I. Manuel Machado (1874-1947). “Adelfos” (1902).
Hace dos semanas cerramos la primera parte de este trabajo con el “Retrato” de Antonio Machado, que es uno de los más interesantes en su género. Ahora nos ocupamos desu hermano Manuel, quien escribió varios poemas autorreferenciales: “Adelfos”, “Retrato”, “Prólogo-Epílogo”, “Nuevo retrato”, “Yo, poeta decadente”.Por lo pronto, nos detendremos en el primero, uno de losmás conocidos de su producción lírica. “Adelfos” fue escrito en 1902, antes de que su hermano Antonio escribiera su correspondiente “Retrato”, que –como vimos en la primera parte– fue escrito en 1906, aunque fue publicado seis años más tarde. El poema en cuestión (el de Manuel) está compuesto por ocho estrofas de versos alejandrinos, que riman en consonante y de manera alterna.
“Adelfos”comienza con una reivindicación de la herencia árabe. Este pueblo dominó la península ibérica (España y Portugal) durante casi ocho siglos (desde el año 711 hasta el 1492). Por medio de una hermosa metáfora (“alma de nardo”) Machado se autodefine y seauto-designa heredero del legado arábigo en España.Si se toma en cuenta la suavidad y delicadeza de dicha flor, se infiere que tener “alma de nardo” equivale a poseer un alma generosa, pura, llena de afectos y de mansedumbre; sin embargo, si consideramos el poema en su totalidad nos damos cuenta de que esa levedad de alma no representa un valor positivo, sino que más bien implica una carencia o debilidad. Indagando sobre el significado de la flor en cuestión encontréuna información importante en una página de Internet: “Durante el Renacimiento, (el nardo) era una flor prohibida a las mujeres jóvenes porque se creía que su aroma embriagaba y adolecía a las voluntades” (ver: EL NARDO | Blog mesana y aromaterapia | Centro Mesana (mesanaterapias.es)). Este dato nos ayuda a ampliar la comprensión y el alcance semántico del verso en cuestión.
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
soy de la raza mora, vieja amiga del Sol,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Estamos aún en la puerta de entrada al micro-universo que es este poema, pero ya alcanzamos a vislumbrar algo que muy pronto irá corroborando el lector conforme vayamos avanzando en la lectura: el poema en su totalidad es una declaración de pereza y desaliento. Así lo expresa de manera explícita el yo lírico: “Mi voluntad se ha muerto”, y, en consecuencia, le resulta más atractivo “no pensar ni querer”. El único estado ánimo que parece prevalecer en su espíritu es la apatía. De ahí queno manifieste interés hacia ningún propósito ni se entusiasme con nada, ni siquiera con una mujer; para los requerimientos de ese orden le basta con algún encuentro sentimental esporádico, sin ataduras ni concesiones.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer…
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna…
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
Como adepto a la poética modernista, es comprensible que la realidad inmediata no seduzca a nuestro autor; que prefiera la flor simbólica, abstracta, irreal, y, por añadidura, exótica, sin “aroma, ni forma, ni color” a la real y concreta que le ofrece el entorno. Particularmente, llama la atención el verso con que inicia la tercera estrofa (En mi alma, hermana de la tarde…). ¿Qué quiso significar el autor al hermanar a su alma con la tarde? Si lashoras que van desde la aurora al mediodía pueden tomarse como símbolo de la mañana de la vida (niñez y juventud), la tarde sería la edad adulta y el atardecer u ocaso el fin existencial. En ese sentido, al declarar el poeta que su alma es hermana de la tarde, quiso decir que está viviendo su etapa de adultez (por lo regular, la etapa de las desilusiones). Si la juventud con sus efímeras flores marchitas ha pasado, a la adultez le corresponde recoger y saborear los amargos frutos de los desengaños.
De igual manera afirma nuestro autor que su alma carece de contorno, lo cual equivale a decir que se trata de una cosa indefinida, algo vaporosa e inconcreta. Por supuesto, esto hay que tomarlo de manera figurada, pues el alma es espíritu, y como ente abstracto carece de forma. En ese sentido figurado, se trata de un alma languideciente, vaga, imprecisa, que en términos concretos podemos traducir en un espíritu al que nada mueve ni conmueve, lo cual es una reafirmación de lo expuesto en las anteriores estrofas.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos…;
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
La cuarta estrofa continúa en la misma tesitura de las anteriores. El poeta sigue auto-describiéndose (tal vez sería mejor decir auto-encubriéndose, pues da la impresión de que su ejercicio de desnudez interiorno es del todo sincero). Aquí observamos que le interesan algunas cosas, pero sin que ello implique tomar la iniciativa, incluyendo las necesidades de orden afectivo-sexual: “Besos ¡pero no darlos!”. Prefiere andar como el corcho sobre el agua, ir a merced de las olas sin una brújula que defina un rumbo.
Besos ¡pero no darlos! Gloria… ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir.
En la quinta estrofa, el poeta continúa reafirmando su indolencia e insensibilidad. Confiesa que ninguna pasión le ha dominado: ni amorosa, ni de ningún credo o doctrina. Sólo tuvo una devoción: hacia el arte, y la perdió. Y se sitúa justo en el centro neutral entre el vicio y la virtud. Algo que es imposible para cualquier ser humano. Todos vamos como en un péndulo, moviéndonos entre el bien y el mal, la virtud y el vicio. No es posible mantenerse al margen ni inclinarse hacia uno solo de los extremos. Si las anteriores estrofas no fueron suficientes para advertirnos del juego del poeta, que más que abordar su experiencia vital está fabulando con su identidad, después de leer estos versos ya no nos quedarán dudas.
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve… Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud.
En la estrofa seis el poeta da un giro: pasa de la confesión de suabúlica indolencia a proclamarse aristócrata y a presumir de elegancia clasista y de los blasones queprovienen de tal condición… No obstante, nuestro autor se refiere a la aristocracia del espíritu, al refinamiento y gusto por las cosas elevadas que enaltecen el alma humana y que marcan una distancia con respecto a los gustos vulgares de las clases populares. Este sentido se refuerza cuando el poeta destaca que la inscripción del escudo, así como el lema que identifica a la casa, son vagos como una nube que impide la luz solar. Es decir, no hay nada material que sustente el abolengo del que presume, se trata, más bien, como ya apuntamos, de gustos, inclinaciones inherentes a los grupos social y económicamente altos con los que se siente identificados.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón…
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
La séptima estrofa continúa el sentido derrotista de las anteriores. El poeta manifiesta su absoluta indiferencia frente a sus congéneres. No pide nada ni concede nada; no odia ni estima a nadie. Situado justo en el centro del péndulo, vida o muerte le son indiferentes.
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí…
Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir…
La última estrofa vuelve al principio. El poeta traslada y reacomoda los versos de la segunda estrofapara reafirmar lo ya sabido por el lector, pero que a élle interesa dejar en la conciencia de éste como mensaje final. Así, volvemos a leer que el poetavive al margen de la voluntad, dejándose vivir por la vida, sin tomar ninguna resolución en uno u otro sentido; comportándose como un recipiente pasivo de las daciones sensuales que recibe. Aquí lo único importante es el yo poético, por lo que se trata de la glorificación de un narcisismo un tanto velado y decadente.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer…
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
Es evidente que en ese autorretrato Manuel Machado pretendió construir una falsa imagen de sí mismo. Más que un ser de carne y hueso, lo que aparece en el texto es un personaje literario, de ficción. Manuel, el ser humano, agazapado detrás de la figura del poeta, no se descubre en sus versos, sino que más bien se encubre en ellos. Algo de dandismo y de decadentismo sin dudas hubo en la personalidad del bardo, pero esa imagen de hombre sin voluntad, dominado por el tedio (el spleen de Baudelaire) y la inmovilidad volitiva no pudo ser otra cosa que una recreación eminentemente literaria. Lo que encontramos en “Adelfos” es una vida presentada con trazos de literatura, más que conretazos de realidades concretas, algo que no fue ajeno a otros poetas modernistas, como Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez, entre otros, cuando hicieron retratos de sí mismos. A este respecto, coincidimos con María Salvado (1992, pág. 966) cuando afirma que esos autorretratos son ejemplos preclaros de la tendencia a fundir vida y literatura que caracterizó la obra creativa de los escritores modernistas. Todos ellos evaluaron su vida en función de su obra y conscientemente se inscribieron en ella. De este modo, sus autorretratos, verídicamente históricos, son también pura ficción literaria. Su ambigüedad genérica contribuyó a subvertir los conceptos literarios tradicionales al resquebrajar las tajantes fronteras entre historia y ficción, vida y literatura.
Ciertamente, como nos dice la profesora Salvado, el sentimiento de abulia y desencanto no era algo aislado en Manuel Machado: era una tendencia dominante en el espíritu de la época, y se conoce como “el mal del siglo”. A ese respecto, me permito citar a Leonarda Rivera (2020: 96):
Los escritores finiseculares parecen haber hallado en la expresión “mal del siglo” la metáfora perfecta para referirse a la “crisis radical de creencias y valores que conmovía a la conciencia europea de finales del siglo xix” (Cerezo 2003: 41). Mal du siècle había dejado de referir solamente a la soledad o melancolía del poetay se había empezado a relacionar con el “malestar de la cultura”, el tedio y el desencanto.
Siguiendo la línea argumental de la académica María Salvado, concluimos nuestras observaciones sobre el poema “Adelfos”, reafirmando que el desaliento y el desarraigo… el embotamiento del espíritu al nivel que se registra en ese poema, aun siendo malestares de la época, sólo pueden tener cabida en el mundo fictivo de la literatura; por lo que el autorretrato de Manuel Machado es, finalmente, mucha literatura y poca vida.
II. Pablo Neruda (1904-1973) “Autorretrato”
El texto en que Neruda traza un cuadro de sí mismo constituye una larga enumeración de rasgos físicos, hábitos y preferencias. Leamos el poema íntegramente para pasar a comentarlo por partes.
Por mi parte, soy o creo ser duro de nariz,
mínimo de ojos, escaso de pelos
en la cabeza, creciente de abdomen,
largo de piernas, ancho de suelas,
amarillo de tez, generoso de amores,
imposible de cálculos,
confuso de palabras,
tierno de manos, lento de andar,
inoxidable de corazón,
aficionado a las estrellas, mareas,
maremotos, administrador de
escarabajos, caminante de arenas,
torpe de instituciones, chileno a perpetuidad,
amigo de mis amigos, mudo
de enemigos,
entrometido entre pájaros,
mal educado en casa,
tímido en los salones, arrepentido
sin objeto, horrendo administrador,
navegante de boca
y yerbatero de la tinta,
discreto entre los animales,
afortunado de nubarrones,
investigador en mercados, oscuro
en las bibliotecas,
melancólico en las cordilleras,
incansable en los bosques,
lentísimo de contestaciones,
ocurrente años después,
vulgar durante todo el año,
resplandeciente con mi
cuaderno, monumental de apetito,
tigre para dormir, sosegado
en la alegría, inspector del
cielo nocturno,
trabajador invisible,
desordenado, persistente, valiente
por necesidad, cobarde sin
pecado, soñoliento de vocación,
amable de mujeres,
activo por padecimiento,
poeta por maldición
y tonto de capirote.
En el aspecto físico, el poema destaca unas características que, ciertamente, se corresponden con la apariencia corporal y la fisonomía del sujeto descrito, que es el propio autor. Aunque, curiosamente, la expresión “duro de nariz” deja a uno intrigado, pues si se refiere al tamaño de su nariz, este no eradesproporcionado, si tomamosen cuenta la gran dimensión de su rostro. Pero bien podría estar aludiendo a otra cualidad, como la potencia de su sentido del olfato. Lo de “escaso de pelos en la cabeza” y “creciente de abdomen” sí que son atributos corporales bastante reconocibles en el bardo chileno. También es llamativo (aunque no debe sorprendernos, pues se trata de un poema) el que para referirse al voluminoso grosor de sus pies destaque que es “ancho de suelas”. ¡Cosas de poetas!, que de eso se trata. Otro rasgo asociado a lo corporal es “lento al andar”, que lo relacionamos con su abultado abdomen y su amplitud de carnes en general, resultado de su “monumental de apetito”.
En cuanto a los rasgos de su personalidad, podríamos agruparlos en dos categorías: aquellos que son de carácter positivo (virtudes) y los que podrían considerarsenegativos (o, quizás,menos favorables). Ateniéndonos estrictamente a sus palabras, entre los positivos se destacala pureza de sus sentimientos,que el poeta codifica en la frase: “inoxidable de corazón”. Aquí el poeta hace una interesante extrapolación: si los buenos metales (metales nobles: oro, platino, rodio, iridio…) no se oxidan, debido a su excelente calidad y consistencia, un corazón noble, generoso y sincero, que es incapaz de odiar, equivale en metalurgia a un metal inoxidable. Un corazón así, incorruptible, no puede albergar sentimientos malsanos. Otra cualidad destacada es la curiosidad y el asombro, virtudes muy caras a los poetas, que todo lo contemplan con ojos sorprendidos, como miran los niños en el amanecer de la vida. Así, el poeta habla de su afición a las estrellas, las mareas y maremotos; también afirma que es “administrador de escarabajos”, que interpretamos como un curioso observador del movimiento de estos insectos, y, por extensión, de otros especímenes de la naturaleza. En ese mismo sentido se inscriben estas aseveraciones: “entrometido entre pájaros”e“inspector del cielo nocturno”. ¡Oh, curiosidad infantil! ¡Oh, atributo de poetas!
A los rasgos relacionados con la observación respetuosa del reino animal y a la comunión amorosa con los elementos de la naturaleza podemos agregar estos otros: “discreto entre los animales”, “afortunado de nubarrones”, “melancólico en las cordilleras”, “incansable en los bosques”.
Positivo es, asimismo, su amor a la patria (“chileno a perpetuidad”) y su alta valoración de la amistad (“amigo de mis amigos”). Y a este respecto, agregamossu declaración “mudo de enemigos”, que interpretamos como la tendencia a no hablar mal de quienes le hostigaban o le malquerían. A propósito de esto, he leído por ahí que al presidente Abraham Lincoln se le criticaba por su indulgencia para con sus enemigos, y se le recordaba que como Presidente de su país (Estados Unidos) su deber era aniquilarlos. Ante tan extremistaconsejo el estadista invariablemente respondía con una interrogación: “¿Acaso no destruyo a mis enemigos cuando los transformo en amigos?”. Una interesante lección de vida, sin dudas. Digna de ponderación es también laafirmada vocación del bardo por lapersistencia, cualidad esencial para abrirse paso en la dificultad y salir adelante.
Todo el que conoce por lo menos un poco de la vida del vate sudamericano sabe cuánto amaba el mar. Por eso, es comprensible que se defina como un “caminante de arenas”. Neruda tuvo una residencia en Isla Negra (localidadsituada en la región deValparaíso, Chile), lugar donde se refugiaba para escribir, lejos del bullicio de la ciudad y en la dulce compañía del mar (costa del Pacífico).
Negativos o menos favorables serían: una confesa inhabilidad para la Matemática (“imposible de cálculos”) y para la comunicaciónoral (“confuso de palabras”). También “torpe de instituciones”, que incluimos aquí por el uso del adjetivo “torpe”, pero que si se refiere a tener una muy limitada capacidad para los asuntos burocráticos no puede tomarse como un defecto en sí. Nadie está obligado a poseer esa capacidad y, de hecho, sólo unos pocos tienen la oportunidad de desarrollarla. Neruda sirvió a su país en el campo diplomático y en una ocasión fue Senador de la República, pero esas funciones no son de orden administrativo, sino representativas. En otro de sus versos confiesa ser “horrendo administrador”, insinuaciónrelacionada con el derroche. Podemos asociar esta “debilidad” a los placeres de la buena mesa, muy consustanciales a la vida del poeta. Pensemos, además,que aparte de su casa de Isla Negra, Neruda tuvo otras dos viviendas en Chile, que eran refugios temporales. Nunca retuvo el dinero, lo usaba para costearse su regalada vida.
En otro orden, nuestro autor confiesa ser desordenado. Pero digamos en su defensa que el espacio donde los escritores profesionales suelen permanecer es su biblioteca personal; y allí, moviendo libros, libretas de apuntes, folios… de un lado para otro, es lo más natural que muchos de estos objetos cambien de lugar continuamente y hasta se extravíen… y entonces se necesita de una mano auxiliadora que ayude a reordenarlos. Moneda corriente entre quienes viven sumergidos en labores de orden intelectual. No obstante, seamos prudentes: de esto sólo podían hablar con propiedad él y los selectos amigos que solían visitarle.
Hay otros rasgos que el poeta se atribuye en su autorretrato. En el aspecto social dice ser “maleducado en la casa” y “tímido en los salones”, lo cual no es poco común, ya que, por lo regular, relajamos los protocolos y buenos modales en la casa, pero cuando entramos a otros espacios sociales en presencia de extraños actuamos con más comedimiento. Por otra parte,“generoso de amores”, “tierno de manos” y “amable de mujeres” aluden a su carácter voluptuoso, enamoradizo, matiz muy señalado en su personalidad, pues aventuras amorosas no faltaron en su historial de vida ni en su haber poético, ya que el amor sensual fue uno de sus grandes temas.
Finalmente, me detengo en otros rasgos que el poeta destaca: su moderación en los momentos alegres (“sosegado en la alegría”) y algo que tiene que ver con su labor creativa: “trabajador invisible”, que alude a su privacidad y recogimiento a la hora de escribir; un hábito y una preferencia comunes en quienes se dedican a la escritura; “resplandeciente en mi cuaderno", donde veladamente reconoce su brillante desempeño como oficiante de la palabra poética.
Es significativa la antítesis “valiente por necesidad / cobarde sin pecado”. Tuvo Neruda el coraje de enfrentar a los sectores poderosos al declararse militante de una ideología que desafía a la burguesía y a todas las clases altas: el marxismo. Su militancia en la izquierda quedó refrendadacuando dio su apoyo al candidato y luego presidente Salvador Allende. Esa valentía “por necesidad” se justifica frente a una opción ideológica de carácter radical; no se puede militar en contra de los intereses de las clases dominantes cuando se carece del debido arrojo. En cuanto a la oponente expresión “cobarde sin pecado” la situamos en el orden de la trascendencia espiritual. Neruda era ateo, y por lo tanto, no creía en una vida ultra-terrenal: ni en pecados condenatorios, ni en recompensas por buenas acciones, pero–juguemos a la especulación– le temía a la muerte, como prácticamente la totalidad de loshumanos. Asumiéndolo así, comprendemos plenamente lo dicho en esa última expresión. Se trata del miedo a la muerte en tanto aniquilación corporal, no por temor a lo que puedaocurrir en un hipotético más allá, donde según la tradición cristiana se pondrá en una balanza las buenas obras y los pecados para determinar el premio o el castigo correspondiente. Nada de eso contaba para Neruda, de manera que su temor no era de orden metafísico, sino puramente biológico.
Resultan llamativos los dos últimos versos.¿Por qué “poeta por maldición” cuando la poesía le deparó tanta gloria y nombradía al vate chileno? Sin el prestigio alcanzado como poeta, Neruda habría sido un ciudadano común de un lejano país del sur. ¿Fue un simple decir, una afirmación provocativa, o un sentimiento albergado en el ser recóndito del poeta?¿O se trata de una expresión puramente retórica? ¿Tendría Neruda algún motivo profundo para sentirse desgraciado en su condición de poeta?Sabemos que padeció adversidades, que fue vilipendiado y perseguido, pero todo ello fue gratamente compensado con la enorme acogida que se le dispensó en diversos lugares del planeta y por la alta valoración de su poesía. De todos modos, cualquier cosa que dijera al respecto caería en el terreno de la conjetura, y aunque eso es lo que suelo hacer en esta clase de trabajo, dejo el planteamiento abierto a la consideración del lector.
El último versoes una frase de origen español: “tonto de capirote”. Consultando diversas páginas de Internet he encontrado una explicación al respecto. El capirote era un gorro alto, en forma de cono, que en la Edad Media llevaban los acusados de delito, pecado o herejía por el tribunal de la Santa Inquisición. Estos reos, expuestos en las plazas públicas, eran objeto de escarnio por parte de grandes multitudes que acudían allí para burlarse. Posteriormente, se hizo costumbre que muchos penitentes de las procesiones católicas en Semana Santa llevaran esa prenda en la cabeza. No está muy claro cómo se asoció luego el concepto de tonto con el consabido gorro o capirote. Lo cierto es que el pueblo acuñó la expresión para referirse a una persona de mente obtusa o escasa de juicio. Algo que en modo alguno podría aplicarse al poeta chileno, que de tonto no tenía ni un pelo. ¿O es que acaso estaría nuestro autor reivindicando el sentido primario del modismo, es decir, el de aquellos que eran perseguidos e injuriados por asumir posiciones consideradas por los centros de poder como políticao religiosamente incorrectas? ¿O lo de “tonto de capirote” era un simple juego burlesco contra sí mismo? Cada uno saque sus conclusiones.
Continuará…
Bibliografía
Machado, Manuel (1995) Poesías. Madrid: Alianza Editorial.
Rivera, Leonarda (2020). “Unamuno, don Juan y el Mal du siècle”. Acta Poética 41-2 • julio-diciembre • 2020 • 95-110
Salgado, María A. (1992). “El retrato modernista y la “literaturización” del retrato modernista de la persona poética”. Actas Del X Congreso De La Asociación Internacional de Hispanistas, Barcelona 21 26 de agosto de 1989. Vol. 4 1992 Isbn 84 7665 976 8 págs. 959 968.