« […] yo soy un pobre trozo de barro no cocido… / Pero al través del barro pasa mi voz de lluvia, / y la arcilla está blanda para el contorno vivo. // Seré como tú quieras que sea: / ánfora de fino cuello, esbelta y suave, / o una de esas vasijas toscas y sin belleza, / donde a sorbos cansados/ bebe calladamente la pobreza…».

CARMEN NATALIA. Alfarero Celeste [1]

 

Yo creí que el cielo tenía una puerta, una puerta de gravedad absoluta, intencionalmente abierta. Creí que al verla, al encontrarla del lado del río, el ser, aquel que llega adornado por el barro, traería el presagio del fuego…

Mujer © Iris Pérez. Acrílica sobre tela.

Está escrito que el ser no se agota ni se adora; se percibe, se descifra. No hay mundo sin ser, porque de Él procede el mundo. Él nos conecta. Él nos da identidad. Él es el sentido de Todo, de todo lo que irradia la luz sobre las formas, puesto que las formas fugaces se guardan en el símbolo, en la finalidad última de los tiempos. Ningún ser semeja a otro. Sólo se hace ver en la danza de la oposición de las materias. Se nombra como esencia, y preexistente. Viene en la alegoría del ente, en la corriente irreductible de la esfera. Se hace rosa, árbol, abeja, agua, tierra. Es lo divino con sus hilos dorados en la mirada aludida.

¡Qué vital es el ser!, inseparable a lo blanco, a la gloria; perfecto como rocío celeste, como lluvia de estaciones que se encierran en un caracol ¿Por qué se multiplica el ser al nacer? ¿Por qué se encuentra en lo silvestre al despertar las aves? ¿Por qué sus ciclos de engendro recorren los cuatro puntos cardinales?

Es el ser el que consume el pensamiento. Es el que piensa, el que contempla, el que expresa el encierro de lo finito. No hay principio para el ser. No hay juegos habituales para Él en la vivacidad del sueño. Él comparece ante el azar, arrebata la duda a la Muerte, y a la piedra la realidad como dura roca, porque la Nada es el nosotros. Libre camino tiene el ser. No tiene tropiezos con los cuerpos celestes, ni con el inmóvil espejo de lo inerte.

Está escrito que el ser nace, que llega cuando el viento sopla, cuando el desbocado símbolo sacude las furnias de la tierra, pretende callar la disyuntiva de lo que somos: seres inmanentes, en la cuadrada de la nada. Haciéndose evidente que la luz ilumina al ser, que el ser se «re-crea» en todo proceso donde se conjuga la evocación del instante, del instante genuino y primigenio, la creadora visual dominicana Iris Pérez Romero (1968) desnuda al ser, su anatomía, sus formas conocidas, las maneras en que pretende encontrarse con lo abstracto, con la faz de aquellos otros que son distintos, pero en «verdad» iguales a él.

Iris «imagina» que lo visto ha existido antes en tensión con la materia del ser, con la energía que lo despierta a la vida; a esa otra realidad que imita a la memoria; esa memoria que re-primitiviza al inconsciente, que se apodera del tiempo presente, que se hace movimiento, supra-sustancia, infra-sustancia, intra-sustancia, estaciones del itinerario del ser en lo comprensible y no-comprensible por nosotros.

Iris Pérez Romero ha hecho retornar al ser al origen del Todo, a lo que pervive como apariencia. Le ha asegurado un espacio para deshabitar el mundo del inconsciente, ese que no «cede» si no les llama por su nombre, para provocar a lo que no se hace evidente en Él, lo que no se conoce, lo que no se disipa solo, coloca a la artista en cautiverio con el ser. Iris lo llama, Iris lo espera, y va a su encuentro como una sonámbula que lo estima, porque va a asumir todas sus tragedias, y lo atribulado de la culpabilidad de que sólo creemos que retornamos al presente cuando traemos un karma que pagar. Entonces es, cuando Iris comprende los distintos ropajes del ser, que desencadenan sus sentidos, y los une a través de energías divergentes que sustituyen a los espectros que van y vienen en las noches, en las madrugadas, y en los días, a todas horas.

Carmen Natalia, 1947. Colección Isabel Martínez Bonilla.

La fuerza creadora de Iris para interpretar y re-interpretar al ser, es vivencial y estremecedora. Hace de los significantes oníricos del lenguaje señales, interioridad, trazos, líneas, corporeidad de las cosas que moldea en el barro. Ella ha sido destinada como receptora de la naturaleza propia del ser. No pone el mundo al revés, sino que lo coloca en tabla rasa. Ofrece desde lo reconocido, lo que se hace fenomenología, signo, desnaturalización de la vigilante esfera por la que transita la invención, la eclosión de los sentidos, lo tardío del equilibrio entre los principios, y entre los contrarios.

El ser que irrumpe, en los bastidores de Iris Pérez, se transforma; suele transformarse en mito. Fluye, se fuga de lo ordinario; irradia miradas en perspectivas distintas; sostiene en su agitado cuerpo a los que habitan el Universo, a los que se hacen nieblas, y que asisten pensativos a mostrarse en la tiranía de la apariencia.

«Anatomía del Ser» es el título de la muestra individual que exhibirá sobre su proceso creativo la artista dominicana Iris Pérez Romero (Santo Domingo, 1968), que reúne una minuciosa selección de sus trabajos más reciente, y otros que se aproximan retrospectivamente a los hallazgos oníricos de sus series anteriores «Energía Vital», «Expuestos, «Tiempos de siembra»  y  «Los Caminos del Ser».

En la exhibición que se inaugurará el próximo nueve de marzo, se advierte la utilización de distintos materiales, la puesta en práctica, ejecución e implementación de técnicas pioneras para construir formatos, recrear elementos, concebir sentidos, y realizar conceptualmente las colecciones de las piezas que comprenden pinturas en acrílica sobre tela, sobre formica, dibujos en papel, objetos en metal, cerámica en barro, así como instalaciones laberínticas, además de esculturas y performances que son sus expresiones visuales, hacer, percepciones y rupturas con las tradiciones en el arte contemporáneo del siglo XX e inicios del XXI, y el canon pre-establecido vigente que subyace en los planteamientos estéticos que no desconstruyen el conocimiento sobre la metamorfosis de la materia para liberarla al través de la energía.

Iris Pérez Romero presenta «Anatomía del Ser» en el contexto emblemático de la celebración mundial del Día Internacional de la Mujer, correspondiendo a su praxis reflexiva, y al hecho de que su lenguaje visual se aproxime a develar la esencia del sujeto mujer, puesto que ella es una creadora comprometida con los movimientos políticos, filosóficos, literarios y artísticos que preconizan que se debe ir sensibilizando y, por supuesto, mostrando una re-interpretación de lo que se ha aprendido gramaticalmente, y desde el género, como femenino y masculino.

Pérez Romero es precursora de rupturas con los istmos del arte anteriores a la postmodernidad, ya que sus dotes de creadora descarnan y desencarnan la teatralidad de los opuestos. Es generadora de revelaciones, resquebrajando las líneas que se cruzan entre el ser, y lo que se identifica como las máscaras de la muerte. Apenas se llega a ese territorio figurativo -con rostros imperantes de seres-, que es su taller de artista, donde no pierde su piel ni sus reencuentros continuos con la inocencia, a causa de sus desvelos, se percibe que la visita de todo espectador allí, se hará inmemorable. Si se decide a ir por los distintos espacios de su laberíntico taller, sea los de “arriba” o los del primer nivel, el visitante tendrá que emprender un viaje cromático donde no encontrará fronteras rígidas visuales.

Energía Humana © Iris Pérez Romero. Acrílica sobre tela.

El taller de Iris Pérez Romero es la intimidad de su albergue, donde sea danza en torno a la materia cósmica. Se encuentra en el mismo grandes dimensiones de trazos sobre fórmicas, la espontaneidad de la línea, avasallantes paisajes ebrios donde se advierten sujetos-seres que portan corazones heredados en el pecho con la consignas de despertar de la nada. Allí –en su taller- impera la arquitectura del movimiento, de lo inmóvil y de lo móvil cambiante hecho ritual, confesiones, eterno duelo entre lo transitorio y lo eterno que queda del ser en su viaje de retorno a las entidades que somos.

En «Anatomía del Ser» Iris Pérez Romero diagnóstica que, nada que se advierte como una especie del reino material e inmaterial tiene una edad propia, sino la edad del Universo, y aquella que donamos a los otros cuando se hacen escuchas de nuestros latidos. Plantea cómo llegar a un contacto mutuo con los que nos hablan orquestando un vértigo en nuestros sentidos, porque al ser no le es dado a impedir por el Uno, que sea el Todo, y que nos desintegremos en puntos cósmicos,   que descubramos lo hipnótico de la existencia.

La «Anatomía del Ser» [2] que trae Iris Pérez Romero a las instalaciones del Museo de Arte Moderno (MAM) metamorfosea todas las formas lúdicas en que se desdobla el ser; esa partícula que nace en los excesos de la luz, que se precipita desde el cielo a hacerse fértil en la tierra, que irrumpe con el viento haciéndose semilla, habitante en lo ígneo, en las hojarascas que se veneran como aparecidas hierbas del cono celestial.

Iris Pérez en esta muestra ha colocado en agonía el drama del ser, expresando la mutación de la vida cuando no se tiene el aliento que otorga la luz a los que se entronizan en la naturaleza. Es de tal modo lo que crea, que vierte sobre las sombras, sobre los oscuros y las aguadas de grises una catarsis deseada, que se hace halito, anhelo de curación, ensalzamiento del olvido. «Anatomía del Ser»   es un oráculo, una premonición de cómo tendremos que emanciparnos cuando estemos próximo a nuestro «acto final» en la existencia, puesto que no tendremos nada que justificar, tan sólo los nexos, los porqué de lo invisible, de lo que se enajena al alejarnos del sol.

Afortunadamente Iris eleva su mirada hacia el sol; va a su encuentro al llegar el amanecer, y hace del día una alegoría de deberes; debe extrañarse de que las promesas que dieron origen a la naturaleza, no se fatiguen en la espera; debe buscar comprender la Verdad inicial, aquella que no adormece al indefenso sueño; debe llegar al borde de los muros donde se oficia la Oración que hace al ser estar desprovisto de egos.

Anatomía del ser de Iris Pérez Romero. Diseño de © Freddy Sandoval.

Ha nacido con «Anatomía del Ser» el Irismo; un vuelo de creación que tiene enlaces y desenlaces posibles, pero invisibles. El Irismo es un nuevo ismo para comprender qué nos presta la energía para materializarnos o esculpimos como rostros que no se hastían de ser iniciados transeúntes del tiempo. El Irismo es la arcilla del círculo mismo que se hubiera querido encontrar antes de llegar a la naturaleza, cuando el Todo se hace invocación de energía. Estas son ideas que se arrojan para que los inmigrantes de la creación, destierren de su destino las vacilaciones, y las hostilidades de la opresión humana. Al parecer los siglos en que se ha ido cuajando el arte en la civilización, había olvidado arraigar a la energía como un Todo, y ejercer sobre ella, y descubrir sobre ella sus actividades de transformaciones. No es fácil entrever en la sensibilidad humana cómo la especulación es realmente el fondo de lo certero.

¿Dónde comienza, y dónde termina el ser en la obra de Iris Pérez Romero? ¿Por qué atribuirle a ella la maternidad del Irismo, sin ser necesario hacer ahora una apología de este hallazgo? La creadora y artista visual dominicana Iris Pérez Romero ha querido « repasar» en el ser las múltiples paradojas de su existencia. Su muestra es un plan hidrográfico en las corrientes de la energía, en lo que provoca en la tierra al momento de hacerse fértil.

«Anatomía del Ser» causará revuelo y fascinación como hace más de siete décadas no ocurría en el ambiente cultural nacional, ya que Iris Pérez Romero expone el ser en sus catárticos encuentros, haciéndose una sola cosa: energía, pre-sentir en los árboles, en el polvo, en la adoración que traen las inesperadas formas de su paso por las líneas del tiempo.

Y así las cosas, expresadas sobre el ser traído por el Irismo al presente, vuelvo a recordar que, la memoria, creo, es el amor a Dios; a un Dios que fecunda el Universo, que se abraza a la apariencia. Dios es el ser -«me han dicho»-; es divina certidumbre, fluido, raíz que se extiende entre todo lo viviente. Vivo y exhausto está su corazón porque no deja ser a la Madre. La eternidad le quema el espíritu, y el espíritu hecho polvo en el costado del tiempo se arroja al vacío. Dios, hace siglos que, llega con lo Eterno. Llega hecho símbolo, quizás hecho ser.

Fragmento de Energía Humana © Iris Pérez Romero. Acrílica sobre tela.

Y así ha sido el ser. Carmen Natalia lo dejó dicho en los versos esculpidos por su voz, dirigidos al Alfarero Celeste: «[…] date prisa, trabaja! / Yo no soy más que un trozo de barro no cocido; / pero dentro del barro hay algo sensitivo/ que late y que solloza, que palpita y que canta; / algo que es como un beso, una rosa o un nido… // Un corazón de sueños se me está muriendo/ antes de haber nacido. » [3]

NOTAS

[1] Carmen Natalia (1917-1976). Poesías. Obra Poética Completa 1939-1976 (Santiago: Universidad Católica Madre y Maestra, 1981):123.

[2] Para colaborar con la proyección de arte nacional, y establecer sinergias con otras manifestaciones creativas que tendrán sus expresiones en la Plaza de la Cultura «Juan Pablo Duarte» en el marco de la 20ª. Feria Internacional de Santo Domingo, 2017, se llevarán a cabo paralelamente visitas guiadas, y en distintos espacios talleres creativos, así como dos conservatorios centrales sobre la muestra «Anatomía del Ser», y un espléndido recital poético nocturno titulado «En el Lugar del Ser» coordinado por el poeta Mateo Morrison, Premio Nacional de Literatura, y Lauristely Peña Solá. Iris Pérez Romero expone «Anatomía del Ser» a partir del próximo 9 de marzo en el Museo de Arte Moderno (MAM); busca proyectar en las artes (pintura, y dibujo) otros significantes que se enlacen y entrelacen entre sí con las instalaciones en metal, madera y cerámica donde sus manos se identifican con las cosas vistas, con las cosas intuidas, con las cosas soñadas, que son el hacer-en-el-mundo del ser, para penetrar en lo que ocurre, en lo no-pensado, en lo que se re-presenta, en lo que no se dice.

[3] Carmen Natalia. Poesías. Obra Poética Completa 1939-1976, 123.