Buenos Aires, Argentina. El progreso hacia la igualdad de género, a nivel global, es extremadamente lento. Pero esto no ha impedido que la ola feminista entre como un tsunami en toda la Argentina, llegando con cada corriente a las provincias unidas del sur y despertando a su paso distintas manifestaciones como el feminismo villero, ese que, a través de este artículo, quiero presentar.

El Feminismo Villero crece como flor silvestre en las barriadas de esta mágica ciudad, opera en las villas, en los comedores populares, en los merenderos. En su creación, se inició como contra respuesta a la estigmatización, allí es donde las mujeres se organizan para transformar el contexto de desigualdad en el que nacen. El espacio generado para cuestionarlo todo, pero sin dejar afuera a nadie, permite develar que en la sociedad en la que vivimos existen desigualdades que nos constituyen y que ponen sobre la mesa la necesidad de unirnos, de marchar, de participar, de construir espacios comunes donde nuestra voz sea escuchada, donde nadie hable por nosotras, para construir una sociedad más igualitaria y menos violenta.

La mejor forma de explorar una nueva mirada feminista es a través de sus voces. Es por ello que el espacio elegido para esta entrevista fue “La casa de la mujer y las disidencias”, que se encuentra en la denominada Villa 21-24, donde la coordinadora nacional del frente de género del espacio La Poderosa, Jésica Azcuarraire y la coordinadora de la casa, Tamara Gones, nos abrieron las puertas hacia el feminismo villero argentino.

Antes de adentrarnos en esta pleamar militante, debo dar una pequeña introducción acerca de lo que, en Argentina, es una “villa”, debido a que el sentido de dicha palabra puede significar algo totalmente diferente a la connotación que se le da en el contexto argentino.

En Argentina se denomina villa a los barrios que crecieron en terrenos fiscales, de forma muy precaria y que, a pesar de estar repletos de personas honestas y trabajadoras que vieron en este tipo de lugares la forma de tener una vivienda que pueden pagar, en la construcción social del pensamiento colectivo se asocia a lo delictivo, a la trata de blancas y al tráfico de drogas.

Promotoras de salud

Los estereotipos innegables de la ciudadanía porteña califican sin miramientos a sus habitantes, estigmatizándolos casi de forma violenta, como villeros, negros villeros o simplemente negros de mierda, atendiendo a que ser negro está asociado a la pobreza educacional y económica o simplemente a algo inferior y no al color de la piel.

Por lo destacado en los dos párrafos anteriores es que “La Garganta Poderosa” surge. Jésica nos explica: “La Garganta Poderosa empezó a gestarse en el 2010, como consecuencia de que el periodista local Facundo Pastor hiciera un documental, donde establecía que Zavaleta era la antesala de la muerte y los que vivimos aquí somos pirañas. Debido a esos problemas fuimos al Canal (América, donde se presentó el informe) con todos nuestros talleres y a demostrar que hay vecinos que quieren progresar y que no somos como nos describió Pastor en su informe. Sin embargo, nadie se hizo eco de lo que fuimos a exponer y pensamos que teníamos que tener un medio de comunicación propio para demostrar quiénes somos, qué hacemos y de dónde venimos.

En síntesis: La Garganta Poderosa, nació como una forma de contrarrestar la estigmatización social que los medios masivos de comunicación fomentan, constantemente, presentando a los barrios populares como lugares donde solo se destaca la delincuencia y la droga. En respuesta, la revista pretende mostrar la realidad escrita y fotografiada por los propios villeros.”

Azcuarraire de 34 años, estudiante de la Licenciatura en Enfermería en la Universidad Nacional de Avellaneda y madre de dos niños, me relata con cortesía mientras nos inspecciona con la mirada: “La discriminación que sufrimos en algunos momentos de nuestra vida es como los perdigones, que por pequeños que sean, pesan mucho, tienen mucha fuerza y se quedan en nuestro interior, afectando la visión de nosotros mismos como pensamiento mustio, que nos llevó en algún momento a renegar del barrio, debido a la carga que produce la estigmatización, que se ve reflejada hasta en el momento de aplicar para un empleo. Pero, a partir que empecé a militar activamente en este espacio, hemos ido creando conciencia, visibilización de nuestras problemáticas, buscando soluciones a través de proyectos educativos e inclusivos, para así ir reivindicando nuestras raíces villeras.

En “La casa de la mujer y las disidencias” denomínanos al feminismo villero como hermanas que crean redes de contención para nuestras vecinas y compañeras. Estas redes operan sin importar la hora en que se presente una mujer buscando resguardo huyendo de una relación violenta. Por eso nos organizamos, para poder ofrecerle a la víctima un lugar donde quedarse, acompañándola, generando una conexión con esa mujer que está siendo violentada y que ella sienta que tiene protección, que no es juzgada y donde se le respeta su tiempo para procesar lo acontecido.

Las feministas villeras somos las madres de los pibes gatillados, (chicos que han perdido la vida a manos de las fuerzas de seguridad), somos las madres que ponemos las ollas en los comedores comunitarios, somos ese feminismo que solamente se ve en los lugares populares, en las villas. Esa es la reivindicación que le damos a la palabra villera, que no la tomamos como un insulto, como una mala palabra sino que alzamos nuestra voz y la usamos para reivindicar que nos sentimos parte de esto, que ocupamos un lugar en nuestro territorio. Elevamos nuestra voz para decir que esta lucha es nuestra. Queremos seguir levantándonos, construyendo nuestro propio estilo de feminismo.”

Melina: ¿Cómo surgió “La casa de la mujer y las disidencias”?

Jésica: La casa, al igual que la revista, surgieron como respuesta a la violencia. A partir de varios femicidios que tuvimos en el barrio, decidimos salir a buscar un lugar físico donde reunirnos. En el año 2015 acecinaron a Micaela Gona. Con seis meses de diferencia, en el 2016, mataron a Èlida, dentro de esa misma cantidad de meses fue el homicidio de Aidé Gonzales. Por eso, en el año 2018 inauguramos la casa, para que muchas mujeres puedan tener un refugio, donde puedan hablar, participar, construir un espacio por y para la mujer. En el barrio en el que vivimos todo es violencia. Porque, si tenés que nebulizar a tu hija o hijo y no tenès luz, es violencia. No tener agua es violencia, la privación de nuestros derechos también es violencia, es opresión. Por eso somos doblemente oprimidas: Por ser mujeres y por ser pobres. Y, como respuesta, pensamos en una casa integral.

Mientras, la coordinadora de la casa, Tamara Noga de 23 años y estudiante de medicina en la Universidad de Buenos Aires (¡a su ritmo!, destaca entre risa afable) cuenta que la casa tiene seis ejes fundamentales y dentro de cada uno de ellos están los talleres. “Contamos con talleres de recreación, de radio, de educación popular, que es un área para adolescentes y adultas. También hay un espacio denominado Pibas ATR, que es el ámbito para pensarnos políticamente, de manera ordenada, desarrollando propuestas y escuchando los cuestionamientos que traen las adolescentes del barrio a esta zona. Luego tenemos el eje de derechos humanos donde se brinda contención a las vecinas. Nuestro eje de salud está desarrollado a través de talleres y capacitaciones, donde se busca otorgar herramientas para abordar diferentes cuestiones, como, por ejemplo: Clases de primeros auxilios y salud sexual, entre otros. El año pasado iniciamos la primera jornada de salud integral de las mujeres y las disidencias. Ahora estamos llevando a cabo recorridos de sanidad en todo el barrio, para garantizar el acceso a la salud de nuestros vecinos. La educación sexual en la casa la enmarcamos en el espacio de las mateadas donde compartimos lo que tenemos a mano en el momento. La educación sexual siempre está abordada de manera transversal en nuestros talleres”.

Jésica Azcuarraire y Tamara Noga

Noga, que ha crecido en el barrio, reflexiona en voz alta y nos dice: “Por mucho tiempo sentí vergüenza de mi lugar de residencia, me agobiaba este sentimiento tan gris de no pertenencia. Recuerdo llegar a casa llorando y decirles a mis padres: ¡me quiero ir!, ¡no quiero estar acá!, recordaba, -mientras yo veía que en sus ojos afloraban nubes de emoción que cristalizaban su vista -. Ahora que lo pienso, me imagino lo duro que debió ser para mis padres, tener a su hija llorando, pidiéndole que por favor nos mudemos. A medida de ir deconstruyendo todos estos conceptos fue que me di cuenta que eso que sentía por el barrio no era real, no era genuino ni tampoco mío, sino que esta visión de mí, de mi familia, estaba cargada de todo lo que habla la gente de afuera, que no conoce el barrio, estaba naturalizando toda esa violencia simbólica que le quieren adjudicar, como definición, a la palabra villero. Esa definición que te marca de tal forma que te hace renegar de vos misma, de tus propios cimientos. Por eso estoy militando en el feminismo villero, porque aquí me reencontré como mujer y como villera, me abracé aceptándome. A partir de vencer el concepto que se tenía de mí, de mis orígenes, que me habían sido adjudicados y que yo misma acepté sin resistirme, fue que puede entender que yo no soy la que está mal, mi familia no es la que está mal, la villa no es la que está mal. La gente que emplea sus prejuicios para definir y estigmatizar a los otros, es la que está mal. Es todo el sistema que genera las villas, los barrios populares, por la ausencia del estado, por la falta de políticas públicas que garanticen trabajo digno, acceso a la salud.”

Después de esa anécdota tan personal, con tantas palabras cargadas de una sincera emotividad que daban un contexto justo a estas reflexiones, lo que era una entrevista pasó a ser una charla íntima entre amigas. Con el fin de darle más objetividad, decidí proponer un ping pong de preguntas rápidas y desmitificantes. La respuesta fue inmediatamente positiva.

Melina: ¿Feminismo y machismo son lo mismo?

Jesica: No es lo mismo. El machismo es el “macho”, en una posición de creer inferiores a las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres. Mientras que el feminismo busca la igualdad entre todos los géneros. Las feministas no creemos que los hombres sean superiores o inferiores a nosotras, al contrario, queremos que los hombres se sumen, y nos acompañen en este mismo proceso de desconstrucción del machismo para lograr la equidad.

Tamara: Yo pienso esa diferenciación a través de preguntas tales como, ¿qué es lo que genera la violencia y nos está matando? El machismo es lo que nos está matando, el feminismo no mata, el feminismo construye, el feminismo empodera, nos da muchas herramientas, nos otorga derechos, este feminismo villero que no deja afuera a nadie. Desde ahí lo pienso y queda muy clara la diferenciación.

Melina: ¿El piropo es o no es acoso?

Jesica: El piropo se vuelve acoso desde el momento en que se manifiesta a través de la oralidad, porque yo no salgo a la calle a buscar la aprobación de los hombres. Ese acoso sistemático y callejero, que por mucho tiempo hemos naturalizado y adjudicado al folklore o como parámetro para medir el nivel de belleza, lo que hace es invisibilizar y legitimar la violencia contra las mujeres. Es el primer eslabón de una larga cadena de violencias, que, como todas, se basa en una relación desigual de poder entre los géneros y refuerza la dominación simbólica de la mujer.

Tamara: El acoso también es violencia desde el primer momento en que es llevado a la práctica, porque te hace vivir una situación que la percibís como una amenaza debido a que, no solo invaden tu integridad emocional, sino que se creen con el derecho a opinar sobre tu cuerpo, sobre tu ropa, lo que resulta una clara falta de respeto que te hace vivir una situación incómoda que no tiene por qué existir. Ese momento tan desagradable donde te sentís vulnerables y humilladas al mismo tiempo.

El 9 de agosto de 2018, con 38 votos negativos y 31 a favor, el Senado Argentino dijo ‘no’ al proyecto de ley que buscaba despenalizar el aborto hasta el cumplimiento de la semana 14 de gestación. De este modo, la Cámara Alta bloquea el proyecto que plantea la interrupción voluntaria del embarazo. A partir de la vorágine que despertó el calor del debate, salió a relucir una premisa compuesta por la siguiente expresión: “las mujeres pobres no abortan”, haciéndome eco de esta apreciación me atrevo a preguntar; ¿Cuál es su posición acerca de este tema?

Promotoras de salud

Jesica: El frente de género tomó posición después de una asamblea nacional donde, por consenso, se decidió apoyar el proyecto de ley que busca la despenalización del aborto, bajo las consignas de aborto legal, seguro, y gratuito. Porque muchas somos sobrevivientes de un aborto clandestino, porque muchas tuvimos una hermana, una amiga, una vecina que se hizo un aborto. En muchos casos sobrevivieron y en otros, no. Acá mismo, en la 21, en febrero se nos murió una vecina por una infección generalizada a causa de un aborto clandestino. Nosotras decidimos, en conjunto, posicionarnos y llevar una bandera. A partir de ahora gritamos por el aborto legal, seguro y gratuito. Muchas veces han hablados por nosotras y nosotras somos las que abortamos y las que nos morimos.

En algunos casos, muy rara vez, sobrevivimos. Yo soy una sobreviviente de un aborto clandestino. Fue hace unos años, estaba atrapada en una relación violenta y no quería tener un hijo de un violento, entonces decidí practicarme un aborto. A los dos días de habérmelo realizado tuve una hemorragia muy fuerte y por vergüenza, traté de sobrellevar esta situación médica en casa, sola, hasta que un día me desmayé en presencia de mi hijo. Entonces, como pude, fui hasta el centro de salud que estaba a media cuadra de mi casa. Me revisaron y me hicieron un legrado. Si no me hubiera levantado de la cama para ir al hospital, hoy la historia sería distinta. Por eso digo que soy una sobreviviente.

Dentro de nuestra área de género, hay compañeras que aún no tienen una posición tomada sobre el tema. Más allá de la posición que tenemos como organización, la ley se apruebe o no, nosotras seguimos acompañando a las mujeres que no quieren seguir gestando un embarazo. Por eso los talleres ayudan muchísimo. Porque, gracias a la información que proporcionamos a través de “la ESI” , (Educación Sexual Integral), les explicamos y las asesoramos para que se hagan una interrupción legal del embarazo gracias al fallo que lleva el mismo nombre. Por ende, muchas mujeres cuando reciben nuestros talleres, expresan su asombro al conocer la figura legal que les permite acceder a un aborto, conocido como el protocolo ILE.

Todo influye en el momento en que una mujer decide abortar. Desde lo económico hasta lo emocional. Hemos tenido casos extremos de violencia, como, por ejemplo, una mujer, madre de cinco hijos, que fue violada por su esposo, quedando embarazada y que no quiso continuar con esa gestación.

Otro caso que hemos recibido, a nivel nacional, es el de una compañera que utilizó lo que recibe de la asignación universal por hijo4 para interrumpir su embarazo. Es decir, para comprar el Misoprostol que provoca el aborto.

Nosotras seguimos luchando contra eso, para que no siga sucediendo, para que las mujeres puedan ser asistidas en hospitales en el momento de realizar la interrupción de su embarazo, para que no lo tengan que hacer a escondidas, para evitar que sigan muriendo a causa de un aborto clandestino. Porque, negarle a una mujer el derecho a decidir sobre su cuerpo, también es violencia.

Melina: De la sororidad se ha hablado mucho últimamente en los medios de comunicación, ¿Cómo definiría el feminismo villero el concepto de sororidad?

Jesica: Nosotras le hemos dado una definición muy simple: La sororidad es la empatía generada entre mujeres por el simple hecho de ser o percibirse como tal. Aunque nosotras implementamos mejor la palabra hermandad.

Tamara: La acción que venimos realizando desde este espacio se pude enmarcar en el contexto de sororidad porque la hermandad que tenemos entre nosotras, al percibirnos como iguales, nos ha hecho reaccionar unidas y compartir, sobre todo, las ganas de cambiar nuestra realidad, partiendo del hecho de que todas hemos experimentado la opresión.

El feminismo villero nace del barro y raspa la olla, propone un espacio de empoderamiento de todas las vecinas, tiene como eje fundamental la educación integral, la salud sexual, la diversidad, la disidencia, el trabajo en equipo, la recreación a través del deporte, como el futbol mixto y talleres de radio, la red de contención que brinda acompañamiento a quienes se encuentren en situación de violencia de género, dando lugar a las cooperativas. Este feminismo, que tiene alma de potrero, nace de esa doble exclusión que tenemos las mujeres villeras, por ser mujeres y por ser pobres. Es contra eso que nos estamos revelando y, a su vez, vamos creando nuestros propios lineamientos, conceptualizándolos y transmitiéndolos.

Con estas respuestas tan claras e impactantes me di cuenta que la entrevista había terminado. Pero nacía en mí la esperanza de un futuro mejor, en el que la estigmatización, el prejuzgamiento y el machismo tienen labrada un acta de defunción.

Cada paso que damos en unión, dignifica nuestra lucha de igualdad. La necesidad del amparo en la solidaridad es la esencia de una fortaleza que crece y se expande más allá de las carencias económicas o la ausencia del Estado. Me voy de la villa 21-24 con fe y con una sonrisa.