(3 de 4) Diálogo con la directora Licelotte Nin (República Dominicana)
Entre una cosa y otra sigo con mis indagaciones teatrales en búsqueda de respuestas que me están llevando a nuevos cuestionamientos. Luego de conversar con un mexicano y un cubano es momento de algo nacional. Quiero (ahora) hablar y necesito intercambiar impresiones e ideas con gente de mi generación (o no) y de mi propio contexto teatral dominicano. Pero salvo contadas excepciones, debo decir que es poco común que entre mis contemporáneos generacionales (o no) nos critiquemos abiertamente, o simplemente nos cuestionemos profesionalmente. Nuestra sangre caribeña de aparente alegría y apertura muestra que somos más susceptibles de lo que creemos. Es que no todos estamos preparados o no queremos ser cuestionados, interrogados o criticados, sin embargo creo firmemente en la necesidad de romper con esta dinámica de paradójico silencio que obnubila nuestro desarrollo humano y por ende nuestro desarrollo social. La mejor manera que conozco para contribuir, o por lo menos iniciar, una forma más inteligente y sana de construcción y formación (de lo que sea) es: el diálogo.
Por ello me decido a dialogar con una contemporánea (y nacional) y romper con esta dinámica que impide el sano ejercicio de pensar sobre nosotros mismos. Me pongo en contacto con una amiga que está dirigiendo y escribiendo teatro y quedamos de juntarnos un día. Casi finalizando ella un ensayo y justo antes de iniciar otro, en el Palacio de Bellas Artes me encuentro con Licelotte, específicamente en el vestíbulo de la sala La Dramática. Me pide unos minutos para concluir con las actrices unas indicaciones del nuevo montaje “Cenicienta es Ella”. Espero. Terminan y a hurtadillas entre las butacas del balcón de la sala Máximo Avilés Blonda nos sentamos entre amigos, así de tú a tú, como colegas teatrales a conversar.
Canek Denis: El teatro que estás haciendo ¿tú lo consideras político o filosófico?
Licelotte Nin: Los dos. Trata temas sociales y políticos actuales y también de la razón del ser humano, del porqué existimos, porqué hacemos lo que hacemos, cuestiona también la existencia.
C.D.: La obra “Un pedazo de muñeca de Lilli Jolie” fue una obra escrita a raíz de una beca para creadores en Francia ¿no?
L.N.: No. Realmente la obra comenzó porque yo realicé el Máster en Puesta en Escena y Dramaturgia [en la universidad de Nanterre en París X] y dentro de ese máster nosotros recibíamos diferentes talleres siempre, era esa modalidad; entonces uno de los talleres era de puesta en escena y dramaturgia y el maestro escogió como temas los accidentes en las industrias y el otro era el maltrato infantil. Entonces todo el mundo comenzó a buscar sobre eso, sobre el tema que la persona eligiera […], algunos hacían solo puesta en escena, otros el profesor les pedía que escribieran, a mí me pidió expresamente que escribiera y yo comencé a escribir sobre eso. Y ahí ya con ese proceso los compañeros míos me dijeron que lo terminara el texto y lo depositara al Centro Nacional de Teatro [Centre National du Théâtre, de Francia] y así fue como realmente surgió ese texto.
C.D.: Surge de esa manera pero ya luego hay una voz tuya dentro del texto. ¿Que tú buscas con la obra “Un pedazo de muñeca de Lilli Jolie”? Son tres obreras que están en una empresa y pasan accidentes, suceden cosas pero ¿cuál es la intención tuya con la obra?
L.N.: Yo escogí ese tema porque yo misma trabajé en un hotel muy conocido de la capital […]. La dinámica de la hotelería es básicamente de la de un esclavo. Te pagan poco, tú trabajas ocho horas pero a veces te tienes que quedar más tiempo, no te dan desayuno, solo te dan quince minutos de receso, entonces ese suceso yo creo que fue lo que me inspiró a escribir sobre los obreros. De también cómo la ignorancia que tiene la persona de que está siendo esclavizada, porque muchos de mis compañeros para ellos es normal [se ríe por la ironía], ¡que no tengan receso, que los traten como esclavos! Para mi esa es una forma de esclavitud. […].
C.D.: Hay una búsqueda de “concientizar”.
L.N.: De concientizar, de expresarme, también de mostrar esa… como la ironía de la clase obrera […].
C.D.: ¿Por qué hacerlo a través del teatro del absurdo? Porque evidentemente la obra es del estilo del teatro del absurdo, ¿por qué?
L.N.: A mí me gusta mucho el teatro del absurdo, pero también porque un tema así tan trágico como ese, tan abusivo, yo lo quería abordar de una manera tal vez más sarcástica, más ambigua como que uno no sepa bien si es bueno o malo, que sea el público en realidad que se dé cuenta de lo sucedido o sea que reflexione.
C.D.: ¿Cuál es el rol del director en este nuevo siglo?
L.N.: ¿El mío? [Me mira con asombro e incertidumbre y nos reímos].
C.D.: La figura del director.
L.N.: ¿En el teatro dominicano?
C.D.: Sí, mira, en el teatro dominicano ¿cuál es el rol de quien dirige?
L.N.: Bueno ahora mismo yo encuentro que están surgiendo muchos directores principalmente jóvenes. Antes cuando yo estaba en la escuela [de teatro] y cuando salí de la escuela la mayoría de los directores eran veteranos o personas que tenían una carrera actoral fuerte que luego de un tiempo se dedicaron a la dirección, pero ahora no. Yo encuentro que ahora los jóvenes somos más osados, como que ya estamos rompiendo como con el miedo, uno se tira [gesticula con los brazos un lanzamiento]. […] Creo que se ha avanzado mucho, los jóvenes se están empoderando más del teatro y están rompiendo con la tradición con lo que “se debe de hacer” que en realidad no existe realmente un “se debe de hacer” porque cada quien tiene su forma.
C.D.: ¿Tú crees que los directores tienen que tener un discurso tanto estético como político o social?
L.N: Eso depende de su gusto. El teatro en realidad nace porque es una expresión del pueblo. O sea, tú escribes un texto y el texto debe tener algo, sea de la existencia del hombre, social… algo dice, que no sea claramente político ya eso es una cosa, pero algo tiene de social.
C.D: ¿Y cómo vemos la voz del director? ¿Tiene que tener una voz o simplemente es una figura que maneja piezas dentro de un gran engranaje?
L.N.: Bueno en realidad para mí, debería tenerla, debe tener una razón de hacer eso, porque si no ¿para qué lo hace? Pero en este mundo como tú sabes… Depende del director, hay personas que no les importa que no diga nada, tal vez no tiene eso, no es su motivación sino tal vez una forma de vivir, hay otros que no, que realmente es un medio de expresión.
C.D: Tocas mucho el tema de la razón, del raciocinio. Incluso acabas de comentar que uno tiene que tener una razón de porqué. ¿Cuál es tu razón de hacer teatro?
L.N.: ¿Mi razón? Yo creo que eso es lo único que yo sé hacer bien. [Se toma su tiempo, piensa y prosigue] Mi razón de existir es el teatro. Yo todo lo que pienso… es como una obsesión. ¿Cómo te digo? Yo sé que tal vez si yo me fuera del teatro ya como que mi vida no tendría sentido […].
C.D.: Mujer y directora, ¿cómo es eso de ser directora en un país como el nuestro?
L.N.: Bueno. Algunas personas dicen que es difícil. Es verdad que las plazas de la mujer en la sociedad no se toman en cuenta, pero en realidad yo no pienso en eso, yo le doy para allá y hasta ahora no he tenido ninguna traba, o tal vez la he tenido pero no me he dado cuenta. O sea, no pienso en eso, no pienso en que soy mujer, no pienso en que soy directora, simplemente que soy un ser humano que quiere hacer teatro, que quiere dirigir y que es igual a todo el mundo.
C.D: ¿Tú sabías que fuiste la directora más joven en participar en el Festival Internacional de Teatro de Santo Domingo 2019?
L.N.: No. [Contesta sorprendida y sonriendo].
C.D.: ¿Cómo tú ves eso?
L.N.: Yo lo veo súper bien porque hay cabida. […] Cómo explicarlo… como que se están abriendo…
C.D.: ¿Las oportunidades?
L.N.: Las oportunidades. La gente está cambiando la manera de pensar también, puede ser.
C.D.: ¿Cuál es la clave de una dirección exitosa?
L.N.: ¿Cómo algo que le gusta al público o qué?
C.D.: Éxito en la más grande aserción de la palabra.
L.N.: Éxito [dice mirando hacia arriba como buscando una respuesta]. Bueno eso es difícil porque en la dirección teatral hay que conjugar un sinnúmero de elementos que a veces tú tienes el control y a veces no. Por ejemplo: las luces muy bien, la escenografía muy bien pero si la actuación de uno de ellos falla ya entonces [aprieta la mano] la cosa comienza como a tambalear, porque puede ser que al público le guste o puede ser que el montaje no sea bueno. ¿Cómo te digo? Una obra exitosa a nivel comercial es que vaya mucha gente y que les guste, eso a nivel comercial. A nivel estético es que la propuesta sea buena, pero para mí un éxito son los dos.
C.D.: ¿Y cómo uno sabe cuándo una obra es buena?
L.N.: No, ya tú sabe’ que eso depende del ojo del espectador experimentado.
C.D.: ¿Y tú como directora?, que se supone debes ser una espectadora experimentada.
L.N.: Eso es muy difícil esa pregunta [nos reímos a carcajadas]. O sea uno se da cuenta como ahí…
C.D.: Pero lo bueno. ¿Cuándo tú dices “esto es bueno”?.
L.N.: Eso es bueno cuando la propuesta es buena, cuando las actuaciones son buenas, la propuesta escénica en general, la escenografía, vestuario, texto, ¿qué más?…
C.D.: Pero para ti ¿Qué es ser bueno? ¿Cómo tú defines lo bueno? [Insisto en búsqueda de una respuesta más profunda].
L.N.: Que es ser bueno [Se interroga ella misma y piensa. Me contesta mirándome seriamente a los ojos]. Eso es muy difícil. O sea, “bueno” para mi puede ser una cosa pero… Yo no sabría cómo describirlo, porque cuando tú lo ves es que tú dices ¡wao! Es cuando te impacta [Contesta feliz de encontrar una respuesta que le satisface] cuando una cosa te impacta y tú la sientes y crees en eso entonces para ti es bueno. Porque también depende, si tú con una obra conectas es porque tú tienes empatía con ese tema, puede ser que tú no conectas pero el otro si porque tal vez vivió una cosa, tú sabe’… como cuando te impacta, cuando tú siente como que lo que tú viste es realmente valioso y que lo recuerdas en el tiempo.
C.D.: Con el auge del cine y con una generación como la nuestra y con los más jóvenes que estamos tan tan metidos en la tecnología, ¿vale la pena hacer teatro?
L.N.: ¡CLARO! Incluso conjugar eso. [Dijo levantando las cejas]. Tú sabe’, el teatro en sí es una expresión de lo que sucede en la actualidad y hacer teatro del año mil no tiene como sentido.
C.D.: ¿Cómo tú ves el teatro en nuestro país, hoy?
L.N.: Hoy. [Piensa un rato, se repite la pregunta entre dientes]. Tú sabes que aquí en realidad nosotros somos muy trabajadores pero con pocos recursos, o sea, con toda dificultad existe gente que hace teatro. Muy poca subvención, no existen como le dicen en otros países: “dispositivos”, como maneras para hacer y uno como quiera lo hace. Y hoy en día hay muchos teatros independientes abiertos, eso significa que el pueblo ya [gesticula con las manos una especie de señal de aceptación]… Siempre han dicho que uno no tiene cultura del teatro y es verdad pero ya se está adaptando o aceptando o integrándose más…
C.D.: ¿Y a futuro entonces como tú lo ves?
L.N.: ¡Que uno no tenga tanta lucha para traer a la gente al teatro! Cuando pase eso, ya todo estará bien.
C.D.: ¿Tú consideras necesario seguir haciendo teatro?
L.N.: Si. Principalmente para uno que lo hace.
C.D.: ¿Y a nivel humano, de sociedad?
L.N.: Depende del tipo de teatro. […] El cine me gusta mucho, quiero hacer cine en un futuro, pero el teatro es como algo vivo que tú experimentas. Como yo te dije ahorita, si la propuesta es buena y busca y tiene un valor social, entonces puede hacer que el pueblo cambie su manera de pensar. Es un arte verdaderamente imponente, verdaderamente expresivo. Por ejemplo: la obra de Los Colochos [obra mexicana presentada en el Festival Internacional de Teatro de Santo Domingo 2018], la manera de ellos presentarlo, su propuesta, el texto y el compromiso que tenían los actores porque se veían bien comprometidos, el espectador cuando lo ve, se cuestiona y reflexiona independientemente de la clase social que sea. Entonces sí tiene un valor social muy grande.
C.D.: Hablando de los valores y del teatro de la reflexión al que tu llamas, de esa razón a la que te refieres reiteradamente, ¿qué tipo de teatro tú haces, un tipo de teatro no comercial?
L.N.: No… Yo quiero que el mío sea comercial también. ¡Que vaya gente! Que sea comercial y comprometido, artístico, con una propuesta interesante, los dos.
C.D.: ¿Tú crees que sea posible hacer un teatro comercial comprometido?
L.N.: Siii. Cuando yo estuve en Francia vi mucho teatro bueno. ¡Y ese teatro se llena, pero full! Tú tienes que con tiempo, meses antes comprar tus boletas y no son cosas comerciales, para nada comerciales, es teatro puro, eso tal vez es un mito dizque que la gente no le gusta.
C.D.: ¿Y aquí?
L.N.: Aquí también eso es un mito. La gente monta obras que tal vez ni tienen calidad y que solamente se apoyan de lo realista porque creen que al público no le va a gustar. Eso es mentira. Si la obra ta’ bien hecha al público le gusta. […]
C.D.: La política cultural dominicana. ¿Cómo tú ves la situación política actual dominicana en cuanto a cultura?
LN.: Bueeeeno [Pone boca de pico y levanta las cejas en duda] ¿Cómo te digo? Es muy cerrada. Ahora supuestamente se está descentralizando. No hay ayudas, bueno ahora está el Fondo de Estimulación, eso es bueno. Pero aparte de eso no hay un incentivo real para los jóvenes, para que hagan teatro. Que se tome por ejemplo, a los estudiantes de la escuela [de teatro] y luego que salgan exista algo que ellos puedan seguir en el teatro, la mayoría de los que siguen es porque lo quieren de verdad, pero cuando tú sales no tienes nada, no tienes trabajo, no tiene’ cuarto’ [$$$], no hay “dispositivos” a nivel cultural, no los suficientes. Pero no se puede decir que las personas que están en esos puestos, por lo menos en teatro, no están haciendo lo que pueden, es como una nebulosa, no se sabe si es que no pueden, si es que no se puede desarrollar la cultura aquí o es que no se quiere.
C.D.: En tu opinión ¿tú crees que es una nebulosa o es que realmente no hay voluntad, tanto de la clase política como de los artistas que están en los puestos políticos?
L.N.: De los artistas sí [hay voluntad]. Porque todo artista quiere desarrollar su arte, al menos que tenga una ambición política [aclara ella como dejando la posibilidad abierta] […], pero tal vez los políticos que no tienen nada que ver con eso, no les importa porque tú sabes que el arte es un medio de protesta y de educación, o sea tú educas a la gente con el arte, entonces tal vez no se quiere eso. Pero no lo puedo afirmar.
Así es Licelotte Nin de honesta en sus respuestas. De un discurso llano, sin rebuscamientos, directa y sincera al conversar. El miedo a equivocarse lo ha transformado en un ímpetu por hacer. Los prejuicios raciales o de género le resbalan. Ella es, se asume y realiza, punto.
Observamos que los roles de directora y dramaturga se confunden o más bien se funden en una misma persona. De esta forma la dirección de escena en Licelotte es asumida naturalmente, sin presiones, sin formalismos más que el de la entrega y seriedad con el trabajo que ha de aportar y contribuir al bien común.
Por otro lado, su acercamiento al uso de la razón y su postura ante la reflexión para generar pensamiento y cambio, evidencian la influencia francesa en la formación de Nin. Esto unido a un compromiso social con su tierra natal nos muestra un interés genuino por cambiar el pensamiento de nuestro país utilizando como medio el arte y sobre todo el teatro. Cree firmemente en la posibilidad de esa transformación cuando nos dice que “la gente está cambiando la manera de pensar también”. Esta joven directora y dramaturga continuará generando su aporte a dicho cambio si mantiene el camino que ha tomado, el del accionar persistente que busca en la reflexión la respuesta liberadora a nuestra existencia.