¿Por qué usar la imagen fija, las figuraciones narrativas,  para hablar de las violencias?  Con esta pregunta pretendimos  escrutar un álbum de caricaturas sobre ideología patriarcal,  sesgos de  género, estereotipos, machismo y feminicidios del caricaturista  Harold Priego, para comprender nuestra cartografía socio-cultural  desde la representación  que el humor nos muestra  cuando gráficamente explora lo que acontece, lo que a diario se conoce de  las situaciones martirológicas donde  el sujeto femenino es la víctima.  Para  este trabajo escogimos una serie de caricaturas realizadas en el 2011 por Harold, año que hasta el presente ha sido el de la más elevada estadística  de crímenes contra la mujer.

Harold, entiendo, era una especie feroz de oráculo, puesto que reflexionaba a través de la sátira lúdica sobre  la ideologización del “supermacho” que caricaturizaba. Es innegable lo efectivo de su humor,  y lo polémico que resultaba para unas, y para otras, sus distintas perspectivas para “evocar”  el poder patriarcal codificado y asumido  de manera colectiva, establecidos con inúmeros significados,  ocultos o no  en nuestro devenir histórico, como resultados del etnocentrismo, y que han sobrevivido en este milenio, en la República Dominicana,  donde el hombre continúa –al decir del feminismo radical- con una personalidad de pantera, de sujeto retrasado,  y accidentalmente es imagen de sí mismo, de un sujeto que no se transforma, puesto que está sometido a la cultura opresora que se continúa induciendo desde el Estado.

Harold tuvo un extraordinario éxito; fue un creativo de mirada crítica, un cronista visual de su época. Explicaba –conjugando texto y representación-  las neurosis de  esta sociedad, viva y abierta, que se erige en los subterfugios de la dominicanidad, pero descompuesta por la modernización y la transculturalización y, obcecada en el  espejismo del progreso.

Comprendo que,  la imagen, lo gráfico,  es un tipo de literatura visual que nos permite  percibir  las distintas ideologías de  un sistema de acumulación originaria dominante y,  reflejan qué se cuestiona, qué se discute,  qué se cuenta en momentos en que las interacciones grupales van de manera  vertiginosa sofocándose.

Las caricaturas, desde mi punto de vista, de un medio de comunicación, sea en soporte convencional  o digital,  ejercen  influencia en el  lector. Desde un portal o tabloide  periodístico se penetra en el imaginario colectivo, puesto que los bocadillos de las mismas son una especie de ir y venir sobre lo que se problematiza  y, los editores saben que se lee la segunda página de este contenido lúdico –si se quiere-  para empezar el día, más cuando esas viñetas son realistas, y retratan en síntesis  -con una economía de palabras- situaciones que nos acosan. Esos dibujos a blanco y negro, especialmente,  tienen gran aceptación en el  público no ilustrado. Es un arte popular y,  sus creadores plasman lo que desean que se haga notar: las buenas y malas acciones de los grupos que jamás se observan a sí mismos.

En la República Dominicana fue un fenómeno editorial en los  medios periodísticos Diario Libre, Listín Diario, el Hoy y El Caribe, las caricaturas de Harold Priego (La  Vega, 1955-Santo Domingo, 2013), siendo el más popular de sus comics  «Diógenes y Boquechivo».  Personalmente, lo confieso,  las leía,  las coleccionaba, y se convirtieron en lo primero que disfrutaba  en las mañanas. 

Priego presentó distintas exposiciones de sus personajes. Acudí a dos de ellas en la  Feria Internacional del Libro, y era sorprendente cómo los visitantes, en su stand, iban a solicitarle  su autógrafo, a tomarse fotos  con él, que fue –indudablemente- un  genio artístico gráfico de principios de este siglo XXI y de finales del XX. Gran dibujante  y gran humorista, Harold diariamente hacía  guiones y diálogos de ese otro lado oscuro de lo que somos que no queremos ver. Su aceptación creo  que,  era a «unanimidad”, y si no era sí, tengo la certeza de que una mayoría silente y no silente  se reía, se deleitaba con las temáticas que abordaba.

Sus caricaturas ya habían  penetraron  tanto como  el cine local de comedia. Harold le había robado al pueblo la imaginación y, su filosofía popular.

Sus bocadillos presentados en un primer plano los utilizó, además, para construir en imágenes yuxtapuestas una pantalla de lo que observaba: nuestra sociedad deformada en sus valores, desmoronándose a diestra y siniestra “gracias” a las malas acciones de los políticos y sus cómplices en hacer de la marca país nuestra  la corrupción, lo cual hizo que la industria editorial periodística de los medios de comunicación a los cuales prestó sus servicios  encontraran en sus microrrelatos iconográficos, y en la plumilla de este dibujante, una  comunicación de masas efectiva, un vínculo, una conexión  que les garantizaba un alto nivel de lectoría, porque las leían aquellos que no leían libros, los que esperaban la caricaturización secuencial  de las viñetas de los “personajes”  que denominaban la esfera de la política nacional,  o el espectro que traía de personajes cuya  movilidad social los hacía “prominentes”,  no obstante darle la espalda a la miseria ciudadana  y,  a los ciudadanos frustrados.

Pero esto solo era posible porque Harold Priego arrancaba  sus historias a las fuentes populares, haciendo de su narrativa épica  una narrativa con héroes y antihéroes de caracteres insólitos. Él era un narrador visual que hizo nacer en la mitología sincrética a dos personajes: «Diógenes y Boquechivo». Él transgredió las críticas moralistas, las opiniones de sociólogos y de psicólogos sobre nuestro mundo social, que se ha hecho gris, trivial, enojosamente inútil para el pensar – porque sólo le interesa –a los grupos hegemónicos-  la tutela conservadora del poder fáctico-, al presentar los entuertos de  numerosísimas situaciones politizadas algunas,  que eran ejemplos del pugilismo de las clases tradicionales y de arquetipos de individuos creados por ellas mismas.

Tal vez es cierto que, una caricatura siempre tiene una clara intención ideológica, y puede adquirir la categoría de arma de propaganda, más aún cuando  se arraiga y  paulatinamente predomina con sagacidad, y  en cierto modo se hace invasiva,  y  se prolonga su penetración razonada y profunda en los segmentos poblacionales en que incide. Quizás  una caricatura de Harold fue una forma de protesta cultural, una señal de  inconformismo generacional, un ejercicio de intolerancia contra el establishment o  una forma de movimiento underground que toleró la prensa convencional.

Harold  monopolizó cuatro medios periodísticos impresos. Nadie escapaba  a esa modalidad de subgénero literario del cual era la figura más notable en el país hasta el momento de su fallecimiento, puesto que sus narraciones eran trozos insólitos de los acontecimientos de la vida urbana mayormente, sátiras en torno a las costumbres desplegadas por quienes de manera perniciosa exhibían, además, sus exuberancias de teatrales imposturas. Pero, no obstante, retrataba las vicisitudes de un pueblo que él entendía continuaba prolongando su agonía al no romper las ataduras de la indiferencia ante el sistema autoritario, dominante, que es el rasgo típico del patriarcado, de las sociedades  donde el ciudadano/a normal es quien lucha por su supervivencia cotidiana, porque la vida no pase del trauma al suicidio  emocional.

Como un gran público femenino seguía a las protagonistas  de sus series, y hubo dos  que descollaron (Yuleidy y Doña Mármara) en la última década,  que soportaron al amante o al marido;  así como  a otros tipos de personajes  que nos hablaron de sus relaciones conyugales,  sea de la  pequeña burguesía urbana,  o marginales,  decidimos  prestar atención a estos tipos femeniles y a sus sátiras de vida. Fue entonces cuando nos  detuvimos  a  estudiar  la violencia contra la mujer, la violencia de género y  la violencia gris  a través de las caricaturas  dibujadas por Harold Priego, ya que las antiheroínas de  él, hipererotizadas y sexualmente objetuales, de muchachas “emancipadas” estimulaban a otras –entiendo- a querer vivir la vida sin grandes esfuerzos, con sentimientos primarios.

Desde ese espacio, de la página 2, de  cuatro periódicos  se percibieron  distintas miradas para “entender” el flagelo de la violencia, que la prensa amarilla y la roja reseñaban constantemente como ahora.  De esa vastísima producción de viñetas a blanco y negro  hicimos una selección  para conocer la influencia de los medios de comunicación en una heterogénea población, y  cómo gravita la violencia contra la mujer, y saber si estas  caricaturas en torno  a los estereotipos y los sesgos de género pueden provocar una subversión ideológica, y emplearse  de manera pedagógica para presentar un glosario de género elaborado con palabras «cultas», mientras las caricaturas tiene  una semiología del lenguaje que comprenden las personas sin defensas culturales.

En tal sentido,  ya siendo evidente nuestra propuesta, y el porqué de la pregunta ¿por qué usar la imagen fija, las figuraciones narrativas,  para hablar de las violencias?   Les sugiero que repasemos las siguientes  caricaturas de Harold Priego, y que leamos luego las siguientes palabras seleccionadas de un «Glosario de género» [1], términos que consideramos –como otros más-  deben conocer todas las ciudadanas dominicanas para  fundamentar y pensar su discurso de emancipación de la ideología patriarcal desde el feminismo de la diferencia.

CUERPO. m. 1ª.  acepción.  El cuerpo  es el territorio, sobre el que construimos la subjetividad, la identidad y la dignidad personal. El cuerpo es la forma de estar en el mundo. Cuando las mujeres exigen el derecho a ejercer el control sobre sus cuerpos, están reclamando la capacidad de definirse, de dotarse de identidad propia como sujetos. / Esta forma de estar en el mundo, para las mujeres está mediada por la especificidad sexuada de sus cuerpos que condiciona la construcción de la individualidad, porque legal y culturalmente la diferencia sexual ha sido calificada como desigualdad. La sexualidad deviene entonces en un campo de relaciones de poder, cuyo resultado es que los cuerpos de las mujeres son controlados, reprimidos y/o sistemáticamente transgredidos, ya sea por el Estado o por particulares. / Los discursos construidos desde la ética, el derecho, la política, la medicina, la religión, han sometido el cuerpo de las mujeres, definiéndolo como un campo de conflicto, alterado y sin orden, necesitado de control y tutela por su potencial peligro. Ver: María Elena Reyes Meléndez. Foro de Mujeres por la Reforma Constitucional. Propuesta Reforma Constitucional en República Dominicana. La Constitución que Queremos las Mujeres. (Santo Domingo: Mediabyte, 2007):64. // CUERPO. 2ª.  acepción.  El cuerpo en la expresión de Diana Maffía es uno de los “saberes impertinentes” que amplían los referentes de transformación, y desde él se recupera la diversidad de formas de existencia de las mujeres y de los seres humanos. / El cuerpo no es sólo la base material y subjetiva de dominación y sufrimiento sino el sustento de prácticas de libertad y democracia. Recuperar el cuerpo en su dimensión política exige confrontar todas las perspectivas filosóficas, metafísicas, religiosas y científicas que niegan su existencia. Exige también ser reconocido como el lugar donde yo habito, y como sujeto portador de derechos que se pueden ejercer únicamente en un Estado laico, en una cultura secular con justicia económica, justicia de género y justicia social.  Ver: Roxana Vásquez Sotelo. Foro de Mujeres por la Reforma Constitucional. Propuesta Reforma Constitucional en República Dominicana. La Constitución que Queremos las Mujeres. (Santo Domingo: Mediabyte, 2007):124. 

CUERPO MARCADO. m.  El control del cuerpo de la otra persona, el control de los cuerpos de las mujeres por parte de los hombres, incluye el control y la regularización de la sexualidad de las mujeres por parte de los esposos, padres, familia, redes de parentesco, religión, medios de comunicación, Estado. Ellos han marcado el cuerpo de las mujeres de igual forma que los amos dejan su marca sobre los esclavos, sobre sus caballos y sobre su ganado. Este cuerpo marcado ha subsistido como el sexo femenino, diferente e inferior al sexo masculino. La inferioridad ha sido legitimizada por la ideología de la superioridad “natural” de los hombres sobre las mujeres, con la excusa de la diferencia biológica. La diferencia biológica entre los sexos: diferencias corporales, particularmente limitadas a los órganos genitales y el valor asignado a ellos, es lo que nos moldea, lo que nos da nuestra identidad, lo que nos hace diferente unas de otros, lo que marca los límites. En: DAWN INFORMA. Alternativa de Desarrollo con Mujeres para una Nueva Era. (Noviembre, 2001): 20.

CULTURA DEL MALTRATO. f. Conjunto de dinámicas que se dan en un cierto contexto,  que producen determinados efectos y comprende los siguientes elementos: El abuso en sí, sea físico, emocional, sexual o económico; el  contexto de la relación como sistemático patrón de control y dominación por parte del agresor, y la tendencia a esconder y negar o minimizar el abuso, por ambas partes. Ver: Luz Río Seco. “Mediación en caso de Violencia Doméstica” en Género y Derecho (American University, 1997). Citada en: Justicia en la Violencia Doméstica (Santo Domingo: Suprema Corte de Justicia, 2007): 24. [Consultores Regionales: Rodrigo Jiménez y Roxana Arroyo; Consultora Nacional: Desireé del Rosario].

INSENSIBILIDAD A LAS DIFERENCIAS BASADAS EN GÉNERO. f. La insensibilidad a las diferencias basadas en el género describe a las personas o las políticas incapaces de reconocer que el género es la clave que determina las posibilidades de elección de mujeres y hombres. En: Conceptos de género en la planificación del desarrollo. Enfoque básico. Instituto Internacional de las Naciones Unidas  de Investigaciones y Capacitación para la promoción de la Mujer (INSTRAW). Preparado por Lezak Shallat y Ursula Paredes. 1997: 11.

“MAINSTRAIMING” O TRANSVERSALIDAD DE GÉNERO. adj. El concepto transversalidad de género surge en 1985 en el seno de la III Conferencia Mundial para el examen y evaluación de los logros de las Naciones Unidas para la Mujer, convocada bajo el lema “Igualdad, Desarrollo y Paz”, celebrada en Nairobi./ Las políticas públicas, entendidas como acciones permanentes y transformadoras de los poderes públicos en los sistemas democráticos para el beneficio de su ciudadanía, no pueden concebirse sin la transversalidad de género o, lo que es lo mismo, sin tener en cuenta que las sociedades están formadas por hombres y mujeres a los que diferencia su sexo y que, hasta el momento histórico actual, los posiciona en una relación jerárquica que subordina a estas últimas, cualquiera que sea el área social en que se muevan o el colectivo al que pertenezcan. En: Inducción a la Perspectiva de Género en el Poder Judicial. (División  de Publicaciones Impresas. Centro de Documentación e Información Judicial Dominicano (CENDIJD), Santo Domingo, 2013):24.

SISTEMA PATRIARCAL. m. 1ª acepción.   Este se constituye por el conjunto de relaciones sociales entre hombres a través de la jerarquía genérica establecen interdependencia y solidaridad  entre ellos, la cual permite dominar a las mujeres.  Este sistema mantiene y reproduce la subordinación y discriminación de las mujeres y como estructura de dominio se articula con  otras condiciones de los sujetos, como la nacionalidad, la edad, la clase, la etnia,  la orientación sexual, la condición física, la creencia religiosa, política, etc. Cada hombre y cada mujer ostentan diferentes condiciones que le aumentan o le disminuyen sus formas  de opresión, pero las mujeres como género siempre están sujetas al dominio público y político  de los hombres. Ver: Justicia en la Violencia Doméstica (Santo Domingo: Suprema Corte de Justicia, 2007): 26.  [Consultores Regionales: Rodrigo Jiménez y Roxana Arroyo; Consultora Nacional: Desireé del Rosario]. // SISTEMA PATRIARCAL. 2ª acepción. Es “un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia”. Ver: Marta Fontanela, Patriarcado, en Gamba, Susana (Coord.) Diccionario de estudios de género y feminismos (Buenos Aires, Biblos, 2008)   citada por Alina Ramírez  en “Artículo 55-11, el  Trabajo del Hogar” Impacto socio-jurídico de la nueva Constitución en los derechos de las mujeres en República Dominicana (Santo Domingo: Fundación Friedrich Ebert, 2011):55. 

VIOLACIÓN  BAJO CUSTODIA. Las instituciones convencionales de derechos humanos pueden haber considerado a veces la violación de mujeres bajo custodia como un acto de gratificación personal del guardia, por lo que es "privado" y está fuera del ámbito de las preocupaciones legítimas en materia de derechos humanos. La violación de mujeres bajo custodia puede ser una política deliberada de un gobierno represivo o el resultado de la indiferencia y la ausencia de medidas suficientes de prevención. La distinción entre público y privado se convierte por tanto en un posible obstáculo para la acción efectiva contra esta forma de violencia, cometida por hombres que llevan los emblemas del Estado y que tienen oportunidad de causar daño a las mujeres ejerciendo atribuciones otorgadas por el Estado. En: Hacer de los derechos realidad. El deber de los Estados de abordar la violencia contra las mujeres. No más violencia contra las mujeres. (Madrid: Editorial Amnistía Internacional (EDAI), 2004): 30

VIOLENCIA DE GÉNERO. f. 1ª.  acepción.  La definición de la discriminación abarca la violencia de género. La violencia contra las mujeres es una forma de violencia de género. Es violencia dirigida contra las mujeres por el hecho de ser mujeres o que afecta a las mujeres desproporcionadamente. Incluye los actos que infligen daño o sufrimiento físico, mental o sexual, las amenazas de tales actos, la coacción y otras formas de privación de libertad. La violencia de género puede infringir disposiciones específicas de la Convención sobre la Mujer con independencia de que en ellas se mencione expresamente la violencia.  La violencia contra las mujeres es un subconjunto de la violencia de género, que incluye también la violencia contra los hombres en algunas circunstancias y la violencia contra los hombres y las mujeres por su orientación sexual. / La violencia de género guarda relación también con el constructo social de lo que significa ser hombre o mujer. Cuando una persona se aparta de 1o que se considera conducta "normal" se convierte en objeto de violencia. Esto es especialmente grave cuando se combina con discriminación en razón de la orientación sexual o la identidad de género. [Relatora especial sobre violencia contra la mujer, declaración realizada en 58 periodo de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, 10 de abril de 2002]. En: Hacer de los derechos realidad. El deber de los Estados de abordar la violencia contra las mujeres. No más violencia contra las mujeres. (Madrid: Editorial Amnistía Internacional (EDAI), 2004): 28 // VIOLENCIA DE GÉNERO. 2ª.  acepción.  Es cualquier tipo de violencia ejercida sobre la base de las diferencias de género, sea en lo público o en lo privado. En: Guía de Reflexión con Grupos de Hombres en temas de Género y Masculinidad. Changing MIND-Changins Lives (CLLR)-Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID). Hombre de verdad o La verdad de los hombres. Programa Regional de Masculinidad del CID-CIIR. Asociación de Hombres contra la Violencia AHCV. Tomado del Manual “Alternativas, Queremos y podemos tener una vida mejor cuidando nuestras relaciones.” Elaborado por AMUNIC/FNUAP, Managua, Nicaragua, 2003, s/n.  // VIOLENCIA DE GÉNERO. 3ª. Acepción. De conformidad con el artículo primero de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), la violencia contra la mujer incluye cualquier  acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual  o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado. El artículo segundo de la Convención define tres contextos donde puede ocurrir este tipo de violencia, así como las diversas formas que puede tomar. Artículo 2.- Se entenderá que violencia contra la mujer incluye la violencia física,  sexual y psicológica que tenga lugar dentro de la familia  o unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende, entre otros, violación, maltrato y abuso sexual; que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada  por cualquier persona y que comprende, entre otros, violación, abuso sexual, tortura, trata de personas, prostitución forzada, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, sí como en instituciones educativas, establecimientos de salud o cualquier otro lugar, y que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, dondequiera que ocurra. Ver: Justicia en la Violencia Doméstica (Santo Domingo: Suprema Corte de Justicia, 2007): 21.  [Consultores Regionales: Rodrigo Jiménez y Roxana Arroyo; Consultora Nacional: Desireé del Rosario]. // VIOLENCIA DE GÉNERO. 4ª. acepción. Acto de violencia dirigido contra las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión. Incluye todo acto de violencia física y/o sicológica, como las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad. En: Reglamento para la Aplicación de la Política de Igualdad de Género en el Poder Judicial (Santo Domingo, 1ra. Reimpresión Suprema Corte de Justicia, 2010): 17.

[1] «Glosario de Género» 2016, Recopilación y selección de conceptos: Ylonka Nacidit-Perdomo, Escritora Investigadora Senior de Género y  Elvira Margarita Lora, Docente- Especialista en Pedagogía de la Investigación, doctoranda en Periodismo de la UAB.