¿¡Votantes!? ¿Acaso los “votantes” se quedaron en el tintero siendo parte de una orgía política donde la hostilidad a su dignidad cívica y a su dignidad moral-ética trajo como resultados, dada esa circunstancia, que se plegaran a un “padre” providencial partidista, conocido? ¿Qué nos dice el sentido común?-¿Que los “votantes” son hijos de unos padres nominales, con los cuales establecen un lazo, una necesidad apremiante, para que éstos les den sentido a sus marchitas ilusiones de sentir que de alguna manera les llega el progreso, así como esa oportunidad maleada –que desconocen- de constituirse en Asamblea Nacional; una oportunidad que rinde culto al consentimiento inducido, al generoso “padre” que alienta esperanzas a los ¿!votantes!?, prometiéndole aliviar en lo inmediato sus sufrimientos?
Desconocen los ¿!votantes!? aquella sentencia de Juan Francisco (Tongo) Sánchez y Sánchez (1902-1973), nieto del Mártir de Salcedo, del Prócer Inmortal: “El fin de la voluntad no puede ser más que el bien; pero este fin general no determina los medios. Los actos particulares son contingentes y dependen de nuestra elección”. [1]
¿Cómo se controla a los ¿¡Votantes!? y la hostilidad intrasocial de los que accionan en tiempos de elecciones por bienes materiales? ¿Cómo describir ese estado de excepción espiritual que “quiebra” las aspiraciones puras, que trae los engorrosos entramados de las voracidades de las campañas? ¿Es una campaña electoral una lucha por prestigio político, una lucha donde las rapiñas individuales se enfrentan, donde los superegos actúan en el momento en que su ciclo vital de existencia refleja su deseo no de servir a la sociedad, sino que ésta valide su status de clase y de poder? ¿Son las inequidades de las elecciones una exhibición de trapacería, de individuos que con prejuicios y sin prejuicios buscan compensaciones financieras, dotes para su ardua actitud de buscar el poderoso control del Estado? Quizás sí, tal vez es así, y los que hacen política desde las deslealtades, la extorsión psicológica, y el chaqueterismo ven al mundo como “un todo simpático a sí mismo, una especie de animal inmenso que una misma y única alma penetra en todas sus partes y estremece al menor movimiento originado en uno de sus puntos cualquiera”. [2]
“Elegir”, a veces, se convierte en una doble vía de agresión, de amenazas de posibles castigos, de latentes perpetuación en el poder, de ansias interminables de tener la “potestad” de dirigir y “decidir” el destino de muchos. Así, los políticos se hacen dioses “virtuales”, se integran a los rituales que alimentan esa disposición natural de los individuos de aceptar las sumisiones, sus inclinaciones al control rígido, que alimentan el superego poderoso del dios “virtual”. Un dios virtual, y su imagen virtual, es el fetiche que ahoga las pocas posibilidades que tienen los ¿¡Votantes!? de entender que la emotividad se hace dependencia real, hechizo “institucionalizado”, acumulación de signos que sustituyen el yo-propio.
Juan Francisco Sánchez, al escribir sobre “¿Libertad o determinismo?” en 1942 [justo en el año en que el dictador Trujillo estaba entronizado como el Padre de la Patria Nueva e idolatrado como Benefactor, posterior a un histórico proceso comicial, que no resultó otra cosa que un simulacro manipulado por una dictadura de Estado y un partido único, y fue electo Presidente de la República el 16 de mayo de 1942, luego de ser operado exitosamente por el Dr. Darío Contreras de una infección a inicios de ese año que le había provocado un ántrax en la nuca] al analizar el pensamiento de Jacques Bénigne Bossuet (1627-1704), su concepto del libre albedrío y la libertad, se aproxima a la compresión de establecer qué es la predestinación y qué es la presencia divina. Para concluir en la idea [luego de leer, por supuesto, las concepciones de Bossuet, en quien persistía un “prejuicio religioso”] en torno a los acontecimientos condicionales, que para la ciencia divina y para los hombres que hacen de Dios o fingen hacer de Dios su guía y su mentor que decreta en absoluto lo que desea para su “libre arbitrio”:
“Dios conoce, desde la eternidad, todo cuanto hará libremente, no importa el tiempo ni las circunstancias. Así, Dios arregla sus designios de acuerdo con lo que sabe que hará libremente la criatura libre, en tal o cual circunstancia. De esta manera, espera el momento dado y decide conforme a nuestras resoluciones”. [3]
Y tal es como lo “interpretan” los políticos que se hacen, que se asumen, que hacen que lo llamen y hacen que lo asuman a sí mismos como dioses “virtuales”, invocando reiteradamente el nombre de Dios, para cimentar las fórmulas de su predestinación y encarnación en la tierra de la presencia divina, concluyo. Pero Juan Francisco Sánchez va más lejos en su exposición y dice sobre la “doctrina de la contemperación” que: “Aquí Dios es un sobornador, un seductor incansable, irresistible”. [4]
Dado que las religiones y las doctrinas divinas están presentes entre nosotros en tiempos de elecciones, nos preguntamos: ¿Además de la instrucción formal y de las enseñanzas inducidas desde las escuelas, la familia y el ejército, qué tipo de razonamiento necesitan los ¿¡Votantes!? para no dejarse burlar por la arbitrariedad del sistema, para que escapen de las trampas de las prácticas que los sobreestiman, que lo integran a unas maquinarias de simulación, de un código de castración que embarga su autoafirmación, para que no sean títeres de una adhesión fetichista, de una “confianza” a los políticos insinuada que, al final, desequilibra, descompone, y desarticula aún más su situación de sujetos sin identidad?
¿Qué es lo irregular, lo adulterado, lo subversivo, o no, de esa adhesión fetichista que suprime la capacidad de ser ciudadanos y electores? Acaso, ¿la persistencia de una intimidación, la “obediencia” que se aprende hacia el que se entromete en la escasez de conocimientos de los ¿¡Votantes!?, que prostituye ad infinitum esa debilidad humana de creer que “se vale” por la riqueza que se tiene, y que la moral y lo ético no significan salvación alguna, porque los de “arriba” son los que tienen el provecho de todo al convertirse en gente que manda, en gente que les recuerda a los de “abajo” su inferioridad?
¿Cómo se alcanza la cúspide que da y trae la “victoria” cuando los ¿¡Votantes!? optan por ser condescendientes, sumisos, adaptados a las circunstancias, reservados, miedosos, menos prácticos y reservados? ¿Cuáles son los ¿¡Votantes!? idóneos? ¿Los participativos, los extrovertidos, los que se resisten, los que no piden nada, los que se quejan de las consignas maleadas por las propagandas, los que no se dejan aturdir ni ofuscar, los que día a día se rebelan ante el ambiente de la colectividad domesticada por las apariencias, los que desconfían y están en guardia para rebelarse? -Quién sabe. Pero a nadie, quizás, a excepción de los sociólogos y psicólogos se les ocurra hacer un estudio cuasi forense de los ¿¡Votantes!?; averiguar los rasgos comunes y básicos de su personalidad, qué rasgos son sobresalientes de ellos para el auto sacrificio de su identidad como sujeto, cuáles son sus interconexiones con ese universo del conglomerado social donde se dejan depredar de sus conciencias, y aceptan el suicidio ideológico como lacayos. Los ¿¡Votantes!?, a veces, no se resisten entre-sí al admitir que son reprimidos patológicos, periféricos sujetos que se suscriben a la “organización” que comúnmente se denomina mayoría o voluntad general o Asamblea Nacional de constituyentes.
A los ¿¡Votantes!?, al parecer, no le enseñan en las escuelas, la familia, el ejército y las iglesias que son parte de esa constituyente o Asamblea Nacional que se convoca y deriva en el escrutinio de unas elecciones generales como proceso plebiscitario o de referéndum. Sin embargo, a los ¿¡Votantes!? no se les muestra cómo aprehender esos rasgos que deben identificar a una personalidad ética, para que derive de su condición de sujeto, de persona, un ciudadano libre y consciente.
Los ¿¡Votantes!? asumen, tolerantemente, el empobrecimiento espiritual constante que articula el Estado y los partidos tradicionales, para que no aprehendan su relación con el proceso de ciudadanización y su rol de ciudadanos en la Asamblea Nacional de constituyentes. Por eso, algunos ¿¡Votantes!? se hacen desconfiados y suspicaces, perseveran – y se ponen a salvo-, para que no les den un puñetazo en las narices para anestesiarlos; eluden su adaptación al dominio, a la sugestión, a las coartadas, a las alucinaciones, a que le extirpen su yo-interior; por eso están despiertos, en vigilia, cuasi neuróticos. Otros se refugian en la excitación del momento, en la pasión, se hacen víctimas de sus sentimientos, destruyen a su alrededor todo lo que pueda arruinar lo adquirido o lo que pretenden adquirir, aquello de lo que por sí solos no pueden apropiarse, porque requiere de la fuerza, de la ayuda de los otros ¿¡Votantes!? o del dios “virtual”.
¿Cuántas conjeturas más se pueden escribir sobre esa manera perniciosa de “votar” a la que somete el sistema a los ¿¡Votantes!?, ante la cual reaccionan los que entienden que la “organización” desorganiza sus voluntades, que los inhiben de ser realmente sujetos-políticos, sujetos-ciudadanos, sujetos-individuales o individuos reales en una sociedad que se supone construida para todos en condiciones de igualdad? En general, una mayoría y una minoría de los que se sienten agredidos por la “organización” de manera sistemática en el “juego de la democracia”, también se inclinan a hacer y a aceptar arreglos con los otros, con los que pretenden reprimir sus impulsos, su furia, su complacencia, su cohesión, su apego artificial a la esquizofrenia de la cúspide de la “victoria”.
¿Todos los ¿¡Votantes!? son deudores y acreedores del Estado? ¡Claro! del Estado donde “nada es nada”, sino un club de grupos hegemónicos económicos, de influyentes oligarquías, de burladores de la Asamblea Nacional constituyente que son todos los ¿¡Votantes!?
“Orden y ley” es sinónimo de “castigo y sumisión” para los que no asumen como una costumbre subirse a la barca del “todo está bien”, porque la ley es una navaja que corta, y el orden unos alfileres que el día menos esperado hunden en la piel. “Orden y ley” es una obscenidad cuando se impone a quienes ejercen de constituyentes en la Asamblea Nacional, para aflojarle los huesos, los caderas y las quijadas, los brazos y las rodillas, a quienes no sean tolerantes con los “escrutinios”, a quienes no se retiren a la granja como asnos, a quienes se hagan chismosos de la liviandades. El hombre hoy vale por lo que tiene –dicen los “tratadistas” del nuevo orden social-, y por el poder que exhibe. El hombre del poder Estado es un granjero, un granjero “progresista”, la voluntad general le cabe en su granja, y no hay otros “progresistas” dirigentes que puedan ser invitados a su granja. ¿Civilización o barbarie, granja o los escogidos para ser peones en esa propiedad donde la adulación, el soborno, la doblez y la genuflexión son los arados para que la agricultura se haga un útil oficio?- Quién sabe.
La Asamblea Nacional de constituyentes, de ciudadanos que universalmente ejercen el derecho al sufragio, es una mayoría numérica, una mayoría que el Estado burgués y liberal ha condicionado a ser una mayoría amorfa; una mayoría que regulan con un carnet; gente adulta que está en toda la geografía, en esa geografía de tierra que deben empezar a arar y a valorar el costo de producción de la tierra, no la apariencia de su costo. La Asamblea Nacional de constituyentes tiene una geografía de residencia, a la cual se acude detrás de quien cultive la tierra, no de los que se emborrachen con la tenencia de la tierra. Se gobierna sobre esa geografía de residencia, que se hace geografía de tierra, donde los ¿¡Votantes!? viven con parientes, con amigos, con quienes le dieron la oportunidad de crecer en la tierra alta o en la tierra baja.
El pueblo es la geografía de residencia y es la geografía de tierra ¿cuándo lo comprenderá? Es la Nación, y la Nación sin tierra. Pero no se preguntan, aun ahora: ¿Por qué se desgobierna su voluntad; porqué se asume que la libertad del pueblo no puede absolutamente ser una Asamblea Nacional constituyente libérrima en tiempos de elecciones; por qué esa crueldad de tomar para sí los políticos tradicionales como atributo de poder la alienación constantemente a la que se somete a los ¿¡Votantes!? ¿Por qué el saber, el saber no como status, sino como conocimiento, es un patrimonio de una minoría heredera de la bastardía del poder por linaje o movilidad social, que rompe siniestramente la condición humana, que la depreda, que la desflora, hasta dejarla vacía, a oscuras como en el momento de su nacimiento?
Nacemos de la oscuridad, y venimos a la luz, nos dicen las creencias de los pueblos. Pero las religiones no han enseñando a los que nacen, que el primer miedo al cual se enfrenta la criatura humana es el miedo al hambre, a la intemperie y a estar desvestido. Hambre, intemperie y desvestido encontramos en toda la geografía de residencia y la geografía de tierra que es el pueblo. Y estas tres condiciones de la condición humana son los azotes que el pueblo enrosca a los políticos tradicionales en tiempos de proselitismo para las elecciones. Siglos de espera para que el pueblo se lance a los caminos, a las calles, al llano, a la montaña, para mostrar su miedo. Pero el pueblo, que vive en la oscuridad por el severo castigo que le dan las minorías del poder del Estado, y las oligarquías, por ser dueño de la tierra, se deja confundir, se deja amenazar como un niño, cuando le advierten que si desobedece al mandato, será tocado por la vara con la que recibirá golpes.
Si toda la geografía de residencia y la geografía de tierra, que es el pueblo, quiere ser libre, realmente libre, en tiempos de elecciones, y no una “comunidad” a la que le embargan su conciencia, volvamos a leer al Maestro Federico Henríquez y Carvajal (1848-1952) cuando explica qué es el voto imperativo y qué es el voto compulsivo, en un texto antológico titulado “El referéndum y el voto imperativo” (1923), el cual debe discutirse y enseñarse en las escuelas, en la familia, en el ejército y en las iglesias, para que se conozca lo dañino de esa aptitud de manipulación de la conciencia, y para que las generaciones que en el futuro inmediato ejerzan el derecho al sufragio en el 2020, estén exentan de esa abominable práctica:
“El voto imperativo es una reacción antidemocrática. Es un retroceso en la vía del progreso jurídico. Choca con el concepto sociológico de la autonomía de cada organismo de la sociedad nacional, o sea la nación, si constituida sobre la base de los derechos individuales y absolutos.
“Cada organismo tiene -dentro de los principios de la Sociología y los de la Democracia- su función propia y exclusiva. Cada función es efecto, respectivamente, de una facultad orgánica. La que corresponde al Electorado, distribuida por igual entre los electores, constituye la voluntad nacional y se expresa con el voto individual absolutamente libre.
“El voto imperativo -que asume el carácter de compulsivo cuando impone al mandado previo al delegado como compromisario ad-hoc– es incompatible con los atributos de la personalidad humana, singularmente en todo lo relativo a la función de la voluntad que la caracteriza y es exclusivamente suya.
“Ese voto es automático. Despoja al ciudadano que lo ejerce de su yo consciente y responsable. El elector, ante la urna, se ha vuelto abúlico: no actúa libremente, en ejercicio de su voluntad irrestricta, no cohibida; sino como si fuera un cuerpo sin alma, a modo de un títere, movido por un manubrio oculto-, o como un carnero del ganado de Panurgo, bajo la presión depresiva de una fuerza extraña y por ende exótica.
“Cométese un grave error, abultadísimo, cuando se pretende que, por exigencias de una ley anómala por injusta, el elector se convierta en un ser abúlico, en algo anónimo, y quede reducido al número de su inscripción como sufragista. Así, por tal manera, se le equipara con un presidario, con un galeote, que tiene en entredicho o ha perdido los atributos de la ciudadanía. Lo mismo acontece cuando el voto compulsivo se transforma en mandato imperativo.
“Es absurdo el empeño de querer subordinarlo a los intereses de un partido, mientras éste hipa, desalado, por aupar a sus favoritos en las curules gubernativas. Por tal manera se descalifica la noble investidura del ciudadano.
“Los partidos se fundan y existen no para eso; sino para orientarlo y vigorizar el honesto dictado de su voluntad, cuando es elector, y para favorecer el cívico dictado de la razón nacional, cuando se trate de la función legislativa del Estado.”
[FEDERICO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL. El Referéndum y el voto imperativo. Este análisis de ambos tópicos jurídicos formó parte de la Conferencia Nacionalista hecha por el Maestro, al pie del monumento de los próceres trinitarios, el 17 de junio de 1923, ante un nutrido auditorio de San Pedro de Macorís. [5]
NOTAS
[1] Juan Francisco Sánchez, “¿Libertad o determinismo?” en Anales de la Universidad de Santo Domingo (Ciudad Trujillo, julio-diciembre de 1946, No. 39-40, Vol. XI): 176
[2] Ibídem, 176
[3] Ibídem, 193
[4] Ibídem, 194
[5] Federico Henríquez y Carvajal, Nacionalismo (Santo Domingo; Biblioteca Nacional, 1986): 221-222. [Redición de la obra impresa en J. R. Vda. García, 1925].
FOTOS
“Mesa Histórica donde fue firmada la Constitución de 1844”. AYUNTAMIENTOS DE LA REPÚBLICA. San Cristóbal. De izquierda a derecha: Manuel de J. Báez, Síndico; Pedro A. Pina, Secretario; Ramón O. Pérez, Regidor; Manuel Antonio Uribe, Presidente; Heriberto Mateo, Regidor; Bernardo Medina, Regidor. Revista Renacimiento. (Año II, Mes VI, 15 de Junio 1916, Número 31): 363,
“Elecciones en la Capital”. Una de las Mesas electorales en uno de los barrios de la Ciudad. El público esperando turno para depositar su voto. © J. T. Pérez. Revista Blanco y Negro (Año VIII, Núm. 375, Junio 4 de 1927): s/p.
“Parque Salvador. San Pedro de Macorís”. © Atilano Sánchez. Revista Renacimiento (Año III, Mes V, 28 de Mayo 1917, Números 73-74): s/p.
“Asamblea Constituyente”. Aspecto que ofrecía la Sesión Inaugural de la Asamblea Constituyente al momento de abrirse las deliberaciones”. © J. T. Pérez. Revista Blanco y Negro (Año VIII, Núm. 376, Junio 1927): s/p.
“Voto de Ensayo de la mujer dominicana”, 16 de mayo de 1934, organizado por la Acción Feminista Dominicana (AFD). © Conrado. Col. Ylonka Nacidit-Perdomo. De izquierda a derecha: Abigail Mejía, Celeste Woss y Gil, Elpidia Gautier y María Ricart. De pie: Opinio Álvarez M. Mesa No. 12, Villa Francisca. Santo Domingo, Ciudad capital.