La República Dominicana volvió a la vida democrática después de treinta años de dictadura, encabezada por Rafael L. Trujillo Molina. Su muerte puso fin al largo periodo, dejando a sus familiares y seguidores desprovistos de los mecanismos políticos y legales para permanecer en el poder, mientras las fuerzas que les fueron afines se reorientaban hacia nuevos liderazgos, que si bien actuaron mancomunados con ellos, resistieron por intereses propios, ser partes determinantes de los planes añorados por los parientes cercanos del dictador, para volver a gobernar el país. Los Trujillo tuvieron un espacio en la política dominicana durante el período de los “doce años”, pero hasta 1978 el doctor Balaguer fue el beneficiario y el responsable de imponer el “trujillismo sin Trujillo”, bajo su absoluto liderazgo.
Rafael L. Trujillo gobernó la República Dominicana hasta el día su muerte, acaecida el 30 de mayo de 1961. Su deceso abrió las puertas a un intenso proceso de democratización, que en principios estuvo controlado por los remanentes de la dictadura, bajo liderazgo de quien había sido presidente títere, el doctor Joaquín Balaguer y del general Rafael L. Trujillo hijo (Ramfis), quien tenía el control militar del país. En sus manos estuvo la responsabilidad de proyectar la dictadura y el legado político de Trujillo más allá del 30 de mayo.
Los ideólogos de la dictadura, que incluía a los más importantes intelectuales de la República, entre ellos Manuel Arturo Peña Batlle y Joaquín Balaguer, habían logrado asentar en la mentalidad de los dominicanos la “ideología trujillista”; pero al desaparecer el tirano, se creyó que con el “prestigio” y poder de sus familiares, el Partido Dominicano y las Fuerzas Armadas, era posible el mantenimiento del régimen permitiendo niveles de aperturas que llevaran al “neotrujillismo”, con Joaquín Balaguer y Ramfis como sus principales líderes.
Tal vez por esa perspectiva anidada en los remantes de la dictadura, las palabras de Joaquín Balaguer pronunciadas como panegírico ante el féretro de Trujillo, al momento de ser depositado en su brevísima tumba de la iglesia de San Cristóbal, el 2 de junio de 1961, apuntaban al interés de la prolongación del nefasto gobierno:
“He aquí, señores, troncados por el soplo de una ráfaga aleve, el roble poderoso que durante más de treinta años desafió todos rayos y salió vencedor de todas las tempestades. (…). El legado que nos dejas es enorme e imperecedero. Sus obras permanecerán mientras permanezca la Republica y exista en ella un solo dominicano consciente de lo que significa el tratado fronterizo, la redención de la deuda pública. (….). Querido jefe: hasta luego. Tus hijos espirituales, veteranos de las campañas que libraste más de treinta años para engrandecer la República y estabilizar el Estado, miraremos hacia tu sepulcro como hacia un símbolo enhiesto y no omitiremos medios para impedir que se extinga la llama que tú encendiste en los altares de la República y en el alma de todos los dominicanos. Has llegado hasta aquí, traído en hombros de esta multitud sollozante, para reintegrarte a la tierra que te vio nacer y donde podrás dormir en el mismo regazo en que descansan tus antepasados. La tierra de San Cristóbal, la misma en que bebiste por primera vez el agua de tus ríos natales, te será siempre propicia y en ella hallarás al fin el descanso que te negó la vida, a ti, batallador incansable que mataste el sueño y que no conociste la fatiga. No eres ya el adalid beligerante que fuiste hasta ayer. Ahora, transformado por los atributos que confiere el misterio a los elegidos por el sueño de que no se despierta, eres un ejemplo, un penacho, un índice que nos señala el rumor a seguir desde la infinita lejanía de lo desconocido. Que Dios te reciba en su seno y que tus restos perecederos, al transmutase más allá de la tumba en vigor espiritual y en materia impalpable, contribuyan a vivificar la tierra que tanto amaste para que la conciencia de la patria se siga nutriendo con la cal y con la energía de tus huesos en la infinitud de los tiempos”.
El “trujillismo sin Trujillo”, que juraba imponer el doctor Balaguer, era una posibilidad acariciada por sus más leales servidores en el Estado y el Partido Dominicano. Sin embargo, la presión ejercida por las protestas populares, la intervención de los Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA), en el marco de la profunda crisis económica y diplomática que se vivía, evitaron que los planes fueran ejecutados de la manera deseada, lo que obligó a la salida de los Trujillo el 18 de noviembre de 1961, dando paso a un gobierno, encabezado por Joaquín Balaguer, que no pudo detener las exigencias del pueblo para que se pusiera fin de manera definitiva, a la dictadura. Este gobierno tomó medidas para tranquilizar la población, como fueron las de restituir el nombre de Santo Domingo a la que por veinte y cinco años se había llamado Ciudad Trujillo, disolvió el Partido Dominicano, el 28 de diciembre, y promulgó la ley de autonomía universitaria, el 31 de diciembre del mismo año.
Con los más importantes miembros de la familia Trujillo fuera del país, se procedió, con el beneplácito de la embajada americana, a la creación de un Consejo de Estado, el 31 de diciembre, y en el que estuvieron representadas las fuerzas trujillistas y miembros de la oposición vinculados al partido Unión Cívica Nacional (UCN), que perduró hasta el 16 de enero de 1962. En esa fecha, un golpe de Estado militar encabezado por el coronel Pedro Rafael Rodríguez Echavarría, puso fin a ese gobierno y dos días después, el 18 de enero de 1962, luego de un contragolpe, fue juramentado el nuevo Consejo de Estado bajo control absoluto de la Unión Cívica Nacional. Balaguer, que se había refugiado en la Nunciatura Apostólica el 20 de enero, salió del país el 7 de marzo y se mantuvo en el exilio hasta junio de 1965, impedido de regresar debido a la ley que prohibía las actividades trujillistas.
El nuevo Consejo de Estado, encabezado por Rafael F. Bonnelly, dispuso mediante ley la confiscación de los bienes de los Trujillo, y promulgó, el 3 de mayo de 1962, la número 5880, que prohibía las actividades trujillistas. La legislación establecía en su considerando “que cualquier acto o manifestación tendiente a evocar, exaltando, en la forma que fuere, el pasado vergonzoso e incalificable de esa tiranía, puede y debe considerarse como una contribución o participación a estimular a los personeros de dicha tiranía a promover por medios subversivos el retorno de aquel régimen tiránico y despótico en pugna con el sistema democrático que vive ahora el pueblo dominicano”. Esta disposición se convirtió, a través de los años, en un obstáculo para los planes de los Trujillo y sus allegados, de retomar el poder, conformándose a regañadientes a ser representados por el doctor Balaguer, quien estaba más interesado en crear su propio proyecto.
La situación de debilidad en que fue quedando el sector trujillista, que devino en balaguerista, no fue obstáculo para estos se reagruparan en torno al Partido Revolucionario Dominicano Autentico, de Nicolás Silfa y del Partido Acción Social, para intentar presentar a Joaquín Balaguer como candidato a las elecciones de diciembre de 1962, pero la Junta Central Electoral rechazó la candidatura. En esa ocasión, Silfa fue detenido y acusado de violar la ley que sancionaba las actividades trujillistas. Más tarde, el 20 de abril de 1964, el sector que seguía a Balaguer dejó constituido el Partido Reformista, con miras a las elecciones que el gobierno del “triunvirato” pensaba convocar para 1966.
Joaquín Balaguer regresó a la República Dominicana el 28 de junio de 1965, en los días de la Revolución de Abril, con el apoyo de la embajada americana y de la Fuerza Interamericana de Paz, bajo la excusa de que ingresaba al país con un permiso especial para ver a su madre Carmen Celia Ricardo Heureaux, que se encontraba muy enferma; pero que en realidad era una treta para quedarse en el país y participar en las elecciones que luego fueron anunciadas para celebrarse en junio de 1966, como candidato del Partido Reformista. Con su triunfo, renació en los remantes de la dictadura de Trujillo la esperanza de volver al poder a través de quien había sido uno de los funcionarios claves de la dictadura.
Su triunfo electoral, en el que de manera fraudulenta derrotó al profesor Juan Bosch y su Partido Revolucionario Dominicano, facilitó la permanencia y el retorno de personeros de la dictadura y la libertad de tránsito de los principales asesinos y miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), que estaban condenados a 20 y 30 años. Algunos de ellos fueron liberados durante la Revolución de Abril y otros durante el gobierno provisional de Héctor García Godoy, los que se integraron de inmediato a las labores del gobierno reformista. Quiérase o no, el “neotrujillismo” se vitalizó, no sin contradicciones, durante los doce años de Balaguer.
En el gobierno del doctor Joaquín Balaguer, que se prolongó por doce años, las actividades trujillistas siguieron formalmente prohibidas, mientras que los familiares del tirano y muchos de sus principales colaboradores comenzaron a dar señales de que podían actuar de manera pública, sin que las autoridades intentaran ponerle fin a sus acciones políticas. Se dio el hecho repetido, de que la prensa filtrara la presencia en el país de algunos de los familiares de Trujillo, los que eran recibidos en el Palacio Nacional y de manera discreta en la residencia del mandatario. Otros, como Alicinio Peña Rivera, oficial del SIM condenado por la muerte de las hermanas Mirabal y que había escapado de la Fortaleza Ozama durante la guerra de 1965, se daba el lujo de visitar el país desde Puerto Rico, para poner en circulación algunos de sus libros. Esos eventos eran celebrados en la Biblioteca Nacional, contando con el permiso de las autoridades, lo que muestra lo exageradamente complaciente que era el presidente Balaguer, con “los hombres del trujillismo”.
En ese sentido, el periódico Última Hora, del 27 de diciembre de 1970, informó que Rafael L. Trujillo hijo (conocido como Ramfis), le dijo a uno de sus amigos, en una carta fechada 20 de febrero de 1967, lo siguiente: “Creo que si te nombran embajador en México será un cargo mucho más adecuado para ti y un lugar más apacible. Le estoy enviando un recado al doctor Balaguer a ver si de forma confidencial, te autoriza a que me extiendas un pasaporte diplomático a mi favor, el cual será utilizado con toda discreción, y yo lo mandaría a buscar a tu Embajada. Dese luego, que no deseo que hagas nada sin tener el visto bueno del doctor Balaguer”.
Posteriormente, el 1 de agosto de 1975, ese periódico trajo la noticia de la llegada al país de Angelita Trujillo, su esposo y sus hijos, autorizados por Balaguer para que pudieran bautizar “una niña de meses, hija de la pareja”. Angelita, en sus declaraciones a la prensa expresó la posibilidad de regresar, de manera definitiva a la República Dominicana. La pareja “fue recibida aquí con ostensibles muestras de cariño de parte del Gobierno” siendo la hija del tirano acogida en Palacio por el mandatario. Antes, estuvo en el país una hija de Ramfis, la que también fue llevada al palacio presidencial y se le trasladó en helicóptero oficial, a los lugares que eran de su interés.
En cuanto a las actividades de Ramfis Trujillo en Santo Domingo, este no pudo regresar y no dio muestras de querer tomar parte activa en la política dominicana, aunque se rumoraba que mantenía importantes contactos en el país, con miras a las elecciones generales de 1970. Ramfis murió en España, el 27 de diciembre de 1969, en un aparatoso accidente automovilístico.
Al cumplirse el primer aniversario de su muerte (véase periódico Última Hora, 27 diciembre 1970), sus amigos más cercanos pusieron a circular una invitación para la celebración de una misa en la iglesia San Rafael, en el Centro de los Héroes, en la que se leía: “Ser amigo significa no olvidar”. Entre los organizadores del acto religioso se encontraban oficiales activos y en retiros de la Fuerza Aérea, y de las Fuerzas Armadas, además de algunos civiles, entre ellos Aliro Paulino, que en ese momento era Ayudante del Presidente Joaquín Balaguer. Esos sectores—dice el citado periódico—dan por seguro que había personajes del actual gobierno que estaban directamente vinculados a un plan, que murió con la muerte de Ramfis, de revalorizar a este como figura pública dominicana”.
A la muerte del mayor de los hijos de Trujillo, el interés en participar en la política dominicana y retornar al poder, fue retomado por Leonidas Radhamés Trujillo Martínez, quien residía en España, pero que además tenía residencia en Miami, Estados Unidos, de donde manejaba los contactos con su proyecto político. También dio muestra de participar en política Héctor Bienvenido Trujillo Molina, conocido como Negro Trujillo y de quien se dijo estuvo tentado a reactivar el Partido Dominicano y participar en las elecciones de mayo de 1974, como su candidato a la presidencia, con el fin de “implantar un régimen de orden y de libertad capaz de promover un fuerte cambio social”, como aparece planteado en un documento impreso y puesto a circular, firmado por un tal Andújar.
En 1973, en una extensa entrevista concedida al periodista Ramón A. Reyes, del periódico El Nacional del 26 de octubre, Radhamés Trujillo dejó entrever que se estaba alejando del presidente Balaguer, haciendo pública su intención de reorganizar el trujillismo, aunque tratando de matizar su accionar en una línea política de apariencia “progresista” que lo hacía ver como partidario de la política de Domingo Perón en Argentina, y de la Junta Revolucionaria de Velasco Alvarado en el Perú y llegó a decir que era seguidor del “justicialismo” y que aun estando en el interés de conocer el proceso dominicano, todavía no estaba totalmente seguro de participar en este: “No le digo ni que si ni que no”, le dijo al entrevistador.
El hijo menor del dictador insinuó en la entrevista, que estaba siendo apoyado por importantes sectores y personas de la época de Trujillo y que la “cofradía”, que agrupaba a sus más cercanos amigos y colaboradores, estaba dando los pasos para presentarlo como candidato a la senaduría por la provincia de San Cristóbal, aunque dio a entender que eso era mentira, expresando que la “Cofradía” ya no existía: “Son solo recuerdos, tiempos pasados que no volverán”; pero no descartó que su candidatura fuera presentada, ya que contaba para sus planes políticos con suficiente apoyo de empresarios, militares y políticos, debido a que se sentía “muy unido por lazos muy profundos” con las Fuerzas Armadas. Inclusive, llegó a plantear, entre sus contactos también había partidos de izquierda. Su anhelada participación en las elecciones de 1974 fue imposible, pues el gobierno todavía no se atrevía a derogar la ley que prohibía las actividades trujillistas, lo que—decía Radhamés—dependía del presidente Balaguer.
De todos modos, las actividades trujillista comenzaron a hacerse públicas a partir de octubre de 1974, cuando se anunció la escogencia de la directiva del Movimiento Nacional Progresistas (MNP), en un acto celebrado en el restaurante Fortuna, en la ciudad de San Cristóbal. En la directiva se encontraban A. Espinal, Manuel Pérez, M. Saladín, N. Uribe y otras personas consideradas cercanas a los Trujillo, entre ellas el licenciado Domingo Mercedes. La organización propugnaba por el retorno de Radhamés Trujillo a la República Dominicana. (Véase El Nacional, 26 de octubre 1974).
En ese afán electorero, y a la espera de la derogación de la legislación antitrujillista, al parecer prometida por el mandatario, Radhamés asumió la dirección del Movimiento Nacional Progresista, en 1975. Esta agrupación estaba dirigida por el licenciado Domingo Mercedes. Este partido informó, el 15 de septiembre, que el hijo de Trujillo permanecía en Miami elaborando la plataforma política e ideológica de su movimiento, que ya tenía representación en República Dominicana, Miami y Nueva York, con el propósito de presentarse como candidato en las elecciones de mayo de 1978.
La nueva agrupación dio muestra de estar pasando por una crisis en la que pareció se enfrentaban sectores que rechazaban el control de Radhamés. Esta se manifestó al momento de la “Juventud Progresista” del MONAPO hacer pública una carta, que apareció en El Nacional del 27 de junio de 1975, dirigida a Domingo Mercedes. En ella se observaba que el partido estaba “llamado a servir a los intereses del pueblo en base a una sociedad democrática” y no como “un instrumento llamado a servir exclusivamente los intereses personales de Radhamés Trujillo”. En el documento se rechazaba la posibilidad de que miembros de la “cofradía” ingresaran al partido, ya que este debía mantener una mística “social demócrata”. La carta aparece firmada por Francisco A. Peña y Luis H. Silié.
La crisis, que implicaba asuntos financieros y organizativos del MNP, finalizó cuando esa agrupación trujillista suspendió al licenciado Mercedes, como secretario general, acusándolo de haber violado el “acuerdo de Miami”, que daba todo el control del partido al hijo de Trujillo. En agosto de 1976, la organización depositó en la Junta Central Electoral la documentación con la que solicitó su legalización, aduciendo que ya tenía más de 90 mil miembros inscritos.
Cuando Leonidas Radhamés se sintió con fuerza suficiente para iniciar la propaganda que lo proyectara como candidato para las elecciones de 1978, puso a circular en la ciudad de Nueva York, en septiembre de 1976, un documento en que decía contar con el apoyo de varios obispos de la iglesia católica, entre ellos Hugo Eduardo Polanco Brito y Monseñor Eliseo A. Pérez Sánchez, y de la Iglesia Metodista Libre de la República Dominicana, quienes desmintieron al partido trujillista, y declararon no conocer al líder de esa organización. Los metodistas dijeron que la utilización de su nombre era parte de un show para llamar la atención utilizando su iglesia.
Por otro lado, en noviembre de 1976, el gobierno de Balaguer llevó a la justicia al señor Díaz Andújar, acusado de incitar a la Fuerza Armada a derrocar a Balaguer, porque supuestamente este había puesto a circular un panfleto dentro de los cuarteles militares y policiales, a nombre de una agrupación trujillista que se hacía llamar “Partido Democrático”, y en mayo de 1977 fue publicada en la prensa una carta en la que Domingo Mercedes se oponía a la decisión de la Junta Central Electoral de negar el reconocimiento al MNP.
El rechazo de la legalización del Movimiento Nacional Progresista fue también criticado por Radhamés en un comunicado puesto a circular el 29 de julio. En este, se criticaba a Balaguer, a quien el menor de los Trujillo decía haber prestado ayuda electoral en anteriores elecciones nacionales. Posterior a esto, el hijo de Trujillo firmó un acuerdo con una facción del Partido Acción Constitucional (PAC), liderada por Luis Arzeno Rodríguez, para encabezar las candidaturas de esa agrupación en las elecciones de mayo de 1978. Pero esta candidatura también fue rechazada por la JCE, lo que llevó a que Trujillo Martínez llamara, el 13 de mayo de 1978, para que sus seguidores fraccionaran sus votos, por entender que Balaguer había llevado el país a una crisis.
Asumiendo el liderazgo del PAC, Radhames Trujillo escribió en esa ocasión: “No deja de ser para muchos motivo de curiosidad, el porque me he lanzado por el accidentado terreno de la lucha política. Para quienes no han vivido el alejamiento imperativo del suelo natal, es imposible comprender las motivaciones que van tomando forma a través del tiempo y la distancia sobre todo cuando se perciben conceptos de convivencia armónica y pacífica dentro de la pluralidad y sin arbitrariedades que el quehacer cotidiano propio de países altamente civilizados y dentro de regímenes sólidamente democráticos”. Posterior a esto, en julio del mismo año, hizo pública una carta dirigida a la Fundación de los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo, reclamándole poner fin a las denuncias de las atrocidades cometidas por su padre durante la dictadura y reclamando que dejaran de promover que se coartaran los derechos humanos, en contra de él y de sus familiares; derechos que decía, les correspondían en su condición de dominicano. Con este reclamo parecieron terminar los sueños de la familia Trujillo en retomar el poder, aunque cada cierto tiempo retoñan esas absurdas aspiraciones.
Leonidas Radhamés Trujillo Martínez desapareció misteriosamente en agosto de 1994, cuando se encontraba en Colombia. En esa ocasión se dijo que estaba implicado en operaciones de narcotráfico, y que había muerto en una “finca de un Buitrago”, formando parte del Cartel de Cali. Con su muerte terminó el afán y quedó cerrado el largo ciclo en que la familia del dictador trató de apropiarse del Estado, para beneficiarse de él y para imponer a la sociedad dominicana una nueva modalidad de gobernar: el “trujillismo sin Trujillo”.
(Entre las fuentes usadas en este artículo se encuentran: “Misas Ramfis: ven pretexto en funerales para vigorizar trujillismo”, Última Hora, 28 de diciembre 1970; “Eligen directiva movimiento liderea Radhamés Trujillo”, El Nacional 24 de octubre 1974; “Visita de Angelita fue en julio hecho político de más importancia”, Última Hora, 1 de agosto 1975; “Radhamés asume control de partido político”, El Nacional, 14 de septiembre 1975; “Iglesia metodista niega apoye grupo trujillista”, El Nacional, 6 de septiembre 1976; Leonidas Radhamés Trujillo, “Carta pública a la Fundación de Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo”, El Nacional, 2 de agosto 1978; Rafael Santana, “A Radhamés Trujillo lo asesinaron en finca de un Buitrago”, Hoy digital, 16 de noviembre del 2014).