, estábamos con las botas quitadas, cosa que teníamos como costumbre, porque es muy sano para los pies de un guerrillero, darle aire diariamente, quitándonos las botas, y así ayuda a que no se formen hongos, y además, las llagas que uno se hace, se curan más rápido. Así que eso nos coge a nosotros, casi a todos, sin las botas. Estamos en esa situación, Lalane y yo uno al lado del otro. Porque a mí se me había encargado, porque estaba herido en una pierna desde el primer combate. Yo tenía el encargo del coronel Caamaño de vigilar, no solamente por la seguridad, sino también por la salud del compañero Lalane.
Y se inicia ese combate, diría que un combate bastante unilateral, porque nos sorprende. Es poco lo que nosotros podemos hacer en esa situación y empiezan a caer granadas alrededor de nosotros. Entre Lalane y yo cayó una, que a mí me penetran varios fragmentos de los cuales todavía no ha sanado, a pesar del tiempo que hace. Pero hay una herida que ha venido molestándome desde entonces. Pero lesiona más a Lalane que a mí. Luego caen otras dos granadas a la izquierda mía, entre Claudio Caamaño, Payero y yo, y empieza una granizada, una lluvia de granadas y de disparos contra nosotros, y lo que hacemos es replegarnos. Claudio y yo somos los últimos hombres en retirarnos. Yo estaba a cargo de la retaguardia en la guerrilla, y cuando paso por el lado de Lalane, que ya se había arrastrado una parte, me lo encuentro muy mal herido, bañado en sangre. Y me dedico a protegerlo y a tratar de que se retire, o sea arrastrarlo para que se vaya conmigo, y es cuando él me dice: “Fiero, –que era como nos decíamos–, vete, que yo estoy muy mal herido, sálvate tú. Entonces yo le digo que no. El coronel Caamaño está cerca de ahí a varios metros y me da la orden de que me retire hacia arriba y organice el resto de los compañeros. En ese momento yo le digo al coronel Caamaño que no; o sea, es una cosa que hay que imaginársela bajo tiros, bajo granadas, y esa conversación violenta, le digo yo que no, que quien debe retirarse es él, que es el jefe, y que yo soy el responsable de la retaguardia y que yo me ocupo de aguantar al enemigo. Insistió de una manera enérgica, él, que nos había inculcado a nosotros una gran disciplina. Y a mí la impresión que me da es que Caamaño lo que quiere es que se salvar él a Lalane. Porque es que se había creado entre Lalane y Caamaño una gran afinidad; se complementaban el uno al otro.
El coronel Caamaño había tenido un problema con el fusil. O sea, que lo más probable, según comentarios que hemos tenido entre nosotros mismos, entre los compañeros guerrilleros, es que él que estuviera en ese momento armando su fusil, limpiándolo. Y yo no me acuerdo haber oído disparos del AR-15 que él tenía. Uno se acostumbra al estar en combate, uno puede distinguir el tipo de armas; uno puede saber cuándo dispara un Fal, un M-16 o un AR-15; se puede distinguir claramente y yo no me acuerdo haber oído disparos del AR-15.
Ya luego que nos reunimos en la cima de la loma tomamos la decisión de esperar a los compañeros en un punto de reunión establecido y cuando nos desplazamos en el firme de la loma hacia otro punto, sentimos un jeep que atraviesa por un camino. Nosotros atravesamos el camino, y luego al cabo de un rato el jeep viene de vuelta. Ya sería ahí la una del día. El combate se inició a eso de las once. Y me acuerdo de que mientras estábamos emboscados al lado del camino, no pudimos ver el jeep, sino que oímos su motor y que se detiene a cierta distancia de nosotros. Se detiene y empieza una comunicación por radio. Y oímos que se dice: “A todas las águilas, (era algo como eso), tengo al caco mayor”, y entonces rectificó: “tengo al coco mayor y dos heridos”. Claudio me dice, –él estaba en otra posición más adelante que yo—que él oyó al coronel Caamaño hablando, que lo oyó y que como le dijeron que se metiera detrás del jeep. Yo eso no lo oí, pero es suficiente con que Claudio lo diga, que él lo oyó; fue así.
Nosotros nos quedamos emboscados en esa zona, y además que teníamos ya un cerco, se había montado un cerco contra nosotros para impedir la salida. Y a eso de la cuatro de la tarde, y eso sí lo puedo precisar, se oyó un enorme tiroteo. Y comentamos: deben haber matado a Román, lo están celebrando”.
Nosotros nos habíamos planteado rescatar a Román. Pero no sabíamos ni siquiera donde estaba el jeep bien ubicado. O sea, estamos en un monte y no sabíamos dónde estaba el jeep ni qué fuerzas lo estaban protegiendo, y también la comunicación fue rápida y se fue el jeep de ahí. Pero en ese momento lo comentamos, que habían matado a Román. Al otro día por radio lo pudimos confirmar. Y ese tiroteo como de celebración fue muy parecido a uno que hubo en Los Mogotes, cuando yo estaba prisionero y que se le dijo a la prensa que los militares estaban celebrando el fin de la guerrilla, y a mí se me informó, unos oficiales me informaron a mí, que era que varios soldados habían iniciado eso para crear una confusión y matarme. O sea, que por lo menos a mí, que viví esas dos situaciones, se me parecieron mucho. Y supongo que debieron de haber matado al coronel Caamaño, porque yo puedo casi asegurar que lo cogieron vivo antes de las cuatro de la tarde, o alrededor de las cuatro de la tarde de ese día.
–Entonces es probable que el arma de Caamaño se dañara en el momento en que iba a combatir?
–Nosotros habíamos conversado sobre una pieza que se le había oxidado y que impedía el disparo. Entonces él se la estaba reparando. Ahora ese fusil lo tiene el general Beauchamps Javier, porque la noche de mi captura él me lo mostraba; tu sabes de quien es este fusil?, me preguntaba. Él lo tiene, el general Beauchamps Javier, el fusil de Román. Si tú quieres le preguntas a él en qué condiciones encontró ese fusil. Ahora yo no recuerdo que se oyeran disparos del AR-15 y no sé en qué condiciones fue capturado el coronel Caamaño.
–La captura de Caamaño es lo que en definitiva da al traste con la guerrilla?
–Nosotros, luego de romper ese y otros cercos que se nos habían montado, más bien nos ocupamos de eludir la persecución y de tratar de ayudar al compañero Braulio, que venía en muy malas condiciones físicas. En ese momento, solo Claudio y yo somos los que estamos en buenas condiciones físicas para desarrollar las tareas más pesadas de (…) como la del macheteo, llevar más carga en la mochila, ayudar a cargar y amarrar a los compañeros, para bajarlos, por ejemplo, en una cañada, en un rio, que habían grandes peñascos. Y más bien nos concentramos en el problema de Braulio, para llamarle así, que culmina con la muerte del compañero. Yo había dicho en una declaración que por inanición, después, consultando, hablando con un médico, y yo mismo me puse a leer algunos libros, y veo que no fue por inanición, sino falta de sal, una intoxicación acuosa, me dijo, perdida de electrolitos, eso es cuestión médica. Lo que le hace falta provoca una pérdida de lucidez mental, lo lleva a sufrir mareos, decaimientos, y eso hace que en el sitio en que nosotros lo dejamos, él, en uno de sus delirios y vahídos, trate de salir, se caiga, y se mate sobre las rocas.
–Pero, realmente al producirse esas tres primeras bajas, entre ellas la del jefe, qué impresión tienen ustedes, se dan cuenta de que la guerrilla ha recibido un golpe mortal?
–Sí, nosotros nos damos cuenta de que militar y políticamente hemos recibido un golpe demasiado duro, y tomamos, luego de la muerte de Braulio, la decisión de llegar hasta la ciudad y tratar de ver que se puede hacer en materia de combate en la misma ciudad. O sea, nos planteamos, no abandonar la lucha, sino bajar a la ciudad, tratar de buscar contactos, y continuar la lucha. Entonces, nos planteamos ya salir a la zona urbana, y nos damos cuenta de que el enemigo lo sabe, y sabemos que nos van poniendo las emboscadas, los obstáculos en la dirección en que vamos caminando. O sea, tenemos que aceptar el reto, de para desplazarnos saber que nos vamos a encontrar con el enemigo y salir combatiendo. A veces nos desviábamos, o sea no seguíamos una línea recta, sino que nos íbamos desviando, evadiendo al enemigo. Pero sabemos que se había puesto el grueso de las fuerzas armadas contra nosotros para aniquilarnos. Intentamos salir.
*Continúa……..