«Yo estaba muerta, ya. Tendida encima de un paisaje increíblemente quieto. Puesta como un mantel en la dulzura vegetal del musgo. Con los ojos inmóviles y duros de silencio, y las manos dobladas sobre el pecho yacente». (Canto V, fragmento de Canción de la vida insólita). [1]
Canción de la vida insólita es el texto poético a partir del cual Carmen Natalia (1917-1976) configura su visión sobre el universo, ritualizando a la palabra con una singularidad pulsional y una multiplicidad de enigmas subjetivos.
Su poética minimiza a los rituales convencionales del tiempo, puesto que los signos de su temporalidad en proyección continua los asume al través de un continuo impulso de libertad donde la estética del mirar, del sentir y del oír sacuden su ser-en-el mundo con un canto de suave textura y adhesión total a la experiencia, al vivir existiendo, para cohabitar el espacio con enunciados por encima del discurso fonológico corriente y convencional.
Carmen Natalia emerge en Canción de la vida insólita desde un fondo de silencio como signo de la soledad o como elemento en sí funcional del poema. El ímpetu de su palabra por medio de la metaforización verbalizada conduce al lenguaje fuera de los causes rutinarios, y a las cosas fuera de su orden literal, oponiéndole otro orden forjado desde la enunciación como posibilidad de explicar la visión que resalta en la precondición necesaria del nacimiento de la palabra.
En este largo texto la poeta nos comunica sus experiencias hacia grandes mutaciones, hacia la invención de un corpus que ella sostiene sola como subjetivización o individualidad propias, ya que recrimina a la nostalgia y al sujeto en su interiorización, recreando desde un plano vivencial los estados anímicos tal como si la realidad fuese otra realidad, recuperando por medio del canto la autenticidad asumida desde su objeto literario: la disolución del pasado y la emancipación hacia el futuro como vida del sentir donde retorna a la claridad de lo profundo como proyección ulterior del deseo en la experiencia del ser.
Es así cómo emerge la palabra en la Canción de la vida insólita, reemplazando a la evocación por un modo representativo, para disolver en una canción nueva, distinta, el espacio, el tiempo y, la palabra como visión de paisajes y movimientos, comprobándose a sí misma cómo el signo poético cobra vida, y se despliega de frente a una correspondencia auténtica, primigenia, portadora de plenitud. En este texto la poeta quiere hablar del movimiento natural del amor en la tierra, de las «largas brisas azules», «del río fugitivo», de «los claros horizontes”, de «los hombres quemados en su fiebre», para absorber todo el aspecto normal de lo que somos, pero con una diferencia fundamental: el éxtasis. Es así cuando Carmen Natalia expresa: «Aquí estoy, recién nacida y suelta, sin otra ligadura que la trenza de la luna y el cinturón del viento. Alma nueva, sin huella de fósiles remotos. Corazón sin memoria, abierto a los oráculos probables. Criatura recobrada por el tiempo».
Carmen Natalia escribe descubriendo un yo en movimiento espontáneo hacia el otro; una energía que le permite transfigurar al paisaje, prolongar indisolublemente la ausencia de su interior cuando descubre su alma, sus manos, sus ojos, sus labios, y «palabras ignoradas» por un vacío infranqueable de sentimientos, porque la posesión de la palabra le revela una superación extrema posible del ser. Es entonces cuando su ser la lleva a explorar y conocer el universo, puesto que la palabra se convierte en ella en un acontecer para vivir la liberalización de su centro rector, de las partes de su cuerpo, aceptando ordenar y explicar esa marcada
intimidad de motivaciones, esa dimensión inefable de lo absoluto al aproximarse a la búsqueda de un mundo regido por sí misma, cuya importancia es meramente circunstancial. No en vano nos dice: «Palabras…Yo las dije, sintiendo que nacían de muy hondo. Subían con mi sangre desde mi soterrado enigma, con vértigo fluvial, hacia mis labios».
En Canción de la vida insólita Carmen Natalia produce su soliloquio de mujer, actos enmarcados por el antes y el después, por ese conjunto de posibilidades donde percibe una sucesión de planos, de signos, de tactos, de gestos, porque desata a la palabra, a aquel mundo que puede aprehenderse como opción de vida para recorrerlo desde un posible no-ser como imagen de lo verdadero en la vida. Carmen Natalia es desde entonces habitante del eco, de la felicidad que sólo es posible en la belleza que quiere revelarnos por el amor, un amor que busca en la creación, en la fragilidad y en la pureza.
NOTA
[1] El próximo 19 de abril se cumple el Centenario de Nacimiento de Carmen Natalia Martínez Bonilla (1917-1976), poeta, novelista, dramaturga, guionista, diplomática, militante política y de resistencia a la dictadura. Presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de Estados Americanos (OEA) de1963 a 1965. Para esta ocasión la II Feria del Libro de Colección (FIL-COLECCIÓN)´2017, a celebrarse en la Capilla de los Remedios con el patrocinio del Ministerio de Cultura, y el aval de la Fundación Amigos del Museo de Las Casas Reales, estará dedicada a Carmen Natalia.