“-¿Qué te pareció la obra? Quiero escuchar tu opinión”. Es una pregunta que trae conflictos, que se vislumbra como un palimpsesto, pero que puede cosificar la respuesta. Teatro-texto-“reinvención” de lo colectivo o de lo individual es lo que tiene ante sí el espectador, y la experiencia de la simultaneidad de la palabra versus el gesto, más aún cuando creo –particularmente- que, quizás, para compartir un parecer sobre una puesta en escena es conveniente eximirse del canon, de esa hegemonía de lo establecido como un gravamen a las ideas por el “mundo” de los oprimidos y de los opresores.
El teatro no es privativo de lo visible y de lo no visible; es la consecuencia de una compaginación de territorios de esa geografía imaginaria donde la sociedad patriarcal tiene la obediencia inconsciente de establecer jerarquías en las relaciones. Lo ficticio en el teatro es una situación posible, donde se usurpa la voluntad de ese paternalismo nefasto para aventurarnos en la rebeldía. Nos castigamos, a veces, aborreciendo a la existencia, resquebrajándonos, engendrando una huidiza frontera entre lo arbitrario y lo amenazador, siendo sospechosos de esconder las relaciones afectivas, la indiscriminada utilización y los propósitos inquisidores de las tensiones del poder.
“-¿Qué te pareció la obra?, quiero escuchar tu opinión”. Me preguntó Carmen Imbert Brugal el pasado sábado 6 de diciembre, luego de invitarme al Teatro Guloya, y estar atenta, petrificada, en silencio, atenta mi mirada a un género de teatro que prefiero para pensar, para reflexionar con fuerza o con dureza sobre todos esos oyes que nos aturden como una orgía de culpas, de indiferencia y de resistencia.
Un público con interés manifiesto en la representación dramática abarrotó esa pequeña sala que se crecía, que nos penetraba, que nos invadía cada resquicio nuestro de aquello que estábamos viendo “viviéndolo” ellos y “viviéndolos ellos”: Jabnel Calizan, Ramón Emilio Candelario, Paloma Concepción, Víctor Contreras, Viena González, Katherine Natividad Mirabal, Dimitri Rivera González, Claudio Rivera y Noel Ventura en “Todo está bien!”, la obra del director y dramaturgo Claudio Rivera, que pretende mostrarnos la caverna, de todos y de muchos, en esta bárbara sociedad corroída, degradada, en el precipicio, donde las costumbres tradicionales están estigmatizadas como antivalores, y los valores se “inculcan” ideologizados desde la hipocresía mediática de quienes se asumen a sí mismos como referentes o iconos de esta sociedad “civilizada”, en la cual estamos como desterrados consumiéndonos en el fuego del inmediatismo, la falacia, la doblez, de los múltiples enmascaramientos de los rostros en torno a esa subjetividad hedonista que contagia, superficial, donde pasamos de ser individuos a estatuas de espumas y oropeles.
La pregunta de Carmen (que no me extraña porque ella conoce un poco los signos de mi interior, y los tránsitos que hago sobre esos bordes de la complejidad de la existencia cuando estoy a solas y taciturna) me permite retomar y reiterar una interrogante que tengo en agenda desde el año 2012: ¿Cuándo el teatro se convierte es un testimonio irrecusable? A lo cual afirmo: -Cuando dirige su argumento entre los límites de la inocencia de la “culpabilidad” y la afirmación suprasensible de la conciencia como instancia liberalizadora del ser. Esto así, porque desenmascarar a los sujetos de la “ejemplaridad ideal” requiere el artificio de aguijonear todos los círculos de la existencia, desencadenar el deber y de súbito la presuposición de los sentimientos a través del “ailinos” trágico.
Así partiendo de esta reflexión, me hago otra pregunta Carmen: ¿Qué es la acción dramática por sí y en sí misma? Para responderme de nuevo siguiendo los lineamientos del crítico-académico Werner Jaeger que, la acción dramática no es otra cosa que una “alta logística artística, la esencia íntima de la figura central”. Claudio Rivera es la figura central de “Todo está bien!”, encarnando el personaje de Drink To Go. De ahí, que la acción dramática que crea es una especie de arquitectura de escenificación, procurando una totalidad de equilibrio en los actos y las escenas, en los movimientos de los actores (mediante el dolor, la expresión de desventura).
Entiendo que las dudas de la conciencia son las fuerzas necesarias para la creación, puesto que su efecto es inextinguible como enigma, preeminencia de lo ético, lo estético y lo religioso en la voluntad humana, ya que procuramos a través del arte conquistar el sentido del destino o rivalizar con lo inmutable.
En fin, a la pregunta de Carmen“-¿Qué te pareció la obra?, quiero escuchar tu opinión”, en lo inmediato comparto este primer comentario, y los invito –por ahora-, a ir al Teatro Guloya, en la calle Arzobispo Portes No. 205, Ciudad Colonial, a las funciones de “Todo está bien!”, los días 12, 13 y 14, y 19, 20 y 21 de diciembre.
“TODO ESTÁ BIEN”
Personajes:
Divertino (Presentador)
(Fulano) Ramón Emilio Candelario
Money (Presentadora y Sutana) Natividad Mirabal
(Lucas Mejía y Sutanejo) Jabnel Calizan
(Juan Mejía y Perencejo) Noel Ventura
Lance (Hijo) Dimitri Rivera González
Fénix (Hija) Paloma Concepción
Dura la Roca (Madre), Mis Pesos Pesados (Abuela) Viena González
Drink To Go (Padre) Claudio Rivera
Ficha Técnica:
Técnico: Víctor Contreras
Fotografía: Laura Penélope García
Escenografía: Teatro Guloya y Eduardo Suárez
Realización Escenográfica: Miguel Ramírez
Vestuario: Renata Cruz
Diseño Grafico: Eduardo Suárez
Asistentes: Camila Rivera, Daniela Frías, Yerlim Guzmán, Raquel Peralta
Asistente Administrativa: Mildred Capellán
Asistente de Producción: Noel Ventura
Producción. Ejecutiva: Viena González
Producción General: Teatro Guloya