Título original: Loving Vincent. Género: Drama/Animación. Dirección: Dorota Kobiela, Hugh Welchman. Guión: Dorota Kobiela, Hugh Welchman, Jacek Dehnel. Reparto: Douglas Booth, Helen McCrory, Saoirse Ronan, Aidan Turner. Duración: 1 hora 35 minutos. Clasificación: + 12 años. País: Polonia

Cuando, al parecer, todo estaba dicho dentro del ramo de la animación y que los componentes digitales que hicieron de Pixar el responsable de llevar el oficio hasta otros niveles sin comparación dentro del mercado, viene la polaca Dorota Kobiela y el británico Hugh Welchman quienes confeccionan casi un milagro de animación cuando se embarcan en recrear a través de pinturas al óleo una historia homenaje al pintor holandés Vincent Van Gogh.

Este relato está compuesto por 65, 000 cuadros elaborados por 125 pintores de formación académica, pero sin experiencia en la animación quienes se inspiraron en el estilo y arte magistral del famoso pintor.

Sus 80 minutos de duración es un deleite visual donde cada fotograma se transforma en un espacio idóneo para la apreciación del arte pictórico y del arte animado. Juntos desarrollan un panorama contextual que implica importantes motivaciones hacia el espectador.

El relato se desarrolla en una especie de investigación post mortem sobre la figura de Van Gogh realizada a través de un personaje que debe entregar una carta de su padre a un familiar del pintor.

A través de su periplo surgen varias versiones acerca de la muerte del artista que se van desdibujando en cada personaje que tuvo contacto con él. Esto sirve de método de conducción para que vayan surgiendo distintas hipótesis sobre lo que fue su vida y los últimos momentos de existencia.

No es de dudar que este trabajo puede ser una abrumadora justificación para volver al legado de este gran artista, considerado como la quintaesencia del artista incomprendido, ese genio que se balanceaba entre la locura y una desbordante creatividad.

Para su desarrollo técnico se empleó el modo de la rotoscopia (rodaje con actores de carne y hueso para servir de base al resultado final), lo cual puede ser un atajo dentro del proceso de animación, práctica también utilizada por Richard Linklater en “Walking Live” (2001).

En este caso esta obra cobra un valor especial dado el cuidado y la cantidad de pinturas al óleo empleada para la misma, aunque su exposición narrativa carezca de dinamismo y se torne monótona.

No obstante, se puede obviar estos baches y deleitarse con una obra capaz de conjugar profundamente el arte plástico y la magia de la animación.