SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Ahora que se anuncia la edición italiana de la novela de Rita Indiana, artista y escritora dominicana, Acento ofrece una entrevista que hizo en 2014 Jochy Herrera a Rita Indiana. La novela Nombres y animales. Rita Indiana ha sido motivo de noticias este año, por ser finalista, entre 250 aspirantes, al premio de novela Mario Vargas Llosa. Se anunció que con su novela La mucama de Ominculé, Rita Indiana fue elegida entre los once finalistas para el Premio de Novela de la Bienal Mario Vargas Llosa, en Perú.

A continuación la entrevista realizada por Jochy Herrera y publicada en Contratiempo, en Chicago:

Dentro de la literatura caribeña contemporánea resaltan autores que si bien parten de lo local, han traspasado la geografía de sus países de origen en una cierta forma de transinsularidad que los hace robustas voces críticas; en espejos de lugares comunes que territorios aparte, habitan la República Dominicana y el Puerto Rico de New York o de Madrid. Desde allí escriben mirando(se) (en) islas que son fábulas de una realidad presta a saltar hecha pedazos en el texto. Rita Indiana (Santo Domingo, 1977) es una de aquellas voces y en su más reciente obra Nombres y animales (Editorial periférica, 2013) la multifacética artista ha logrado su mejor trabajo, en esta entrevista nos advierte que después de este libro “lo que viene es fuete”.

Rita Indiana

La fortaleza de tus personajes es incuestionable, y la de Armenia en particular es poderosamente trágica; su corta vida en la narración de esta historia, ¿es acaso el reflejo de la fragilidad del ser en ese mundo ignorado de los desaventajados del hoy?

Los desaventajados de siempre; los pobres, los negros, las mujeres. Nuestro país es un gran ejemplo de la esclavitud asalariada. Y no me refiero a los haitianos, sino a nuestras trabajadoras domésticas, a las que nadie ha ayudado nunca. Víctimas de horarios excesivos, sueldos inhumanos, a merced de abusos físicos y sexuales y cuando están viejas y ya no sirven se les da una patada y buscan otra. Hay que regularizar este tipo de trabajo, con la explosión de las telecomunicaciones y las “zonas francas” muchas de estas mujeres se han liberado de esos yugos de por vida. En República Dominicana hasta la clase media baja tiene sirvienta, solo hay que ver que hasta el apartamento más pequeño trae su “cuarto del servicio” del tamaño de una jaula de perro, adonde se supone vivan encantadas junto a bicicletas y tablas de planchar, con un día libre a la semana.

En la obsesión de otorgar “identidad” a tu bestiario observo que ciertos humanos son animales con nombres y apellidos mientras simultáneamente, los animales que rodean tus personajes acaso parecerían humanos. ¿Son entonces estos afanes un intento de representar posibles modelos del ejercicio del existir?

Das en el clavo. Me interesaba mucho captar la humanidad en los animales, los lazos afectivos que establecemos con ellos y cómo son un reflejo de nuestra insignificancia, porque somos mascotas del destino. La narradora contempla las estructuras (de género, de clase) que el lenguaje solidifica, como los nombres a los animales, desde su mirada inmadura, una mirada también a merced de los nombres y los instintos.

Hay una niña narradora que está siendo “sacudida” al enfrentar por vez primera la crueldad de los adultos, el amor bi/homo/sexual y el sexo mismo. ¿Por qué escoges la adolescencia como etapa donde dibujar esta batalla? 

Porque la adolescencia es, como el balcón desde donde la narradora ve el mundo, un estado límite, en el que se es muy crítico con el mundo, porque todavía no pertenecemos por completo a él, no estamos viciados por sus sistemas. Creo que lo que nos hace críticos es esa inocencia infantil a punto de perderse, que puede distinguir el mal con mucha mayor efectividad.

Si bien La estrategia de Chochueca revela la deconstrucción de cierta juventud urbana, Nombres y animales desnuda una clase media pletórica de deformidades e hipocresía por decir lo menos; en tal sentido, ¿podrías comentar sobre cómo se da el proceso de disecar estos rasgos de esta torcida “dominicanidad” en tu obra? 

Me gusta mucho el término “neurosis de clase”, de todas la más neurótica es la clase media, sobre todo en países como el nuestro en que la misma sobrevive a golpe de mentiras. Es interesante lo que pasa en el barrio donde me crie para explicar este fenómeno, Bella Vista, un barrio de clase media por excelencia se ha ido transformando, por un lado torres de lujo y por otro cierta arrabalización que remodela los espacios convirtiéndolos en pensiones, negocitos, lo mismo pero más dramático ocurre en Gazcue, por ejemplo. Es una clase que vive con la presión de no “ser” pobre, en la frontera económica, es para volverse loco.

¿Cómo crees que se leerá Nombres en Latinoamérica, y en particular en la República Dominicana? 

Creo que es una lectura familiar para los latinoamericanos. En Santo Domingo hay una generación que viene subiendo, esos son los lectores que me interesan, los que necesitan verse retratados en la literatura para comprenderse y evolucionar. Yo tengo mucha fe en el poder didáctico del arte, hasta la pieza más abstracta provoca una reflexión, y ese ejercicio enseña algo.

Haití, y los haitianos, una vez más, aparecen como cuasi-personajes en esta obra en momentos donde la Isla parece estar arropada por el virus del neo-nacionalismo; ¿lleva ello un propósito temático particular o es un rasgo más de una realidad a veces ciega para muchos dominicanos?  

Cualquier persona que se haya criado en Santo Domingo como yo tiene que haber conocido a un personaje como Radamés, un trabajador haitiano y creo que se identificarán con los prejuicios de mi narradora. Desde pequeños se nos enseña a sentirnos superiores a ellos, a despreciarlos. En ese sentido el personaje principal muestra una ruta hacia la liberación, hacia comprender las relaciones de una forma más profunda, a entender el racismo y cómo funciona dentro de nosotros, para poder expulsarlo.

La voz en Nombres (que es y no es poética) es la tuya-autora y a la vez, es otras voces: el silencio de la boca cerrada que habla con Vita y el oído de algunos escuchadores (como la tía Celia) que simplemente no te saben. Háblanos un poco de la artesanía invertida en el logro de semejante “diálogo” narrativo. 

La oralidad es algo que me interesa mucho, esas voces, habladas o interiores que nos cuentan el mundo. Las voces para mí son como la palma de una mano, en sus inflexiones, acentos y afectaciones puede leerse mucho, es muy rico leer un texto en el que se escucha a un personaje hablar con tanto detalle como cuando se le puede ver caminar, bailar y sufrir.

Con Nombres y animales completas una sólida trilogía, ¿Hacia dónde apuntan tus letras ahora? 

Nombres y Animales cierra la trilogía inmadura junto a PAPI y La Estrategia de Chochueca. Con ella me despido, por ahora, de la voz en primera persona. Son textos que tenía que escribir para desprenderme de la autobiografía. Lo que viene es fuete.