Dentro del universo filmográfico, hay películas que constituyen discursos de denuncia social porque la metáfora de desarrollo de su trama suele ser rodada sobre una realidad disfuncional que opera al margen del Estado de derecho. Son películas muy interesantes, siempre que el objetivo del espectador sea, más allá de entretenerse, comprender cómo las élites del poder político y económico mantienen y controlan a los ciudadanos de muy bajo nivel educativo, a través de discursos soterrados, incluso en el cine de ficción.

Por ejemplo, en la película hindú Los tres idiotas (2009) del productor Vidhu Vinod Chopra, se difunde una ideología pedagógica a través del desarrollo de sus escenas. La representación de los docentes de la escuela y de su director, con sus fines instrumentales, constituye una fuerte crítica al sistema educativo basado en la enseñanza mimética y represiva. Esta emocionante película también contiene una fuerte crítica al neoliberalismo y a su maquinaria que excluye y destruye el interés por la cultura humanística. Se critican los sistemas educativos que responden a discursos e ideologías capitalistas, de acuerdo con los cuales se forman personas para que respondan y actúen como máquinas. El sistema castiga y ridiculiza a los alumnos innovadores y de pensamiento crítico.

La expresión verbal de esta película contiene enunciados causales, con los que se trata de ridiculizar a los estudiantes que tienen dotes humanistas de pintores, escultores, artistas, poetas, etc. La intención de los profesores es orientar su enseñanza para que los estudiantes estudien ingeniería, carreras de mercadeos y técnicas. Asimismo, se emplean formas verbales imperativas, seguidas o antecedidas de adverbios, que desvelan el ambiente irreflexivo que predomina en la escuela.

Algunas de estas expresiones son: Únicamente tendrán… Sólo deben hacer… Siempre imiten… Repitan cuando… Obedezcan siempre… Asimismo, los docentes emplean epítetos hacia los alumnos aventajados, valiéndose de falacias ad hominem, cuando no pueden negar el verdadero coeficiente intelectual de los mal llamados “tres idiotas”. Algunos de esos epítetos son: ineptos, inexpertos, impulsivos, inmaduros, incapaces, confusos, totalmente equivocados, desenfocados, etc.   

Con todo, la narrativa de esta película recrea una metáfora de la amistad como discurso que subyace a la intención recreativa. La lealtad de Los tres idiotas reluce, pese a que la escuela los consideraba rebeldes y no aptos para el sistema. Esta película contrasta con La sociedad de los poetas muertos (1989). En esta última también se difunden discursos e ideologías en contra de la vertiente pedagógica conductista. El constructivismo lo representa el profesor de literatura, quien apuesta a que sus alumnos lleguen a ser libres pensadores, ideales que le acarrean problemas con los profesores ortodoxos.

Otra película de este género se titula Escritores de la libertad (2007) del productor Danny DeVito. Su narrativa muestra la segregación racial y la desigualdad social que existe entre los hijos de inmigrantes en algunos estados norteamericanos. Igualmente, reluce el desinterés de educar a los excluidos sociales con sinceridad; a quiénes se consideran prospectos para la mano obrera. Es una película que merece la pena ver para comprender la hipocresía del sistema frente a los ciudadanos de origen latino, chino, musulmanes, etc.

Esta escuela no ha contribuido educativamente para que los estudiantes abandonen los estereotipos sociales; esos que los hacen pensar que el color de piel, su estatus social, su peinado, la música que escuchan, su religión o su ateísmo constituyen variables que los hacen ser mejores o peores que sus compañeros. La maestra se impone y logra transformar su manera de pensar, a través de la lectura de buenas obras, escritura de diarios personales y constantes excursiones culturales. En consecuencia, llegó a ser una maestra odiada por sus colegas mezquinos, incomprendida y abandona por su esposo, pero amada por una generación de jóvenes a quiénes logró cambiar el rumbo de su vida.

En la película El Vidente (2007) del productor Nicolás Cage, se difunden elementos de denunciación respecto a la manera en que operan los organismos de inteligencia de los Estados Unidos para preservar la seguridad. Se insinúa el egoísmo con el que operan los grupos de intereses internos a la CIA. El Vidente es un símbolo de lo imposible que se aspira alcanzar en materia de seguridad, pero el hecho de que sólo pueda adelantarse en el futuro por tan solo dos minutos, pudiera indicar el modo en que la deseada perfección resulta imposible de alcanzar.

Finalmente, La película Amor y Honor (2012), dirigida por el cineasta Danny Mooney, es un largometraje que se constituye de algún modo en pieza ideológica, en tanto aprovecha lo admirablemente hermoso y trascendente de las bellas artes para transmitir un mensaje de denuncia a los atropellos, engaños y otras formas de manipulación con la que el gran imperio legitimó su intromisión en territorio vietnamita. Las tomas que contienen mayores sustratos de este tipo son  las escenas en las que los activistas protestan en uno de los parques de la Universidad de Michigan.

La fílmica muestra que no todos los jóvenes norteamericanos, alistados para la guerra, actúan movidos por la ideología nacionalista del imperio, sino para sobrevivir; puesto que el sistema les ofrece morir o, en caso de desertar, pasar el resto de sus días en la cárcel. Por eso, uno de los jóvenes decide cambiar su identidad a cambio del amor de su prometida y de su propia vida; al tiempo en que su amigo fiel decide retornar a Hong Kong para no traicionar a sus compañeros de guerra.

La incertidumbre que viven los jóvenes alistados para la guerra se expresa a través de enunciados radicales, afirmativos y negativos, dentro de los cuales destacan secuencias adverbiales, perífrasis verbales y sintagma nominales, como los siguientes: Aquí no hay más opciones… Morir con honor de todas formas es morir; ¡Qué sentido tiene defender la patria matando a personas inocentes!

No obstante, ningunas de estas expresiones verbales adquirían sentido, fuera de la secuencia fílmica, que incluye la fusión de una potente banda sonora con una semiosis bélica, dentro de la cual figuran los efectos que producen los cambios estratégicos de las escenas, ambientes, encuadres, iluminación, etc. Es en este entramado semiolingüístico, con fines recreativos, donde podemos identificar la denuncia social que he estudiado en más de un centenar de películas.