Esta tesis afirma que la poesía de Aída Cartagena Portalatín exalta hasta llegar a la ficción. La semana pasada repasamos brevemente la participación de la escritora en el tiempo sorprendido y establecimos que esta primera poesía funciona como génesis o pre-forma; un lenguaje repleto de señales específicas que se manifestarán posteriormente en su narrativa.

Si ustedes se fijan estoy utilizando nosotros y ustedes… es mi manera de agradecer sus comentarios y sugerencias a estas inquietudes. Esto demuestra que hay lectores apasionados con la escritora o que desean, tal es mi caso, conocerla mejor. Me alegra que Acento sea el medio para ello. Les reitero el agradecimiento y la paciencia. Ya pronto vamos a entrar de lleno en la novela, pero debemos comprender que Escalera para Electra, aunque es un texto grandioso, no es popular ni de simple digestión, así que estos preámbulos son necesarios.

Este tiempo también sirve para poder adquirir el texto, ya que muchos de ustedes han manifestado que no lo tienen. Les puedo decir por aquí que si lo quieren leer en formato digital, en la biblioteca en línea de INABIMA está disponible. Ahora bien, yo les recomiendo lo siguiente: Miguel de Mena se ha tomado el trabajo de compilar varios ensayos, entrevistas y textos de la autora en un volumen que se titula Aída Cartagena Portalatín: Archivos y ha editado la versión más completa de Escalera.

Estos y otros textos de la autora pueden ser encontrados en Ediciones del Cielonaranja. Mi recomendación es que consigan estas dos publicaciones y, como complemento, regresen a la Electra de Eurípides, que como veremos más adelante, es la base desde donde se moldea nuestra Electra mocana.

He dicho que vimos ya, de forma rápida, la relación de Aída con los sorprendidos. Esta semana estudiaremos de la misma manera, su participación en el Grupo del 48 y la Generación del 60. Con esto nos encaminamos a analizar, en forma resumida, cómo puede plantearse el estudio de una Aída transgeneracional y luego, la transición definitiva hacia la narrativa con su cuento Los cambios. Seguimos.

El 48: poesía y desacato   

La Generación del 48 pretende decirse diferente de la Poesía Sorprendida. Si los sorprendidos consiguen una revolución en cuanto a la estética mediante un imaginario cósmico, poetas como Lupo Hernández Rueda, Máximo Avilés Blonda y Rafael Valera Benítez proponen lenguaje y discurso como fenómenos de lo social. Los cuarentayochistas acuerdan que en la precaria situación sociopolítica del país, la literatura no puede ser un ejercicio ornamental. De esta manera la frontera que distingue el uso poético y el uso común de la palabra se hace más estrecha y conflictiva. En estos textos el ser se aleja de lo etéreo para convertirse en elemento de tránsito hacia lo terrenal y palpable. Para los del 48, el ser debe afrontar su situación y la escritura es el medio para hacerlo.

Al estudiar la Escuela de Bakhtin, Raman Selden apunta que desde las diferenciaciones entre la palabra poética y el lenguaje coloquial se llega a la palabra activa o Slovo, en donde lo escrito es en parte pronunciamiento: “Los signos verbales son el escenario de una continua lucha de clases”1. En esta pugna, la cúpula dominante controla el lenguaje mediante la reducción del significante, con el objetivo de administrar la cantidad y el contenido de la información. El resultado es contradictorio ya que estas formas de coerción motivan la resistencia, lo cual indica que el enfrentamiento entre pueblo y dictadura supera el plano físico de la acción; el altercado, recuerda Selden, “se pone también de manifiesto en el terreno del lenguaje y la vitalidad de la multiacentualidad básica de los signos lingüísticos”.

Lo anterior sostiene el postulado que equipara a Cartagena Portalatín con los del 48. Aunque éstos pretendan renegar del tiempo sorprendido, la carga surrealista del movimiento permea hasta la propuesta denunciante y el compromiso político. Al estudiar la poesía de Lupo Hernández Rueda, Alcántara Almánzar destaca que no obstante las manifestaciones de resistencia, el escritor recurre a “una simbología difusa, que echa mano de la naturaleza u otros objetos para vehicular sentimientos reprimidos”2. Uno de los varios pronunciamientos que componen el manifiesto de la Generación del 48 dice, “La poesía, dando el tono humano de su procedencia, aunque sea universal e intemporal, tiene una grave y apasionada función a tono con un tiempo y espacio dados”3. Nótese la acentuación en el interés espacio temporal; la idea del hombre como ser universal, sostenida por la tesis sorprendida es ahora asumida por los del 48, quienes insisten en que el ser ha sido ya creado en aquel Edén y hay ahora que hablarle de frente, colocarlo en el lugar de la acción.

Durante este período la voz de Cartagena Portalatín sobresale por su carácter contradictorio, ejemplo de ello es el concepto espiritual que armoniza su discurso. Una mujer está sola es un largo cántico dividido en estaciones que rememoran el vía crucis cristiano. En “Estación del canto” la poesía conecta denuncia y misticismo; se refiere al pueblo como un todo dormido ante el atropello, “Quiero hacer algo a fin de despertar al huésped en esta anochecida”. Luego se da a entender que es la canción el medio para ejecutar la tarea,

Será mi alabanza una caja de ángeles

        Sorprendiendo la vida

        Aunando los árboles y los desheredados

                    caminos del olvido.

Este imaginario compuesto de protesta y lírica se encuentra presente en la poesía representativa del 48. Si bien las coincidencias de esta producción con la escritura sorprendida son notables en cuanto a cosmogonías y los aspectos teológicos/teogónicos, las ideas del grupo quedan ajustadas a la falocracia característica. La mujer pensada por Eugenio María de Hostos y hecha realidad en la obra y figura de Salomé Ureña, durante el tiempo trujillista pasó a convertirse en un ambiguo personaje, superviviendo entre los límites de la excelsa matrona o la que espera en la casa de citas.

En el estudio “Los grupos del 48 y del 60”4 Diógenes Céspedes aclara que el planteamiento de diferenciación de los cuarentayochistas en cuanto a los sorprendidos es fútil, ya que los encuentros teóricos entre una producción y otra son frecuentes. Céspedes analiza las motivaciones de este nuevo “Hombre dominicano-universal” y cómo estas propuestas reúnen ambos grupos bajo la misma teoría del signo. Puede incluso decirse que sin proponérselo la Generación del 48 resume los planes postumistas y sorprendidos: si la palabra póstuma propone una dominicanidad desde el origen hacia el mañana y la sorprendida revoluciona la palabra en sí misma, poblándola de significaciones, los del 48 confrontan el lenguaje limitando la adjetivación mediante un ejercicio que implica una moral y una conducta; la función social de la poesía como instrumento creador de conciencia del pueblo. A tono con la denuncia y sus manifestaciones, Aída se distingue de todo movimiento al discernir que para acceder a tal universalidad, el ser debe cumplir cierta requisitoria que incluye, entre otros conceptos, lo femenino y la negritud.

Gran parte de los textos que estudian la obra de la autora se dedican al análisis y realce de su producción en cuanto a la proyección de una literatura feminista en la República Dominicana. Una mujer está sola es muestra de la dimensión de esta escritora más allá del aspecto femenino,

Una mujer está sola. Piensa que ahora todo es nada

        y nadie dice nada de la fiesta o del luto

        de la sangre que salta, de la sangre que corre

        de la sangre que gesta o muere de la muerte.

Como elemento distintivo, la voz escueta y determinada asume la responsabilidad de decirse mujer y propone otras perspectivas para acercar la marginalidad al discurso vigente. Aída pronuncia desde los espacios circunstanciales; insiste en las áreas desatendidas por movimientos y agrupaciones. Así, Una mujer está sola traduce un momento de transición hacia una postura y estado conscientes de las fuerzas y anhelos que operan en el ser social, esto es, el sujeto de su narrativa. La situación lírica ha sido demostrada y sale al encuentro de sus posibilidades, afectando el distanciamiento intelectual que le separa de la palabra y sus distintas aplicaciones. Se crea en este proceso un lenguaje mítico que integra elementos poco usuales en el debate socio literario nacional.

Aída Cartagena Portalatín
Aída Cartagena Portalatín

Santo Domingo 1960, palabra y revuelta

La actividad artística de la década del 60 se interesa de forma especial en las cuestiones de igualdad en cuanto a raza y género. En una sociedad dominada por un sistema vertical-panóptico, la resistencia es encabezada por la plástica, el teatro y la escritura en todas sus manifestaciones5. El avance de los medios de comunicación permite versiones actualizadas y concretas de los procesos en donde la mujer y la negritud son protagonistas; el desengaño alcanza segmentos de la población hasta ese momento enajenados por la tecnología mediática del poder. Como ejemplo pueden tomarse las revueltas afroamericanas que se dieron de forma consecutiva en Estados Unidos desde principios de siglo XX. Howard Zinn destaca el papel de los amotinamientos raciales que mediante tácticas de ocupación cívica estremecieron la estructura social hasta las administraciones de Kennedy y Nixon. Para Zinn, la prédica de manifestación pacífica de Martin Luther King Jr. se complementa de forma contradictoria con la violenta política de Estado y sus sangrientos embates a la negritud. Una de las tretas del poder es fragmentar el movimiento, del que se desprende un ala que promueve resistir fuerza con fuerza. Para activistas como Malcom X la política de resistencia pacífica no daría resultado en un sistema de criminalidad tangible; sistema que paradójicamente pasa de la brutalidad física a la gestión de mercadeo. Zinn explica cómo las grandes corporaciones vieron entre las células del movimiento negro una oportunidad para crear un capitalismo de la negritud,

Hubo poco cambio y mucha publicidad. De pronto fue posible ver más caras de gente negra en los periódicos y la televisión, dando la impresión de que realmente se estaba operando un cambio en la sociedad. Esto también elevó a la palestra un pequeño -aunque significativo- número de líderes de la comunidad afroamericana6.

Las contradicciones de esta causa histórica y social se extienden de forma semejante en el apartado femenino. Durante la década del sesenta la mujer comienza a establecer pautas que de forma accidentada vienen planteándose desde la Primera Guerra Mundial. La presencia femenina en la sociedad demuestra ser imprescindible en las áreas laborales, cívicas y humanísticas. La violencia con que se resistieron los argumentos feministas generó sentimientos de simpatía en los segmentos indecisos, debido quizás a los valores asociados al arquetipo de lo femenino. Con relación a la asignación de tales valores en la sociedad, Michel Houellebeq afirma que,

En la situación tradicional, el hombre se movía en un mundo más libre y más abierto que la mujer; o sea, en un mundo más duro, competitivo, egoísta y violento. Los valores femeninos clásicos estaban impregnados de altruismo, amor, compasión, fidelidad y dulzura. Aunque ahora nos reímos de esos valores, hay que decir claramente que son valores civilizados superiores, y que su desaparición total sería una tragedia7.

Durante el trujillato la mujer y la negritud adquieren un carácter trascendental. Puede decirse que ambos conceptos definen el principio y el fin del debacle de la dictadura. Hacia el 1937, con el objeto de sanear la nación dominicana, la maquinaria del poder planea y ejecuta el “corte” de haitianos en la media isla. Este genocidio fue llevado a cabo con precisión, tanto en la parte criminal como en el encubrimiento ya que la matanza fue defendida ante la comunidad internacional como un conjunto de coincidencias aisladas. Mientras, a nivel local el suceso se registra como una gesta heroica enraizada en designios divinos. Para la dictadura la peligrosidad del haitiano radica en su cercanía; en una vecindad material que desestabiliza el fervor de unidad que tanto anhela el nuevo padre de la nación. Néstor E. Rodríguez insiste en cómo los cortesanos de la época se adueñan del discurso y atribuyen capacidades únicas al prohombre que consolidaría la autenticidad de lo dominicano:

En rigor, a los ribetes trágicos del entramado histórico que urde Peña Batlle le corresponde a su vez la exaltación de Trujillo como el agente llamado por la Providencia a conferir orden al supuesto caos de la República Dominicana como Estado independiente […] Peña Batlle propone de esta forma un nuevo origen nacional que sin embargo carga con la narrativa de la nación articulada en la centuria pendiente8.

Pero cada discurso genera su contrario: si el poder utiliza la palabra al elaborar justificaciones extra cotidianas para la matanza, consiguiendo hasta cierto modo instalarle en la psique del individuo como algo más que necesario, la drasticidad del poder queda también revelada: la matanza, acaecida durante las primeras fases del régimen, inaugura una serie de atrocidades que definen la personalidad del trujillato. Estos abusos se dan de forma consecutiva y consiguen su punto álgido con el asesinato de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal en noviembre de 1960. El acto violento que busca silenciar las adversas, les convierte en símbolo; en un concepto que reúne a los marginados de la sociedad contra una verticalidad paternalista y falocéntrica. A partir de estas confrontaciones, el categorismo del discurso no se limita a la bifrontalidad palabra-estado/palabra-pueblo; se pasa a un discurso fragmentado y ello refleja en la escritura. En nuestra próxima entrega hablaremos de la fragmentación y veremos cómo la escritura traduce las carencias de la sociedad en el texto literario.

Notas

  1. Raman Selden. Teoría literaria contemporánea. Trad. Juan Gabriel López Guix. Barcelona: Editorial

Ariel, 1987.

  1. Alcántara Almánzar, José. Estudios de poesía dominicana. Santo Domingo: Editora Alfa

y Omega, 1979.

  1. Mateo, Andrés L. Manifiestos literarios de la República Dominicana. Santo Domingo:

Editora de Colores, 1997.

  1. Céspedes, Diógenes. Lenguaje y poesía en Santo Domingo en el siglo XX. Santo

Domingo: Editora Universitaria UASD, 1985.

  1. Véase en Jesús de la Rosa, “Intelectuales y artistas de Abril”. La Revolución de Abril de 1965. Santo

Domingo: Editora Nacional, 2005.

  1. Zinn, Howard. “The Empire and The People.” A People’s History of The United States.

New York: Harper Perennial Modern Classics, 2005.

  1. Houellebeq, Michel. El mundo como supermercado. Trad. Encarna Castejón. Barcelona:

Editorial Anagrama, 2000.

  1. Rodríguez, Néstor. Escrituras de desencuentro en República Dominicana. Santo

Domingo: Editora Nacional, 2007.