La noche del 7 de diciembre a las 7:30 aproximadamente, un grupo de hombres se presentó a la casa número 146 de la calle Seibo, entre la Mauricio Báez y calle 18 de la barriada de Villa Juana, y sin mediar palabras realizaron varios disparos. Cuatro de ellos impactaron el cuerpo robusto de José Antonio Jiménez, mejor conocido como Balá, jefe de los “paleros” que se hicieron famosos por los crímenes cometidos contra los opositores al régimen de Trujillo, entre los meses de mayo y diciembre de 1961.
Su muerte sacó del olvido al tétrico personaje trujillista que vivió en la calle Caracas del sector de Villa Francisca y que, enjuiciado y condenado a diez años de cárcel primero y luego a solo tres años, fue liberado por el jefe de la Policía Nacional el 6 de enero de 1966, mediante una decisión a todas luces risible.
La muerte del temible bandolero y calié de los tiempos de Trujillo estuvo precedida de dos situaciones que provocaron la confusión al momento de la investigación policial para dar con los responsables del sangriento hecho: en primer lugar se dijo que Balá fue muerto por un comando clandestino del Movimiento Popular Dominicano, organización que fue violentamente atacada por Balá y sus hombres cuando el 7 de julio de 1961 su local fue asaltado por los facinerosos. La otra, el conflicto que el trujillista mantenía con su hijo debido a una propiedad que este último habitaba en la calle doctor Betances del sector de Villa Francisca.
El 6 de enero de 1968 el periódico “El Nacional” trajo la noticia de que un grupo de moradores del sector había protestado contra José Antonio Jiménez (Balá), debido a su intención de provocar un desalojo contra las familias que residían allí desde 1962, cuando Balá se encontraba detenido, como quedó reseñado:
“Unas 25 familias se dijo que podían ser desalojadas mañana de solares que ocupan en las proximidades de la esquina Caracas con Doctor Betances. A los ocupantes de los solares, según representantes de los afectados, se les ha dado un plazo de 15 días para que abandonen el lugar. El plazo vence mañana, dijeron. De acuerdo a las personas afectadas, los solares son reclamados por José Antonio Jiménez (Balá). Ellos dicen estar dispuestos a abandonar el lugar, pero a condición de que se les paguen las mejoras que han levantado y se les busque dónde alojarse. (…). El grupo dice haberse constituido en comité “contra los desalojos arbitrarios”. Asegura representar a unas 25 familias. Posteriormente a la declaración del grupo, se presentó a esta redacción un joven que se identificó como Víctor Antonio Jiménez y quien dijo ser hijo del reclamante de los solares. Añadió que su padre le dijo que la “la ley entra por casa”. El joven, de quien Balá decía que no era hijo legitimo, operaba “un taller de ebanistería en la calle La Humanitaria 11. Tampoco se niega a abandonar el solar, pero antes quiere asegurarse de que tendrá dónde establecerse”. Jiménez lo acusaba de no defender sus intereses y de encabezar las “turbas” que invadieron los solares ahora reclamados.
Los desconocidos que pusieron fin a la vida del tenebroso miembro del Partido Dominicano, dispararon con una pistola 45 “desde la puerta delantera de su casa (…), donde tenía instalada una mueblería y desde otra puerta que da a un solar situado al lado de su residencia. A simple vista presentaba un balazo encima del corazón, otro en la mano izquierda y un tercero en la mano derecha”. A la hora de su muerte estaba acompañado de sus hijos Bernardo Jiménez de nueve años y Ramón Jiménez de 14 años de edad.
Desde el mismo día del asesinato la policía tuvo sospecha del hijo del occiso, y se le consideró por lo menos autor intelectual, por lo que fue de inmediato detenido y llevado al Escuadrón contra Homicidios, mientras que personas que conocían al presunto victimario decían que padre e hijo discutían frecuentemente y se desafiaban a pelear en la calle.
La confusión sobre los responsables de la muerte del palero se hizo mayor, ya que “Un Comando clandestino auto-denominado “Miguel Fortuna” se atribuyó la muerte de José Antonio Jiménez (Balá) y “asumió para sí, exclusivamente, todas las responsabilidades de la acción”. El periódico “El Nacional” reseñó la declaración del grupo emepedeista, diciendo que estos cometieron el hecho “cumpliendo con su deber de hacer “justicia” a todos los personeros “que tengan deudas de sangre contraídas con este pueblo” y por haber Balá comandado “una pandilla de malhechores”. Con su muerte, decía el CRC “Miguel Fortuna”, se llevaba un aliento de tranquilidad a las familias amenazadas de ser desalojadas:
El grupo acusó a Balá de “asesinar” a todos aquellos que decían ser anti-trujillistas después de la muerte del tirano y de comandar “una pandilla de malhechores”. El Comando Revolucionario Clandestino “Miguel Fortuna” dedica “el ajusticiamiento de este inescrupuloso calié de tanto tiempo (…) como un aliento de tranquilidad a las “humildes familias que le confiscaron terrenos en los cuales construyeron sus humildes techos después de la caída de la tiranía”.
El refrán popular dice que “el que a hierro mata a hierro muere” y Balá, que tenía en su haber varios crímenes cometidos durante la dictadura de Trujillo y fue protegido del gobierno de Joaquín Balaguer en los meses posteriores a la muerte del tirano, encontró su trágico final bajo los disparos certeros de quienes se decían miembros del MPD, o de su propio hijo, que también se llegó a rumorar ingresó a un Comando Clandestino para cometer el hecho. Cierto o no, así fue la historia final del jefe del famoso grupo delincuencial conocido como “los Paleros de Balá”.
(Para este artículo de la serie “Cronología de los Doce Años”, fueron utilizadas las siguientes fuentes: “Hijo describe a victimario”, El Nacional, 8 diciembre de 1968; “Policía arresta 5 personas en relación muerte Balá”, El Caribe, 8 diciembre de 1968; “Hijo de Balá es sospechoso de asesinato”, El Nacional, 9 diciembre de 1968; “Comando asegura que mató a Balá”, El Nacional, 10 diciembre de 1968).