El 3 de septiembre, la ciudad de Santo Domingo fue azotado por el ciclón San Zenón. Los daños fueron calculados en más de 3,000 muertos, 6,000 heridos, 9,500 casas destruidas y unas 30,000 personas sin hogar. (1)  De acuerdo con el historiador Orlando Inoa, “de las 10 mil construcciones que aproximadamente había en la ciudad apenas quedaron en pie unas 400 en el antiguo casco colonial”.(2). Las imágenes que acompañan este artículo, son reflejo fiel de lo ocurrido hace ya ochenta y ocho años y se encuentran depositadas en la fototeca del Archivo General de la Nación.

Así quedó una parte del sector de Villa Francisca el 3 de septiembre de 1930.

Un ciclón en medio de la crisis

Las consecuencias inmediatas de aquel acontecimiento se dejaron sentir en el abastecimiento alimenticio y en la profundización de la crisis económica. El gobierno decidió, como forma de paliar la situación, recurrir al endeudamiento externo a través de un empréstito de cincuenta millones de pesos oro americanos, lo que no fue posible.(3) Aun así, el presidente Rafal L. Trujillo aprovechó la catástrofe para comenzar a consolidar su régimen, proponiendo el 4 de septiembre la Ley de Emergencia que suspendía las garantías constitucionales y lo investía de poderes extraordinarios “para tomar todas las medidas económicas y de cualquier carácter que sean necesarias para socorrer los pueblos, socorrer las personas y las propiedades; para levantar fondos sobre el crédito publico, distribuir socorros y en general para que obre según entienda y lo demanden las presentes circunstancias”. (4) 

La mencionada Ley, que fue propuesta por William E. Duna consejero financiero del gobierno, permitió seguir pagando los intereses de la deuda externa y la interrupción del pago de las amortizaciones contempladas en la Convención de 1924. Aunque violaba ese acuerdo, Estados Unidos aceptó la medida, como forma de permitir la estabilidad.(5)  Fruto de la crisis, los años de 1931 a 1934 serán de mucha represión política, cierre de escuelas y hospitales, rebaja de sueldos a empleados y alzas en los precios de productos alimenticios. Esto provocó un generalizado malestar que obligó a profundizar en las medidas de control, perseguir a los desafectos, desintegrar los partidos opositores y propiciar por medio de la fuerza, un clima de orden y paz; condiciones obligatorias para la continuidad de su régimen.

El ciclón aprovechado con fines políticos

El puente Ozama fue destruido por las aguas del rio Ozama el 3 de septiembre de 1930.

Tal y como lo refiere Jesús de Galíndez, en La Era de Trujillo (1956), el ciclón “fue durísimo; la destrucción material fue grande; centenares o millares de personas perecieron. Los adversarios de Trujillo agregan, sin embargo, que el ciclón fue además un buen pretexto para suspender las garantías constitucionales en el momento oportuno; alguno llega a afirmar que entre los cadáveres incinerados en la Plaza Colombina—(hoy  parque Eugenio María de Hostos)—pudieron contarse bastantes presos políticos de los que nunca se volvió a saber nada. Es preciso agregar, objetivamente, que el centro de la ciudad resistió bastante bien a la catástrofe, las casas destruidas fueron las de madera de los barrios pobres en la parte alta o en las residenciales del oeste, pero las mansiones coloniales no fueron dañadas”.(6)

El terrible ciclón afectó principalmente a los más pobres, que habitaban la franja territorial desde Boca Chica hasta la zona de Haina, pues sus viviendas estaban construidas mayoritariamente de tablas de palmas y techadas de zinc, yagua y otros materiales.

La ruta del ciclón de San Zenón

En los días en que se acercaba la fecha para la conmemoración de primer aniversario, en algunos medios de prensa se escribió en relación al lugar en que se había originado o entrado el peligroso huracán. Algunos llegaron a afirmar que se originó en la costa de Boca Chica y otros que en la península Barahona; pero en realidad se había formado, como casi siempre sucede en esos casos, muy lejos de las islas de las Antillas menores, y antes de tocar el país causó estragos en Dominica, Martinica y Puerto Rico.

En relación a la ruta, el señor J. B. Cambiaso V., explicó en el Listín Diario,  que el meteoro impactó a varias pequeñas islas del Caribe, para luego entrar por Boca Chica alcanzando un diámetro de acción de unas 20 millas, llegando los vientos a afectar la Capital y la zona de Haina, por donde salió hacia el mar Caribe. Desde allí el ciclón se fue casi en línea recta hasta el Estrecho de Florida. (7)  El ciclón de San Zenón paso sobre la ciudad de Santo Domingo el miércoles 3 de septiembre a las 2 de la tarde, y “en menos de media hora convirtió a nuestra Capital en campos de miseria y ruinas, dejando a su paso más de 2000 muertos, víctimas de tan espantosa tragedia”. (8) 

Edificio comercial situado en la esquina de las avenidas Mella y Duarte. Se dice en el segundo nivel estaba el local de la pandilla La 42.

Crónica de un periodista

El reconocido periodista Oscar Delanoy, que escribida para el periódico Listín Diario, publicó un recuento, hora por hora, de lo ocurrido el 3 de septiembre de 1930:

Las once…El viento arrecia, la lluvia se hace intensa, la gente divertida se entrega a esparcimientos con motivo del fenómeno que se avecina…Las docela una de la tarde… La temperatura toma incremento…Las casuchas débiles comienzan a ceder al ímpetu del viento encorajado…Las dos…El ciclón entra en su periodo devastador: las gentes comprenden la magnitud de la desgracia que les amenaza y huyen de la muerte, buscando asilo en las viviendas más robustas… Y en vano…, todo cede a la presión furiosa del vendaval….Las tres… la Ciudad está en ruina… Veinte minutos de claridad misteriosa… centenares de cadáveres, millares de heridos y mutilados yacen bajo los escombros de las nuevas barriadas destruidas…Lamentos de dolor, gritos de espanto….las tres y veinte de la tarde…De nuevo el imperio del vendaval…el terror invade las almas desoladas…El Cielo pretende echar por tierra toda la obra de más de un siglo de esfuerzos…Las cuatro…las cinco…las seis….El ciclón se aleja…La ciudad está en escombros…La muerte y la desolación reinan por doquiera”. (8ª) 

Miguel Matamoros y su experiencia con el ciclón.

A mediados de julio de 1930, el “Trio Matamoros” llegó  a Santo Domingo, en una gira que se prolongó hasta los días posteriores al ciclón. De esa visita artística, el historiador Frank Moya Pons publicó en el 2007 su libro El Ciclón de San Zenón y la “Patria Nueva”: reconstrucción de una ciudad como reconstrucción nacional, (9), en el que se refiere al impacto destructivo del meteoro y a la manera en que el mandatario, que apenas se juramentó dos semanas antes, utilizó el acontecimiento para su beneficio político. También reseñó la presencia en Santo Domingo del Trío Matamoros.

El periódico La Opinión trajo noticias de la conmemoración del ciclón de San Zenón.

De hecho, los promotores de las “bondades” de la dictadura siempre destacaron la manera en que Trujillo actuó para mitigar los efectos, “rescatando la ciudad”, de manera, que el 11 de enero de 1936, por ley numero1067, el mandatario reclamó para él todos los méritos por la reconstrucción de la ciudad, haciendo que el Congreso le rindiera el insólito homenaje de  cambiarle el nombre a la ciudad de Santo Domingo, bautizándola con su propio nombre: desde entonces y hasta noviembre de 1961, la ciudad de Santo Domingo fue llamada Ciudad Trujillo.(10)

En 1998, el sociólogo y folklorista Dagoberto Tejeda publicó una entrevista hecha a Miguel Matamoros antes de que el músico falleciera el 15 de abril de 1971. La conversación fue publicada en el periódico Ultima Hora el 3 de octubre de 1998, bajo el título “El ciclón y los Matamoros”. De aquel día, contó el principal líder del famoso trío, su experiencia ante la  situación vivida en la capital dominicana, al momento de que esta  fuera azotada por el  destructivo temporal:

“En el año de 1930—cuenta Miguel Matamoros—nosotros fuimos a Santo Domingo por primera vez; si recuerdo que en esos días tomó posesión de la Presidencia Rafael Leonidas Trujillo. Allí nos cogió eso, y el ciclón San Zenón, dos días antes de la fecha que teníamos señalada para regresar a Cuba. Ese día del ciclón amaneció lloviendo muchísimo y había mucho viento y nadie se atrevía a salir a la calle; nosotros vivíamos en la casa de una amiga llamada Luz Saldaña. Entonces yo le digo a Siro y a Cueto: “Oigan, voy a salir”, y por mucho que traté no pude hacerlo”.

“El ciclón San Zenón causó más de cuatro mil muertos y veinte mil heridos—(siguió diciendo el cantante de música cubana)—El viento era tan fuerte que se llevaba las tejas del techo de la casa en que estábamos. Yo salí de la sala y me metí en la cocina, me escondí debajo del fogón de mampostería, de esos de tres o cuatro hornillas; llegó el momento en que yo creí que no hacía el cuento. El ciclón hizo mucho daño, y a mí me hizo mucho daño porque vi mucha gente muerta y tuve que cargar con mucha gente muerta… Después que salimos de Santo Domingo yo compuse ese Son que se llama “El Trío y el ciclón”.(11) 

De acuerdo con la crónica periodística de entonces, el ciclón que dejo perdida por más de 20 millones de dólares, no era esperado por la población, pues en aquellos tiempos los medios de comunicación todavía no estaban tan desarrollados que pudieran mantener permanentemente informado a la población, y de acuerdo con el periódico La Opinión,  “la contradicción de las noticias daba pábulo al indiferentismo del público”.

El Teatro Independencia sufrió graves daños ocasionados por San Zenón

De todos modos, algunas personas daban seguimiento a las noticias que llegaban a los periódicos, y realizaban cálculos que los ponían en condiciones de mantener una limitada orientación de los pobladores de la capital, tal y como sucedía con el señor Ortori, quien se mantenía en alerta observando el desarrollo del fenómeno. También otra persona, ubicada en un solar baldío en la calle El Conde, trazaba en una pizarra la ruta del huracán.

Por esa razón—dice el periódico La Opinión—“siguiendo  las noticias del Sr. Ortori, dos horas antes lanzamos un volante de alarma, porque Ortori creía en la visita del temporal, y así logramos impresionar a algunas personas para que se preparasen a la defensa. Los más siguieron despreocupados y de ahí que muchas personas fueran sorprendidas por el temporal muy lejos de sus familiares, a los cuales no volvieron en muchos casos a ver jamás”.(12)

La imprudencia tuvo costo de muertes

Como lo cuenta Néstor Caro en 1961, cuando se conmemoraba la trágica fecha, el día que el ciclón azoto la ciudad, muchos residentes de la capital encontraron la muerte bajo los escombros lanzados por el viento, debido a que no fueron capaz de medir el peligro al que se estaban enfrentando y se dieron a la tarea de transitar por las calles montados en coches tirados por caballos, haciendo chistes e ingiriendo bebidas alcohólicas:

“Hacia el mediodía—dice Néstor Caro—, los árboles del parque Colón agitaban sus greñas al viento; la lluvia fina, menuda caía sobre el caliche anémico haciéndolo resbaladizo. Políticos, funcionarios, hombres de negocios y simple curiosos dialogaban bajo las arcadas del vivaque y en las galerías del entonces Palacio del Senado; los más astutos acudían presurosos a sus casas, prefiriendo a “correrla”, dormir el chubasco. Una brisa fresca, agorera soplaba en las calles de la ciudad. Faltaban pocos minutos para que la naturaleza dejara incidida la descomunal tragedia, en un solo acto. (…). En pocas horas el balance de terror y de muerte se había adueñado de la ciudad. Los que antes pensaron divertirse yacían ahora, tirados bajo las paredes o en medio de la calle cercenados, estrangulados por las garras afiladas de la muerte”.(13)

La ciudad extramuros destruida por los vientos.

Un extraño incidente que costó decenas de muertos

El barrio de Borojol, situado extramuros y que era también conocido como Barahona del Norte, fue uno de los más afectados por el meteoro, igual que el sector del populoso Villa Francisca. En un solar que se encontraba a pocos metros, muy próximo a la muralla de Santa Bárbara, por donde cruza ahora un tramo de la avenida Mella, se encontraba un pozo que todos conocían como el “Aljibe de Mañóncito”, “situado a la subida del barrio de “Barahona”,  que fue “tumba involuntaria de unas 117 personas, hombres, mujeres, niños y ancianos, vividores de la referida barriada”.

El ciclón—sigue diciendo la crónica periodística aparecida en el Listín—afectó principalmente la “parte alta de la ciudad, destruyendo cuanto encontraba a su paso, derribo centenares de casas, dejando a la intemperie miles de almas, cruelmente azotadas por la gruesa lluvia y las incesantes ráfagas portadoras de planchas de zinc, gruesos maderos, tablas, ramas y hasta pesados trozos de concreto. Quienes salieron con vida huyeron despavoridos, refugiándose donde creían estar más seguros”.(14) 

“La cisterna en referencia se llenó rápidamente de supervivientes del cataclismo, suponiéndose que el numero alcanzara a 117, de acuerdo con las investigaciones practicadas días después. Temerosos quizás de que el exceso de personas así aglomeradas, en apretada y confusa masa humana entre gritos de niños y quejidos lastimeros de los heridos, fuera alimentado con nuevas víctimas que acudieran a guarecerse, alguien que no pudo pensar en el grave error que cometía y que no podía tener su cerebro en todo su estado normal, cerró la puerta del aljibe y separó la escalera por la cual habían bajado”.(15)

En el edificio que luego fue “Hotel Presidente”, fusionó el Hospital San Rafael, lugar de acopio para los afectados por el ciclón.

“Desgraciadamente—sigue el relato sobre aquel lamentable accidente—el caño que proveía de agua no fue suprimido, y debió armarse tal confusión y atropellamiento cuando la lluvia arreció y la cisterna empezó a llenarse, que de aquellos infelices perecieron en horrorosa lucha con la muerte. De nada hubieran valido los supremos y desesperados esfuerzos de aquellos desdichados enterrados en vida, para salir de aquella torturante agonía, cuanto todo el aljibe, inclusive la tapa, estaba completamente cubierta de pesados escombros que necesitaron muchas horas y muchos hombres para ser separados. Más tarde, nuevos cadáveres fueron allí depositados e incinerados efectuándose la clausura oficial de la cisterna, donde reposan centenares de víctimas de aquel luctuoso día”.(16 y 17).

Además de la tumba en que se convirtió el “Aljibe de Mañóncito”, una parte importante de los que murieron el 3 de septiembre de 1930 fueron sepultados en “la plaza Colombina”, hoy conocida con el nombre de Parque Eugenio María de Hostos. Allí fueron amontonados los cadáveres y para evitar epidemias, incinerados “ardiendo en antorcha macabra, espectáculo solo comparable a singulares escenas dantescas”.(18)

Conmemorando el primer aniversario

El 3 de septiembre de 1931, al cumplirse el primer año de la tragedia, la población dominicana amaneció a la expectativa, pues se anunciaba y se le daba seguimiento, a una situación atmosférica que parecía también degeneraría en ciclón. Se hablaba de un temporal cerca del Cabo San Rafael, calculándose que pasaría por Samaná, Sánchez y Puerto Plata; además de que se sintieron ráfagas en el Seibo. El mal tiempo se extendió hasta la región del Cibao.

Ante la preocupación mostrada por la ciudadanía, el periódico La Opinión  publicó la siguiente nota de alerta:

La glorieta del Parque Independencia resistió los vientos del ciclón

“Según esta noticia, es probable que en las próximas 18 horas seguiremos sintiendo ráfagas pero el centro parece pasará por los sitios ya indicados, a muchas millas de distancia de esta ciudad de Santo Domingo. Recomendamos precauciones de todas cases, pero que la alarma no sea contraproducente. Defendámonos en orden de las ráfagas que puedan tocarnos del temporal”. (19) Con la experiencia vivida en 1930, y afectada por  torrenciales aguaceros y algunas ráfagas de viento que se sucedían en esos días, la población capitalina se atrevió a salir a las iglesias y a visitar los lugares en que se encontraban sepultados sus muertos, en las tumbas colectivas utilizadas para depositar los que murieron cuando San Zenón.

El periódico Listín Diario destacó las noticias relacionadas con la conmemoración y propuso que el día 3 de septiembre de 1931, a las 2 de la tarde, todos los habitantes de la ciudad guardaran un minuto de silencio. Para eso, sugirió hacer sonar una sirena que al parecer tenían en su edificio, que era usada ocasionalmente cuando se quería dar a conocer una noticia de “último minuto” o que fuera de mucho interés para la población. Con ese prolongado pitazo, el periódico indicó el momento exacto en que debía iniciar la conmemoración del trágico evento, y el comienzo del minuto de silencio.(20)

Posteriormente, como parte de los actos de recordación, los pobladores de los barrios y ensanches de la ciudad marcharon en peregrinación hasta la  Plaza Colombina, donde estaban sepultados muchos de los que murieron afectados por el ciclón. Los moradores de los barrios desfilaron a ese sitio en “lento el caminar que refleja la emoción del recuerdo, a decir sus oraciones por el descanso de las almas idas en aquella fecha de tragedia”y (21) y el periódico La Opinión trajo noticias relacionadas con la lluvia que caía sobre la ciudad, la misa en la iglesia de la Catedral, y sobre la procesión hasta la Plaza Colombina.

Las casas destruidas en el ensanche Gazcue muestran lo terrible de la tragedia

Una película para recordar el ciclón

Otro evento importante en marcar la conmemoración, fue la proyección del film del ciclón, que estaba pautado para ser proyectado en el teatro Independencia al caer la tarde del 3 de septiembre, pero la cantidad de lluvia que estaba cayendo impidió que los interesados en ver la película salieran de sus casas para dirigirse al teatro, lo que hizo suspender la función. Por esa circunstancia, la presentación fue anunciada para ser pasada el martes 8 de septiembre:

“El film del ciclón, en el cual aparece la ciudad de Santo Domingo antes del ciclón, tal como estaba ella antes de que el inexplicable meteoro que casi la destruyo. Y también después del 3 de septiembre, en los momentos que sucedieron al cataclismo, con todos sus muertos, con sus destrucciones, espectáculo macabro y lleno de dolor y de angustia. Esta película que gran parte de la ciudad estaba interesada en ver no pudo ser exhibida en la pantalla del Independencia, por el estado de lluvia constante que impedía la gente salir, con el temor que ha que había de un nuevo temporal. Pero la película, según nos informan los empresarios del Independencia, se exhibirá allí el próximo martes, en las dos tandas, es decir a las siete y cuarto y a las nueve. De modo, pues, que no se ha perdido la oportunidad de ver estos mismos días la interesante film”.  (22).

El 3 de septiembre de 1930 se tiene entre los dominicanos como  fecha que marcó las primeras tragedias colectivas de los capitaleños en el siglo XX: el ciclón y el inicio de la dictadura de Trujillo. Las imágenes que compartimos con ustedes, pertenecen a la colección fotográfica del Archivo General de la Nación.

Imagen en la que aparece la “Plaza Colombina” lugar de enterramientos colectivos de los muertos del ciclón de San Zenón

(Notas bibliográficas:    (1) Lauro Capdevila, La dictadura de Trujillo: República Dominicana 1930-1961, Santo Domingo, 2010, p. 50; (2) Orlando Inoa, Historia Dominicana, Santo Domingo, Letra Grafica, 3013,  p. 607; (3) Félix A. Mejía, Viacrucis de un pueblo. *1951). Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1995, pp. 47-48; (4) Boletín del Senado, Vol. 10, No. 88, 5 de septiembre de 1930, pp. 44-45; (5) Véase a J.I. Jimenes Grullón, Sociología política, pp. 140-141,159; (6) Jesús de Galíndez, La Era de Trujillo. Santo Domingo, Letra Grafica, 1999, p.38; (7) Listín Diario, 3 de septiembre de 1931; (8), “En ocasión del primer aniversario de San Zenón”, Listín Diario 3 de septiembre 1931; (8ª) Oscar Delanoy, “Recordando la tragedia”. Listín Diario, jueves 3 de septiembre 1931; (9) Véase Frank Moya Pons, El Ciclón de San Zenón y la “Patria Nueva: reconstrucción de una ciudad como reconstrucción nacional. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 2007; (10) Véase la ley 1067 de 1936, en Gaceta Oficial No. 4867 de 1936; (11) Véase Dagoberto Tejeda, “El Ciclón y los Matamoros”. Ultima Hora, 3 de octubre de 1998. Véase también Alejandro Paulino Ramos, Bachata y son en la historia musical dominicana, Santo Domingo, Editora Colegial Luz de Luna, 2017, p. 53; (12) La Opinión, 3 septiembre 1961; (13) Néstor Caro, “El ciclón del 3 de septiembre de 1930)”. El Caribe,  3 de septiembre 1961; (14) “Doloroso recuerdo de una horrible escena del día de San Zenón”, Listín Diario, 3 de septiembre 1931; (15) Ob. cit.; (16) Ob. cit.; (17) Listín Diario, 3 de septiembre 1931; (18) Néstor Caro, Ob. cit.; (19) La Opinión, 3 septiembre 1931; (20) Listín Diario, 3 de septiembre de 1931; (21) La Opinión, Ob. cit.; (22) La Opinión, 4 de septiembre 1931).

Presidiarios utilizados para dar sepulturas a los cadáveres dejados por el ciclón en septiembre de 1930

 

 

 

 

Los familiares buscando sus parientes muertos después del paso del huracán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una palma fue atravesada por un trozo de madera lanzado por el viento.
Trujillo aprovechó el ciclón de San Zenón para deshacerse de sus opositores en 1930

 

Una Parte del Malecón próximo a la calle 19 de marzo muestra las huellas dejadas por el huracán.
Una vista de la ciudad destruida por el vendaval de 1930