La teoría psicoanalítica decimonónica sobre la interpretación de los sueños produjo relevantes discusiones que se extienden hasta nuestros días. Concretamente, la técnica de lo onírico ha permitido, tanto a escritores como a teóricos del relato literario, conformar y desentrañar, respectivamente, mundos ficticios.
Según Freud, el papel del psicoanalista consiste, en parte, en hacer consciente lo inconsciente para resolver cuestiones pendientes de la personalidad. Esta función psicológica también concierne al analista literario; ya que ambos operan sobre discursos narrativos. El historial clínico de un paciente psicológico, por lo tanto, ha de ser tomado como un texto literario, afirma Freud (2013) en su libro: La interpretación de los sueños. 9na edición española. Madrid: Edición de bolsillo traducido por Alfredo Brotons Muñoz.
Tal vez la teoría sobre los sueños constituya el marco teórico idóneo para abordar la narrativa del premiado poeta, ensayista y narrador uasdiano, César Augusto Zapata (Santo Domingo, RD: 1959). Su repertorio incluye los libros poéticos: Acrobacias del ser, Jardín de Augurios, Edades del instante, Ciudad pensada y Piedad del toque, entre otros. Con el último poemario de esta lista recibió el Premio Internacional de Poesía Casa de Teatro, 2004. En su narrativa, cuentan los títulos: Un nuevo día ayer, Asombro de sombras, Falsos rostros y Breviarios sin límites. Asimismo, su importante obra ensayística ha sido publicada en el libro: Lo obsesivo.
La obra que he leído de César Augusto Zapata se caracteriza por remitir al universo cultural que, a mi juicio, conforma su cosmovisión del mundo, grosso modo. Por tanto, los constatativos pragmáticos, en su narrar, conminan al estudio de ese vasto marco referencial. Es un narrar cómodamente comparable a la narrativa del cuasi impenetrable Ireneo Funes, El memorioso de Jorge Luis Borges (Ficciones, 1944.Buenos Aires: Ediciones La Cueva. Páginas 51-55).
Los referentes conceptuales del narrador condicionan la comprensión de cada relato. Ningún lector, entonces, podrá acceder a las mieles literarias de los cuentos de César Zapata, a no ser que posea un universo cultural reluciente en un lexicón abundante y fluido. Otro tipo de lector tendría que constituirse en investigador de las marcas culturales como prerrequisito a una segunda o tercera lectura. En otras palabras, un lector que adolezca de abundantes referentes conceptuales quedaría vedado ante la intensa atmósfera ficcional que implica la literalidad de los enunciados artísticos entramados en la obra narrativa de nuestro autor.
Falsificador de sueños es el primer cuento del libro: Para todos nosotros caerá la noche (2014), compuesto por un total de dieciséis relatos. En éste, la ficción revela la constitución poética del narrador; sobre todo, cuando en su narrar atribuye, simbólicamente, propiedades vitales a realidades inanimadas. En la primera oración del mencionado relato, el narrador afirma que “el día despertó como siempre” y, en ese caso, no se refiere al personaje principal, Víctor Sánchez, sino al día como sujeto activo.
Estamos pues, más que frente a un personaje ficcional, ante un actante tal y como lo postula la narratología greimasiana. Asimismo, encontramos otros actantes de este tipo como los que indican que la sombra arropa parsimoniosamente el cuarto de Víctor, o cuando convierte la luz del día en asesina, pues indica que acuchilló la sombra, etcétera.
Esta literalidad metafórica es sólo el inicio de la creación de una atmósfera psicológica que exige niveles complejos de comprensión lectora. El narrador nos presenta a un hombre depresivo que ya hemos nombrado. Se infiere la depresión porque el mismo personaje nos cuenta su estado anímico. Aunque duerme, su mente no descansa. Se pasa la noche entre pesadillas y sueños menos tortuosos. Al despertar, desea volver a sumergirse en un sueño del que nunca más pueda regresar.
El personaje, Víctor, critica inusitadamente lo que sucede cuando no existen especialistas, en este caso, de la medicina. Esto es evidente cuando Víctor recurre al médico general, quien le dice que su problema se reduce a “vértigo, un problema de su oído que no tiene cura”. Víctor recuerda que ese médico es un joven pasante que no va más allá de prescribir tisana para los niños ventrudos.
El título de este relato se debe, tal vez, a que Víctor sueña que es un falsificador de documentos. Se trata de una capacidad mimética similar a la que se atribuye al activista francés Adolfo Kaminsky, reconocido como la persona que falsificó miles de documentos para docenas de movimientos judíos, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.
Esta evidente hipertextualidad constituye sólo un ejemplo del saber universal del narrador, quien construyó su personaje desde su condición de pensador complejo y de lector asiduo. Ha de entenderse, por lo tanto, que no sólo bastan las auras celestes para producir una auténtica obra de arte. Igualmente, se requiere laboriosidad, la cual suele ser subsumida en dedicación a la lectura sistemática de buenas obras.
Víctor vivía en Cristo Rey, barrio capitaleño. El narrador lo presenta como un hombre mujeriego. Sin embargo, se mudó con Carmen, mujer obesa, alta y malgeniosa. Pese a ello, hacían buena pareja, puesto que se trataba de una mujer alegadamente pitonisa, condición que le permitía descubrir cuando un negocio no le iba a convenir a su marido. En más de una ocasión, pudo salvarle el pellejo.
Víctor cuenta que había estado preso en NY, después que un tribunal lo declaró culpable de truhanería. Aparentemente fue liberado tras cumplir condena. Al regresar a Santo Domingo, un hombre ligado a la mafia, lo requirió para que falsificara un documento con sangre. Por eso, Víctor se puyaba las venas para obtener esa sangre. Este cuadro metafórico permite aducir que en su condición de enfermo mental, Víctor Sánchez mortificaba su cuerpo dentro de un onirismo que posiblemente repercutía en su vida real, dentro del mundo ficcional contado.
Al final se puede percibir que el relato completo pertenece al mundo inconsciente del personaje; es decir que estamos ante un relato falso dentro de la ficción. Ese Víctor del relato no existe más allá del estado depresivo de ese personaje. Es evidente que padecía una enfermedad, similar a la que afectaba la mente maravillosa, pero esquizofrénica, del genial matemático estadounidense John Forbes Nash, cuya vida ha sido escrita y llevada al cine (Sanmartín, José J. (2002). Una mente maravillosa. Universidad de Princeton, USA).
A este punto entra en cuestión el rol del analista de los sueños, según Freud. El “yo” del personaje, Víctor Sánchez, contiene en sí mismo a un hombre enfermo mentalmente, incapaz de ser feliz porque su mente lo sumerge en un mundo imaginario tortuoso, cuyas acciones inciden perjudicialmente en su vida real.
El “ello” corresponde a todo ese relato que el mismo Víctor se cree, dentro del cual goza de cierta estabilidad emocional. No obstante, al despertar de su estado descubre que ese mundo sólo existe en su propio inconsciente. ¿Vestigios del pasado? Tal vez. El superyó, por su parte, debe ser el ideal de ser humano, el que sería si disfrutase de buena salud mental.
Ese inconsciente que reaparece reprimido en la mente de Víctor Sánchez constituye un tema que tal vez pueda ser resuelto, ya no por el sujeto narrador, ni por ningún otro narratario, sino por el sujeto empírico-autor, quien además de lingüista y creador literario, es un profesional exquisito de la salud mental.
¿Quién mató a Carmen Dubal? es otro relato intenso, el cual exige total concentración. Se requiere descubrir las pistas que el narrador va aportando para que el lector pueda identificar al verdadero asesino del personaje. Asimismo, el relato: El reparador de espejos implica una dimensión metafísica. Este cuento es susceptible de ser analizado desde los postulados de la mitocrítica cultural, puesto que contiene una representación escatológica del mito, etcétera.
Todos los relatos contenidos en este libro nos recuerdan, de una u otra forma, la miseria humana. No importan los bienes económicos ni las dotes intelectuales o de otra índole. “Para todos nosotros caerá la noche”, por lo que nuestro rol debe estar orientado a la búsqueda de nuestro superyó, mediante el cultivo de las virtudes que nos permitan ser cada día mejores seres humanos en la vida real, nuestro yo, más allá de la ficción.
Estudiar, no sólo leer, las obras de César Augusto Zapata implica un proceso de especialización multidisciplinaria porque en su narrativa, verbigracia, confluyen cuestiones antropológicas, sociológicas, históricas, lingüísticas y psicológicos, amén de lo que es propiamente literario.
Al haberme sumergido en la lectura de tan fascinante creación literaria, considero propicia la ocasión para invitar a la lectura. Los maestrandos de las áreas humanísticas pudiesen formular proyectos de investigación sobre obras literarias auténticamente dominicanas. Un abordaje epistémico del hecho literario contribuirá, sin dudas, con el desarrollo de las llamadas competencias propias de los saberes humanísticos, más allá del pedagogismo recalcitrante y antagónico que obnubila los destellos de la cultura universal y literaria.
¡Enhorabuena a nuestro reputado cultor literario, César Augusto Zapata!
Zapata, César (2014) Para todos nosotros caerá la noche: Cuentos casi fantásticos. RD: Editora Búho. 192 pp.