SANTO DOMINGO, República Dominicana.-¿Cómo homenajear al Maestro Rafael Solano?
Es la pregunta que me hice anoche, cuando perseguía a las palabras que deseaba escribir. Fue entonces cuando recordé las ideas de Klaus Umbach, el redactor encargado de la sección de música clásica del semanario alemán Der Spiegel (El Espejo) cuando al hablar de la música como un “idioma universal”, explica lo importante de que “En el futuro sería de desear una “interculturalidad musical” y [que] sería necesario un “autoencuentro estético” que “certifique el mensaje de “lo extraño en lo propio y lo propio en lo extraño”.
De ahí, he partido para recordar lo cierto que es, que la música encuentra comprensión en todas las lenguas, y que sólo requiere como documento de identidad global una mirada desde el alma para que los meandros se hagan puentes y se extiendan entre el ayer, y el ahora.
El Maestro Rafael Solano es el invitado de este encuentro estético de las almas, y a nuestro modo de ver, un delirante visionario de la ceremoniosidad del amor, ya que, literalmente, tal parece los cantos se escriben para quitarnos las distintas vestiduras surreales de la vida que llevamos desde la caverna como el arco y la flecha.
Rafael Solano creó el amor “mirada-mirante”; lo separó de los cuerpos, lo negó, y lo afirmó; lo liberó hasta perderlo de vista; consintió demasiado a los amantes en ese dualismo de “yo existo” si “vivo contigo”. Hilvanó otra manera de sentir a la pasión, de glorificar los anhelos de la reciprocidad mutua. Su voz se hizo voz en los demás, y fue designado por el alivio del deseo “ad infinitum” para ser el autor cómplice de ese vuelo impecable de los ángeles cuando visitan a la tierra.
Hace años, escuché al Maestro Rafael Solano, en un acto de Carlos T. Martínez, donde asistíamos a la puesta en circulación de su antología de entrevistas a Grandes Dominicanos, Tomo X, en el Salón de Conferencias de la Biblioteca Nacional, hablar pausadamente, sobre el origen de su canción “Por Amor”. El Maestro confesó, desnudando su alma, que “Por Amor” era la obra de un ángel, un ángel que lo visitó en ese momento. El teólogo norteamericano Paul Ramsey, llamaría a esa extraña presencia, que sorprendió al Maestro una “voz-para-los-demás”, que luego, en 1968 Niní Cáffaro la hizo “voz-para-nosotros-mismos”.
“Por amor se han creado los hombres/ en la faz de la tierra/ Por amor hay quien haya querido/ regalar una estrella”. Rafael Solano desprotegiendo a Eros de su ágape, recogió en sus manos el dictado de un ángel: el único axioma en las categorías de la conciencia que la postmodernidad no racionaliza, y lo deja al criterio de la veri et falsi (verdad o falsedad).
“Por amor fue una vez al calvario/con una cruz a cuestas/, aquél que también por amor/entregó el alma entera”. Esta estrofa, Maestro, me hizo pensar que a la humanidad hay que diagnosticarle la enfermedad de querer vivir la vida como un relámpago, puesto que los relojes han quedado atrás, y la contemplación hacia la virtud de la creación, es sólo un signo del tiempo. La música, Maestro, tal parece nos fue dada por los ángeles para romper el aquelarre de la desmemoria y que se quiebra sólo cuando nos refugiamos en lo íntimo.
Goethe quebró la desmemoria de la humanidad con su drama Fausto. Rafael Solano con Por amor quebró lo cristales que circundan la redondez de la tierra; la música sinfónica de Por Amor no se hizo repentinamente un ágora, sino una catedral para que los arrebatados de la existencia que desconocen la señal de la cruz y del amor trasciendan con la presencia del ilimitado principio.
La vida de Rafael Solano es como la alborada: se ha hecho savia, no la seduce el olvido ni las borrascas, ni los vientos, ni los inviernos. Solano, mientras la humanidad que conocemos exista, y habite en este planeta, Solano será una leyenda. Su música nació fértil, se hizo fértil, viajó en noches en velas sin descanso; abandonó su terruño para refugiarse en anhelos humedecidos por las aguas del Atlántico.
Ofrecer un esbozo biográfico de un hombre como Rafael Solano, de gran trascendencia universal, es comprometerse mucho; un esbozo sólo es posible –de mi parte- cuando el alma a que corresponde se encuentra embellecida por la virtud del amor como es el caso de Rafael Solano. Un esbozo sobre él significa iniciar un vuelo, ver, buscar en qué momento de espacio-tiempo se hizo absolutamente diferente a las demás; cuándo su propia imagen se hizo pluritonal, y el espacio sonoro-tempo fue “continuum” o “accelerandi”.
Un esbozo, Maestro, puede ser semejante a una partitura: se deja cruzar por la realidad y la irrealidad, por los imaginarios que duermen al lado del mito, por situaciones que entran y salen como personajes en la escena de una obra como un huésped inesperado.
Desde pequeña escuché el nombre de Rafael Solano, y su música romántica como una ninfa aterciopelada; pero ahora percibo entender el porqué desde entonces le llaman el Maestro, y creo que es, por los asombrosos jardines de felicidad que construye para las parejas de enamorados, tal si fuera aquel lejano jardín medieval de Reanud de Montaubon, a donde se acude cuando se espera como recompensa la magia que corona al azar de los encuentros, más aún si la voz sublime de Luchy Vicioso, les recuerda que la música es el elixir secreto de la melancolía… Y Fernando Casado, al interpretar Una primavera para el mundo, oníricamente nos entrega a través de la música, el misterio y éxtasis que puede traer consigo el amor, para que la humanidad trascienda a la agonía, al desequilibrio, y pueda reposarse en la mirada…
La vida de Rafael Solano quedó marcada por el año de 1968, el año de las revueltas estudiantiles en occidente, cuando los jóvenes del mundo querían un cielo que desde el amanecer hasta el crepúsculo tuviera un rayo de luz Blanca y de esperanza. No fue casualidad que Solano escribiera esta canción, y trazara un destino en torno a sí como centinela de lo eterno: el amor.
… Y ahora le preguntó, Maestro, ¿cómo la virtud de lo puro puede traer consigo misteriosas fuerzas de inspiración, a través del motivo del amor que se vuelve aureola de un instante?
Si desean mi opinión final en este encuentro estético [1] diría: Rafael Solano en “Por Amor” muestra ser un gran cautivador de auditorios. Su música fluida es una música de idilio. La canción expresa el carácter del autor, sus ansias de vida, la felicidad orquestada como el preludio del cumplimiento de una promesa de amor, y su complicidad con los ángeles guardianes, cuando escribe: “Por amor soy de ti/ y seré toda la vida…”.
NOTA
[1] Palabras leídas en la tertulia “Café Literario” de Ágora Mall, realizada el pasado lunes 16 de febrero, que tuvo como Invitado de Honor al Maestro Rafael Solano; coordinada por la gestora cultural Verónica Sención.