Fermín Arias Belliard nunca se propuso ser como ahora dicen, un hombre multitarea, al menos eso pienso ahora que soy adulto y a veces uso la razón.

Antes que nada fue un mocano,  de la tierra de los Refrescos Imperio , la Panadería Las Mercedes y sus galletas de leche y agua, el Viaducto y  de  la más hermosa de las iglesias del país: Sagrado Corazón de Jesús.

Fermín, mi padre, fue  periodista y  corrector de estilo. El escritor por excelencia de uno de los más chispeantes programas de humor político en la radio: Con Pique y Sin Pique. Un brevísimo radio teatro  través del  prestigioso Noticiario Popular  interpretado por las voces más portentosas de la radio en los 70s y 80s: Pedro Pérez Vargas, Fernando Valerio, Reynaldo Balcácer, Jorge Herrera y Wilfredo Alemany.

Otra de sus estrellas  fue la columna “Bocadillos” publicada semanalmente en los principales periódicos de circulación nacional. Leída por medio mundo y comentada hasta por los pasajeros en los carros públicos. Doy fe y testimonio de eso. Lo viví una vez.  Señoras y chofer riéndose sin saber que yo era  hijo  del Mono Sandolín y sus ocurrencias, su alter ego.

Pero las múltiples facetas de Fermín Arias no terminan aquí. Jugador de volibol “en sus años juveniles” como cantaría el bardo puertoplateño  Juan Lockward y  bolerista en la Moca de los 50s. Según me cuentan, cantaba chasqueando los dedos al ritmo de la música y los ojos cerrados.

Nunca abandonó a su Olivetti. En los últimos años de su vida escribía sentado en su  silla de ruedas sin faltar a sus compromisos laborales. El cáncer lo mataba  poco a poco pero no sus ganas de escribir.

La llegada de la informática le dio grima y espanto.  La Olivetti y sus apuntes en una libretita a lo Pablo Escobar (sin mandar a matar a nadie, claro) eran sus instrumentos de creación y compañeros de su soledad. Si, cultivaba la soledad, pese a su espíritu bohemio y fascinación por el etílico, los cigarrillos Premier cada fumada un placer cuando existían. Acompañando con un traguito los boleros de los Hermanos Arraigada o Felipe Pirela, su preferido.

Primero el bar Roxy del Conde y luego el Vizcaya de la San Martín fueron su centro de operaciones. El dueño del Vizcaya me confesó  que los contertulios  asistían al Vizcaya al final de la tarde y los sábados por la mañana  a escuchar a “Don Fermín” y sus ocurrencias mocanas.

Aquí les dejo un trozo de su novela  “500 años de Zoquetá”, para mí de raíz costumbrista. Describe a Moca con una simpleza apabullante.

Señora Viaducto era en el génesis un pueblito limpio limitado al norte por montañas de esmeralda que jugaban a dejarse tocar con las manos; al sur las doce campanadas del Corazón de Jesús; al este la llegada del ferrocarril de Sánchez y al oeste los puercos gritones de Pitico.

Sé que sonará a “nepotismo” sin proponérmelo que escriba sobre mi padre pero a 13 años de su partida, alguien que alguna vez  fuera tan querido y admirado,  ahora es un trabajador más de la prensa  definitivamente olvidado.

Normal, sucede con frecuencia. De todas maneras, querido padre, tu familia no te olvida y te agradece ser lo que fuiste pese  a lo difícil que resulta mantener la coherencia en medio de la jauría que ladra y no muerde.