“¿Cómo se puede llegar a una transformación global, si la esencia básica que alimenta nuestro futuro está expuesta a constante maltrato, marginalización, abuso y discriminación, a conductas que aparentan ser sencillas, como un manoteo y burlas o tan crueles como el rapto y la violación? Nuestros niños y niñas están expuestos a diversos tipos de violencia que hace que su mundo se transforme desde muy temprana edad. En la mayoría de los casos no sabiendo cómo salir de experiencias que dejan grandes traumas y lesiones. Ahora se suma otro tipo de violencia surgida de la evolución tecnológica y principalmente del crecimiento de las redes sociales, incrementando la problemática, en la que las principales vías de escape son las depresiones, drogas, auto marginación, llegando hasta el suicidio”.
IRIS PÉREZ ROMERO. “Bullying, Grooming and Sexting” [1]
Una imagen de una niña abusada transmite una rotunda sensación de abismo; es tan honda, y a la vez frágil, tan oscura y densa, como la desesperante humillación que enfrenta; tan vidriosa, y sin iris porque traspasa al corazón; es tan lúgubre como la profundidad del mar, y requiere que la conozcamos cuando huye con pánico.
Ese dolor que no sana, que se siente como cristal roto en la piel que se hace angustia; esa sensación de trauma que congela todos los afectos, que suprime el recuerdo, se hace inocencia dolida, desasosiego, incertidumbre, un rostro de espanto, una crónica que el ojo no puede mistificar. No hay más palabras sinónimas que escribir para retratar aquel arrebato de la identidad. Ninguna iconografía capta ese fantasma, ese paréntesis del Yo quebrado, ese desgarro del todo, ese aterrador instante donde no se existe, porque no se dio permiso para que existiera. Ninguna crónica visual puede “organizar” ese momento mimético, esa vulnerabilidad, ese comportamiento nocivo, que estalla en pedazos a los espejos del alma, y sólo deja ausencia, la sonrisa perdida que trae fertilidad a los ovarios, a la carne misma, al extravío, al conflicto de las elegías nocturnas, a lo que se fragua sin derecho, a lo que a causa de una ominosa voz que amenaza, se hace la mórbida mirada de la evidencia.
La evidencia se conoce al mirar el rostro, la súplica compasiva de una mirada, el desgarramiento emocional, la infancia temprana en intemperie, la erosión del cuerpo, la marginalización, la fragilidad de quien no tiene ya una canción de nana que escuchar, y que, no se atreve a indagar sobre las huellas dejadas en su cuerpo.
¿Cómo se quebranta a la inocencia? ¿Cómo la violencia deja ultrajada a la inocencia? ¿Por qué el desamparo a la inocencia? ¿Por qué la crueldad del adulto continúa escurriéndose por las puertas, por las ventanas, y la pantalla de un monitor? ¿Qué escenario teatral y pervertido es la red global, la que navega sobre un mercado virtual, que todo lo tuerce, que todo lo abisma, que todo lo trafica, como un intercambio entre “culturas” que producen bienes materiales?
La niñez que hace uso de las redes sociales vive un cautiverio; un cautiverio donde hábilmente se le sojuzga, y se le construyen andamios para que su identidad se reduzca al ojo, a las pestañas, a los dedos, al encuentro con la “fecunda” piel de una pantalla que evoca todos los decires, todos los discursos, todas las palabras, todas las existencias posibles. Y, los adultos se muestran como si estuvieran ausentes de lo que sucede.
Dócilmente, la sociedad parece no irritarse con ese estado de alienación, y hace caso omiso a esa ventana virtual donde se “legitima” la vulnerabilidad de los niños. Es evidente que éstos padecen la soledad que trae el abandono de “estar a su suerte”, en un medio ambiente que tiene una coraza de indiferencia para todo, que cree expiar sus culpas al través de la beneficencia, y pedir juzgar y que se dicte sentencia contra los feroces lobos del “maltrato, marginalización, abuso y discriminación” y de “conductas que aparentan ser sencillas, como un manoteo y burlas o tan crueles como el rapto y la violación”.
Sin embargo, mientras todo esto ocurre, el Estado no desea hacer un alto, un alto real para ver todas las caras por medio de las cuales orbitan los perturbadores de la convivencia. ¡Qué sociedad, qué Estado, qué nada, si no existe la posibilidad de romper con la barbarie que genera la violencia, la violación, la prostitución infantil, y el acoso, si se continúa encerrados, entrampados en no saber hacer el salto desde lo salvaje a la civilización!
Mientras la niñez siga siendo vulnerada, éste continuará siendo un Estado primitivo, de bamboleantes mentiras, porque su irresponsabilidad ante sus deberes, es la causa de que a los vientres de las niñas se le imponga un parentesco forzado; que sus vientres se extravíen ante el ataque sagaz y voraz de las investidas sexuales de los adultos; ataque que lanza el cazador a la ingenuidad; ataque vertiginoso que debilita, que abisma y provoca dolor. Y, ante esto, que es la disolución del todo, el Estado no hace siquiera una lectura de sí mismo, de su inacción, de su ciega irresponsabilidad.
Es esta una sociedad deforme, incapaz de transmitir el esbozo de su propia realidad; existe en la hibridez, en el morbo que traen los sucesos, y, es tan ficticia como el hecho inesperado. No hay mayor hazaña para esta sociedad que el triunfalismo que trae lo mediático al ego, ese sustrato de las mass masa que provoca manías, alucinaciones y aturdimientos colectivos, estruendosos ritmos de goces, reconocimiento, y míticos amos para idolatrar como vellocinos globales, como habitantes que no toleran al hastío ni al aburrimiento, porque solo “conviven” con la relación subliminal, la interrelación con lo virtual, con un ejército de ídolos, héroes y antihéroes que hacen tours generosos con una semiótica que desprende histéricos entusiasmos a las multitudes.
Es que vivimos en la “era global” con una prolija bipolaridad: estar satisfechos, ser satisfechos, ser ordinariamente satisfechos, habitar el mundo para ser satisfechos, ser propietarios satisfechos, ataviados satisfechos; desconcertados sujetos, caricaturalizados, esquizofrénicamente retratados, captados por el plasma, por las ondas de un satélite que invade la intimidad, que trae los atributos, las ideologías, los símbolos que continuarán en las étnicas, en los pueblos, en los mundos y submundos, permaneciendo ocultos en los dominios del poder.
¿Cuántos dramas más le faltan al mundo, cuántas omisiones más para que todo continúe gris, y las tumbas no sean tumbas para cadáveres, sino para conciencias, para la enajenación, para quienes asesinan a la inocencia? La “era global” es parte del espectáculo del suicidio colectivo; un espectáculo donde persisten las violaciones a inocentes, y la sociedad se hace aterradoramente una sociedad necrófila, donde se encuentran uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis fetos en una bolsa, que deberían representar una autocrítica estremecedora al Estado, sobre el estado de salud de niñas y adolescentes cruelmente violadas, laceradas, ultrajadas, lanzadas al azar de la desventura, sometidas a la vulnerabilidad por la irresponsabilidad del Estado.
Una violación es como una navaja fría que corta la piel
La vida desde la concepción es un estereotipo del Estado patriarcal; pero el trauma de la concepción a causa de una violación, no es para el Estado una razón para reflexionar cómo legislar sobre el “cuerpo propio”, “ajeno” de una niña o adolescente. El Estado patriarcal quiere castigar a quienes no estén de acuerdo con su estereotipo “el principio de la vida desde la concepción”, que puede ser una concepción que ocurre y es el resultado de una crueldad “natural” para el hombre, de una necesidad “natural” de perseguir a su sexo opuesto y a su sexo igual, de infantes que no conocen ni saben del riesgo de ese acoso que desgarra, que subyuga.
¿Qué opresivo es temerle a la autoridad masculina, a esa autoridad que finge proteger a las niñas de la marginalidad, de ser víctimas del acoso de un falo primigenio? ¡Qué alegoría tan solemne pretender hacerse a sí mismo un “padre”-protector de la atrocidad que comete, y de la que no se exculpa! Este es un Estado hedonista, inexistente, que se moldea en las inseguridades que traen sus decisiones, que le hace cárceles y laberintos a las que acosan, a las que aluden en el cristal de su lacónica mirada. Puesto que las niñas y adolescentes caen víctimas de las indiferencias de la orden del poder, víctimas de las cláusulas que le clausuran sus vaginas para que no alteren lo amoral de la acción de quien la posee como una cosa.
Iris Pérez Romero para denunciar y evidenciar el “Bullying, Grooming and Sexting” del que son víctimas las niñas ha creado pinturas y dibujos estremecedores: dibujos que evidencian la violencia emocional, la violencia táctil, la violencia visual, que no tienen la “suerte” de maquillarse con la ironía del que está siempre en asechanza de su presa.
¿Cómo se pueden salvar a las niñas de los asesinos virtuales, de esos por los cuales se sienten vigiladas; de esos que toman su cuerpo para un ritual de carnicería inhumana? Es demasiada la desnudez de estas pinturas y dibujos que muestran lo vulnerable del cuerpo infantil, a través de claroscuros, así como el socavamiento de su identidad, y lo letal que es para la infancia la persecución sexual.
Los dibujos y pinturas de Iris Pérez Romero muestran los extremos egocéntricos de las aberraciones que trae el dominio masculino; los ámbitos de la indefensión, las burlas sexuales, lo desorbitado del arrojo, la perdida de la voz, la perdida de la mirada, los mundos mudos infantiles no compartidos; la paternidad ofensiva, la paranoia irreversible; la caída de los ángeles ante el acoso de quien los abisma a la oscuridad existencial.
La violación es un flagelo que deja sin identidad a la piel
Los dibujos y pinturas de Iris Pérez Romero, de la serie “Bullying, Grooming and Sexting”, son el metarelato visual que el Estado no quiere ver, y que hace una instancia que pretende disgregar. No le interesa conocer el signo de identidad sobre quienes pretende hacer gravitar un texto constitucional discriminatorio, condenatorio del “cuerpo”, que hace al “cuerpo” una cárcel, porque anula las diferencias, y victimiza al Estado que, no desea que se altere la “orden” que él quiere trazar desde el poder del terror.
El Estado, los legisladores, no “purificarán” sus corazones ni pedirán bendiciones papales en su intento de impedir el derecho de la mujer a su cuerpo, sino que persistirán en extender sus uñas de tigres en alerta bajo las sombras, sin importarles la fatalidad que traerá la desobediencia a su “orden”.
La piel y el cuerpo de todas nosotras se balancean metafóricamente en los dibujos y pinturas de Iris Pérez Romero, a través del “Bullying, Grooming and Sexting”. Ahí están todas las identidades. Todas las identidades se fusionan, se reconocen instrumentalizadas, coleccionadas, languideciendo en “algo” que no se ha abolido del imaginario masculino: el acoso, la violencia sexual, la violación.
¿Cómo pueden hacer las niñas y las adolescentes una rebelión, una subversión, sino las dejan siquiera soñar un mundo que no le vigilen para asaltárselo; ni imaginar un mundo que no sea de cristal, ni permitirse conocer un mundo que no se pierda porque le socaven su identidad y su conciencia? Quizás sean estos los ejes de estos trazos y líneas de Iris Pérez Romero, una premonición del ser antes que la arcilla tomara la forma inquisitorial del que evoca a Eva.
Esa mítica Eva sobrevive allende los mares, y allende la tierra; está en la memoria y en la desmemoria; la evocan en todos los territorios donde las leyes oprimen a la otra, llamada por el otro, mujer. Su imagen continúa en el inagotable crepúsculo, en el ombligo de cada criatura que nace, en la brújula del tiempo, hasta cuando se pretenden cambios para alcanzar a la libertad.
El mundo de Eva nos persigue, estando ella afligida, y siendo hostilizada por el engaño de la manzana. Esa narración sobre la provocación que enciende al cuerpo, sobre la provocación que trajo el cuerpo al contrario, aparentemente frustra cualquier intento de otra narrativa; por eso los otros abruman la piel y el cuerpo de todas nosotras, truncan las voces disidentes, las que hacen oraciones no panegíricos de sus vidas, las que no aceptan la represión ni ser encerradas frágilmente en el mito ni autoexiliarse en el encierro ordinario de la autoconsolación.
Los dibujos de Iris Pérez Romero de “Bullying, Grooming and Sexting”, nos convocan a que investiguemos el suicidio emocional al cual el Estado y la sociedad empujan a niñas y adolescentes, para que se execren a los acosadores, a los violadores, a los traficantes, a los que pretenden silenciarlas, prostituirlas y denigrarlas, y llevar a la condición de una cosa -desde la orgía de su enfermizo machismo- la piel y el cuerpo de todas nosotras, encubriendo su encarnizada brutalidad primitiva.
Estigmatizar el derecho al aborto como un crimen, es un exceso infrahumano; hacer que prevalezca la transgresión cotidiana a la identidad de la mujer, es una aptitud abyecta del legislador. Transgredir el orden patriarcal, es destruir su alucinante dominio, romper con las torturas psicológicas, emocionales e intelectuales que ejerce con violencia. No puede ser cierto que la evocada milenariamente perdurabilidad del patriarcalismo se mantenga a través de los siglos por venir, que la piel y el cuerpo de todas nosotras continúe con el destino de ser solo para el dolor y el placer.
Iris Pérez Romero llora ante el padecimiento de las niñas y de las adolescentes; lo denuncia, se arriesga a narrarlo, a describirlo, exige sanción para romper esa servidumbre de silencio y terror. Pocas creadoras visuales pueden desde su obra lograr darle un carácter narrativo al miedo de nombrar el abuso. A través del dibujo simbólico como “objeto trazo” y referencia visual del valor semiótico de la fragmentación de las identidades, Iris Pérez Romero (Santo Domingo, 1967) expuso en la sede de UNIVISION en Miami, Florida, una colección de estas pinturas y dibujos libres con trazos rápidos e impulsivos, que representan por medio del grafismo y el uso de la acrílica escenas vividas por niños y niñas que están afectados y perturbados, víctimas de una inestabilidad emocional a causa del “Bullying,
Grooming & Sexting”.
Ahora como muestra itinerante recorrerá distintos países, ya que es un diagnóstico de lo que puede ocurrir en la piel y el cuerpo de todas nosotras; es su percepción de la psicosis, la inhibición, la angustia, la situación conflictiva de identidades y los signos de las patologías del acoso que sufren en el mundo millones de inocentes criaturas que no saben dar respuestas ante lo pernicioso ni advertir el peligro. Algunas figuras infantiles están reagrupadas, otras se asemejan a fotogramas, otras invadidas por segmentos de líneas y explorando los trastornos psicológicos, el aislamiento, el estallido de los llantos, el daño neurológico, la degradación kinestésica, la angustia a la mano que puede tocarlos, maltratarlos o abatirlos, o a la mirada que los degrada.
“Bullying, Grooming & Sexting” es un llamado, una alerta colectiva, a que todos nos enfoquemos en no perder tiempo cuando conozcamos conmovedores casos como estos, porque el mundo necesita renacer espiritualmente. Esta muestra es un aprendizaje. Tengamos el valor de reconocerlo.
NOTA
[1] Repuesta de la creadora visual dominicana Iris Pérez Romero, a la comunicadora María Elena Salinas, al hablar de "Bullying, Grooming and Sexting” -Awareness Exhibit- (pinturas y dibujos) muestra que Orgullo@UCI [Univision Communications Inc.] patrocinó en la sede Newsport de Univision el 23 de Abril de 2015, en los dos pisos de la empresa, siendo esta la primera vez en toda su historia que esta cadena de televisión extiende una invitación a una pintora del continente.